sábado, 27 de octubre de 2018

Las lluvias otoñales en Vinaròs (septiembre y octubre de 2018)

Siguiendo con el registro histórico de los episodios meteorológicos más destacados que hemos ido viviendo en Vinaròs, resulta imposible no hacer mención, y aunque sea una breve reseña no muy extensa, a los acontecidos hace unos días atrás.

Sin lugar a dudas es indiscutible que el día 19 de octubre pasará a la historia, por la cantidad de agua que circuló por la gran mayoría de las calles de nuestra ciudad, y es que cualquier punto donde hubiese una mínima pendiente descendente, se convirtió en una escorrentía, por donde láminas acuosas marrones se expandían a sus anchas.

La cifra de agua caída fue tal, que automáticamente nuestro municipio ha pasado a ocupar la primera posición de toda España, en lo que se refiere a agua precipitada en un intervalo de una hora, consiguiéndose la histórica cantidad de 169 l/m2. Lo que para hacernos una idea viene a significar que en Vinaròs llovió en 60 minutos 1/3 parte de lo que precipita durante un año entero.

Las agencias de previsión eran conscientes del riesgo al que se enfrentaba desde hacía unos días atrás nuestra tierra. No obstante, el golpe letal apareció justo cuando se creía que el riesgo iba finalizando, y que incluso se minimizó horas antes, tras decretar que pasamos a estar en alerta naranja, en lugar del nivel rojo en el que llevábamos varios días.

El causante del fenómeno fue lo que denominamos como un tren convectivo, en el que se intercalaron diferentes núcleos tormentosos que se sucedieron en cadena, lo que dio pie a un intenso período de descargas contundentes.

Afortunadamente toda la serie de núcleos convectivos de la tarde del 19 no azotaron de pleno nuestra ciudad, ya que varios de ellos se desviaron hacia el término de Sant Carles de la Ràpita, motivo por el que los números podrían haber sido incluso superiores. Recordemos que entre ambos días, se concentraron una cantidad de 100 l/m2 el día 18 y 164 l/m2 en la jornada siguiente.

Esto explicaría porque en puntos del municipio más orientados hacia el norte, la lluvia precipitada parecía superior, ya que realmente lo era, pues el centro del área de descarga se desplazó en un inicio hacia la franja catalana. Este tipo de factores son vitales para conocer como es el clima cuando nos vemos en niveles locales.

Y es que por ejemplo la distancia que puede existir entre la cuenca del barranco de Lo Triador, del barranco de las Salinas de la costa sur, puede ser crucial, puesto que en ese escaso espacio de varios kilómetros, la diferencia llega a ser de hasta el doble de lluvia caída, aunque hablemos de un mismo término municipal o arterias fluviales de tipología similar. Ahí radica nuestra insistencia en intentar conocer a fondo que variables geomorfológicas, pueden ayudar con una mayor precisión, a explicar el comportamiento de un barranco u otro dentro de un marco tan preciso. Prueba de estas notables variedades de agua en distancias cortas de las que siempre insistimos, pudimos presenciarlas el día 18 de octubre, cuando entre los municipios de Benicarló y Vinaròs, el umbral diferencial fue muy brusco. Así, durante dicha jornada, Benicarló registró un total de 240 l/m2, mientras que Vinaròs “sólo” 120 l/m2, es decir, el doble de lluvia acumulada en una distancia inferior a media docena de kilómetros. 

Calle del Pilar el 19 de octubre de 2018. Foto del autor

Respecto al comportamiento de los barrancos y especialmente el Cervol, hemos de tener en cuenta los fenómenos de precipitaciones externas, más que las de carácter autóctono. Si bien las segundas son cruciales para superar el umbral de absorción del suelo, y permitir que la escorrentía descendiente, consiga tener un desplazamiento netamente superficial, las primeras son las que incorporan durante la cuenca alta y media de la arteria fluvial las mayores cifras de agua que ésta descargará. En ese sentido fueron cruciales las lluvias registradas en municipios distantes a más de 30 kilómetros tierra adentro, puesto que la red hidrográfica de algunos de sus barrancos, acaban solapándose con el área del llano de Vinaròs. Ejemplo de ello lo vimos en Xert y Catí, en donde la precipitación total estaba por encima de los 150 l/m2.

Analizando este último mes, vemos como han sucedido varios episodios de lluvias, entre la que no habríamos de olvidarnos de la acaecida el 18 de septiembre. Durante la madrugada de esa jornada en cuestión de escasos minutos precipitaron cerca de unos 25 l/m2, que hicieron que de manera esporádica los principales paleobarrancos de la ciudad descargaran intensamente. Lo cierto, es que a este episodio no se le dio la mayor importancia, básicamente porque fue muy breve, además de que la hora en la que se produjo (2:25), fue seguido por muy pocas personas. Eventos repentinos de este tipo son muy habituales durante los meses de septiembre, octubre y noviembre, así como en alguna lluvia de tipo de convectivo que se genera durante la estación estival.

Volviendo a las jornadas críticas de octubre, las lluvias que nos llevaron a estar bajo la situación de alerta roja, se iniciaron justo a las 00:00 del día 18, ese jueves desde su entrada hasta las 2:45, se registraron cantidades reseñables, que alcanzaron su máximo auge durante la 1:30, donde ya llevábamos unos 15 l/m2 acumulados. Trascurrido el día, y tras llegar la tarde, vimos como el máximo se manifestó entre las 19:45-20:30, cuarenta y cinco minutos en los que la cantidad e intensidad del agua fueron muy abundantes. En esos tres cuartos de hora comenzaron a concentrarse escorrentías considerables en numerosos puntos del término municipal, tal y como fue en los tramos de los principales paleobarrancos (calle de San Pascual, Plaza San Valente y calle del Pilar), junto otros múltiples enclaves de la localidad, como la plaza primero de mayo, en donde el agua fue notable, y que tampoco olvidemos que conecta con otra escorrentía, a través del viario que se incorpora por la calle de San Narciso, y que ya entraría en contacto con las aguas procedentes de las calles Raimundo de Alós, Almería, Madrid y zona de la avenida Pablo Ruiz Picasso. 

Elaboración propia. Fuente (datos extraídos del registro de meteovinaros.com)

En un primer momento, y en lo que se refiere a las últimas horas de la noche e inicio de la madrugada, preocupaba bastante la creación de una serie de núcleos tormentosos, que se solaparon a la altura de Castellón, por la suma de un ramal que procedía de las Baleares, con otro ubicado en las costas del norte de África. Finalmente, el agua se distribuyó hacia el sur de nuestra comarca, y las fuertes lluvias que se temieron, quedaron en cantidades menos importantes de lo que podrían haber sido. Parecía a priori que una vez superado este primer episodio, el peligro de la alerta roja ya había cesado, tanto es así que durante más de seis horas, no llovió ni una gota, hasta que a partir de las 10:00 del viernes 19, de nuevo comenzó a precipitar. Lo cierto es que podía haber sido una lluvia otoñal como otras muchas, incluso desde los servicios de emergencia se avisaba del cambio de nivel de alerta, reduciéndose de roja a naranja.

Elaboración propia. Fuente (datos extraídos del registro de meteovinaros.com)

Todo cambió a partir de la hora de comer, cuando comenzó a verse la llegada de una serie de núcleos convectivos, que siguiendo una formación encadenada, iban dirigiéndose hacia nuestra costa, de modo que a las 15:00 un primer grupo, y que acabará desviándose en su parte principal hacia Sant Carles de la Ràpita, dejó las primeras lluvias intensas de la jornada, parecía que el viento podía desplazar los siguientes focos tempestuosos, pero ello no fue así, y una serie de tormentas que entraban en formación, descargaron una tras otra, produciendo que durante un período de varias horas -de las que dos fueron cruciales (15:30 hasta las 17:30)-, Vinaròs concentrara una cifra récord de agua precipitada. Sin lugar a dudas, fue durante ese intervalo, cuando se alcanzó la situación extrema de caos, puesto que la ciudad quedó literalmente incomunicada, ya que muchas de sus calles se acabaron transformando en barrancos.

Afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales, pues la situación podría haber causado mucho más daño. A partir de las 20:00, prácticamente la lluvia desapareció, y salvo algunos momentos puntuales, en la mañana siguiente del sábado 20 de octubre, el episodio de precipitaciones históricas, pudo darse ya por finalizado.


David Gómez de Mora

lunes, 15 de octubre de 2018

Los Gómez de Buenache de Alarcón

Son bastante conocidas algunas de las líneas de este apellido y que ya hemos visto por diferentes puntos de la comarca (incluso alcanzado el reconocimiento de hidalgos), pero que debido a su frecuencia y diversidad de casas, nos resultan casi imposible de poder relacionar.

Es precisamente este fenómeno el que se presencia en Buenache de Alarcón, donde existen varias líneas, y entre las que no siempre se evidencia un nexo parental, incluso por muy remoto que podríamos pensar que este fuese.
Partiendo de este dato, hemos estudiado algunas de las mismas, y en un primer sondeo, vemos como hay dos líneas del apellido Gómez dignas de mención, por la posición a nivel local que alcanzaron algunos de sus presentantes.
De ahí que en el presente artículo nuestro interés se centrará básicamente en las casas que aquí hemos bautizado con el nombre de los Gómez (de Martín), así como la de los Gómez de Cañizares, y cuyas raíces nos conducen hasta la cercana localidad de Honrubia.
Siguiendo este orden, bastante popular fue la línea de Martín Gómez. Parece ser que este personaje y que casaría antes de mediados del siglo XVI con una tal Elvira Martínez, sería un hombre con recurso, muy probablemente un rico labrador, del que incluso sabemos el nombre de su padre, Pedro Gómez (y que ya representaría las generaciones de inicios del siglo XVI, y sobre el que no tenemos ningún dato acerca de si fue el primero en llegar a Buenache, o procedía de otra familia del mismo apellido afincada en la localidad). Fuese de cualquiera de las maneras, Martín dejó una nutrida descendencia, que vemos como mínimo manifestada en una decena de hijos, y que mayoritariamente escogerán el apellido paterno: Martín Gómez, Quiteria Gómez, Ana Gómez, Ana Gómez, María Gómez, Juana Gómez, Juan Gómez y Pedro Gómez, así como otros dos hermanos que adoptarán el apellido materno, curiosamente los clérigos Quílez Martínez y Julián Martínez.

¿Qué sabemos acerca de ellos?, parece ser que uno de los vástagos de Martín será el encargado de extender la historia del apellido. Se trata de Pedro Gómez, quién falleció en 1600 y casó con Benita López, dejando entre su descendencia a Quiteria Gómez, Isabel Gómez, Martín Gómez (marido de Ana Saiz de Piqueras, ella procedente de ricos labradores), así como Julián Gómez, casado en 1584 con otra Gómez (Elvira), y que descendía de los García-de Cañaveras.
Pero si hay alguien que nos aporta datos genealógicos de notable interés, ese fue el clérigo Quílez Martínez, fallecido en 1597, con la redacción de uno de los testamentos más voluminosos de los libros de defunciones que hemos leído a lo largo de la historia de la parroquia (pues ocupa un total de cinco hojas). Sabemos que su familia poseía una sepultura propia en la iglesia, y que es en la que este mandó ser enterrado, y donde ya se hallaba su padre Martín y Julián Martínez (el otro hermano clérigo). Quílez dejó bastantes misas pagadas, que iban más allá de Buenache, y que también se pronunciaron en las localidades de San Clemente, Valverde y Valera de Abajo. Éste dejó además una memoria perpetua, así como efectúo diversas donaciones al hospital de Buenache, junto al Cabildo del Santísimo Sacramento.
Genealogía de los Gómez de Cañizares. Apuntes genealógicos (elaboración propia)

Como decimos, esta línea gozó de cierto protagonismo en el municipio, aunque no sería la única y bajo el mismo apellido, puesto que desde Honrubia, a principios del siglo XVII, dos hermanos se asentaron en la localidad, donde dejaron una rica descendencia que supo entablar matrimonios con determinadas familias de la pequeña burguesía agraria local. Se trataba de Alonso de Cañizares, vecino de Honrubia, e hijo de Bartolomé Gómez y Catalina Martínez (procedentes del mismo lugar). Alonso de Cañizares casó con María Gómez, y entre sus descendientes conocemos a su hija María Gómez, mujer de Alonso de Villora. Lo cierto es que la nueva generación de Buenache, ya dejó de emplear el apellido Cañizares, y que podría venir de algún abuelo del primer allegado a Buenache. Desconocemos el motivo, así como si guardaba relación con la histórica familia de los Cañizares, y que tan bien considerada se hallaba entre el núcleo de la nobleza conquense. Alonso de Villora y María Gómez tuvieron más de un hijo, siendo una de ellas María Gómez (casada en primeras nupcias con Tomás Ramírez de Buenache), con quien dejó varios descendientes. 
Obviamente la política de planificación matrimonial de estos Gómez no fue casual, pues el referido Tomás, era hijo de Lucía Montero de la Orden, hermana del segundo marido de la hermana del abuelo materno de su esposa, la señora María Gómez de Cañizares, hermana como decimos de Alonso de Cañizares, y que antes de casar con Antón García de Villora y Montero en 1601, ya lo hizo con un tal Marco Martínez. Esta María falleció en 1627, y compró una sepultura junto a la pila bautismal de la Iglesia de San Pedro, entre sus mandas, aparece la indicación que han de realizar en las ofrendes cada seis meses tanto su sobrina, como la hija de ésta última. A ello añade la creación de una memoria perpetua adjunta a un patronazgo de bienes con viña y bodega. Además, de regalar una viña de 400 cepas a las hijas de su sobrina.
Pensamos que familias como éstas, son tremendamente importantes para conocer como se ha ido trazando la evolución de los grupos de poder en enclaves locales de la zona de la Manchuela, pues alguno de sus representantes, amasaron cierto protagonismo, que en su día los convirtió en gentes que hoy son dignas de estudio. Valgan pues estas modestas notas, como una pequeña aportación que intente ayudarnos a comprender mucho mejor tal propósito.

David Gómez de Mora


Bibliografía:
Archivo Diocesano de Cuenca. Volúmenes parroquiales de Buenache de Alarcón: libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586 y libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587

Los Ordóñez de Lara de Buenache de Alarcón. Notas genealógicas

Nos encontramos ante otro de los linajes de la pequeña nobleza local, y que en ocasiones veremos apellidarse bajo la forma Ordóñez, así como Ordoño, o incluso Lara, estableciendo por norma general una preferencia los varones de la familia por los dos primeros, así como dejando el tercero para las mujeres. Probablemente ello se deba a causas que se expliquen por las costumbres que antaño había en mucho de los pueblos de la Manchuela, puesto que aquello suponía en diversas ocasiones el poder recibir una herencia del correspondiente abuelo al que se invocaba el apellido, y que solía acompañarse con el mismo nombre.

Poco sabemos sobre el origen de los integrantes de este linaje, sólo que desde mediados del siglo XVI ya debían residir en Buenache, como mínimo dos hermanos, Fernando Ordoño y Juan Ordoño, éste último principal progenitor de la casa, ya que aunque el apellido que intercalaba de forma salteada en generaciones posteriores no siempre siguió un orden estricto, fueron variados los personajes que lo portaron dentro de las muchas gentes de la historia de Buenache.
El caso de Juan de Ordoño es tan interesante como el de otros muchos linajes de este municipio, puesto que en su defunción manda ser enterrado en sepultura propia, y que se halla ubicada en un lugar particular de la iglesia de San Pedro, la nave de San Agustín.

Intuimos que la familia Ordoño estaba bien posicionada, y guardaban alguna relación en sus ancestros con el linaje de los Lara, de los cuales desconocemos también sus raíces.
A la pregunta de si eran nobles los Ordoño (ya con sus matices para posteriores escritos donde queremos tratar la cuestión de como se obtenía la hidalguía en muchos de los casos), hemos de decir que la documentación nos indica que sí, pues no olvidemos como por ejemplo el famoso Antonio Saiz de Zafra Martínez-del Castillo, y que ingresó en la Orden de Carlos III, era en realidad por línea recta bisnieto de Martín Ordoño, éste reconocido como miembro del estado noble. No olvidemos que Martín recogía el apellido por su línea materna, y encima bajo la forma Lara, puesto que su madre era Catalina de Lara, hija a su vez de Martín Ordoño, y que era descendiente del tronco al que nos referimos, por lo que el personaje adoptó el nombre y apellido de su abuelo materno.
La mujer de Juan Ordoño falleció 17 años más tarde que él, en 1588, con pago de 145 misas. De entre sus hijos podríamos extendernos en las diversas líneas que se van abriendo. Por ejemplo Catalina de Lara casó en 1580 con Alonso Carrasco de Posadas. Otra hermana de Catalina fue Ana Ordoño, quien celebra sus bodas en 1587 con Sebastián Moreno de la Mota, también de un linaje sobradamente conocido.
Juan Ordóñez de Lara pudo ser de los hermanos más grandes, casando en 1574, y sobre el que podríamos escribir algunas líneas adicionales en futuros escritos. Otro hermano fue Gabriel Ordoño, así como María Herráiz de Ordoño, y que casó en 1586 con Francisco Hortelano. Fruto de este enlace con la familia mercader de los Hortelano, nació la línea de los Hortelano de Lara, y que ya desde los siglos XVII-XVIII gozó de cierto renombre en el marco local. Ese fue el caso del hijo de ambos, Pedro Hortelano de Lara, quien llegó a ser alcalde en diferentes ocasiones, tal y como sucedió en 1633 ó 1636. Éste casó en 1620 con Isabel de la Fuente, y su hija Catalina de Lara, al establecer nupcias con Alonso Cerrillo en 1670, solapó el apellido Cerrillo de Lara en alguno de sus descendientes. Suponemos que las familias que entroncaban con sus representantes, sabían de la solera que arrastraba su linaje, de ahí que no resulte extraño la creación de formas compuestas cuando el apellido podría perderse por la línea agnada y que vemos en los referidos casos de Hortelano de Lara o Cerrillo de Lara.

David Gómez de Mora


Bibliografía:
Archivo Diocesano de Cuenca. Volúmenes parroquiales de Buenache de Alarcón: libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586 y libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587

Los Olivares y los García-Patrón. Nexos entre familias de Buenache de Alarcón

En el presente artículo nos gustaría tratar la relación existente entre dos familias de la localidad, que establecieron en diversas ocasiones parentesco, ya desde finales del siglo XVI, se trata de los Olivares y los García-Patrón.

Si los Olivares ha sido una casa que ya hemos estudiado en más de una ocasión, y que a pesar de no sobresalir notoriamente, si arrastraban un pasado remarcable en algunas de las líneas que existían en la Manchuela, no hemos analizado con el mismo detalle la casa de los García-Patrón, una familia de ricos labradores, que entabló a su vez nexos de parentesco tanto con los citados Olivares, como con otros linajes importantes del marco local.
Ya desde un inicio, pensamos que los principales progenitores de las casas acordarían una serie de políticas matrimoniales a principios de la década de los años 90 del siglo XVI, fenómeno que intuimos por las bodas de los hijos de Antón García-Patrón y Pascual de la Casa y Olivares. Antón y salvo descubrimientos genealógicos que por ahora ignoramos, parece que descendía de una familia de labradores, que controlaría variadas tierras en el municipio. Su mujer era de apellido Pérez, desconociendo si guardaba alguna relación con la prospera familia de ese linaje, que precisamente en ese instante es una de las más ricas de la localidad. Por su lado, su consuegro Pascual, aportaba al pedigree la historia de dos familias con recursos. Las gentes del linaje de la Casa, las veremos estrechando compañía con las personalidades más importantes del Buenache del siglo XVI, tal y como se desprende de los apadrinamientos en los que estarán en muchos de los bautismos de aquella centuria, y en cuanto a la casa de los Olivares, conocida es su historia en algunos municipios de la Manchuela. Como curiosidad, la madre de Pascual, Teresa, falleció en 1574 y pagó la remarcable cifra de 170 misas, una cantidad que para aquella época era muy elevada. Pues si nos fijamos en las series de mandas de misas del libro más antiguo, la cantidad no está nada mal.

Genealogía de los García-Patrón y su relación con los Olivares. Genealogía familiar (elaboración propia)

Como decíamos, Antón y Pascual planificaron dos enlaces, por un lado Julián García Patrón, casó con Magdalena de Olivares en 1590, y poco después, su hermano Antón García-Patrón, tras enviudar de Ana Rubio Salonarde (y que representaba una de las que después serán las familias más poderosas en cuanto al control de ganado en las tierras de Cuenca), casó inmediatamente con la hermana de su cuñada, María de la Casa. 
Parece ser que de estos dos matrimonios, se decidiría en cual de sus respectivas ramas, debía promocionarse el uso de uno u otro apellido. Por lo que concibe a Julián García-Patrón, queda claro que la sangre de su mujer sería la que primaría, pues conocemos tres hijas suyas, que al representar por línea agnada el nombre de la familia, intercalarían sucesivamente los apellidos de la Casa y con especial frecuencia el de Olivares. Pensamos que los enlaces que celebraron no fueron baladís. Pues si Isabel García de la Casa casó en 1625 con un integrante de los Cerrillo, así como su hermana Magdalena lo hará con el hidalgo Andrés de Zafra, no menos fue su hermana María García de Olivares, que en 1619 casó con Alonso de la Osa (recordemos que los de la Osa fueron en Barchín una casa destacada en lo que concibe a los intereses ganaderos).

Genealogía de los Olivares. Apuntes genealógicos (elaboración propia)

Pero, ¿y qué era de la otra línea?, parece ser que Antón tuvo varias mujeres, pues si Ana Rubio Salonarde falleció escasos años después de casarse, éste inmediatamente celebró sus bodas con María de la Casa, aunque de ella no hemos indagado muy a fondo si hubo descendientes. María falleció diez años después de la boda, y Antón casó de nuevo con Juana Gómez de Santacruz (hija de una conocida familia bien asentada, pero acusada de un pasado converso).
En este sentido Antón aprovechando que dejó descendencia por línea de varón, y que su hermano Julián no pudo consolidar el apellido de la familia con representantes masculinos (recordemos que otro hermano, de nombre Pedro, apostó por el uso del apellido de la Orden, y que podría venir de alguno de los cuatro abuelos), creó una línea con rica descendencia que adoptaría el mismo nombre y apellido que su padre.
Del primer matrimonio de Antón con Ana Rubio Salonarde, nació Antón García-Patrón, y que en 1619 casó con la señora María Ramón Ximénez, otro linaje local, y que hemos integrado en nuestro trabajo sobre las élites de Buenache de Alarcón. De este matrimonio nacerán dos personas a reseñar en la historia familiar, por un lado Antón García-Patrón. Éste casó con Elvira de la Parra, y quien tras fallecer en 1647 pagó 102 misas. Hermano de Antón fue el Licenciado Francisco Ximénez-Patrón, y que en este caso invocó al apellido materno, aunque sin perder el distintivo del de su padre. Francisco fue vicario de la iglesia de Buenache.
Entre las referencias destacadas del tercer volumen de defunciones del municipio, hemos visto como en 1648 fallece un Antón García-Patrón, que paga un total de 130 misas, y que podría ser el marido de Elvira, puesto que en la partida de defunción se dice que es hijo de otro Antón García-Patrón y primo del Licenciado Francisco Moreno, pues no olvidemos que los Moreno son la familia de la que procedía María Ramón. Veinte años después, muere en 1668 otro Antón García Patrón, y quien con total seguridad era el padre del anterior, pues cita como hijo al Licenciado Francisco Ximénez. Antón mandó un pago de 250 misas, así como la presencia en el entierro de todos los curas. Creemos que el padre del vicario pudo ser el personaje con mismo nombre y apellido que aparece como alcalde de la localidad durante el año 1663.

David Gómez de Mora

Bibliografía:
Archivo Diocesano de Cuenca. Volúmenes parroquiales de Buenache de Alarcón: libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586 y libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587

Los Ximénez de Cisneros de Buenache de Alarcón. Breves notas

La familia Ximénez de Cisneros de Buenache de Alarcón es una de las diversas ramas de este linaje, de la que hasta la fecha no se ha escrito nada.

Ignoramos si existe o guardan algún nexo con la línea principal de donde procedía el famoso Cardenal, aunque no es precisamente casualidad que en Motilla del Palancar y alrededores hubiese otras tantas casas que conectan con el tronco fundacional. En este sentido es sabido que durante el siglo XV, estuvieron residiendo alguno de sus integrantes en Buenache, por el parentesco que les recaía con los Muñoz.

Armas de los Ximénez de Cisneros. Blasoneshispanos.com

Destacado fue el señor Juan Ximénez de Cisneros, a priori natural de Buenache, y que falleció en la localidad en el año 1654, dejando un pago de 120 misas. Entre sus albaceas testamentarios aparecen los vecinos Antón García-Patrón y Benito García-Patrón. Desde luego no nos cabe la menor duda que Juan tuvo entre su ascendencia a algún miembro de esta familia de la pequeña burguesía local, pues uno de sus nietos se apellidará y llamará de la misma forma, pudiendo ser incluso su hijo, sobrino o nieto el que se menciona en la referida partida de defunción.


Genealogía de los Ximénez de Cisneros. Apuntes genealógicos (elaboración propia)

Conocemos dos de los vástagos del referido Juan, y que celebraron sus nupcias el mismo año, por un lado Miguel, que adoptaría la forma López de Cisneros, y que casó con Emerenciana Martínez, de distinguida familia de Buenache, pues recordemos que su padre era Juan García de la Parra, linaje con nombre más allá del marco local. La hija de Miguel y nieta de Juan se llamó Ana, adoptó el apellido de su madre, y casó con Juan Pérez de la Parra, descendiente de los Pérez, y a su vez una de las casas más influyente de Buenache a finales del siglo XVI, pues varios de sus integrantes engrosaron las filas del clero local. La otra hija de Juan Ximénez era Ana, quien casó con Juan Alonso. Su hijo adoptó el nombre de Antón, en alusión al miembro más destacado de los García-Patrón, suponemos que por ello heredaría algún tipo de bienes que le recayese de su antepasado, y que normalmente solían ser una o varias tierras de labranza. Antón casó con María Ana de Ruipérez, familia del estado noble en los diferentes puntos de la comarca. Finalmente, la hija de ambos, Ana, celebró sus bodas con Manuel Lozano de Moya, familia sobradamente conocida en el lugar, pues su madre era la señora María Saiz de Barambio, y sobre cuyo linaje hemos dedicado varios escritos.
Valgan pues estas escuetas líneas, para ubicar una rama más de los Cisneros, y sobre la que aún quedan muchos interrogantes por esclarecer, como el de donde procedían, y que conexión guardaban con la casa principal, y que se asentó en los alrededores de Motilla del Palancar y la Roda.

David Gómez de Mora

Bibliografía:
Archivo Diocesano de Cuenca. Volúmenes parroquiales de Buenache de Alarcón: libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586 y libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587

jueves, 4 de octubre de 2018

Los Buedo. Hipótesis y genealogía

Poco a poco vamos conociendo mejor algunos de los detalles vinculados con las familias más destacadas de la antigua nobleza conquense. Una de ellas es la de los Buedo, y  que desde finales del siglo XV, conseguirá proyectarse de manera meteórica como una de las más influyentes que habrá en el entorno de las tierras de Alarcón.

Por ahora sigue habiendo diversos interrogantes, que nos dificultan establecer con un mayor grado de precisión, todas y cada una de las líneas que sus integrantes dejaron, puesto que de su progenitor surgieron múltiples descendientes, que esparcieron el linaje en numerosos municipios de la zona meridional de la provincia.

A día de hoy resulta difícil separar el grado de influencia de los Buedo con el núcleo de las élites locales que afloraron en la nueva sociedad conquenses de inicios del siglo XVI.

Su condición de caballeros hidalgos, unido al patrimonio que controlaron, así como los cargos en los que destacaron, les sirvieron para entroncar con familias igual de notorias. Linajes como los Ruiz de Alarcón, Montoya, Ayala, Girón y otras tantas estirpes del mismo eslabón social, son sólo un ejemplo.

Como decíamos su distribución geográfica será variada desde sus inicios, así enclaves como Valera de Yuso, Barchín del Hoyo, Vara de Rey, Valdemorillo y Buenache de Alarcón, son sólo algunos de los municipios donde acabaran residiendo las primeras generaciones de las que hasta la fecha hemos tenido constancia.

A la pregunta de quienes eran en origen los Buedo, podemos aportar pocas respuestas. Tal y como ya ha apuntado Ignacio de la Rosa, podría ser que la familia comienza a proyectarse en el campo de la nobleza, a través de la Batalla de Toro, momento en el que García de Buedo, vecino de Valera de Yuso, participa en 1476.

Pensamos que la aparición de García en este episodio pudo deberse a razones de interés, que pretendían ensalzar el poder del linaje o incluso buscar la propia carta de nobleza como comentó Ignacio. Esta estrategia muy difundida entre los colectivos de la burguesía de finales del Medievo como de las pequeñas casas de hidalgos que pretendían proyectarse, fue una oportunidad crucial, repetida durante la segunda mitad del siglo XV, a través de la Guerra de Sucesión Castellana o la caída del Reino Nazarí de Granada. 

Sabemos que el miembro más antiguo del que se tiene constancia es Fernando de Buedo, un señor que viviría durante la primera mitad del siglo XV, y que ya había casado con doña Ana Ruiz de Alarcón, perteneciente a la casa noble de los Ruiz de Alarcón, y que por aquellos tiempos era una de las mejor configuradas e influyentes en la nobleza de la Manchuela, de ahí que nuestra hipótesis sea pensar que los Buedo ya serían un linaje con renombre, incluso antes de que García acudiera a la guerra.

Nuestro propósito es el de intentar desmenuzar detalles sobre algunos de los personajes que conformaron esta familia, y de los que de manera individualizada, aclararemos aspectos que nos permitan configurar una imagen lo más realista posible de los mismos.

Ignacio de la Rosa ya se encargó de esta tarea, tal y como podemos leer en algunos de sus artículos, entre el que destacamos: “La diáspora de los Buedo, procedentes de Valera de Yuso”. En este, nos expone varios detalles, apoyando su información en los datos que se pueden extraer del trabajo de José González-Sandoval Buedo (1997), así como en las ejecutorias de hidalguía de la Chancillería de Granada referentes a Martín de Buedo, 1537 (sig. 301-12-8), como de Pedro de Buedo, 1577 (sig. 301-62-16).

La información es crucial para trazar una genealogía, que complementándose con otras referencias que poseemos en nuestros apuntes sobre la línea de Buenache, así como de algunos legajos existentes en el Archivo Diocesano de Cuenca, sirven para realizar una aproximación para el conocimiento de las ramas descendientes, que siempre podrán ser susceptibles de correcciones en un futuro, ya que como veremos, todavía quedan muchos cabos por atar, y que no resultan fáciles de asegurar, debido a la diversidad de individuos, así como la repetición de nombres, y antigüedad de las fuentes de donde pueden estudiarse los primeros sujetos. Para ello hemos adjuntado un árbol que servirá de base.

Partiendo del progenitor, Fernando de Buedo (nº1), vemos que éste casó con Ana Ruiz de Alarcón. Fernando se enterró con su esposa en la localidad de Alarcón, probablemente porque ella descendía de la línea de Ruices establecidos en este municipio. Su hijo García de Buedo (nº3), participó en la batalla de Toro en 1476, lo que le pudo valer un mayor reconocimiento al linaje o la obtención de la carta de nobleza. Parece ser que García vivió en Valera de Yuso. 

García (nº3) tuvo varios hijos y dos esposas, de acuerdo a la información que extraemos de los pleitos de hidalguía del Reinado de Carlos I (1516-1536), concretamente en las páginas 165-167 donde se trata la ejecutoria de Martín de Buedo (nº20), y de quien se dice que fue vecino de San Lorenzo de la Parrilla, aunque originario de Valera, cuna natal del linaje. Del referido trabajo sobre los pleitos, sabemos que García (nº3) tuvo dos matrimonios, de donde saldrán diferentes líneas. Una fue la de Fernando de Buedo (nº16) quien ejerció como alcalde de Valera de Yuso por la hermandad de los hijosdalgos. Pensamos como hipótesis que la línea de Buenache podría conectar a través de él, ya que Pedro de Buedo (nº4), fallecido en Buenache de Alarcón en 1584, dejó varios descendientes, entre ellos un menor de edad. De acuerdo con la información recabada en los libros de bautismos, este Pedro nació a mediados de esa centuria, por lo que su padre Fernando de Buedo (nº2) el marido de Catalina de Alarcón, lo haría a principios de siglo. Por la fecha en la que nos movemos no sería descartable que Fernando de Alarcón (nº2), fuese nieto de García de Buedo (nº3), el que luchó en la batalla del Toro.
En la documentación relativa a la hidalguía de Pedro de Buedo de Alarcón, vecino de Buenache, con año 1616, signatura 4603-25, vemos como el primer testigo (Juan Ximénez Chicano, y que en ese momento cuenta con 70 años), dice que Fernando de Buedo (nº2), era natural de Valera, así como su padre, y aunque no lo hemos representado en el árbol adjunto, también se llamaba Fernando de Buedo, además de ser oriundo de Valera, es por ello que no sea descabellado pensar que Fernando (nº2) fuese el hijo de Fernando (nº16).

Desconocemos si es un hecho casual, pero las fechas y nombres cuadran. A ello hemos de añadirle el segundo testimonio de Sebastián Hortelano, vecino de 60 años, quien dice que el litigante de Buenache “descendía y procedía por línea recta de varón de los Buedo de Vara de Rey y de Pozoamargo”. Obviamente, estos Buedo a los que se refiere es la misma línea que estamos estudiando, pues García de Buedo (nº27) ya está instalado en Vara de Rey con Catalina de Montoya alrededor de 1520. García era hijo de Martín de Buedo (nº20) y María/Catalina Sánchez de Cuenca así como sobrino de Fernando de Buedo (nº16), de ahí que esta hipótesis no resulte descabellada. Parece ser que Martín (nº20) ya hubiese estado en Vara de Rey, por lo que los testigos cuando se refieren a que el padre de Fernando de Buedo (nº2) era descendiente de los Buedo de Vara de Rey, se explica por la relación de parentesco, ya que con anterioridad no hay constancia de otra línea que se estableciese en el lugar.

Otra fuente de notable interés, y que nos ha ayudado a recoger una mayor información para la elaboración del árbol genealógico de esta familia, estriba en un legajo del fondo de la Inquisición del Archivo Diocesano de Cuenca, se trata del número 655, exp. 125, donde se habla de la solicitud de familiatura del rico labrador e hidalgo, Salvador de Buedo de Oviedo (nº29), que casó con su familiar Inés de Buedo (nº31, hija de su primo hermano García de Buedo (nº30)). Sabemos por una nota de otro legajo, que existe un proceso contra un Hernando de Buedo, vecino de Vara de Rey, morador de Pozoamargo del año 1562, quien tenía entonces una edad de 60 años.

De la documentación se desprende que la esposa de Martín de Buedo (nº20) era una conversa procedente de La Parrilla, a través del linaje judío de los Sánchez de Cuenca, y que según el mismo informe no era “limpio”. Parece ser que Martín viviría durante algún tiempo en Vara de Rey, de ahí que su hijo tomará la decisión de asentar la línea que luego se proyectará con más fuerza en ese lugar, a través de su boda con la hija de Diego de Montoya.

Ignacio ya nos remarca que precisamente esa descendencia fue la que más éxito alcanzó, pues la familia de García de Buedo (nº27), intentó dar el gran salto, en la tentativa de controlar la tesorería de las rentas Reales del Marquesado de Villena, operación en la que finalmente fracasaron. No olvidemos que García casó con la hija del fundador de Pozoamargo, de este modo los dos grandes linajes se fusionan, consolidando más si cabe el poder que tenían. Sobre el hermano de García, Pedro de Buedo (nº25), se extenderá después una de las líneas de Barchín, y cuya conexión pudimos realizar gracias a los datos que nos proporcionó Julia Toledo, en donde García de Buedo (nº39), era nieto del referido Pedro de Buedo (nº25) y por lo tanto, biznieto de Martín de Buedo y María/Catalina Sánchez de Cuenca.

Genealogía de los Buedo. Apuntes genealógicos (elaboración propia)

Como nota adicional, decir que hace poco descubrimos por las partidas de defunción de Barchín del Hoyo de 1599, que Pedro de Buedo (nº38) tuvo dos mujeres, la primera fue Juana Gomendio, mientras que la segunda Isabel Parrilla. De la primera nacerá la descendencia más influyente de la familia en Barchín. Este hecho se refleja con García de Buedo (nº39), quien consigue establecer conexión con los Girón, y consecuentemente, la casa de los Señores de Piqueras del Castillo y Albaladejo.

Respecto a la línea Buenache, ésta fue a si mismo otra de las más importantes que hubo en la localidad, optando por una estrategia de enlaces con los linajes de la burguesía local y pequeña nobleza. Es el caso de los descendientes de Pedro de Buedo (nº5), cuyos integrantes entablarán relaciones con los López de Gonzalo y que durante el XVIII son también una familia con solera, vinculada al Santo Oficio.


Referencias documentales:

- Archivo Chancillería de Granada. Hidalguías, Martín de Buedo, 1537, La Parrilla (sig. 301-12-8)

- Archivo Chancillería de Granada. Hidalguías, Pedro de Buedo, 1577, Barchín del Hoyo (sig. 301-62-16)

- Archivo Chancillería de Granada. Hidalguías, Pedro de Buedo, 1616, Buenache de Alarcón (sig. 4603-25)

- Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición. Legajo 35, exp. 437

- Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición. Legajo 655, exp. 125

- Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo I de defunciones de Barchín del Hoyo.

-González-Sandoval Buedo, José (1997). Pozo Amargo, aproximación histórica.

- Ladrón de Guevara e Isasa, Manuel (2016) -coordinador-. Pleitos de hidalguía. Reinado de Carlos I (1516-1536). Tomo I (A-M).

- (De la) Rosa Ferrer, Ignacio (2018). La diáspora de los Buedo, procedentes de Valera de Yuso. historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com


David Gómez de Mora

martes, 2 de octubre de 2018

Las élites de Buenache de Alarcón siglos atrás

Notas personales y apuntes genealógicos sobre las élites de Buenache de Alarcón siglos atrás

Por David Gómez de Mora


I. Introducción

A grandes rasgos y siguiendo las pautas geomorfológicas del territorio conquense, podríamos decir que esta provincia se divide en tres grandes bloques, en los que pensamos que no por hechos casuales, desde la reconquista cristiana, se han ido produciendo una serie de fenómenos históricos y económicos que han permitido que cada una guarde unas características sumamente particulares.

Por un lado, nos encontraríamos con la Alcarria, ocupando la zona norte de la provincia, y en donde sin lugar a dudas Huete será desde antaño el principal foco de atracción que habrá en ese marco territorial, viniendo a ser una especie de comarca natural, gracias al relieve tabular donde se asienta, que contrasta ampliamente con el resto de las otras dos regiones a las que nos referimos en el presente estudio. 

A continuación, tendríamos la Serranía, y que como su nombre bien alude, sería el área montañosa, integrada por diferentes municipios, que ya desde tiempos históricos han guardado una enorme dependencia con la ciudad de Cuenca, debido a que ésta se emplaza justo al inicio de lo que luego será un relieve abrupto que va tomando altura a medida que nos adentramos en sus entrañas.

Finalmente, llegaríamos a la Manchuela (la meseta conquense estrictamente hablando), en donde el relieve no resulta tan accidentado, y por lo tanto apreciamos un paisaje más homogéneo. Esta franja geográfica permitirá que junto a la ribera del río Júcar, numerosos enclaves aprovechen la riqueza que les reportará la explotación de sus recursos, fomentando así el crecimiento de múltiples poblaciones, entre las que Alarcón gozará de un notable protagonismo ya desde el siglo XII.

Como veremos estos espacios irán creciendo y siempre siguiendo una política centralista, donde tendrán a la ciudad de Cuenca, como principal eje vertebrador, no obstante, junto a ellos se desarrollarán y asentarán diferentes familias, que serán las que al final acabarán convirtiéndose en las protagonistas de ese lugar, y que vivían una continua lucha por atesorar un poder que permitiese dar una mejor calidad de vida a sus representantes.

Durante los primeros siglos, vemos como el mapa de la actual provincia, es un filón de oro que se reparte entre varias familias de la nobleza.  Los más destacados por sus vínculos con la corona son sin lugar a dudas los Manuel, principales controladores de la zona de Cuenca (junto su serranía) y la Manchuela, dejando de lado la zona de la Alcarria. Recordemos que años atrás, mucho antes que ellos, otras familias de la nobleza penetraron en esta última zona, efectuando las primeras incursiones contra las comunidades musulmanas, es el caso de los Lara y los Castro.

Trascurrida la reconquista, así como controlada esta parte de la Península, comienza una pugna por consolidar el poder, que se desempeñará mediante el establecimiento de estrategias y alianzas entre familias que ocuparan la zona, para desde ahí enriquecer su nombre y patrimonio, funcionando como una plataforma social, desde la que poder ascender o mantenerse en los puestos más elevados.

Esa fase que comenzará a percibirse en estas tres regiones a partir del siglo XIII, se caracteriza por una disminución de la fuerza de los linajes que han entrado en la reconquista, por otros que descienden de modestos caballeros, pero que, gracias a la consecución de diferentes señoríos, tierras y privilegios, estaban comenzando a hacerse un lugar en ese espacio con tanta competencia. Nombres como los Ruiz de Alarcón, Albornoz, Carrillo y Sandoval, serán fundamentales para entender la historia de estas tres regiones conquenses hasta llegado el siglo XV, momento de ruptura del modelo de control y proyección que hasta la fecha conocíamos, puesto que aparecen nuevos agentes, que cambiarán por completo el panorama social.

El final de la Edad Media, supuso también la entrada de un nuevo conjunto de elementos socioeconómicos, entre los que destacó el florecimiento de una clase adinerada emergente (la burguesía), y que si por algo se caracterizó, fue por no arrastrar el pasado legendario de gestas caballerescas que los remontaban a aquellos primeros linajes que se instalaron en este lugar durante el siglo XII.

Esas familias eran en muchas ocasiones nuevos ricos, cuya historia les conducía hasta las antiguas comunidades judías, que desde siglos atrás, ya se encontraban instaladas. El gran problema les acechó tras la instauración de la inquisición, puesto que la corona y la iglesia dejaron de ver con buenos ojos aquello que nada tuviera que ver con el cristianismo, fenómeno por el que muchos de los linajes se convertirán a la fe católica, adoptando un apellido, así como una historia o leyenda, que intentará esconder el pasado judío de sus integrantes.

Linajes que se proyectaron en Cuenca durante la Edad Media (elaboración propia).

Partiendo de los estudios genealógicos que con el trascurso de los años he podido realizar en muchos lugares de la zona de la Manchuela como la Alcarria, me atrevería casi a decir con absoluta seguridad, que una cantidad reseñable de las grandes familias de muchos municipios, arrastran un pasado judío, que nada tiene que ver con las gestas que se recogen en tratados heráldicos e históricos de siglos posteriores. De ahí que la famosa “Estoria de Cuenca” de Giraldo, no deja de ser al fin y al cabo, una muestra más de esa especie de mitología caballeresca reconquistadora, que pretende ensalzar el pasado de un nutrido conjunto de linajes, que nada tenían que ver en origen con lo que se había relatado (además de estar elaborada mucho tiempo después, debido a intereses religiosos como los que me refiero). Y es que el vacío documental, como las lagunas y dudas existentes entre los primeros siglos de la historia de la reconquista, son un aliado perfecto para lo que en su día era la difusión de esta serie de tesis románticas, pero que en buena medida son entendibles y justificables, si tenemos en cuenta que la persecución a la que se vieron sometidos muchos de sus integrantes, les obligó a seguir esta serie de estrategias, puesto que acabó siendo la forma más efectiva de poder pasar desapercibidos por el Santo Oficio, así como de medrar en la pirámide social.

Entre estas familias nos encontramos con los Castillo, Jaraba, y demás linajes, que aprovechando la riqueza e influencia que jugaron, consiguieron establecer relaciones con las grandes líneas de la antigua nobleza, creando en su conjunto un conglomerado nobiliario, que irá siendo más homogéneo, en el que se mirará más su poder de influencia, que aparentemente el origen genealógico de su linaje.

Como decíamos, las raíces religiosas de muchas de las grandes familias que dominaron esas áreas, tendrán un profundo pasado judío. Simplemente consultando por encima la bibliografía existente respecto a la temática, comenzaremos a ser consciente de que la hidalguía era un arma de doble filo, que servía para enmascarar un pasado religioso.

Es por ello que desde finales del medievo, muchos linajes comenzarán a adscribirse a esa especie de club, al que era casi necesario pertenecer para que se les reconociera de forma efectiva su estatus social. Si rastreamos el origen genealógico de muchas de estas familias, veremos cómo desde la reconquista hasta esas fechas, existe un vacío absoluto en el caso de muchos apellidos, que pensamos no siempre será casual, puesto que, a través de la conversión, será cuando inicialmente aparecerán sus primeras referencias. 

A continuación, veríamos como en los alrededores de enclaves más modestos, como será el caso de Huete y Alarcón, existirán diferentes municipios, en los que muchas familias atesorarán un poder considerable, y que por norma general para seguir en su fase de crecimiento social, acabaran estableciendo relaciones y pactando estrategias, con las existentes en el lugar de su misma condición, generando así un renombre que tenía por objetivo conseguir llevar a lo más alto a sus miembros, ascendiendo a través de los diferentes niveles que hemos comentado.

Por norma general los Señores no solían aparecer mucho por el área que representaban, pues a pesar de que la mayoría tenían su casa solariega en el pueblo, parte de su vida la realizaban en la ciudad de Cuenca, de ahí que se les viera esporádicamente en la época de verano, en las temporadas de caza, así como también en el momento de celebrar sus bodas, así como en las ceremonias de difuntos.

Y es que para los Señores era importante ser vistos, de ahí que muchas veces durante festividades concretas o ceremonias religiosas, soliesen dejarse caer por el lugar. Igualmente los tendremos documentados en los libros de defunciones, ya que solían tener una capilla o zona de enterramiento privilegiada dentro de cada iglesia, fenómeno que por un lado les recordaba su nexo de unión con el municipio, además de remarcar ante el resto de vecinos quién mandaba allí.

Visto así, apreciamos como en el lugar queda un “vacío de poder”, que ante la ausencia del Señor será aprovechado por las élites locales, y que vienen a ser los vecinos que disponían de una mayor amplitud de recursos, bien por ser parientes del referido señor, o proceder de otras familias de la pequeña y mediana nobleza rural.

Serán pues estos grupos de personas quienes más nos interesará destacar en el presente trabajo, ya que formarán el conjunto de familias privilegiadas que controlarán permanentemente estos modestos núcleos. Algunos conseguirán ascender incluso fuera de la provincia, otros, y en el caso de la inmensa mayoría, destacarán a nivel comarcal o local.

Conocer a fondo la historia de un lugar, requiere de una concisa labor de análisis y estudio de un marco reducido, donde interactúan muchos factores. No obstante, si pretendemos realizar este propósito de un modo más detallado, como puede ser una radiografía social de sus componentes en un marco cronológico concreto, necesitaremos datos precisos, que permitan no alejarnos lo mayormente posible de la realidad.

En el tema referente a las élites locales, una de las fuentes esenciales, pero que por desgracia no existen en todos los municipios, son los libros parroquiales, puesto que ellos nos ofrecen una visión detallada de las personas que estaban estrechamente vinculadas con ese territorio.

Sí los libros bautismales nos señalan quienes eran los padres, abuelos o parientes de ese sujeto que acababa de ser bautizado, las actas matrimoniales serán útiles para de una modo seguro y discriminatorio, conseguir ascender en la línea de sus antepasados. Igualmente, las partidas de defunción son indispensables para averiguar más información adicional, pues nos aportarán detalles vinculados con su estatus (tales como la cantidad de misas, la simple referencia de si efectúo un testamento por el hecho de disponer de patrimonio o la creación de un vínculo, mayorazgo u otro tipo de figura legal que conlleve un amasamiento de riquezas).

Pero, ¿quiénes eran las élites sociales de aquellos espacios tan pequeños?, por norma general las personas más destacadas de entornos rurales como al que nos estamos refiriendo, eran individuos que gozaban de una buena reputación en su pueblo, bien por el patrimonio que atesoraban, ya que sus tierras daban trabajo a gente del lugar, así como también por su cargo dentro de la política local, aunque en ocasiones no conllevase un salario, es el caso de concejales, alcaldes y otros de índole similar, que a veces veremos en el sector eclesiástico, como sucedía con el mayordomo de las cofradías. No olvidemos las formaciones universitarias, donde la medicina y la abogacía era ejercida por muchos miembros de la nobleza y la burguesía, aunque al tratarse de espacios con una escasa importancia demográfica, veremos como en ocasiones su puesto podría no ser excesivamente habitual.

Tampoco hemos de olvidar otros oficios, que se convirtieron sin lugar a dudas en algunos de los más deseados o envidiados, ya fuese tanto por su relevancia como estatus dentro de esa región, es el caso de los empleos relacionados con el clero, y que por aquellas fechas gozaban de enorme influencia y poder dentro de estas comunidades rurales. En la administración veríamos a los escribanos y procuradores. 

Estos últimos oficios, tenían algo que los hacía más preciados, y es que en ambos se cobraba un salario, que les permitía no tener que ir a trabajar al campo. Además, se exigían unos conocimientos en ortografía y gramática, que precisamente la gran mayoría de las personas no poseían, algo comprensible, si tenemos en cuenta los índices de analfabetismo que había por aquellas fechas.

La vida en muchos de estos lugares pudo ser dura, dependiendo del período histórico en el que nos movamos, puesto que la existencia de sequías y epidemias eran una realidad, no obstante, los flujos migratorios no llegaron a ser tan fluidos como en las zonas litorales, en parte gracias a que se disfrutaba de una mínima calidad de vida sin lujos, pero que permitió el florecimiento y mantenimiento durante centurias, de una pequeña nobleza, que acompañada por una burguesía agraria y ganadera, resistió de manera eficiente, las variadas inclemencias de tipo económico, sanitario y político, hasta entrado el siglo XVIII. A partir de ese período, diversos agentes sociopolíticos, económicos e incluso climatológicos, harán mucho daño a una población que comenzará a empobrecerse, y donde la industrialización no pudo adherirse.

Ciertamente el siglo XVI fue crucial para el surgimiento de las grandes familias de la burguesía, ya que el renacimiento trajo consigo notables cambios, que desde la perspectiva sociológica serán notorios incluso en las localidades rurales de esta zona.

Veremos a su vez como muchas familias sin un pasado arraigado a la aristocracia municipal, empezarán a cobrar importancia, ya que algunos de los miembros de la pequeña nobleza no disponen de suficientes recursos, por lo que este control del poder será relevado a los integrantes de los ámbitos gremiales junto con ricos ganaderos y terratenientes. 

Resulta interesante remarcar la situación que se vive en Huete, puesto que buena parte de los linajes nobles que forman la corporación hidalga, no descienden en realidad de caballeros medievales que participan en la reconquista, sino que, de familias muchas de ellas conversas, que adoptan un nuevo apellido, aprovechando el vacío documental y la escasez de información para ahondar en sus orígenes (previa ayuda de los escribanos), pues esto les servirá para ennoblecer. Normalmente, una vez pasadas dos ó tres generaciones desde el patriarca de un linaje converso, era cuando ya se podía comenzar a practicar el juego de entremezclar historia y ficción. Para ello solía ser necesario que el solicitante no residiera en aquel lugar, y, por lo tanto, aprovechando la distancia y el factor de desconocimiento de su historia familiar (sin olvidar previamente la tenencia de una cantidad importante de dinero), podía iniciarse el proceso. 

Mientras tanto los grandes terratenientes irán adquiriendo más fuerza, como también las escribanías (pues muchos representantes de la burguesía local eran sus poseedores), obtendrán una influencia destacada.

Esta dinámica se mantendrá hasta que lleguemos al siglo XVIII, punto de inflexión, en el cual todavía se puede presenciar esa sociedad, que mantenía una parte considerable de la esencia que la caracterizó desde sus orígenes. Donde se apreciará como aquellas gentes seguían estando arraigadas en una economía que por ahora les iba siendo efectiva en el marco local-comarcal, pero de la que los principales núcleos, especialmente Cuenca, comenzaban a desmarcarse. Esa ruptura, que mucho tiempo después se traducirá en un éxodo migratorio, será uno de los grandes cambios, que, con el trascurso de las generaciones, dará lugar a la decadencia social de los puntos de poder en zonas aisladas de los núcleos principales.

En este sentido, el Catastro de Ensenada es una de las obras que mejor nos ayudan a comprender, como funcionaba el tejido social de los municipios vinculados a ese periodo concreto. Puesto que las familias y linajes que aparecen ocupando los ayuntamientos, como los puestos más destacados del sistema municipal, son muchos de los que seguían, apostando por aquella forma de vida, más propia de siglos pasados.

Siguiendo la información que nos aportan sus cuestionarios, apreciamos un modelo de productividad con un peso considerable de la agricultura, y en la que el secano será la principal fuente de ingresos, en muchas de las áreas que circundan tanto Huete como Alarcón. La ganadería también adquiere su relativa importancia, así como el cultivo de frutales y servicios adicionales, que no irán más allá de la escala municipal en muchos de los casos.

Aunque lo cierto es que habrá excepciones, y veremos familias que tendrán unas miras de futuro mucho más amplias, ya que conseguirán poner su mercado más allá del radio vecinal. Buen ejemplo, son los componentes de la familia Salonarde, un linaje de la pequeña nobleza de Buenache, que, a través de algunas de sus mujeres, llegó a controlar una parte considerable de las reses que había en la ciudad de Cuenca, sacando muchísimo provecho de la venta de lana, fuera incluso de la Meseta Castellana.

Como decimos hasta el siglo XVIII este modelo se fue manteniendo en muchos lugares, aunque las nuevas políticas liberales, afectaron de pleno a los miembros de la pequeña y media burguesía, así como la nobleza rural más modesta, que, junto con el clero local, fueron afectadas completamente por el nuevo sistema de producción. No será por ello casual, que un siglo después en muchos de estos territorios, veremos cómo los comités carlistas gozarán de un enorme respaldo, de ahí que un fenómeno arrastrará las consecuencias de otro, que se reflejará en en el ideario de una parte de la sociedad rural, externa a la ciudad de Cuenca. 


II. Las familias de Buenache de Alarcón hace varios siglos

En el Catastro del Marqués de Ensenada se realizan anotaciones de un considerable valor por lo que compete a nuestra parte de estudio, ya que gracias a la información que se detalla en el mismo, uno puede hacerse una idea pormenorizada de que familias ostentaban cierto grado de poder en sus respectivas localidades.

A través de una serie de preguntas que de manera estandarizada se efectuaban en cada lugar, se detalla la composición de los miembros de cada ayuntamiento, sus cargos, así como los principales oficios del lugar. Estos datos, que nos ayudan a encuadrar la posición de cada familia, son una radiografía del tejido social en una región donde todavía la gente no había sufrido un notable cambio, que económicamente comenzaría a perjudicarles.

Por lo que concibe a nuestro interés, son valiosísimas las referencias de los nombres y apellidos, que nos facilitan la tarea de encuadrar la condición social de las familias y linajes.

Veremos como muchas de estas zonas no destacan por la pervivencia de grandes linajes de hidalgos, sino que más bien se reducen a familias de la pequeña nobleza local, así como miembros de una burguesía rural, que cobran un notable protagonismo hasta la fecha indicada.

Dentro de este sector nos encontraremos con terratenientes, comerciantes libres (artesanos y arrieros que se organizaban en gremios municipales). Algunos autores, llegan a detallar diferentes niveles dentro de cada profesión, que resultan vitales para entender la forma de vida de aquellas personas. Por un lado, tendríamos a los comerciantes. En este grupo veremos gentes con oficios variopintos como los antes mencionados arrieros, y que por ejemplo en el caso de Navarra, se convirtieron en una burguesía comercial, que gozó de enorme prestigio a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

En otro escalafón, se hallaban quienes desempeñaban su oficio en el ámbito de la administración, alcanzando en muchos casos un patrimonio destacado. En nuestra área de estudio serían empleos muy concretos, como el escribano.

En otro grupo estarían los artesanos y tenderos, estos últimos con menor protagonismo que los primeros, ya que, a diferencia de ellos, no llegaban a tener en sus talleres varios trabajadores a su servicio.

Luego estarían los rentistas, y que a diferencia de los anteriores en ocasiones podían pasar malas rachas económicas, por lo que su situación variaba mucho dependiendo de la época o suerte que tuviesen.

No olvidemos obviamente que además de estos grupos que componían el conglomerado económico muy característico del sector burgués, estarían los terratenientes y controladores de ganado.


III. Familias destacadas de la sociedad de Buenache de Alarcón a mediados del siglo XVIII

Buenache cuenta a mediados del siglo XVIII con dos alcaldes ordinarios: Pedro López Beltrán y Manuel García Carrasco. Poseía dos abogados de los Reales Consejos y alcaldes de cada hermandad, que ganaban una cantidad de 800 reales al año, siendo estos Tomás de Moya y don Manuel Gregorio de Buedo y Lucas.

Por regidor tenían a Diego Francisco de Arribas, así como a Pedro Alcaraz Carrasco y Manuel López de Gonzalo de diputados. Los síndicos procuradores eran Miguel Lizcano y Juan Hortelano de Buedo (alguacil ordinario).

Los escribanos del ayuntamiento eran dos, José Venancio Rochano y don José Ventura de Buedo y Lucas. Las personas electas nominadas por los alcaldes también eran miembros que gozaban de una considerable reputación en la villa, siendo sus representantes Bartolomé García de Cañaveras, Juan de Aceta, Pedro Rentero de Buendía y Manuel López.

Francisco Antonio de Moya era notario del ayuntamiento, y don Juan Redondo Hortelano, era uno de los poseedores de los dos molinos de aceite que había en la población, siendo el otro propiedad de la Capellanía de la Concepción.

En cuanto al entramado comercial, vemos como en Buenache hay una docena de propietarios de fábricas o talleres (compuestos por alfarerías de ollas, pucheros y platos). Sus propietarios son Juan Herrero (menor), José Herrero, Agustín Hortelano, Juan de la Orden, Francisco Castañeda, Miguel de Moya, Antonio Herreros, Tomás Herreros, Pedro Lozano, Gerónimo de Castañeda, Diego Pérez y Juan Herreros (mayor).

Otro negocio muy extendido en aquellos tiempos en las tierras de Cuenca, eran las colmenas, de las cuales se censan un total de 300. Sus propietarios eran Pedro de Zamora Martínez, Pedro Alcaraz Carrasco (el diputado), Lucas Hortelano, Alonso Rabadán, Juan Saiz Domínguez, Matías González, Alonso López Beltrán, Juan Ximénez de los Paños, Francisco Escalante y Gil Saiz Hortelano.

No podemos tampoco olvidar a los arrieros, que por norma general disponían de una caballería para poder realizar sus viajes. En el catastro se citan un total de 19, destacando miembros de la familia Olmedo, Ramírez de Arellano y Ontagas.

Finalmente, había tres hornos de pan-cocer, que estaban bajo control de los Arribas, Melero y González.

Una vez que se han nombrado los diferentes nombres, vemos como entre muchos de ellos existen numerosos nexos parentales que refuerzan la consolidación de los linajes de la burguesía local antes descrita. Sí los López-Beltrán ya destacaron por sus alcaldías y adjudicaturas dentro del Santo Oficio, no menos lo hicieron los componentes de la familia Moya, que del mismo modo además de las escribanías, también los veremos representando familiaturas del Santo Oficio.

Por descontado es evidente que los Buedo son la gran casa de Buenache. Además de ser caballeros hidalgos con ejecutoria reconocida, en ese momento los vemos ejerciendo el oficio de abogados y escribanos.

Los Arribas también tuvieron cierto protagonismo en esa época al ocupar la alcaldía, además de controlar puestos de comercio. En esta línea también será reseñable la familia de los Hortelano (y que ya desde el siglo XVI aparecerán como destacados mercaderes, así como ocupando puestos importantes dentro de la iglesia comarcal). No olvidemos que uno de los grandes referentes de este apellido en la región fue el padre don Cristóbal Jesús Hortelano de la Fuente.

Don Cristóbal fundó en Sisante un convento, y trajo consigo una talla excepcional de un Jesús Nazareno, que sólo se saca en procesión una vez cada 100 años en dicha localidad. La pieza fue ejecutada por la escultora de cámara de Carlos II, Luisa Roldán, y tenía como destinatario al Papa Inocencio III, como muestra de gratitud del Rey al Pontífice. Al fallecer el Papa y luego el Monarca, la pieza quedó en el Escorial y en 1711 la trajo para el convento el referido Cristóbal Jesús Hortelano (Herrera Casado, 100, 2005, Monasterios de Castilla-La Mancha).

Otros apellidos igual de interesantes fueron el de los García de Cañaveras. También vemos como se ha mencionado a la familia de los Aceta, muy vinculada con los Moya, sin olvidar también a los Rentero, y cuya genealogía nos conduce hasta la familia de los Campos, linaje del que nació el popular Domingo de Campos, y que fundó una capellanía para ayudar a viudas que demostraran descender de su linaje.

También aparecen en el marco gremial diversos miembros de la familia Herrero, los cuales pertenecen a una misma casa que controló la mayoría de los talleres artesanales de la localidad. No es descabellado pensar que estos en un origen pudiesen tener algo que ver con el famoso linaje de los Herreros de San Clemente, ya que ambas formas del apellido las alternan constantemente. Sabemos que los Herrero o Herreros de San Clemente fueron una de las familias más destacadas del período que comprenden los siglos XV-XVII. En el caso de Buenache, Juan de Herreros, casa en 1728 con Ana de Moya y Lozano, así como el referido Antonio Herrero, también propietario del taller, hace lo mismo en 1735 con Juana de Moya y Díaz-de Barambio (procedente de una acaudalada familia por la línea materna que consiguió establecer cargos destacados en el ámbito eclesiástico). 

De este linaje conocemos la figura de Fray don Francisco de Barambio. Quien llegó a ser maestro graduado de filosofía, además de logar el grado en teología por la Universidad de Alcalá de Henares, y posteriormente el doctorado. Don Francisco fue capellán mayor del convento de capuchinas de Madrid, además de un gran erudito que escribió algunas obras, como unos discursos filosóficos, teológicos, morales y místicos; además de una pieza atribuida a su persona, titulada “casos reservados a su santidad”, y que debido a su contenido fue prohibida en 1694.

Los nexos parentales entre los apellidos Moya, Herrero y Lozano, evidencian esa serie de uniones entre miembros de una misma condición social, que pretendía controlar las riendas del sector artesanal, al emparentar entre sí a sus integrantes.

Más linajes que salen a la luz en esas líneas son los Zamora, que proceden en origen de la villa de Piqueras, y en donde estaban reconocidos como caballeros hidalgos, tal y como ha demostrado en sus incansables estudios del linaje, Sebastián Hernández de Luján, gran conocedor y descendiente de dicha familia.

Entre los libros parroquiales consultados en el Archivo Diocesano de Cuenca, referentes a Buenache de Alarcón, destacamos los primeros cuatro volúmenes de matrimonios y cinco de defunciones, ya que abarcan la época de estudio que hemos tratado en este trabajo. Será a partir de los mismos, donde hemos establecido las correspondientes relaciones genealógicas que presentamos en el apartado siguiente {libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro IV de matrimonios (1678-1706), Sig. 24/30, P. 578; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586; libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587; libro IV de defunciones (1694-1735), Sig. 24/40, P. 588 y libro V de defunciones (1735-1762), Sig. 24/41}.


IV. Las élites locales de Buenache de Alarcón

Son diversas las familias que destacan de este municipio, algunas de ellas como miembros de la pequeña nobleza local, y que en muchos casos se difuminan con los linajes de grandes propietarios agrícolas de la burguesía municipal. La documentación eclesiástica no nos deja ver la diferencia en las corporaciones locales entre los representantes del estado noble y el llano, no obstante, gracias a varios documentos, podemos descubrir o hacernos una leve idea, de que personajes y líneas genealógicas, gozaron de un protagonismo destacado en una sociedad rural, sobre la que existen muchos interrogantes, de los que hay que seguir investigando y despejar dudas, que nos acerquen a su mejor conocimiento.


Linaje Alcaraz

Una de las familias influyentes que tendrá un papel destacado en la sociedad local del Buenache de los siglos XVI y XVII fueron los Alcaraz. Se trata de un linaje que supo enlazar con familias destacadas como sucederá con los Monteagudo o los Hortelano, lo que les ayudó a vivir de modo muy cómodo a algunos de sus componentes.

Entre los personajes más destacados, merece la pena reseñar la línea descendiente de Bartolomé de Alcaraz, y cuya genealogía adjuntamos a continuación.

Línea destacada de los Alcaraz (apuntes genealógicos). Elaboración propia

Bartolomé de Alcaraz García, falleció en 1602, y tuvo por mujeres a Magdalena de Monteagudo (en primeras nupcias), así como a María Martínez de la Parra (en segundas), ambas muy bien posicionadas, especialmente María, quien era hija del señor Bartolomé de la Parra, un linaje que mantuvo un estrecho vínculo con el ámbito clerical.

El referido Bartolomé llegó a pagar 225 misas para su funeral, además de crear una memoria perpetua. Cifra que para su época no era desde luego pequeña. Por otro lado, su hijo Bartolomé de Alcaraz Monteagudo, muere en 1626, y aunque “sólo” pague 124 misas, llegó a crear dos memorias perpetuas, y su descendencia supo relacionarse muy bien con las élites del lugar. En esta línea sería necesario remarcar el vínculo de los Alcaraz, fundado por Pedro de Alcaraz y Bartolomé Redondo, en el que habrá casas y hazas.


Linaje Barambio

Hasta la fecha no hemos llegado a concretar un origen estricto de esta familia, aunque pensamos que muy probablemente descenderían del territorio vasco. Su asentamiento en Buenache data del siglo XVI, y dejarán una nutrida línea de personajes, que se proyectarán especialmente en el brazo eclesiástico. Si seguimos el matrimonio de Juan de Barambio y María López, veremos somo su hijo, Juan de Barambio López, casa en el año 1600 con Juana Díaz Descalza. De este matrimonio nacerá don Francisco de Barambio Díaz, que celebrará en 1633 nupcias con su esposa María Saiz de Piqueras (los Piqueras son también una familia con propiedades agrícolas que estaba bien posicionada en el municipio), ambos fundaron un vínculo, en el que se adscribían bastantes bienes agrícolas. Fruto de este enlace nacerán varios hijos, que establecerán relación conyugal con otros miembros igual de destacados. Por un lado, estará Juan de Barambio Saiz, que en 1664 casa con Ana Blanco (hija de los hidalgos don Matías Monedero y doña María de Montero), fruto de esta línea nacerá el famoso párroco piquereño, y que tanto prestigio dio al linaje en la vecina localidad. Otra sería Juana de Barambio Saiz, que en 1672 casa con Miguel Martínez de Montero (también descendiente de la noble línea de esta familia), otra hija fue María Saiz de Piqueras (quien escogió el apellido de su madre), y casa en 1655 con Pedro de Ontagas Hortelano. Otro de los hijos de Francisco y María, fue don Francisco de Barambio Saiz, notable eclesiástico, que, a través de su testamento, nos muestra el poder que atesoraba por aquellas fechas.

Genealogía del linaje Barambio. Apuntes de la genealogía familiar (elaboración propia).


Linaje Beltrán

Los Beltrán son una de las familias con cierto renombre en la localidad durante los siglos XVI y XVII. Acabarán ocupando cargos del Santo Oficio, así como algunas alcaldías, lo que les permitirá codearse con personas destacadas de un rango similar.

Sabemos por nuestras investigaciones, que hay líneas de este apellido muy bien posicionadas en varios lugares. Es el caso de Chumillas, en donde la familia poseía una capilla propia. También los veremos en Sisante, en donde los Martínez-Beltrán fundarán una de las capellanías más destacadas, o por ejemplo en Villanueva de la Jara, lugar en el que también establecieron matrimonios con poder.

En el caso de Buenache, tenemos la línea de los López-Beltrán, así como de los Beltrán. Entre los López-Beltrán conocemos a Juan López-Beltrán, personaje importante por lo que intuimos de acorde a los datos recabados.

Otra figura del linaje a destacar fue Nicolás Beltrán, marido de María de Posadas, quien tuvo por hija a María Martínez Beltrán, y celebró sus nupcias con uno de los miembros más importantes de la nobleza local, don Pedro de Buedo-Ruiz de Alarcón y Lomas durante 1596, y de donde nacerá María Beltrán de Buedo, mujer de Francisco Martínez de la Parra (casados en 1620). Entre los alcaldes de esta familia, tenemos como ejemplo a Nicolás Beltrán (quien repitió el cargo en 1627, 1632 y 1633)


Linaje Buedo

Una de las familias más destacadas de la nobleza de Buenache y sus alrededores fue el linaje de los Buedo. Sobre ellos se han investigado y escrito diversos artículos, es el caso de Ignacio de la Rosa Ferrer, quien a través de su blog nos recuerda como Martín de Buedo (marido de María Sánchez de Cuenca) mantuvo un pleito de hidalguía contra el concejo de la Parrilla, así como en “la diáspora de los Buedo, procedentes de Valera de Yuso -28/4/2018” detalla la batalla de Toro como posible hecho que diera carta de naturaleza de hidalguía a esta familia. 

Ignacio ya nos remarca que la línea que mayor porvenir tuvo fue la que se asentó en Vara de Rey, y cuyo origen nos llevaría alrededor de 1520, donde levantarían su hacienda y casa solariega. El primer personaje de la familia que se cree que estuvo asentado en Vara de Rey fue García de Buedo, hijo de Martín de Buedo y su esposa María Sánchez de Cuenca, casando con Catalina de Montoya, integrante de otra familia ilustre de la zona. Este proceso de proyección no acabaría ahí, fenómeno por el que se daría un paso más, y los Buedo llegaron a intentar obtener el control de la tesorería de las rentas reales del Marquesado de Villena, operación que para desgracia de ellos acabaría fracasando. 

De nuevo Ignacio nos reseña que la ejecutoria de hidalguía ganada por Martín de Buedo en 1537, pasó a su hijo García de Buedo, así como en 1573 estaba bajo el poder de Diego de Buedo (vecino de Vara de Rey e hijo de García de Buedo). Como decimos esta información se sintetiza en el referido artículo, a través de las ejecutorias de hidalguía presentes en la Chancillería de Granada (Martín de Buedo, 1537, vecino de la Parrilla, signatura antigua: 301-12-8, junto la de Pedro de Buedo, 1577, vecino de Barchín del Hoyo, signatura antigua: 301-62-16).

Igualmente habríamos de remarcar los datos recabados en la obra Pleitos de Hidalguía. Reinado de Carlos I, tomo I, en las páginas 165-167, donde se nos informa que el antes mencionado Fernando de Buedo, fue un hombre de los más notorios de Valera de Yuso, así como su hijo García. La línea de Buenache de Alarcón procede de don Pedro de Buedo-Ruiz de Alarcón, quien casó con doña Apolonia de Lomas y Ayala.


Linaje del Castillo

Los Castillo son otra de las grandes familias de la nobleza rural conquense. La línea de Buenache es bastante conocida, ya que sus miembros enlazan con gentes de un estatus muy similar. A priori partimos de dos casas, una que ya está asentada en el municipio desde el siglo XVI y otra que procede durante la segunda mitad de la misma centuria de Castillo de Garcimuñoz. Ambas tienen en común el estar reconocidas como hidalgas.

Respecto a la de Garcimuñoz, sabemos que Juan del Castillo, dejará por descendiente a través de la línea femenina a Catalina del Castillo, quien casará con Cosme del Monte (también de muy buena familia), y de donde nacerán varios hijos. Éstos tomaron el apellido materno y algunos de sus descendientes casaran con miembros de la burguesía local.

Los Castillo ocuparán cargos destacados dentro de la administración municipal, llegando a ostentar la alcaldía por el estado noble, tal y como se desprende del documento de la Orden de Carlos III de los Saiz de Zafra, en el que Bernabé del Castillo, marido de María de Nieves, aparece ejerciendo tal función en los años de 1720, 1734 y 1746. Por otro lado, la línea autóctona de Castillo efectuará una serie de entronques, que en posteriores generaciones les llevará a despuntar en la ciudad de Cuenca.


Linaje Cerrillo

Uno de los apellidos que tuvo un peso importante en la sociedad local de Buenache, fueron algunas líneas del apellido Cerrillo, y cuyo asentamiento en la zona nos conduce hasta finales del Medievo.

Los Cerrillo dejaron una huella muy profunda, buen ejemplo son personajes de notable renombre como María Cerrillo, fallecida en 1716, y que era hermana del licenciado don Miguel Moreno. Ésta llegó a fundar un patronato de legos, así como un vínculo, debido a su buena posición social, mandando un total de 400 misas el día de su muerte.

Línea destacada de los Cerrillo (apuntes genealógicos). Elaboración propia

La familia Cerrillo obtuvo el control de puestos destacados. Tanto es así que consiguieron una capitanía militar, fenómeno que les acercaba prácticamente al tratamiento que podían tener algunos de los miembros que componían la nobleza local.

Tenemos apuntes, que nos revelan su poder, en lo que concibe a la línea de los Cerrillo-Párraga, pues hay datos sobre un censo de Ana García (viuda de Pedro de Cerrillo y Párraga), a través de una carta que vende y cobra por venta real el día 25 de diciembre de 1722, y en la que el valor total de su patrimonio asciende a 13.880 reales de vellón.

Recordemos que el marido de Ana García casó en 1670 y era hijo de Juan de Cerrillo y Ana de Valverde (ambos presentes en el árbol genealógico que se adjunta).

Los Cerrillo también se hicieron con cargos dentro del clero municipal, así como en el campo de la política, alcanzando diferentes regidurías y alcaldías durante los siglos en los que tuvieron un mayor protagonismo

Otro personaje fue don Juan de Cerrillo, presbítero fallecido en 1745, e hijo de Juan de Cerrillo y Ángela García. Dejó un notable testamento, además de mandar un total de 200 misas tras fallecer.

Línea destacada de los Cerrillo (apuntes genealógicos). Elaboración propia


Linaje Flores

Desconocemos por ahora cual es el origen de la familia Flores, aunque vemos como existen en la localidad de Villaescusa de Haro miembros de la línea noble que portaba este apellido. Por ahora no podemos concretar si existe alguna relación entre ambos, aunque de lo que no nos cabe la menor duda, es que los integrantes de este linaje adquirieron una buena posición social con el trascurso de las generaciones. Esto ya lo vemos en la defunción de 1578, de la esposa de Francisco de Flores (María Galindo), quien efectúa un testamento importante, con una manda de 153 misas, además de fundar una memoria perpetua que recaerá sobre su hija Juana María Galindo de Flores, esposa de Pedro Hortelano.

Líneas fuertes de la familia Flores en Buenache durante el siglo XVI (apuntes genealógicos). Elaboración propia

Entre los personajes destacados del siglo XVII, hemos de señalar a Mateo de Flores, fallecido en 1673, y cuyo entierro acabó convirtiéndose en un acto en el que se pretendía recordar a lo grande la figura del individuo. Cuando Mateo (marido de Mencía de Lima) fallece, además de mandar vestirse con el hábito franciscano, quiere que su cuerpo sea acompañado sobre pellices y velas por todos los sacerdotes de la villa, junto todos aquellos religiosos que se hallaran en la localidad, doblando todas las campanas del templo en el momento de su enterramiento. Entre sus mandas aparece una limosna para los pobres, y un pago total de 2.000 misas.

Sin lugar a dudas los Flores se caracterizarán por establecer relaciones estrechas con los Hortelano, además de los de la Orden y López de Vera, de ahí que de modo repetido veremos cómo sus descendientes van intercalando sus apellidos, recordando los troncos en los que ambas familias comenzaron a celebrar sus respectivas uniones. En 1684, Juana de Flores, y que fue mujer de Bartolomé de la Orden, mandó 401 misas en su partida de defunción


Linaje Hortelano

Poco o casi nada sabemos sobre las raíces de este apellido. No nos cabe la menor duda que varios de sus personajes consiguieron gran renombre y reputación, valga como ejemplo el padre Cristóbal de Jesús Hortelano, natural de Sisante, y que se convirtió en artificie indispensable de la construcción del convento de su lugar natal.

Los Hortelano establecieron numerosos enlaces con familias de la nobleza local, tales como los Rojas, López de Vera, Flores e incluso otras líneas iguales o más destacadas, como serían los Muñoz o de la Orden.

Gracias a los testamentos, veremos cómo se hicieron con diversas propiedades de tierras, así como puestos destacados dentro del ámbito eclesiástico. 

Línea destacada de los Hortelano (apuntes genealógicos). Elaboración propia

También nos resulta curioso ver en una partida de un miembro de esta familia, como aparece reseñado el oficio de “mercader”, nada extraño si tenemos en cuenta su situación privilegiada, ya que iba más allá del trabajo agrícola, y por lo tanto sus estrategias comerciales, se movían en un radio periférico del área de la Manchuela.

Pedro Hortelano y su esposa María de Flores, tuvieron por hija a Catalina González de Hortelano, quien pagó en 1584 un total de 560 misas. El mismo año Pedro Hortelano manda un total de 1220 misas, que se repartirán entre Villanueva de la Jara, Buenache y Valverde. Poco después, y ya en 1586 falleció Cristóbal Hortelano -el viejo-, mandando un total de 200 misas (éste era el marido de Juana Díaz). El referido Cristóbal dejó por descendencia una de las líneas más importantes de este linaje, además de mandar 300 misas y crear una memoria perpetua que recaería sobre su hijo de idéntico nombre y apellido.

Los Hortelano estuvieron muy relacionados con el clero, tal y como apreciamos en algunos de sus descendientes. Mención merece el testamento del padre don Pedro Hortelano, clérigo que mandó enterrarse en la sepultura de sus padres (que estaba junto al púlpito), y que se hizo cargó de 210 misas, además de pagar los costes de una casulla para la iglesia del municipio.


Linaje Lezcano

El origen de los Lezcano de Buenache deriva de don Juan de Lezcano, quien casa con Luisa Ximénez, alrededor de 1520-1530. De este matrimonio nacerían varios hijos: Juan, Martín y Pedro. Éste último, casará con Catalina de Moya en 1560, y de dicho matrimonio surgirá más de media docena de hijos, que extenderán el adn de la familia por la localidad durante siglos. De acuerdo a la documentación accedida y que tenemos en nuestras anotaciones familiares, el origen del linaje se remonta a las tierras del norte del País Vasco, puesto que eran una familia hidalga, que procedía de la provincia de Guipuzkoa, más concretamente del municipio de Albiztur. Este dato se puede contrastar en la ejecutoria de hidalguía que consiguieron efectuar a mediados del siglo XVI, y en donde se da detalles de algunas generaciones en las que apreciamos los nombres y apellidos de sus ancestros. Suponemos que la línea que existe en Buenache, guarda un nexo familiar con la vecina de Piqueras, y que también gozó de buena posición en la historia del pequeño municipio. Recordemos que los Lezcano, aparecerán también como Lazcano y Lizcano en el caso de Piqueras, viniendo a ser un mismo apellido, tal y como se aprecia en Buenache, en donde miembros de una idéntica generación, intercalan las tres formas.


Linaje López de Gonzalo

Nos encontramos ante una familia que durante el siglo XVIII ejercerá una notable influencia en la localidad, puesto que será a partir de la centuria anterior cuando comenzarán a proyectarse, e irán adquiriendo un protagonismo destacado. Los López de Gonzalo consiguieron aglutinar un patrimonio considerable, que les sirvió para realizar algunas fundaciones de notable valor. Su origen lo vemos en el matrimonio celebrado entre Marcos López con Ana Saiz de Gonzalo, momento a partir del cual se solapa el apellido bajo la forma López de Gonzalo. Un de los enlaces más importantes, fue el de su hijo Marcos López de Gonzalo, que en 1663 celebró nupcias con Quiteria Cano (quien tomaría el nombre y apellido de su abuela paterna), puesto que era hija de los burgueses Fernando Saiz Moreno y María Díaz de Gamboa (ella también procedente de buena familia, pues descendía de la línea hidalga de los Lizcano). En el caso de sus abuelos sabemos que estos eran Fernando Saiz Moreno y Quiteria Cano por el costado paterno, así como don Francisco López de Lizcano y María Díaz por la parte de su madre.

Otro de los enlaces más reseñables del siglo XVIII, fue el que unió a Catalina López del Pozo, con Marcos López de Gonzalo. Éste era familiar del Santo Oficio, y cuando su mujer falleció en 1738, creó dos vínculos. Entre su descendencia se encontraría su nieto, el célebre Marcos López de Gonzalo Burriel, quien antepuso el apellido materno, al ser hijo de don Miguel Burriel y doña Ana López de Gonzalo (ésta hija de los referidos Marcos y Catalina).

Los López de Gonzalo fundaron un vínculo y patronato con aniversario y misa perpetua en la Iglesia de San Pedro, siendo su promotor el señor don Francisco López de Gonzalo y del Pozo, quien fuera capellán mayor del Rey en el Sitio del Buen Retiro de Madrid. El referido Francisco (hijo de Marcos y Catalina), fue sepultado en la capilla del Santísimo Cristo de la Redención en la Iglesia de San Lorenzo, anexa de la parroquial de esta villa. Éste poseía un patrimonio bastante grande (compuesto por viñas, cañamares, corrales, así como casas y bodega)


Linaje López de Molina

El origen de los López de Molina nos conduce hasta la localidad cercana de Valera de Abajo, de donde desciende Andrés López de Molina, marido de María Saiz, y progenitor de la línea de Buenache.

Sabemos que los López de Molina y la Manchuela son el claro ejemplo de un linaje de ricos ganaderos, tal y como se refleja en el artículo de Julián Sánchez Quiñones, de los arrendadores de las alcabalas de la tierra de Cuenca (1464-1470)”, pues en aquellos tiempos ya se permitieron pujar por el sexmo entero de Altarejos.

Desconocemos con precisión si hay una relación genealógica entre los miembros de Buenache y la línea cercana que se documenta en el siglo XV, no obstante, uno de los detalles que más nos llama la atención, es que en alguna ocasión el apellido aparece como “López Malo de Molina”, fenómeno que nos lleva a especular en si hay una hipotética relación con el noble linaje manchego de los Malo de Molina.

Los miembros de este apellido descienden de un matrimonio celebrado en 1592, cuando Andrés, el hijo de los anteriores, casa con Juliana García Pérez de Mendoza. De este enlace surge la siguiente y segunda generación, a partir de donde se expande la familia y el apellido.

Siguiendo nuestros apuntes genealógicos, vemos como se establecen nupcias con familias distinguidas de la localidad. Del referido matrimonio de 1592 nace Alonso López Malo de Molina, marido de Isabel de la Fuente (casados en 1654), y padre de otro Alonso, que en 1689 celebra su boda con Juana Díaz Descalza. Su hermana Catalina López de Molina, casa en 1691 con Pedro Ramírez (de la familia de los Arellano). Otro hermano de Alonso (el marido de Isabel de la Fuente), es Juan López de Molina, casado en 1629 con Ana de Cuenca, y fallecido en 1668 (pagando un total de 115 misas). Éste tiene por hija a Juliana García de Mendoza, mujer del hidalgo Bernabé del Castillo.


Linaje Martínez-Herráiz

Nos encontramos ante un apellido que puede aparecer compuesto o en ocasiones simplemente como Martínez, y de los que sabemos que llegaron a ser miembros del estado noble, por la documentación que se describe en el expediente de la Orden de Carlos III de don Antonio Saiz de Zafra.

Alonso Martínez-Herráiz, casó en 1662 con María de la Fuente y Ramírez de Toro. Su hijo fue don Alonso Martínez-Herráiz, caballero hidalgo, y que casó con la noble Magdalena de Olivares. El referido Alonso aparece en los padrones del pueblo, y durante el año 1743 llegó a ser alcalde por el estado noble. De ambos nacería doña Catalina Martínez de Olivares, y que enlazará con don Alonso Saiz de Zafra, y cuyo nieto será el descendiente que ingresará en la referida corporación nobiliaria.


Linaje Merchante

Los Merchante es otra de las destacadas estirpes con las que cuenta Buenache desde los inicios de sus libros parroquiales. No nos sorprende pues por ello que ya en el siglo XVI estuviese alguno de sus integrantes dentro del Santo Oficio.

En el año 1592 Juan Martínez-Merchante casó con María Moreno, teniendo por hija a María de Espinosa, quien invocaba al apellido de sus antepasados, haciendo alarde del origen hidalgo de su familia. Recordemos que los Espinosa son una familia de la nobleza local, con casa solariega en el municipio de Iniesta.

En 1625 fallece Diego Martínez Merchante, sus hijos son Juan Martínez, Diego, Miguel de Chumillas y Magdalena. Éste llegó a pagar un total de 128 misas cuando falleció. Recordemos que los Merchante, son una de las familias destacadas que en esas fechas hay en la villa. Por ello los veremos ejerciendo el control de alcaldías. Esta influencia se extiende por varios lugares de la zona, pues en nuestras anotaciones personales tenemos constancia de que por ejemplo en 1595 Alonso Merchante era el escribano de Gascas.

Por otro lado, vemos al referido Pedro Merchante (miembro del Santo Oficio), casado con Juana Gómez, y que tiene una hija que nace en 1556, casada en 1579 con Martín Donate (vecino de Quintanar, y de una familia también influyente en el lugar). Este tipo de enlaces como decimos no son casuales, ya que podemos comprobar como buscan en muchas ocasiones que sus hijos emparenten con miembros de otras familias de estatus semejantes.

El citado Pedro Merchante, familiar del Santo Oficio, es el tio-abuelo de la referida María de Espinosa, ya que su padre, Juan Martínez Merchante, marido de María Moreno, era su sobrino, puesto que su padre, Juan Martínez Carnicero Merchante (casado con Elvira de Torralba) era su hermano. Respecto a Diego Martínez Merchante, el marido de Ana de Chumillas, sabemos que era hermano del referido Juan Martínez Merchante, y, por lo tanto, sobrino de Pedro Merchante (el familiar del Santo Oficio).


Linaje del Monte

Nos encontramos ante un linaje del cual sabemos muy pocos datos, pero que simplemente por los matrimonios que celebran algunos de sus representantes, vislumbran indicios de su protagonismo social en lo que concibe a las familias de Buenache.

Hasta la fecha desconocemos su origen, además de que la forma del apellido va siendo cambiante, de ahí que pertenecían a la misma casa las formas de Monte, Montes o del Monte.

Uno de los miembros de la familia llegó a ejercer de médico, así como en los pagos de misas hemos visto algunas cifras bastante reseñables que ya indican su disponibilidad de recursos.

Probablemente, la figura más característica del siglo XVII de esta estirpe, fue Cosme de Monte, quien conecta su descendencia con familias destacadas del lugar, además de regir la alcaldía en el año 1649.

Cosme del Monte casó con doña Catalina del Castillo, y su hijo fue Gerónimo Saiz del Monte, quién también acabará siendo alcalde, y casará en 1626 con la señora María Pérez, descendiente de otra rica familia de la burguesía municipal, sobre la que en el apartado de su apellido dedicaremos algunas líneas.


Linaje Montero

Se trata de otro de los grandes linajes de Buenache, integrantes de la nobleza local. Pues no hemos de olvidar que los Montero gozaron de reconocimiento nobiliario en otros puntos de la Manchuela.

El abuelo paterno de don Antonio Saiz de Zafra fue don Alonso Saiz de Zafra y Montero, reconocido como hidalgo, y nacido en 1714. Su madre era María Montero, y sus abuelos maternos los señores Matías Monedero y Mariana López. El apellido le recaía por la madre de Mariana, María Montero, y que, a pesar de venirle en varias generaciones por línea materna, deciden recuperarlo debido probablemente al prestigio histórico que arrastraba, además de posibles herencias que conllevara su invocación en un descendiente.

Al tratarse de un apellido que existe desde el siglo XVI, y que se posiciona entre sus integrantes a través de saltos generacionales que recaen indiferentemente por ambos costados, nos resulta difícil adscribirle el origen de un progenitor.


Linaje Moreno

Son una de las familias más influyentes y poderosas de Buenache en el siglo XVII. Destacada fue la descendencia que dejó el señor Fernando Saiz Moreno, marido de Quiteria Cano, quien fundó un vínculo y patronazgo para el linaje. Este vínculo aglutina casas, corrales, tierras con huertas, trigales y demás tipos de cultivos.

Entre sus hijos conocemos a Fernán Saiz Moreno, quien tuvo varias nupcias y fundó en 1676 otro vínculo. En 1632 casó con María Díaz de Lizcano, así como cuatro años más tarde lo hizo con Elvira María de la Parra, de quien nacerá su hijo Alonso Saiz Moreno.

En cuanto a otro hermano del referido Fernán, tenemos a Miguel Moreno, quién en 1641 casó con Catalina Cerrillo, y tuvo por hija a María Moreno, y que celebró nupcias en 1662 con Antonio García Moreno.

Obviamente la estrategia de la familia Moreno era clara, y a través de las diversas líneas que existían en el lugar, y que parece ser, procedían de una misma rama que las remontaba a los López-Moreno, iban remarcando su nombre, llevándoles a ser una de las más poderosas en sus días.

Esto dio como resultado el nacimiento de una destacada estirpe, que pensamos como hipótesis, pudo guardar alguna relación con la célebre familia de los Ximénez de Cisneros, pues siguiendo los tratados clásicos, se nos informa que don Antonio López casó con doña Catalina Ximénez de Cisneros, fruto de cuyo matrimonio nacerá doña Olaya López (vecina de Motilla del Palancar), y que casará con don Juan Saiz Moreno de la Plaza. Fruto de este matrimonio vino al mundo doña Juana Saiz Moreno de Cisneros (mujer de don Francisco Carrasco) y doña Catalina Moreno de Cisneros (mujer de don Juan López de Cardenete, y cuyo hijo será don Quílez Moreno de Cisneros, fundador de un importante vínculo).

Comprobamos como algo corriente la referida endogamia en la localidad de Buenache entre varias líneas del mismo apellido. Tratándose de una clara estrategia, en la que primos lejanos iban casando, y añadiendo las tierras que poseían, a los vínculos y mayorazgos ya existentes. De este modo se conseguía aglutinar un patrimonio agrícola remarcable dentro de un mismo bloque, que a su vez retroalimentaba el estatus del linaje.


Ejemplo de la endogamia entre los miembros del linaje Moreno de Buenache. Elaboración propia

En el caso del árbol genealógico anterior, sabemos por ejemplo que Bartolomé Moreno es sobrino del fundador del vínculo Fernando Saiz Moreno, así como que Sebastián Moreno funda otro vínculo, probablemente del patrimonio que acumula por la misma línea.

Sus lazos con los Ximénez acabaron siendo muy estrechos, de ahí que esta línea consiguiera que sus representantes enlazaran con nobles de la ciudad de Cuenca, tal y como sucedió con don Juan de Solana. Será gracias a los Ximénez-Moreno donde veremos la creación de la Cofradía del Cristo de la Viga. El referido hidalgo don Juan de Solana, era hijo de un padre del mismo nombre y apellidos, avecindado en Cuenca, casó en 1683 con doña Ana Ximénez Moreno, hija de don Alonso Moreno Hortelano y doña Juliana García. Los padres de doña Ana pertenecían a cuatro familias importantes (Moreno, Hortelano, Rentero y Cerrillo).

Línea destacada de la familia Moreno. Elaboración propia

Entre los nombres destacados de este linaje, tenemos al clérigo Miguel Moreno, fallecido el 8-12-1571, quien era hijo de Juan López Moreno y nieto de Juan López Moreno. Mandó enterrarse en la sepultura de su abuelo, y que se ubicaba en el coro de la iglesia de la localidad. Su madre era María Ramón Alonso, quien llegó a crear una memoria perpetua. Sabemos que de esta línea se intercalará en sucesivas ocasiones el apellido Moreno con el de Ramón, debido a que algunos hijos reclamaron de este modo la herencia que descendía de la línea familiar.

Otro personaje igual de interesante, fue el señor Miguel Moreno de la Fuente, quien falleció en 1623, y era hermano del anteriormente referido Fernán Saiz Moreno (marido de Quiteria Cano). Su padre era el señor Alonso Saiz, y entre sus mandas pidió un total de 460 misas, además de que se realizara una lámpara de plata de 30 ducados, y crear tres memorias perpetuas, fundando a su vez dos mayorazgos, y celebrar una fiesta cada año para el día de su onomástica. Uno de los datos que nos parece interesante es que entre los familiares que menciona en su partida de defunción aparece su primo hermano, el padre Pedro Ramón -clérigo-, por lo que la madre del referido Miguel (la señora María Moreno), era hermana del padre del cura, esto serviría para comprender las dos genealogías de Moreno que hemos adjuntado, ya que la línea de los López Moreno, viene a estar vinculada con la de los Moreno-Ramón, pues pensamos que podría proceder de dos matrimonios que en su origen eran los de Martín López Moreno y Quiteria Ramón, o en su defecto, del que podría ser su hermano Juan López Moreno, y que casó con María Ramón. De acorde a las hipótesis genealógicas, no sería descartable que ambos hermanos descendieran de un tal Juan López Moreno, y que sería de donde presuntamente procederían todos los miembros del linaje que estamos tratando en este apartado, encontrándonos ya a comienzos de los que sería el siglo XVI.

Línea destacada de los López-Moreno (apuntes genealógicos). Elaboración propia

Siguiendo la anterior genealogía, sabemos que por ejemplo María Ramón (fallecida en 1621), mandó el día de su muerte 264 misas, así como encargó una casulla y un manto de lino, además de dar al hospital de la villa una manta y una sábana de cáñamo, junto la creación una memoria perpetua. Otro de los personajes destacados de ese árbol, es el señor Pedro López Moreno y Moreno, fallecido en 1723 y que mandará un total de 500 misas, además de la generar otra memoria (con vínculo y patronato de legos).

Linaje Moya

Los Moya son otra de las grandes familias que integran el Buenache de los siglos XVII y XVIII. Vemos algunas líneas con hidalguía reconocida, como sucede en el cercano pueblo de Sisante, bajo la forma de Moya o Saiz de Moya.

Entre los miembros de Buenache apreciamos como una de las casas nos conduce hasta Valera de Abajo, y cuya descendencia se expande en este lugar. No será por ello casual que durante el siglo XVII el Santo Oficio tuviera en Buenache alguno de sus representantes, pues su efectiva proyección a nivel local, ya era una realidad, tal y como se desprende de la documentación que hemos ido consultando.

Respecto a los miembros, don Cosme del Castillo, establece matrimonio con Catalina de Moya, siendo velados en 1692, y de cuyas hijas Teresa y Ana María, una casará con un miembro de los López de Molina, mientras que la otra con un Saiz-Asensio (otra línea importante en la localidad, que retuvo durante varios años la alcaldía municipal).

En el momento de la llegada del Marqués de Ensenada, Francisco Antonio de Moya era el notario de la casa de la villa.

Otro caso muy interesante es el de una línea con descendencia cuyas raíces nos remontan hasta el siglo XVII al municipio alcarriense de Priego, procediendo del enlace de Julián de Moya y María de Taravilla. Una línea igual de importante aparece en el Cañavate, y que acabará asentándose en Buenache.

Linaje Muñoz

Otra familia destacada de Buenache, es la de los Muñoz, y que en ocasiones veremos cómo cambian su apellido bajo la forma Muñiz. Gozaron de enorme protagonismo durante los siglos XVI y XVII, de ahí que establezcan nexos con muchas de las casas nobles del entorno. En 1628 es alcalde de la localidad Diego Muñiz Hortelano.

Destacada fue sin lugar a dudas la línea de los Muñiz-Hortelano, y cuya raíz nos remonta hasta Mateo Muñiz, marido de Isabel Hortelano (el referido Mateo, era hijo de Mateo Muñiz -el viejo- y Sabrina Herráiz). Su hijo Pedro Hortelano Muñiz o Muñiz Hortelano, casa con Juana de Flores, y de ahí seguirá la descendencia.


Linaje Olivares

La familia Olivares era más que conocida en la zona de la Manchuela por su condición de caballeros hidalgos. Desconocemos por ahora el origen del linaje, pero de lo que no nos cabe la menor duda, es de sus sucesivos entronques con personas de la nobleza local.

De la misma forma que los Zafra o los Lara, presentarán continuamente un estrecho grado de parentesco con las élites municipales.

El apellido se intercalará de forma repetida, y en ocasiones con saltos de hasta dos generaciones en los que cuesta seguirle el rastro. Y es que aunque no llegarán a proyectarse con la misma efectividad que familias con un origen mucho más humilde y que luego conseguirían sacar rédito, este no fue el caso de los Olivares de Buenache, en donde si se les reconocía como caballeros, aunque sin acumular el excesivo protagonismo que sí tuvieron en otros enclaves.


Linaje Ordoño de Lara

Los Ordoño, Ordoño de Lara, Lara o en ocasiones mencionados como Ordóñez, son una familia de cuyas raíces desconocemos bastantes datos. Su origen lo observamos en el siglo XVI, cuando se nos mencionan a dos hermanos (Fernando y Juan), el segundo dejará una notable descendencia, y fallecerá en 1571, siendo marido de María Herráiz (hija de Cristóbal Herráiz), quien muere en 1588 y paga una cifra de 145 misas, número ciertamente remarcable, y más si tenemos en cuenta que durante esta centuria la cantidad media era menor a las que vendrán a posteriori, tal y como hemos presenciado en el estudio del pago de misas de Buenache. El caso de Juan de Ordoño nos interesa bastante, puesto que en su defunción manda ser enterrado en su sepultura, y que se halla ubicada en un lugar privilegiado (la Nave de San Agustín).

Intuimos que la familia Ordoño estaba bien posicionada, y que guardaba alguna relación en sus ancestros con el linaje de los Lara, de los cuales desconocemos también sus raíces, a pesar de que los Ordoño irán intercalando en generaciones posteriores el apellido.

Los hijos de Juan Ordoño y María Herráiz, nacen alrededor de la segunda mitad del siglo XVI, y será a través de ellos por donde irá surgiendo su descendencia con los apellidos Ordoño y Lara. Ese será el caso de Gabriel Ordóñez, Pedro Ordoño, Ana Ordóñez Herráiz y Catalina de Lara.

Linaje de la Parra

Otra de las familias importantes que veremos en la historia de la localidad son los integrantes del linaje de la Parra. Sobre sus orígenes poco o casi nada sabemos, sólo que desde el siglo XV ya estarían asentados en la villa, y ocuparían cargos destacadísimos, que les llevarían a controlar los puestos municipales del Santo Oficio, así como proyectar algunos de sus miembros en cargos relacionados con la iglesia, desde capellanías locales, hasta llegar a ser canónigos de la misma catedral de Cuenca.

En ese espacio de poder, donde sus componentes establecen relaciones matrimoniales con miembros de la nobleza local y comarcal, así como con integrantes de la burguesía rural, será como irá forjándose la historia de una familia, que por lo que respecta a Buenache, ya nos dejará diferentes líneas para la centuria del XVI, pero de la que creemos que no cabe la menor duda que guarda un mismo origen genealógico que nos remontaría a finales del Medievo.

Adjuntamos aquí dos genealogías, en donde se destacan algunos de sus representantes, y cuyas relaciones de parentesco han podido efectuarse mediante la información de los libros parroquiales del lugar. De ellos desprendemos la estrecha relación que existirá entre los Parra con los Rubio.
    
Línea destacada de los Parra (apuntes genealógicos). Elaboración propia

Entre los miembros más importantes de la familia, cabe mencionar a don Mateo de la Parra, familiar del Santo Oficio, fallecido en 1602 y que estaba casado con la hidalga doña Ana Laynez (pagó un total de 273 misas en el momento de su muerte). Luego estaría Bartolomé de la Parra (presbítero y Comisario del Santo Oficio), quien fallece en 1622 y se entierra en la sepultura de su madre, mandando un total de 400 misas. En su testamento dice que da su hacienda a Isabel Rubio, hija de Miguel García de la Parra. Efectúa varias mandas, entre las que destacan donaciones monetarias, además del pago de un frontal de altar para la ermita del municipio. Señalar que Luisa Parra fundó un vínculo y patronato con casa y varias hazas.

Línea destacada de los Parra (apuntes genealógicos). Elaboración propia
Linaje Pérez
A pesar de ser uno de los apellidos más frecuentes en la localidad, su historia en Buenache refleja datos de enorme valor, puesto que durante el siglo XVI los Pérez fueron una familia que gozó de un prestigio destacado y que en un futuro nos gustaría seguir investigando, en donde algunas ramas consiguieron ocupar puestos importantes, además de establecer enlaces matrimoniales con miembros de la burguesía local. Conocemos el caso de Alonso Pérez y Pérez, quien en el año 1587 aparece como miembro del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares.

En el expediente que se le realiza a Alonso, y que pudimos consultar años atrás en el Archivo Histórico Nacional (sección Universidades, 533, expediente nº4), nos encontramos ante un documento bastante denso, con una notable cantidad de información sobre personajes del Buenache del siglo XVI, puesto que son numerosos los testigos, y que recomendamos casi de obligada consulta, si se pretende conocer con un mayor detalle, la sociedad local de Buenache que vivía por aquellas fechas. En el mismo hallamos diferentes acusaciones, que nos hablan de ancestros y parientes que no eran limpios de sangre. Obviamente este tipo de declaraciones que podían dañar a la imagen del linaje, no serían lo suficientemente influyentes, ya que los miembros de la familia seguían preservando su estatus, además de seguir entroncando con personalidades muy prestigiosas del lugar, pues no olvidemos que con el linaje de los Parra y que estaba representando el Santo Oficio, mantuvieron diversos lazos sanguíneos.

Genealogía de los Pérez de Buenache (apuntes genealógicos). Elaboración propia

El bachiller Alonso Pérez (clérigo), falleció en 1599, y mandó un total de 400 misas, dejando una fiesta el día de San Gerónimo (nombre de su sobrino), además de mandar una misa de por vida semanalmente en su memoria. Éste se enterró en la sepultura de su madre, María Pérez, además de crear una capellanía y una memoria perpetua. Nosotros lo consideramos como una de las personas más influyentes y poderosas del Buenache de finales del siglo XVI, y es que no olvidemos que por aquellas fechas su familia era una de las más destacadas de la zona. Por otro lado, el primo de su madre, el señor Juan Pérez (marido de Catalina Pérez Pastor), también gozaba de buena posición. Murió en 1621 y creó una memoria perpetua, mandando ser enterrado en la sepultura de los Pérez, que era donde descansaban tanto los cuerpos de su padre como su esposa.

Otro personaje, aunque no perteneciente directamente a este linaje fue la esposa de Juan Pérez de la Parra, doña Ana Ximénez de Cisneros, quien falleció en 1741 y pagó 150 misas, además de crear una memoria perpetua.

Linaje Piqueras

Los Piqueras son otra de las familias destacadas de la burguesía rural de la zona. Desconocemos si guardan alguna relación con otros miembros del mismo apellido, que en la ciudad de Cuenca por esas mismas fechas eran integrantes del Santo Oficio. Sabemos que los Piqueras en Barchín del Hoyo eran una estirpe destacada, que tuvo un peso decisivo, en la disputa por el control de las tierras contra la casa de los Buedo.

Los Piqueras se hallaban en una buena posición económica, y de los mismos se expande la línea del apellido Utiel, y que radica a través del matrimonio entre Alonso de Utiel y Ana de Piqueras.

Conocemos información destacada de los mismos, y que se encuentra reflejada a través de un vínculo que fundó el señor don Fernando de la Parra, quien fue canónigo de la Iglesia y Catedral de Cuenca, así como del Licenciado Diego de la Parra, abogado de ella, y poseedor de ese vínculo, y que litigó contra Juan Verde y su mujer Ana García de Piqueras. Ambos casaron en 1654, y la referida Ana era hija de la señora Ana de Piqueras, quien en 1615 celebró nupcias con Benito García.

Además de los Utiel, vemos como los Verde son también otra de las familias que se adhieren a la línea de los Piqueras, pensamos que en un intento por querer integrarse en el sector de las élites municipales. Gracias al referido pleito, la memoria fundada por don Fernando de la Parra, tenía varias casas, así como un par de hazas y viñas, una de las cuales poseía 1000 vides, propiedad de Juan Verde Vallejo (el marido de Ana García de Piqueras).


Linaje Ramírez de Arellano-de Toro

De apellidos hidalgos sobradamente conocidos en la zona, no cabe la menor duda que el de los Ramírez de Arellano es uno de los más populares.

En el caso de Buenache, esta familia aparece de varias formas, intercalando el apellido de Toro, así como mayoritariamente dejando el Ramírez de forma aislada.

La raíz del mismo nos remonta hasta el municipio de Santa María de Campo Rus, en donde Francisco Martínez Ramírez, marido de Ana de Morales, dejará una numerosa descendencia que llegará hasta el día de hoy por el apellido Ramírez. De este matrimonio nacerán dos hijos, que serán quienes acabarán esparciéndolo (en ocasiones bajo la forma de sus abuelos los Ramírez de Arellano, así como de Toro y Haro-de Toro).

Francisco Martínez Ramírez -el mozo-, que en 1591 casa con Lucía de Montero y de la Orden, así como su hermano Juan de Toro Ramírez, casado en 1601 con Ana García (hija de Pedro Ximénez y María Pérez), son las líneas principales con descendencia en la localidad. El referido Juan falleció en 1626 y mandó un total de 223 misas.

Por lo que respecta a la de Juan, merecen interés las nupcias de Francisco Martínez Ramírez, quien las celebra en 1629 con Quiteria de la Orden. Luego tendríamos a Gregorio Ramírez, que casa en 1639 con Ana Martínez, así como Juan de Toro con Isabel Bautista Ramírez en 1627, y Pedro Ximénez Ramírez en 1628 con María Álvarez.

En el caso de Juan de Toro Ramírez y su esposa Isabel Bautista, intercalan en algunos de sus hijos los apellidos Ramírez/Ramírez de Arellano y de Toro hasta entrado el siglo XVIII.

No cabe duda del poder de la familia, si tenemos en cuenta que fueron grandes propietarios de tierras, además de ocupar algunos cargos destacados a nivel local. En su lugar de origen (Santa María de Campo Rus), fueron regidores, además de regentar el mesón del municipio, y poseer una familiatura del Santo Oficio.

Algunas de las líneas de los Ramírez de Toro de Buenache (genealogía familiar). Elaboración propia

Linaje Ramón

Los Ramón son una familia estrechamente vinculada con la de los Moreno, debido a que en su origen proceden de una misma línea en la que convergen ambos apellidos. Queda claro que aprovechando la situación de alianza con la línea de los López-Moreno, la familia Ramón desvinculará una parte del patrimonio, en forma de fundaciones, que en este caso para distinguir sus descendientes interesados en heredarlas, deberán siempre llevar su apellido.

De acorde a la información que hemos podido recabar, la familia Ramón comenzará aglutinando en dos líneas, parte de unos bienes agrarios, que irán transmitiendo durante generaciones.

Ya en el siglo XVI tenemos referencias alusivas a algunos de sus integrantes, como sucede con María Ramón (una de las representantes más destacadas del linaje, y que en 1621 casará con Mateo Pérez, procedente de una de las grandes familias de la burguesía agraria del lugar). El primo de María era Pablo de Santacruz, y el día de su fallecimiento mandó un total de 264 misas por su alma y demás.

Sabemos que María procedía de la línea que entronca con los Santacruz, ya que en su partida de defunción se menciona a Diego y Pedro de Santacruz. Esta línea se asocia con los Pérez, así como con los Gómez, debido a que su tío era Fernán Gómez, un personaje que ya hemos visto documentado en varias ocasiones en referencias de la época. La mencionada María distribuyó su patrimonio mediante la creación de dos memorias perpetuas, junto la fundación de un patronazgo de legos, en el que veremos cómo descendientes y colaterales, mostrarán con interés la relación genealógica que aguardaban con ella.

Otra representante de la familia será Ana Ramón, mujer de Pedro García Redondo, fallecida en 1634, y hermana de Bartolomé Saiz de Villora. Ésta mandó un total de 270 misas, así como varias fiestas con misas rezadas en honor de su memoria.

Linaje Rentero-Campos

Otra de las líneas que nos resultaría imposible de obviar, es la de la familia Rentero, y que en origen estuvo entroncada con los Campos.

La relación de este linaje, a través de María de Campos, resultará clave para comprender el vínculo sanguíneo que ambas estirpes establecieron. De dicha María nacería la descendencia de Diego Rentero, y sus sucesivas generaciones, por lo que muchas veces las veremos con el mismo nombre y apellido.

Esta María era hermana del padre don Domingo de Campos, clérigo de la villa fallecido en 1595, y que tuvo también por hermano a Juan Ibáñez de Campos (quien heredaría buena parte de su fortuna).

El citado Domingo fue todo un personaje con mucha historia, que mandó en su testamento celebrar 626 misas, además de realizar una casulla rojo-violeta para la iglesia, crear tres memorias perpetuas y dar limosna a los pobres el día de Nuestra Señora de la Concepción. No olvidemos que una de estas memorias era para socorrer a todas las descendientes de su familia que necesitaban ayuda económica.
Llegó a enterrarse en la misma sepultura de doña María de Andrade (la que fuera ni más ni menos que Señora de Buenache de Alarcón). La relación de Domingo con la aristocracia local era más que evidente, hasta el punto de que veremos cómo su hermano guarda lazos muy destacados con familias de este grupo social.

María de Campos apostó por la burguesía y la pequeña nobleza local, y a partir de ahí es de donde podemos seguir a la mayoría de representantes del apellido Rentero que encontramos en la localidad.

Tiempo después Pedro García-Rentero es poseedor de un vínculo que fundó el licenciado Diego Rentero de Campos, y cuyos bienes son una casa y bastantes hazas.

Linaje Reyllo

Los Reyllo son un linaje de hidalgos de los que ya hemos efectuado varias publicaciones, que nos recuerdan la posición destacada que alcanzaron dentro del ámbito de la nobleza municipal de Buenache, así como incluso en las tierras de esta comarca.

Sabemos que durante el siglo XVI hay una clara alineación de dos familias con los Reyllo, ese será el caso de los Castillo (también hidalgos procedentes de Castillo de Garcimuñoz), así como los Silva (que serán acusados de conversos), y que intercalarán el apellido de este linaje durante mucho tiempo en sus descendientes.

Tal fue el grado de poder de los Reyllo, que consiguieron establecer relaciones con los Señores de Buenache de Alarcón, además de incluso alcanzar el Priorato de Belmonte.

Genealogía de las líneas destacadas de los Reyllo (elaboración propia).

De entre los personajes citados en el árbol que adjuntamos, sabemos que el padre Rodrigo de Silva (clérigo) falleció en 1603, creando una memoria perpetua, y enterrándose en la sepultura de sus padres Bernabé y Estefanía. Tenía varias casas en el pueblo y destacó como una de las personalidades más conocidas del lugar. Arrastró acusaciones deshonestas, que parece ser nunca llegaron a perjudicarle. Su sobrino Diego de Reyllo fue familiar del Santo oficio, y cuando falleció en 1636 mandó un total de 300 misas, además de varias fiestas. Merece nuestra atención, la renta que dedicaban a los capellanes, como leemos en el testamento de don Pedro del Castillo y Reyllo, quien fuera canónigo de la Catedral de Cuenca.

Imposible de obviar es la figura de don Diego de Reyllo, quien muere en 1673 y manda un total de 2300 misas, además de dar una lámpara de plata a la iglesia y fundar una memoria para huérfanas. Creó un mayorazgo, y es el que ordena que se alce una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción. A ello hay que sumarle la creación de dos capellanías con cargo de 100 misas rezadas. En el testamento menciona a su sobrino don Pedro del Castillo y Reyllo.

Entre las mandas que se piden tenemos una imagen de bulto con retablo proporcionado para la dicha capilla que fundaron (con reja y puerta), así como un arca y cajones con dos cálices. A ello cabe sumarle un San José en un cuadro con un marco dorado, como también se manda realizar una campana de plata para la dicha capilla, además de dorar el retablo y la reja.

Añade que se intervenga en la bóveda de la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella. Así como que reitera que se dore y estofe el retablo. Esta tarea recaerá sobre el maestro Bernardo de Soria (vecino de Honrubia).

En cuanto al origen de la familia, averiguamos por la “Memoria del Nuevo Mundo. La Mancha y América en el Quinto Centenario”, de Pedro Miguel Ibáñez Martínez, como en la página 26 se menciona esta noble línea, informando de que las crónicas dicen que el linaje se ennoblece en la famosa batalla del Clavijo. Parece ser que el padre de Bernabé de Reyllo era don Francisco de Reyllo (capitán de caballos). Su bisnieto Juan de Reyllo (de oficio tundidor), casó con Agustina de Yuste y marchó a las Américas, donde dejaron una notable descendencia que acabó representando a la aristocracia del lugar.

Linaje Rubio

Ya desde los primeros siglos, la familia Rubio adquirió un peso destacado en el municipio de Buenache de Alarcón. De acuerdo a los datos que nos proporciona el expediente de finales del siglo XVI de Alonso Pérez Pérez, se dice de este linaje, que su origen se encuentra en la cercana localidad de Valera, siendo estos parientes de los de Buenache, considerándolos además como una de las principales familias de Valera.

Este dato no nos sorprende, si tenemos en cuenta que los Rubio entroncan con las casas más fuertes de Buenache.

Como ejemplo tenemos a Quiteria Rubio, quien en 1648 celebra sus nupcias con don Matías de Buedo y Ruiz de Alarcón. Dicha Quiteria era hija de Luís de la Parra y Catalina Martínez de la Parra, e invocó al apellido de su abuela materna (la madre de Luís), y que era Quiteria Rubio Martínez, casada en 1581 con Juan de la Parra, e hija a su vez de Pedro Pérez y Juana Rubio. La mujer de don Matías tuvo por tia-abuela a Juana Rubio, que se encontraba casada con el hidalgo don Andrés de Zafra.

Entre los personajes destacados, tenemos a Baltasar Rubio, quien llegó a ser procurador de la villa, y falleció en Granada durante 1584, siendo enterrado en el Hospital de Santa Ana de Granada. Creó dos memorias perpetuas y mandó 150 misas.

Otro miembro destacado de la familia fue María Rubio, fallecida en 1649, y mujer de Bartolomé Saiz (en segundas nupcias), ya que su primer marido era Pedro Cerrillo. Ésta pagó un total de 390 misas y creó una memoria perpetua.

Linaje Ruipérez

Se trata de un linaje bien posicionado en la localidad desde sus inicios, y que como se desprende de otros muchos, parece ser que en diversas localidades eran incluso reconocidos como caballeros hijosdalgos. Es el caso de la zona de Motilla del Palancar y algunas otras vecinas, en donde su adscripción al estado noble era indiscutible.

En el caso de Buenache veremos cómo su origen nos conduce a la línea de los Pérez de Ruipérez, fenómeno que en cierta medida complica averiguar el origen de su apellido. Durante los inicios del siglo XVI tenemos documentado a Juan Pérez de Ruipérez, marido de María Moreno. Uno de sus hijos fue Rodrigo Pérez de Ruipérez, y a través de él veremos como el apellido pierde en algunos de sus descendientes esta designación. Otros en cambio si deciden mantenerla, casando con familias destacadas, y que formaban parte del estrato burgués y nobiliario del entorno.

Los Ruipérez son mencionados también en el expediente de Alonso Pérez Pérez, en donde se cita a Rodrigo de Ruipérez, remarcando que su origen genealógico era limpio de conversos.

Linaje Saiz

El apellido Saiz aparece de manera repetida en multitud de documentación, nada extraño si además de su frecuencia, partimos de que sus integrantes mantuvieron cierto protagonismo en momentos puntuales de la historia de la localidad. Existen varias líneas que acaban cruzándose entre sí, y que debido a los saltos que se da con los apellidos, no sabemos en ocasiones si se adscriben a la misma familia. Siendo los más importantes aquellos que engloban los linajes de los Saiz-Carnicero, Saiz-Asensio y Saiz-Izquierdo.  

Los Saiz, Carnicero o Saiz-Carnicero, son algunas de las formas bajo las que podemos ver a los miembros de una misma casa que acabará entroncando con numerosos linajes de la nobleza municipal.

En el siglo XVI Pedro Saiz-Carnicero y María Saiz, tienen varios hijos, por un lado, conocemos la descendencia de Miguel Saiz, quien casa en 1589 y tiene por hijo a Miguel Saiz Carrión, a partir de quien nacerá la línea de Saiz-Carrión, y entre la que veremos diferentes integrantes. En el año 1677, falleció Pedro Saiz-Carnicero, hijo de Pedro y mismos apellidos. Éste creo una memoria y mandó el día de su defunción un total de 376 misas.

Igual de interesante es remarcar que la familia de los Saiz de Piqueras, está en origen vinculada con los Carnicero, fenómeno que apreciamos si seguimos la ascendencia de María Saiz de Piqueras, quien en 1655 casó con Pedro de Ontagas. Pues bien, ésta era hija de don Francisco de Barambio y María Saiz de Piqueras (casados en 1633), a su vez, nieta materna de Miguel Herráiz y Saiz, junto su esposa María de Piqueras (de donde se solaparía el apellido Saiz de Piqueras). Dicho Miguel y que casó en 1597, era hijo de Miguel Herráiz y María Saiz-Carnicero, así como nieto materno de Hernando Carnicero.

A los Saiz-Carnicero los veremos muchas veces entablar relación con los Saiz-Izquierdo, así como los Saiz-Asensio, puesto que todos pertenecían a un grupo social bastante similar.

No olvidemos por ejemplo que el famoso Antonio Saiz de Zafra Martínez-del Castillo, que entró en la Orden de Carlos III, era en realidad por línea recta de varón un Saiz, al margen de que él apoya sus informaciones en el linaje hidalgo de los Zafra por el peso que tenían para conseguir su reconocimiento nobiliario. Y es que Antonio era hijo de Martín Saiz de Zafra Martínez, nieto de Alonso Saiz de Zafra Montero, bisnieto de Martín Ordoño Saiz de Zafra, tataranieto de don Juan de Zafra, 4to. nieto de Francisco Saiz-Izquierdo (marido de María García de Zafra, y de donde nace la unión del apellido), 5to. nieto de Juan Saiz-Asensio (marido de María Hortelano Saiz) y 6to. nieto de Francisco Saiz-Izquierdo e Isabel Saiz.

Remarcar que a pesar de lo abundante y repetitivo que pueda parecer el apellido, pudimos leer en el expediente de universidades de Alonso Pérez y Pérez del Archivo Histórico Nacional, que éstos eran una familia limpia (no descendiente de judíos o conversos), que comparte su vecindad sólo con otras dos líneas del apellido. Remarcando que esas dos restantes eran venidas de fuera, procediendo de Esteban Saiz de la Herrada y de Sebastián Saiz-Tapiador. De ser correcta esta información, veríamos como hay una conexión genealógica más estrecha con algunas de las líneas que portan el apellido Saiz, independientemente del solapamiento que estas pudiesen llevar, probablemente por distinguirse unas ramas de otras.

Entre los alcaldes que descienden de estas líneas, vemos durante el siglo XVII, personajes como Fernando Saiz (1634, 1641 y 1642), Gerónimo Saiz (1644 y 1654), y Fernando Saiz Moreno (1659). No olvidemos tampoco que incluso los Saiz-Moreno, procedían de estas mismas familias, pues sus progenitores fueron Alonso Saiz y su esposa María Moreno.


Linaje Salonarde

Una de las grandes familias de la ganadería conquense fueron los Salonarde, una estirpe de gentes arraigadas a la economía rural, que supieron ver y conectar el negocio de las reses (a través de la venta de lana) con el aprovechamiento de la producción industrial que se podía ejecutar desde sus molinos, mediante la fabricación de papel.

Esta familia fue sin lugar a dudas una de las más importantes en cuanto al control de ganado a nivel provincial. Sabemos que Simón Salonarde, marido de Catalina de Xábaga (natural de Barchín del Hoyo), dejó una línea de descendientes que entroncaron siguiendo una clara política endogámica, en la que iban manteniendo y acaudalando un mayor patrimonio, que en generaciones posteriores les sirvió para desmarcarse de las clásicas familias de la pequeña nobleza rural.

Los sucesivos cruces entre primos, fueron una estrategia habitual, que veremos en las dispensas de Buenache de Alarcón. Probablemente muchos de estos matrimonios serían alianzas planificadas, y que una vez que consolidaron a la familia en la localidad, fueron con miras más ambiciosas, implantándose en un marco comarcal, mucho más extenso. La jugada fue perfecta, si tenemos en cuenta que pocas generaciones después consiguieron comprar una casa palaciega en el mismo casco central de la ciudad de Cuenca.

Obviamos genealogías ya publicadas sobre esta familia para no repetir contenidos, y que redirigimos para su consulta a través de los artículos de Las Salonarde, tres mujeres emprendedoras en Cuenca (siglos XVIII y XIX)”, así como, “Los Salonarde. Un linaje de la nobleza rural conquense vinculado con la trashumancia rural” -ambos en nuestro blog personal-”.

Lo que si nos gustaría incorporar, es otra genealogía, que refuerza una vez más el poder del que gozaban los Salonarde a nivel provincial. Y es que doña Quiteria Antonia Salonarde, tuvo dos nupcias. La primera de ellas con don José Clemente de Arostegui (en 1719), así como la segunda con don José Sancha de Ayala.

Sabemos por las referencias protocolarias que la mencionada doña Quiteria heredó de su suegra un pájaro de oro que iba introducido dentro de una jaula y que estaba guarnecido de esmeralda, además de distintos cuadros y una cruz de cristal con remates de filigrana de oro. Piezas de este calibre son una muestra del nivel de vida en el que se movían los integrantes de esta especie de aristocracia rural que atesoraba un ingente patrimonio.

Relación de los Salonarde con familias de la nobleza conquense (datos extraídos de Valentín Casco y Fernández, a través del testamento de doña Antonia de Cañaveras y Guadarrama de Alcázar).

Linaje Santacruz

Los Santacruz son una familia con una creciente importancia durante los siglos XVI y XVII. Tanto es así que controlaron alguna escribanía, además de alcaldías y cargos destacados del funcionariado municipal.

Sobre su origen hay muchas lagunas que desconciertan y que se esquivan en su genealogía. Ello se debería a un probable foco converso. Y es que otras familias con el mismo apellido (como sucede en el caso de la Alcarria), ya fueron acusadas de judaísmo, hecho que ayudaría a explicarnos algunos de los problemas y reiteradas dudas que nos acechan en torno a sus raíces.

Si fueron una familia judía, es entendible la posición destacada que ocuparon, así como las relaciones de parentesco que establecerán con los linajes más importantes de la localidad.

Parece que a más de uno de sus ancestros no le preocupaba las acusaciones que podían realizarle desde el Santo Oficio, fenómeno que nos indicaría en cierta medida una tranquilidad justificada por el peso que ejercían, y que como decimos, vemos reflejada en alguno de los testimonios que aparecen en la documentación de la Inquisición.

Ya en la primera mitad del siglo XVI, tenemos algunos personajes de interés, como Diego de Santacruz, Pablo de Santacruz, o la genealogía de Bartolomé que aquí adjuntamos.

No nos cabe la menor duda de que entre ellos existía un parentesco, que nos reduce a unir a todos como pertenecientes a un mismo linaje, que tendrá su llegada a la localidad entre finales del siglo XV o principios del XVI.

Hasta la fecha ignoramos si hay alguna relación con el poderoso linaje converso de los Santacruz que existía por esas mismas fechas en la zona de Huete y lugares anexos. No obstante, remarcar como curiosidad la existencia de una aldea, llamada Casas de Santracruz, y que también se ubica en la zona de la Manchuela, ignorando si también alberga relación alguna con miembros de esta estirpe.

Genealogía de la línea de los Santacruz-Sotomayor. Extraído del Legajo 358, nº5102 de Inquisición. ADC. Elaboración propia

Bartolomé de Santacruz (el marido de Isabel de Sotomayor), fallece en el año 1579, así como su hija Isabel en 1598. Su familia se convertirá en una de las líneas más fuertes que habrá en la localidad a finales del XVI, y ejercerán un enorme protagonismo a lo largo de todo el siglo XVII.

Sus relaciones con gentes que durante aquellas fechas estaban muy vinculadas con el clero (es el caso de los Pérez), les ayudó muy probablemente a consolidar su estatus dentro del marco municipal. Pensamos que algunas de las familias con las que establecen nexos sanguíneos, pudieron tener en algunos casos un pasado converso.

Linaje Silva

Nos encontramos ante un linaje de cuyo origen poco sabemos, ya que a priori su apellido es el de una de las grandes casas de la nobleza española, no obstante, nuestra hipótesis nos hace pensar en una estirpe conversa, que lo emplearía para evitar pruebas de su pasado genealógico. Este tipo de estrategias es muy empleado por numerosas familias con raíces judías, incluso algunas moriscas, que aprovechando una buena situación económica junto una movilidad del lugar de origen, permitían la integración y creación de un linaje, que en muchos casos podía llegar a proyectarse entre las altas esferas en cuestión de escaso tiempo.

Sólo hemos de ver cuál es el pasado genealógico de muchas de las grandes familias que compusieron el eslabón de la nobleza conquense, para hacernos una leve idea de en qué consistía aquel proceso.

Esta tesis parece reflejarse en la documentación vinculante con los Silva. Por un lado, nosotros hemos conseguido ascender hasta el progenitor de la familia, se trataría del señor Rodrigo de Silva, del que hasta la fecha desconocemos cualquier dato sobre sus antepasados.

Los hijos, nietos y biznietos de Rodrigo casarían con familias de la nobleza local como serán los Reyllo, Castillo…, esto obviamente permitió una proyección, que le dio cierto estatus al apellido en este pueblo.

Obviamente eran una familia con sus influencias dentro y fuera del lugar. Sólo hay que leer el proceso que se efectúa contra un miembro del linaje, con declaraciones más que deshonestas, añadiendo el aliciente de que eran acusados de ser conversos, para que luego no se procediera a efectuar ningún tipo castigo o pena.

Entre los representantes cabe destacar a uno de estos sujetos, concretamente el padre Rodrigo de Silva, clérigo fallecido en 1603 (acusado un año antes por amancebamiento, tal y como leemos en el legajo 355, del fondo de la Inqusición de Cuenca), que consiguió crear una memoria perpetua, y tuvo entre sus sobrinos a Francisco de Reyllo (clérigo también), así como a Catalina de Reyllo, esposa de Pedro de Artiaga, matrimonio este último de donde nacerá otro Rodrigo de Silva que volvía a invocar el apellido de la familia.


Linaje Valladolid

La familia Valladolid comienza a dejar su huella en la localidad de Buenache de Alarcón a partir del siglo XVII, momento en que aparece este apellido en los libros de la parroquia, así como en las anotaciones de los apuntes genealógicos que poseemos.

Poco sabemos por ahora de sus raíces, no obstante, lo que sí parece evidente, es que muchos de sus miembros se encontraban representando diversos de los personajes más destacados del Buenache del siglo XVIII. Circunstancia que comprobamos mediante sus testamentos, así como por los diferentes enlaces que realizan con otras familias de la burguesía local, tal y como sucede en la segunda mitad de esa centuria con los Barambio.

Su interés por proyectarse desde las primeras generaciones de su asentamiento queda patente a través del matrimonio celebrado entre Francisco de Valladolid con María García de Arribas, quien era hija del alcalde de Buenache, don Marcos de Arribas y su esposa Margarita López, naturales de la localidad y gentes de buena posición. Recordemos que su pariente Alonso de Valladolid casó en 1703 con la noble doña María de Villanueva. De estos dos últimos personajes sabemos que Alonso falleció en 1735, pagando un total de 500 misas, así como su esposa María lo hizo en 1744, con 1.102 misas. Cifras tremendamente exageradas, que a simple vista son indicativas del poder ostentando por ambas casas.

Linaje Ximénez

Otra de las grandes familias que veremos en la localidad de Buenache es la de los Ximénez. Sobre su origen surgen numerosos interrogantes que todavía no hemos conseguido esclarecer, como por ejemplo el de que algunos de sus miembros porten la forma Ximénez de Cisneros.

No olvidemos que en la zona de la Manchuela es más que conocida la existencia de algunas líneas descendientes de la casa a la que perteneció el célebre Cardenal, así como la relación que hay de ésta a través de los Muñoz en el mismo Buenache, no obstante, todo no dejan de ser meras conjeturas, que deberíamos esclarecer una vez que se puedan cruzar más datos.

Por ahora lo que sí sabemos es que hay algunos representantes de ésta, portadores de tal apellido, que destacaron notablemente en el municipio.

En nuestros apuntes los tenemos como los precursores de la fundación del Cristo de la Viga, además de tratarse de gentes relacionadas con familias de la nobleza conquense, y que van más allá de lo que era la escala de influencia local. Este será el caso concreto de doña Ana Ximénez Moreno, casada en 1683 con don Juan de Solana, hijo de don Juan de Solana -el viejo-, y ambos reconocidos caballeros hidalgos de la ciudad de Cuenca. La capilla que erigieron los Ximénez, poseía una imagen del Cristo de la Viga, y que fue dada por don Alonso Antonio de San Martín, Obispo de la ciudad de Cuenca (hijo natural, no legítimo, del rey Felipe IV y Mariana Pérez de Cuevas).

Sabemos que don Juan de Solana y su esposa Ana Ximénez tenían un oratorio privado, con una imagen de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y que quisieron donar a la iglesia del pueblo, junto con un largo listado de piezas, que se correspondían con la respectiva caja de la imagen, y que acompañaban con un bastidor, cortina y cenefa con encajes de plata negros de chamelote de agua azul, así como todas las alhajas para celebrar misa, a lo que se incluía dos frontales de altar, varias casullas, unos manteles con encaje, dos pares de corporales con su caja, dos amitos, un cáliz con patena, una cucharita de plata, tres purificadores, cinco tafetanes para cubrir el cáliz, una bolsa de corporales de damasco blanco (uno de ellos verdejo), un misal nuevo con cubierta, un atril de talla, un ara de jaspe encarnado de media vara en cuadra, otra de alabastro más pequeña, un sacra, un evangelio de San Juan, dos paños con altares, una campanilla, una caja en forma de libro para hostiario, otra caja dorada y jaspeada para introducir el cáliz, una cruz para el altar con una pintura del Cristo crucificado en la agonía, unas tijeras grandes para cercenar las hostias, un formón para hacer formas, un papel de oraciones del Amito, así como demás escrituras, entre las que había papeles del Ánima, matacandelas, una tarima para el altar y dos candeleros.

El período en el que los Ximénez gozan de un poder destacado, será especialmente a mediados del siglo XVII, momento en el que don Alonso Ximénez Moreno, casa en 1652 con doña Juliana García.

El referido Alonso era hijo de don Alonso Moreno e Isabel Hortelano, y empleaba el apellido Ximénez en alusión a su abuelo paterno Francisco Ximénez Martínez, casado en 1583 con María Ramón. Los abuelos eran a su vez hijos de Francisco Ximénez y Ana Martínez, así como de Antonio Moreno y María Lucas, respectivamente.
Esta línea de la familia es una de las mejor posicionadas, y en ella se evidencia la relación estrecha que los Ximénez guardaban con el linaje de los López-Moreno, a través de los que mantuvieron muchas más conexiones de parentesco, que fortalecieron mutuamente a ambas familias hasta entrado el siglo XVIII.

Recordemos como a finales del siglo XVII, el Licenciado Francisco Ximénez Moreno, posee vínculos y patronatos que fundó María Ramón, la mujer de Pedro Moreno. El referido Francisco pide que se pongan en la parroquia tres cuadros (uno de Nuestra Señora de la Asunción, y otros dos de San Pedro, uno de ellos para la sacristía que se había realizado nueva en la Parroquia).

Linaje Zafra

Nos resulta imposible cerrar este apartado sin mencionar la familia de los Zafra, de los cuales, gracias a un expediente de la Orden de Carlos III, sabemos que se les tiene por caballeros hijosdalgos de devengar 500 sueldos, tras el privilegio concedido a don Fernando de Zafra en 1479. El escudo que se le asigna a los Sainz de Zafra está compuesto por dos cuarteles, el primero en campo encarnado con un castillo de oro, mientras que en el segundo cuatro calderas en campo de plata.

El origen genealógico de esta familia nos remontaría hasta el siglo XV, momento en el que ya tenemos constancia de su instalación en este lugar.

Sabemos cómo durante la segunda mitad del siglo XVI, don Juan de Zafra casa con Ana Herráiz, fruto de este matrimonio nacerá Juan de Zafra Herráiz, quien en 1617 mantendrá nupcias con María Pastora. A raíz de ahí veremos muchos Zafras que guardan un parentesco, y en donde las intercalaciones de apellidos complican a veces su seguimiento. Del último matrimonio nacerá Magdalena García de Zafra, quien en 1650 casará con Francisco Saiz-Izquierdo, también de un linaje destacado, y cuyo hijo será don Juan de Zafra Izquierdo, casado en 1674 con doña Catalina de Lara y que nos conducirá hasta la línea de los Ordóñez de Lara.
El hijo de Juan y Catalina, invocará al apellido de su abuelo materno, de ahí que su nombre sea Martín Ordoño Saiz de Zafra, reconocido a su vez como caballero hijodalgo, y esposo de María Montero. Éste se encontrará mencionado en los repartimientos, padrones y elecciones de justicia. En el año 1714 nacerá su hijo Alonso Saiz de Zafra Montero, marido de doña Catalina Martínez de Olivares y de la Parra, y de donde nacerá en 1736 don Martín Saiz de Zafra, y cuyo hijo, Antonio Saiz de Zafra, bautizado en 1771, será quien conseguirá ingresar en la Orden de Carlos III, alegando el pasado noble de sus ancestros, a pesar de que el apellido Zafra en realidad no le recaía por línea recta de varón

Podríamos decir que la familia Zafra o Saiz de Zafra durante la segunda mitad del siglo XVIII, se les puede considerar como uno de los linajes más poderosos del municipio de Buenache.

V. Breves notas sobre los Señores de Buenache de Alarcón

Ya para finalizar, remarcar (y siempre desde nuestra modesta opinión), que los Ruiz de Alarcón son uno de los linajes más importantes que han existido en la zona de la Manchuela, debido al poder aglutinado, así como a la influencia territorial que fueron adquiriendo sus representantes con el trascurso de los siglos.

Hemos de destacar especialmente, el periodo que comprenden los siglos XIV-XVI, en los que la familia adquiere un protagonismo, que va más allá de las tierras conquenses.

El origen y leyenda de su pasado, nos conduce hasta la fase de la reconquista, durante la toma de la localidad de Alarcón, no obstante, debido a que nos movemos en fechas donde hay varias lagunas, no será hasta el siglo XIII, cuando podemos empezar a realizar un seguimiento riguroso de la familia, donde la casa de los Ruiz, comienza a destacar entre las élites de la zona de Alarcón.

Sabemos que en Buenache, los Ruiz de Alarcón celebraron diferentes actos religiosos, como bautismos, matrimonios y defunciones, ya que era normal y habitual en la localidad (aunque el Señor no residiera de forma permanente en el lugar), que éste dejara verse en momentos puntuales sobre su Señorío.

Desde el Señor Garci Ruiz de Alarcón y su mujer María de Peralta, son muchas las familias de la nobleza conquense que han controlado el Señorío, es el caso de los Toledo, Carrillo, Pareja, Pacheco…, no obstante, merece la pena remarcar que si algo realizaron los Ruiz de Alarcón, fue no perder el contacto con la zona, hasta el punto de que algunos de sus miembros llegaron a mezclarse con gentes de la nobleza local, muy probablemente como consecuencia de que al estar asentados desde tiempos lejanos, fueron surgiendo diversas líneas (denominadas con el apelativo de segundonas), en las que sus integrantes se instalaron en varios municipios. Esto permitió la proyección de las casas que se juntaron con ellos, como sucedió con el caso de los Buedo, Oviedo, Peralta y demás que se encontraban en un estatus social muy similar.

Hablando con Sebastián Hernández de Luján (estudioso de sus ancestros, y muy concretamente de los Alarcón), comentaba como en el área de la Manchuela existen dos grandes ramas de esta familia, cuyo origen se remonta a las primeras generaciones de su existencia en la zona, y que cada una revindicaba de forma diferente. Por un lado nos encontraríamos con el linaje de los Ruiz de Alarcón, así como por otro con líneas que empleaban heráldicamente las armas de los Alarcón-Ceballos, o incluso Ceballos de manera individual, siendo en realidad la misma.

En el caso de los Ruiz de Alarcón, su procedencia es la línea tradicional y más conocida que nos remonta hasta los caballeros de la localidad de Alarcón, que como decimos, la documentación verifica al menos hasta entrado el siglo XIII. Dese allí, la familia comenzó a adquirir grandes propiedades, como sucedió con Talayuelas y Valverde, estableciendo enlaces con gentes de la nobleza local, que poco a poco les valieron para conseguir renombre y una buena proyección, manifestándose en lo más alto durante el siglo XV.

Entre los datos de interés que hemos extraído relativos al primer libro de defunciones de Buenache, vemos que en 1580 fallece el presbítero Juan Pacheco, quien nacería cerca de la segunda década del mismo siglo. Se cree que fue un hijo ilegítimo del Señor de este lugar. Se enterró en la capilla de Santiago, puesto que era en la que la familia tenía su sepulcro dentro del templo, en donde todavía pueden apreciarse sus armas.

Poco después, en 1581, falleció doña Ana Manuel, viuda de don Martín de Alarcón (natural de Almodóvar del Pinar), mandando ser enterrada en la misma capilla que tenían los Ruiz de Alarcón. Recordar que Martín era hijo del III Señor de Almodóvar, Alonso Ruiz de Alarcón y Portocarrero, marido de María Ruiz de Alarcón, quien era hermana del V Señor de Buenache de Alarcón.

Ya en 1588 tenemos noticias del fallecimiento de don Diego Ruiz de Alarcón y Hurtado de Mendoza Pacheco, éste era marido de doña María de Andrade. Alrededor de mediados del siglo XVI nació su hermana Catalina Ruiz de Alarcón, y cuya partida todavía podemos leer en las viejas hojas del libro bautismo de la localidad.


Referencias documentales y bibliográficas:

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).