viernes, 20 de julio de 2018

Històries dels meus cinquens avis


Peníscola, estiu de l'any 1843. En una casa del carrer major d'aquesta localitat vivia la senyora Gabriela Guzmán i Ripollés. Gabriela estava casada amb qui va ser el seu primer marit, Agustín Bayarri i Martorell (doncs desgraciadament poc després aquest morirà i celebrarà unes altres noces, tal com era costum quan la dona no era excesivament major, amb una altra persona, preferentment també vidu, i d'un rang social similar). Agustín era un pagès ben posicionat, que treballava la terra heretada que li havien deixat els seus ancestres. Gabriela era una dona conservadora i tradicional. Desconec si tenia molt o poc caràcter, però amb el tema dels diners segurament era molt estricta, doncs l'havien educat de manera que sapiguera valorar l'esforç que suposava guanyar-se el pa cada dia. Durant bona part de la temporada ajudava en el camp, a més de realitzar l'àrdua tasca d'educar als seus fills.


En aquella casa, imperava moltes vegades, un model d'organització que s'acostava més al matriarcat, doncs Gabriela com quasi totes les senyores de Peníscola, abans de casar va visitar al notari, acompanyada pels seus pares, per a declarar aquells dots o béns que anava a incorporar per a la seua futura descendència i que li donaven una autoritat igual o inclòs més gran que la del seu home a l'hora de pendre decisions dins de la seua llar.

El pare de Gabriela es deia Pedro, era mariner i l'únic dels seus germans que a banda treballava la terra, probablement perquè va ser l'agraciat en heretar el patrimoni rústic, i que es realitzava mitjançant un costum ancestral, que recordava moltíssim a la figura jurídica de l'hereuatge. Pedro i la seua família tenien una flotilla, que els reportava bastants ingressos, motiu pel qual eren dels pescadors més acomodats que hi havia aleshores en la localitat. Però Pedro va fer una cosa poc habitual, va casar amb una dona que vivia fora de la roca, es deia Josefa María, de cognom Ripollés, i era natural de Cinctorres. Que havia portat a aquell home casar-se amb una senyora d'un lloc tan allunyat?, allò era un fet molt impropi d'una societat tan localista com la qual existia en la Peníscola de mitjan del segle XIX...

David Gómez de Mora

lunes, 16 de julio de 2018

Las élites culturales de Caracenilla (1561-1767). Curas y escribanos naturales del lugar. Anotaciones genealógicas


En el presente artículo queremos mostrar algunos de los personajes más destacados, con los que contó la población de Caracenilla, durante los siglos XVI-XVIII. Concretamente nos queríamos ceñir a las informaciones de dos de los colectivos que gozaron de una notable reputación a nivel local, como fue el caso de los clérigos junto los escribanos.

Si por algo se caracterizó este pueblo, fue precisamente por contar con destacadas familias, que tuvieron un peso importante dentro de las élites locales, que por aquellas fechas dejaron una notable influencia, más allá de su espacio de residencia, y llegar a ser conocidos en todo lo que sería el área de la Alcarria conquense.

Los libros de defunciones, y que en este caso hemos escogido para realizar nuestro trabajo, corresponden a los tres primeros volúmenes presentes en el Archivo Eclesiástico de Caracenilla, y que en varias ocasiones, durante estos últimos años, tuvimos la suerte de poder consultar (libro 1 -1561/1631-; libro 2 -1631/1701- y libro 3 -1701/1767-), ya que son una fuente indispensable para escarbar las diferentes informaciones personales, de cada uno de los protagonistas que les vamos a presentar.

A pesar del escaso número de habitantes con los que históricamente ha contado, Caracenilla, ha sido un espacio donde han convivido diferentes linajes de la baja nobleza conquense, así comode la burguesía rural, y que permitirán que incluso contando con un modesto vecindario (alrededor de un centenar de familias a mediados del siglo XVIII), creciese un núcleo poblacional, donde podíamos ver representantes de diversos gremios económicos, muestra como decimos de esa riqueza que se generó, y que se manifiesta en la redacción de testamentos, en el pago de misas, así como otras informaciones, en las que se vislumbra el patrimonio rural de muchas de sus familias.

Como decimos, nuestro propósito, es enmarcar genealógica e históricamente, aquellos nombres de gentes, de los que sí sabemos que hubo alguna relación parental o directa con la localidad. De ahí que entre los diferentes clérigos y escribano, sólo nos remitimos a aquellos de los que tenemos certeza que estuvieron arraigados al municipio. Las fuentes parroquiales, junto los apuntes que poseemos de nuestra genealogía familiar, son los datos con los que intentaremos reconstruir una parte de la historia eclesiástica y escribanil de Caracenilla.

Hemos de destacar que una cantidad considerable de hojas del libro I, a pesar del magnífico proceso de restauración al que se vieron sometidas, es muy complicado poder leerlas de modo completo, debido al desgaste de la tinta, de ahí que se hayan podido omitir datos que reportarían una mayor información.

También es de reseñar, que en muchas ocasiones la mayoría de los testamentos, son recogidos por los clérigos, especialmente durante las primeras décadas, de ahí que la información de los escribanos locales, comenzaremos a verlade manera más precisa, a partir del siglo XVII, cuando una familia asentada en el municipio, será la encargada de realizar esta tarea.

Si algo tienen en común curas y escribanos, es su formación académica, ya que eran gentes que sabían leer y escribir, además de poseer unas nociones mínimas en diferentes aspectos de cultura general, que los elevaban sociológicamente entre las personas más distinguidas del pueblo, puesto que las tasas de analfabetismo por aquellos tiempos eran muy altas, ya que no todo el mundo podía tener acceso u optar a este tipo de oficios, pues se requería de unos ingresos, que como decimos sólo estaban al alcance de las gentes más pudientes de la localidad. Resulta igual de interesante destacar el clientelismo que existía en torno a estos sectores, especialmente en el de los escribanos, en donde se generaban literalmente “linajes de escribanos” que continuaban heredando la labor que sus ancestros habían realizado, casi del mismo modo como aquellas familias que disponían de una capellanía en la que generación tras generación se opositaba, para que alguno de sus parientes optara a la plaza de clérigo en el pueblo. También quisiéramos incluir en este apartado a los miembros del Santo Oficio, pues tenemos constancia de algunas familiaturas.
Presentamos a continuación los nombres e historia familiar, de algunos de los personajes que en estos más de dos siglos, estuvieron al frente de los cargos clericales y de escribanía local.


En el ámbito religioso:

* Juan Hernández, clérigo (es el cura más antiguo que tenemos en los libros, ya que desde antes de 1559 ejercía dicho oficio).

Aparece como párroco de la vecina localidad de Uterviejo ya desde 1560. Nosotros lo relacionamos como un miembro más de un destacado linaje, que dejó notables influencias en diferentes municipios de la Alcarria, especialmente entre Caracenilla y Verdelpino, ya que su familia era bastante amplia. Su firma también la vemos plasmada en las primeras partidas del libro de Caracenilla, de ahí que llevara como mínimo ambas parroquias en el momento de ejercer su oficio.

Firma de Juan Hernández. Libro I de defunciones, fol. 5


* Juan Muñoz, licenciado.

Su primera mención la encontramos en el año 1584, haciéndolo así hasta llegar a su testamento, y que podemos leer en las páginas 62-v y 63 del volumen I. Sabemos que falleció el 28 de enero de 1626, y entre sus mandas aparecen 200 misas por su alma, además de una vinagrera de plata y la concesión de una arboleda con un nacimiento de agua. Su lugar de enterramiento como todos los miembros el clero, era en un lugar destacado de la iglesia, en este caso en el coro del templo.

Sabemos por la referencia del párroco Pedro de Alcázar, que el referido Juan mandó realizar una sepultura para los párrocos, y que sitiaría justo en la capilla de San Roque.

Firma de Juan Muñoz. Libro I de defunciones, fol. 24


* Pedro Infante, licenciado (lo vemos documentando en escasas partidas entre 1613 y 1614).

Se trata de otro personaje destacado queejercerá sus funciones poco tiempo después del fallecimiento del licenciado Juan Muñoz. Los Infante fueron otro de los linajes destacados, que especialmente durante los siglos XVII y XVIII, adquirieron poder en el municipio. Sabemos que los Infante asentados en Caracenilla procedía de Verdelpino, a través de un enlace entre Juan Infante y su esposa Catalina Fernández. La referida Catalina obviamente también descendía de una buena familia de la zona, pues era hija del señor Garci Fernández de Alcázar, un personaje con bastante patrimonio, que dejó como mínimo siete hijos, que gracias a sus testamentos, sabemos que gozaban de buena posición.

Firma de Pedro Infante. Libro I de defunciones, fol. 41 v.


* Cristóbal de Ballesteros, licenciado.

La mención de Cristóbal como párroco es bastante breve, ya que el mismo año que aparece, es cuando fallece, concretamente el 17 de septiembre de 1631 (fol. 329 del II tomo). Mandó por su alma 200 misas, y como aspecto curioso, decir que solicitó ser enterrado en la sepultura de los pobres como acto de humildad, aunque el Ayuntamiento y los cabezaleros, finalmente decidieron que merecía descansar en el vaso del coro, y que parece ser era el lugar destinado para los curas de la localidad, tal y como mandó años antes el Licenciado Juan Muñoz.

Firma de Cristóbal de Ballesteros. Libro II de defunciones, fol. 328

Los Ballesteros de principios del siglo XVII, son una familia destacada dentro de Caracenilla. Sabemos que por ejemplo Catalina de Ballesteros, casó en segundas nupcias con Gerónimo de Torrecilla, el cual descendía de Bonilla, también de una familia que estaba relacionada con los linajes principales del municpio. Dicha Catalina era familiar de Isidro Ballesteros, otro nombre importante, que tuvo descendientes con un patrimonio considerable.


* Juan de Alcázar y de Montoya, familiar del Santo Oficio (falleció en 1632).

Perteneciente a una familia de la pequeña nobleza de Caracenilla, puesto que algunos de sus parientes han sido reconocidos y relacionados con los miembros de este linaje de tierras Alcarreñas, mandó en el momento de su muerte un total de 100 misas, además de fundar una memoria y una fiesta el día de su onomástica. Tuvo varios hijos, como don Diego de Alcázar (abogado del Santo Oficio), o María de Alcázar, mujer de don Juan Alonso de Medina, hijo de otro miembro del Santo Oficio, y que demuestra una vez más la conexión genealógica entre personas de este organismo. El referido don Juan Alonso era hijo de don Bartolomé de Medina y Juana Garrote (ella también procedente de una familia con notables influencias que descendía de Villar del Horno).
Sabemos por nuestras anotaciones genealógicas que el referido Diego estaba casado con Juana de la Fuente, y era hija a su vez de los señores Miguel de la Fuente y Elvira Sánchez.


* Pedro Pérez de Albendea, licenciado (empieza a firmar en los libros a partir el año 1636).
 
Se trata de otro personaje, procedente de uno de los linajes más poderosos de Caracenilla, los Pérez de Albendea, y cuya unión del apellido se produce durante el siglo XVII, gracias al enlace entre Pedro Pérez y Francisca de Albendea. Los Albendea eran una familia hidalga, con cierto bagaje incluso en la localidad de Huete.
Tras el fallecimiento del escribano municipal, irá realizando el mismo los testamentos de los vecinos, hasta que los Torrecilla se incoroporen a la escribanía.
Éste aparecerá durante mucho tiempo ejerciendo como párroco en la localidad, y volviendo a tener un mayor protagonismo a partir de 1662.  En el testamento de su hermana Elvira Pérez (1668), se dice que es sobrino del Licenciado Juan Muñoz.
En su testamento puede leerse (fol. 397) una manda de 1000 misas, así como solicita enterrarse en la sepultura de San Roque, junto con el resto de capellanes en el año 1674, momento de su muerte.

Firma de Pedro Pérez de Albendea. Libro II de defunciones, fol. 338-v.


* Pedro Pérez de Alcázar, presbítero (falleció en 1666).

Gracias a su testamento (fol. 386 del libro II de defunciones), sabemos que mandó un total de 500 misas, enterrándose en la sepultura de los capellanes, y que de acorde al dato que nos proporciona, era la de la capilla de San Roque.
Entre sus mandas figura además la elaboración de un mantón para la Virgen de Loreto.Sabemos que fundó una capellanía, puesto que más tarde, en el fol. 102 (año 1732), aparece como poseedor de la misma, el licenciado don Juan José de León.


* Francisco Pérez de Albendea y Garrote, licenciado (empieza firmando a partir de 1674).

Sobre este personaje tenemos poca información, aunque gracias a su testamento, sabemos que no poseía grandes bienes, y que del mismo modo que sus compañeros, fue enterrado en la sepultura de San Roque, realizándose 150 misas en su memoria tras fallecer en 1677. Parece ser que su hermano era Diego Pérez (fallecido en 1708), marido de Catalina Pérez (hija de Julián Pérez y Catalina Pastor),quien pagó un total de 3000 misas el día de su muerte, y donde deja como heredero a su sobrino Agustín Pérez.

Firma de Francisco Pérez de Albendea. Libro II de defunciones, fol. 398

Las 3000 misas se dividen entre diferentes iglesias y curas de toda la comarca como Castillejo, Saceda, Villanueva de Guadamejud, Huete… e incluso la ciudad de Cuenca, fol. 35 del libro III de defunciones.

* Sebastián Saiz Pérez, licenciado (en 1675 empieza a aparecer en los libros parroquiales).

Firma de Sebastián Saiz Pérez. Libro II de defunciones, fol. 399


* Andrés de León, clérigo.

Andrés procedía de una familia hidalga con orígenes en Valdemoro del Rey. Éste falleció en 1699 (fol. 445) y mandó enterrarse en la sepultura de sus padres. Mandó un total de 600 misas. Menciona como único heredero a su sobrino Julián de León de la Fuente, quien heredó un vínculo fundado por dicho Andrés (fol. 451 del libro II). El referido Andrés era hijo de don Andrés de León y María de la Fuente.

* Antonio Solera de Alcázar (lo vemos activo a partir de 1706, tras la muerte de Antonio de Torrecilla y Martínez, hasta que fallece en 1735), pues aun no se había repuestoal nuevo escribano, motivo por el que durante unos años él se encargará de realizar dicha función. Éste era hijo de Domingo Solera y Dorotea de Alcázar, siendo nieto paterno de Domingo Solera y Juliana Fernández, vecinos de Verdelpino, y nieto materno de Juan de Alcázar Requero e Isabel de Palomares, vecinos de Caracenilla.
Su acta de defunción puede consultarse a partir del folio 116 del volumen III, y en ella queda claro el poder y posición con el que contaba, cuando mandó un total de 800 misas.

Firma de Antonio Solera de Alcázar. Libro III de defunciones, fol. 14


* José de Alcázar, clérigo (fallece en 1706).

Hizo su testamento ante el licenciado Antonio Solera de Alcázar por falta de escribano, mandando ser enterrado en la sepultura de su padre Diego de Alcázar, y solicitando por su alma un total de 250 misas (fol. 19).


* Julián Saiz Herrero, licenciado (fallece en 1719).

Mandó ser enterrado en la sepultura de su madre Josefa López de Cañas, y que se hallaba en la bancada de al lado de la epístola.Julián era hermano de Juan Saiz Herrero, quien casó con María de la Fuente (hija de otra familia bien posicionada con influencias en la zona, y cuyos padres eran Pedro de la Fuente y María Pérez de Albendea).


* Bartolomé de la Fuente, presbítero.

Su defunción aparece a partir del fol. 76-v del tomo III. En ella podemos leer como manda un total de 500 misas, además de ser enterrado en la sepultura de San Roque, donde descansan sus otros compañeros (precisa que ésta se encuentra pegada a la tarima del altar, por el lado de la Epístola). Deja por herederos a su hermano Jacinto de la Fuente, así como a Francisco Pérez Pérez, marido de su sobrina Ana de Alcázar de la Fuente. A continuación menciona a su sobrino Diego de Alcázar de la Fuente. El referido Jacinto fallece en el año 1732 y deja un testamento muy extenso (fols. 105-112), en donde además de una capellanía, nos aporta datos de un notable interés, en los que se vislumbra el patrimonio atesorado por el linaje de su familia. Era también descendiente de los Pérez de Albendea, fenómeno que vuelve a evidenciar las relaciones con el clero que tenían los Pérez y los Fuente, y que apreciamos claramente en la posesión de las capellanías.


* Juan Antonio González Pérez, licenciado.

Comienza a firmar documentación del libro de difuntos tras el fallecimiento de su compañero el licenciado Solera. Ejerció también como escribano religioso tras el fallecimiento del último Torrecilla.

Firma de Juan Antonio González Pérez, libro III de defunciones, fol. 118-v.


* José de la Fuente, licenciado (falleció en 1741)

Dejó sus voluntades finales en manos de sus hermanos, Pedro, Juan, Josefa, Jacinto y Ana de la Fuente. Recordemos que este linaje gozó de un enorme protagonimos en el ámbito eclesiástico de la localidad. Sus ancestros llegan a Caracenilla alrededor de principios del siglo XVII, momento a partir del cual comienzan a expandir su descendencia y consiguientes relaciones entre las élites del lugar.

Firma de José de la Fuente, libro III de defunciones, fol. 125


* Juan José de León y Felipe de la Fuente Pérez, son ya los últimos párrocos autóctonos de la localidad que veremos firmando de manera simultánea en el III tomo de defunciones. 

Ambos controlaban la mayoría de las capellanías que había en la localidad, puesto que desdecendían de los linajes que se habían encargado de fundarlas.

Firma conjunta de ambos en el año 1763, tomo III de defunciones.
Firma de don Juan José de León, libro III de defunciones, fol. 140

Firma de Felipe de la Fuente, libro III de defunciones, fol. 493


En el ámbito escribanil: 

A diferencia de los clérigos, los escribanos aparecen citados en el momento del testamento cuando se redacta la partida de defunción, aunque no de modo habitual, puesto que durante los primeros años la mayoría de los capellanes los omitían. Recordemos que si el difunto no hacía testamento, entonces ya no se les mencionaba, algo que también sucedía si el escribano era eclesiástico, de ahí que será a partir del siglo XVII cuando empezaremos a verlos descritos de modo regular.

Cabe reseñar que en las primeras hojas de los libros de defunción sí que hemos podido leer alguna mención sobre escribanos ya presentes en Caracenilla durante la segunda mitad del siglo XVI. En el caso del siglo XVII, el escribano municipal será Francisco Martínez, quien antes de 1626 aparecerá de modorepetido a la hora de la realización de testamentos, así como en la entrada del tomo II.

* Francisco Martínez (años de oficio, <1626-1636).

Podemos considerarlo como el primer escribano del que de una manera continua comenzamos a ver su nombre en los documentos parroquiales de Caracenilla. Falleció el 6 de abril de 1636 (fol. 341), mencionando como yernos a Juan de la Fuente y Antonio de Torrecilla.  Éste último será quien heredará el oficio familiar, al no haber varón que se encargue de ello.

Sabemos que Antonio casó con María Martínez Pastor (guardando el tercer grado de consanguinidad) y solicitando dispensa el año 1637. Antonio era hijo de Gerónimo de Torrecilla y Catalina deBallesteros, una familia bien posicionada y natural de la localidad de Bonilla. Será a partir de esta línea, cuando el linaje de los Torrecilla obtendrá el control de la escribanía de Caracenilla durante un tiempo considerable.

* Antonio de Torrecilla y de Ballesteros (años de oficio, 1639-1668).

Yerno del anterior escribano, ejerció la profesión durante un tiempo considerable.Parece ser que no realizó testamento en el momento de su defunción (fol. 390), enterrándose en la sepultura de su madre Catalina de Ballesteros. Mandó un total de 118 misas, y dejó por herederos a sus hijos Antonio, Juana y Catalina de Torrecilla.

* Antonio de Torrecilla y Martínez (años de oficio, 1668-1706)

Heredó la profesión de su padre, y falleció en el año 1706 (fol. 13, ya dentro del tomo III), mandando enterrarse en la sepultura familiar, es decir, la de la familia Ballesteros. Menciona a su hijo Francisco Antonio de Torrecilla (quien estaba casado con Teresa López -vecina de Bonilla-, fallecido en 1711), así como a su cuñado Pedro Saiz Herráiz. Mandó por su alma 150 misas. En el fol. 14-v se dice que no hay escribano público, ya que, al morir Antonio, debía reponerse el puesto. Motivo por el que veremos al licenciado Antonio Solera de Alcázar, junto con alguien más de apoyo, ejerciendo momentáneamente esa función.

* Juan Antonio de Torrecilla y Martínez (años de oficio, 1710-1742)

Tras unos años en los que no se dispone de escribano, aparece de nuevo otro miembro de la anterior familia que regentaba la escribanía.Era marido de la señora María Duque, y aunque en el acta de su defunción no se especifique mucha información,menciona que el pago de misas corra a voluntad de sus hijos, Bernardo de Torrecilla y María de Torrecilla (fol. 149-v). Sabemos que tras su fallecimiento el licenciado Solera se encargará de realizar tales tareas, hasta llegar a Pedro Benito Pérez, que será el encargado como oficio reconocido.

Durante un siglo los Torrecilla fueron sin lugar a dudas la familia de los escribanos de Caracenilla, posicionándose como un linaje acomodado dentro de la localidad, que supo establecer enlaces con personas destacadas a nivel municipal, aunque a medida que transcurrieron los años, fueron perdiendo su estatus y poder en el marco local.

David Gómez de Mora

Notas genealógicas sobre el Santo Oficio en la villa de Buenache de Alarcón



A raíz de la tesis realizada por Lorena Ortega Gómez, y cuyo título es el de “Inquisición y sociedad: Familiares del Santo Oficio en el mundo rural de Castilla la Nueva (siglos XVI-XVIII)”, año 2013, podemos leer diferentes reseñas de notable interés por lo que respecta al municipio de Buenache de Alarcón. Y es que recordemos que Buenache gozó de un considerable protagonismo siglos atrás, debido al asentamiento de diferentes familias de la burguesía como la nobleza rural, que alimentaron la situación económica que por aquellas fechas se vivía en esta región de la actual Manchuela.
Algunos de estos linajes destacados, solían guardar una relación muy estrecha con el clero, de ahí que el Santo Oficio, era sin lugar a dudas, un punto de conexión, desde el que estos podían proyectarse y alcanzar un prestigio reconocido, que además de proporcionarles una serie de comodidades y ventajas (tanto sociales como económicas), permitían a sus integrantes ubicarse en una situación de influencia política a nivel local. Y es que “las familiaturas siempre fueron cargos atractivos. La protección jurisdiccional de un tribunal especial, ciertos privilegios sociales, el poder portar armas, la limpieza de sangre que se consideraba implícita, la exención de alojamientos, etc. eran prerrogativas que les asimilaban a la nobleza y marcaban cierta distancia entre los servidores inquisitoriales y el resto de convecinos. Los familiares, que no eran nobles por nacimientos, es decir, la mayoría, jurídicamente no dejaban de pertenecer al estado llano, pero su posición tampoco era la del común” (Ortega, 2013, 189).
Como decíamos, en la tesis de Lorena leemos diversas referencias a personajes de esta localidad. Por un lado, tenemos al Licenciado don Miguel Luís Sánchez, quien fue un vecino de la villa Alarcón, pero que estuvo muy arraigado a Buenache tal y como veremos. Sabemos que Miguel ejerció la abogacía, además de formar parte del Santo Oficio. Este personaje es citado junto con otro del municipio, el señor Pedro Merchante, vecino de Buenache de Alarcón, y de oficio mercader. Ambos serán la cabeza visible del Santo Oficio durante los años de la segunda mitad del siglo XVI en esta zona.
Ortega Gómez añade que Miguel Luís Sánchez, era un servidor de la alta nobleza que llegó a ejercer el cargo de corregidor de la villa de Cuenca (2003, 113), referencia que extrae de los protocolos del archivo histórico provincial de Cuenca, P-2001, fol. 63. Dentro de este completo estudio, podemos ver también que oficios desempeñaban los integrantes de este colectivo, siendo en su mayoría los que por normal general encuadramos dentro de las ocupaciones propias de las élites que por aquellos tiempos integraban la nobleza y la burguesía rural, pues además del referido abogado o mercader, también tenemos muchos representantes que ejercían labores administrativas, es el caso de juristas, notarios, secretarios, contadores y escribanos. No olvidemos el ámbito de la sanidad, en donde a médicos, cirujanos y boticarios se les adjudicaron muchas familiaturas. Igualmente son muy destacados los presbíteros y clérigos que desde el brazo eclesiástico integrarán las filas. De igual mención son aquellas personas dedicadas a oficios mecánicos, donde agruparíamos a los labradores y ganaderos, y otros de carácter más gremial o asociados por tradición a las clases burguesas, es el caso de barberos, mesoneros, carpinteros o tundidores, así como otros muchos que darían para una extensa lista. Entre todos estos uno de los más llamativos era el de aquellos miembros que ocupaban el cargo de criado. En realidad, esos criados solían servir a grandes familias destacadas de la nobleza, con las que muchas veces guardaban algún nexo parental.
Escudo de un miembro del Santo Oficio (Priego, Cuenca). Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008).
Por lo que respecta a los Merchante, son sin lugar a dudas una de las familias destacadas que en esas fechas hay en la villa. Los veremos ejerciendo el control de alcaldías, además de ocupar cargos destacados. Esta influencia se extiende por otros lugares de la zona, pues en nuestras anotaciones personales tenemos constancia de que por ejemplo en 1595 Alonso Merchante era escribano de Gascas.
Y es que como bien añade la autora, “el Santo Oficio se construyó como un foco de poder y de encuadramiento social a lo largo del siglo XVI. Fue entonces cuando las rivalidades o las ansias de exclusivismo despertaron el interés por las familiaturas entre individuos ricos y pudientes quienes hasta el último cuarto del Quinientos, no se convencieron plenamente de que pertenecer al Santo Oficio les podría ayudar a ver cumplidas sus expectativas o asentar su posición social” (Contreras Contreras, J., 1982, 107; en Ortega, 2013, 73).
En este sentido, nos gustaría reseñar las relaciones parentales que existen entre este conjunto de familias, ya que como en muchas ocasiones se ha publicado, y en relación con lo que comenta Lorena Ortega, entre las élites locales, era habitual que mantuvieran lazos sanguíneos mutuos, que fortalecía más si cabe un puesto seguro dentro de las familiaturas.
Por ejemplo, en el tomo I de matrimonios de Buenache de Alarcón, vemos como Juan Martínez Merchante es marido de María Moreno. Fruto de ese matrimonio nació María de Espinosa, quien optó por portar el apellido de sus antepasados. Decir que los Espinosa eran una familia hidalga, reconocida con solar en el cercano municipio de Iniesta, fenómeno que remarca de nueva esa conexión entre la nobleza rural y las élites burguesas del entorno.
Otro miembro de esta familia es Diego Martínez Merchante, marido de Ana de Chumillas, y cuya hija Magdalena Merchante, casa en 1604 con Gaspar García (vecino del Peral).
Por otro lado vemos al referido Pedro Merchante (miembro del Santo Oficio), quien está casado con Juana Gómez. Éste tiene una hija que nace en 1556, y casa en 1579 con Martín Donate (vecino de Quintanar, y de una familia también influyente en el lugar). Dicho Pedro, falleció en 1590, y entre sus hijos menciona a Felipe Merchante así como a Magdalena Merchante, dice que su abuela es María de Monteagudo, además de que sus suegros son naturales del lugar de Arguisuelas. La cifra total de misas que deja en su testamente son 444, además de efectuar una memoria perpetua. Este tipo de enlaces como decimos no son casuales, ya que podemos comprobar como buscan en muchas ocasiones que sus hijos casen con miembros de otras familias destacadas de lugares cercanos, de modo que así expandían su área de poder en lo que hoy denominaríamos como la escala comarcal del lugar. 
El poder integrar este selecto grupo, comenzó acentuar su exclusivismo, de modo que “algunos autores han relacionado la presencia de individuos ricos desde finales del siglo XVI en las filas inquisitoriales con el aumento de los costes de obtención de título” (Ortega, 2013, 74).
Todos estos personajes están relacionados entre sí, pues gracias a los libros parroquiales de Buenache hemos conseguido establecer la relación de parentesco. El citado Pedro Merchante, familiar del Santo Oficio, es el tio-abuelo de la referida María de Espinosa, ya que su padre, Juan Martínez Merchante, marido de María Moreno, era su sobrino, puesto que su padre, Juan Martínez Carnicero Merchante (casado con Elvira de Torralba) era su hermano. Respecto a Diego Martínez Merchante, el marido de Ana de Chumillas, sabemos que era hermano del referido Juan Martínez Merchante, y por lo tanto, sobrino de Pedro Merchante (familiar del Santo Oficio).
Por lo que respecta a la familia de los Sánchez antes referidos, vemos como se produce un matrimonio entre don Miguel Luís Sánchez en 1618 con doña María Pérez de la Parra Laínez. Ahora bien, sabemos que los padres del referido Miguel Luís son miembros de la alta nobleza tal y como escribe Lorena Ortega en su tesis. Pero, ¿Quiénes son los de su esposa?, Pues precisamente gentes de Buenache, también relacionadas con el Santo Oficio, fenómeno que vuelve a demostrar esas relaciones que retroalimentan el poder entre las élites del lugar.
En el tomo II de matrimonios de Buenache no se dice nada respecto a los padres del matrimonio de don Miguel Luís y su esposa. No obstante, tenemos en nuestros apuntes datos sobre la familia de ella, y de la que podemos sacar diversas conclusiones que van en la línea de los matrimonios entre las élites. 
Hemos averiguado que María Pérez de la Parra Laínez, era hija de don Mateo de la Parra y doña Ana Laynez Ramírez, y nieta paterna de don Martín de la Parra y María Pérez Rubio (ésta hermana de Licenciado Alonso Pérez). El referido don Martín era primo hermano de don Francisco de la Parra, también familiar del Santo Oficio. 
Entonces, ¿todas estas relaciones parentales eran fruto de la mera casualidad?, obviamente no, y muy probablemente en la mayoría de casos se trataría de enlaces planificados, que perseguían como principal objetivo, fomentar la proyección del linaje, en este caso, con miras más allá del ámbito municipal.
David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).