El entorno montañoso de municipios que hemos ido estudiando años atrás (tal y como sucede en el caso de Villarejo de la Peñuela y Piqueras del Castillo), son zonas de sumo interés, si deseamos interpretar qué funcionalidad desde el punto de vista económico, así como del ocio, pudieron tener para sus respectivos señores. Tengamos en cuenta que la actividad cinegética, fue uno de los entretenimientos que mantuvo muchas horas ocupados a este tipo de miembros de la nobleza local.
No sería mucho el especular que en lugares como Piqueras del Castillo, su señor, don Juan de Valencia, durante la segunda mitad del siglo XV, como otros miembros más de su familia, invirtieran de vez en cuando una parte de su tiempo libre en la realización de actividades cinegéticas, tal y como siempre se ha creído por la disposición del medio físico en el que se hallaban algunas de sus propiedades, como de la misma forma ocurriría con los señores de Villarejo de la Peñuela, en lo que será una parte del área adscrita a sus dominios particulares.
Sabemos que estas tierras estaban repletas de ciervos, jabalíes, corzos, cabras salvajes e incluso algún oso, además de lobos, y que por aquel entonces había a lo largo de la actual provincia conquense. Tengamos en cuenta que la caza era una actividad de enorme carga social, con mucho simbolismo, donde se movilizaba a un nutrido número de gente. Por aquel entonces, las armas no eran de fuego, a la vez que la estrategia y correcta dirección de una montería, era fundamental para que todo saliese bien.
Aquellos señores tenían en sus respectivos lugares una residencia, la cual podían emplear de forma esporádica o con mayor frecuencia. En el caso de Piqueras, sabemos que su torre era una edificación aprovechada por don Juan de Valencia, por lo cual entendemos que esta se hallaba mínimamente adecuada. Esto era contar con pieles de animales que forraban las paredes interiores, así como una chimenea que permitiese calentar alguna de las estancias.
Por norma general en las cacerías, las armas que se portaban a finales del medievo, eran lanzas, espadas, puñales, así como ballestas y arcos. Estos señores no iban solos, estando habitualmente acompañados por todo un personal auxiliar, entre los que había miembros de familias de confianza de aquel lugar o escuderos, quienes como en el caso de los señores de Piqueras, sabemos que fueron los Zamora en tiempos de don Juan. Aquellas gentes, entre sus responsabilidades, tenían la de llevar a los perros (indispensables para el desarrollo de la jornada de caza).
Los acompañantes también ejercían la función de batidores, quienes gracias al uso de un cuerno o sus voces, levantaban las piezas que el señor había de abatir.
Entre las especies animales que frecuentaban esta zona, estaría tal y como sucede a día de hoy el caso de los jabalíes, los cuales obligaban muchas veces a emplearse con lanzas largas y perros de agarre. Armas como la ballesta y la lanza era sin duda de las más adecuadas para cazar ciervos y corzos, ya que estos son animales ágiles y rápidos.
Las prestaciones de la ballesta tampoco podemos ignorarlas, ya que además de ser muy buena para el desempeño de la caza menor, en el caso de la mayor esta era igual de apta. Respecto las lanzas, como se ha indicado, además de las dos especies de animales citadas anteriores, esta también resultará muy práctica en las batidas contra jabalíes u osos, permitiendo así guardar una mayor distancia de seguridad, usándose tanto desde lo alto de un caballo como a pie. En esas cacerías tampoco podía faltar un tipo de lanza más específica: los venablos, una pieza corta con punta de hierro, muy usada en caza mayor.
Con este tipo de actividades, los señores de los lugares, además de entretenerse, reafirmaban su poder sobre la zona donde se hallaban, todo esto, sin olvidar que la caza era una actividad social bastante restrictiva, ya que no todo el mundo podrá practicarla, ampliándose como sabemos hacia la población, a partir de los siglos XVIII-XIX.
En el caso de Piqueras del Castillo, conocemos zonas aptas para este tipo de actividades, como ocurrirá con las peñas de don Juan. Estas se hallan en plena Sierra del Monje, entre Buenache de Alarcón y Barchín del Hoyo. Igualmente, en el caso de Villarejo de la Peñuela, disponemos de zonas montañosas que antaño al no ser aprovechadas como espacios agrícolas o ganaderos, pudieron servir también como espacio para la práctica cinegética.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Piqueras del Castillo y Villarejo de la Peñuela