miércoles, 1 de mayo de 2024

La masacre de la Vendée

Mucha gente desconoce que el primer genocidio de la historia moderna está directamente arraigado con la Revolución Francesa. Un episodio del pasado de Francia, que paulatinamente está comenzando a conocerse mucho mejor, debido a que no será hasta hace unas décadas, cuando saldrán a la luz diferentes trabajos, en los que se reflejará con testimonios escritos y pruebas de peso, muchas de las barbaridades cometidas contra una región del país galo, con motivo del levantamiento en armas de una parte de su campesinado.

El pueblo llano coaligado con la nobleza local y el clero de la región, acabó defendiendo las consignas religiosas, que los liberales estaban censurando por toda la nación, y que como sabemos, bebían de las políticas emanadas de aquella ilustración, que pasaban por desestructurar socialmente toda una población que estaba notablemente arraigada a su credo religioso, y donde para poder suprimirlo, el republicanismo arrasará con todo aquello que fuese contrario a los nuevos ideales.

Tengamos en cuenta que los cambios acaecidos durante esos primeros años desde el estallido del conflicto sociopolítico de 1789, no se habían traducido en ningún tipo de consecuencias o mejoras positivas que permitiesen manifestar un avance social y económico en buena parte del país. 

Mientras tanto, el discurso de odio hacia la iglesia francesa, iba extendiéndose como la pólvora, especialmente hacia el clero refractario, el cual como sabemos se opuso a jurar una constitución que omitía el valor de la religión.

A todo este escenario de fondo, hay que añadirle la resistencia de la población rural de la región de la Vendée. Para una parte importante de la cual, aquellas nuevas ideas de la revolución, únicamente se estaban traduciendo en más miseria, y poco después en ríos de sangre, con motivo de todo tipo de atrocidades cometidos contra sus habitantes, al efectuarse continuos crímenes contras menores, mujeres y gentes de todas las edades, simplemente, por ser habitantes de aquella región. 

Insignia portada por los realistas durante la guerra de la Vendée

Las fuentes escritas de la época son testimonios de una macabra realidad, que apreciamos en las referencias que se han conservado, estando un bien tiempo relegadas al olvido, hasta que finalmente, emergerán a la luz, gracias a un minucioso trabajo de investigación, que representará la base historiográfica de esta realidad oculta, y que radica en la tesis de Reynald Secher. 

Cabe recordar que durante el estadillo de aquella guerra civil, y extendida a lo largo de una serie de años entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios del área rural, se vivirán un amplio conjunto de trágicos desenlaces, en los que la represión y desproporción de las actuaciones por parte del bando liberal, fueron una tónica constante.

La persecución contra un sector de la población que defendía los valores tradicionales del catolicismo, además de su derecho al mantenimiento de sus costumbres, alcanzará una escala nunca vista hasta la fecha. 

Hay que pensar que la situación de miseria en la que se estaban viendo involucradas aquellas personas desde hacía mucho tiempo, se deberá contextualizar con la negativa de querer colaborar en las levas que los obligaban a luchar contra compañeros de idéntica corriente ideológica, además de como se ha indicado: la importancia que tenía para estas personas la preservación de su credo religioso, y que obviamente estaba en consonancia con el modelo tradicional de monarquía que hasta la fecha había imperado. No sería por ello un error el afirmar que la Vendée representaba un caladero de adeptos al movimiento de resistencia, y que paulatinamente se convirtió en una pesadilla y hueso duro de roer para los liberales franceses que desde París controlaban la nación.

Las consecuencias de aquella barbarie según algunas fuentes, se tradujeron en la muerte de más de 100.000 campesinos, incrementándose especialmente tras las carnicerías de las conocidas como “Columnas Infernales” del bando republicano, en donde ya nada se miraba. Los testimonios y fuentes históricas que se han conservado sobre estos trágicos sucesos, son realmente estremecedores. 

Por desgracia, como cuando se tratan todo este tipo de cuestiones, la polémica siempre está servida, de ahí que incluso encontremos un creciente número de investigadores que minimizan la letalidad de estas sangrías humanas.

Para el lector más curioso y que desee profundizar en esta cuestión, nos remitimos a la base del estudio donde se toca el núcleo de la temática: La Vendée-Vengé, Le génocide franco-français (del profesor Reynald Secher -1986-); o el interesante libro escrito en castellano por Alberto Barcena Pérez (2016): La guerra de la Vendée. Una cruzada en la Revolución, en el que se aportan datos preciosos que reflejan el desarrollo de un genocidio encubierto hace más de doscientos años atrás en las tierras de nuestro país vecino. 

David Gómez de Mora

viernes, 19 de abril de 2024

Los Collada. Una familia de hidalgos de las tierras de Huete

El origen del linaje Collada, sigue siendo hasta el momento una cuestión que no hemos podido profundizar. Lo poco que podemos decir, es que los Collada poseyeron una capilla en Verdelpino de Huete. Siendo esta casa una de las muchas destacadas, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Un momento de auge, que los consolidará dentro de la élite local.

Esto mismo ya venía ocurriendo desde tiempo atrás en la anexa ciudad de Huete, ya que allí los Collada a principios del siglo XVII, eran reconocidos como miembros del estado noble. Un dato que recogimos a través de una dispensa matrimonial, y que tuvimos la fortuna de consultar en el Archivo Diocesano de Cuenca, y de la que a continuación pasamos a describir las referencias más relevantes.


En este documento, se nos indica que Pascual de Aterido (hijo de Juan de Aterido y Catalina de Tomelloso), sellaba su alianza matrimonial en 1611 con Ana de Collada (esta hija de Francisco de Collada y Quiteria de Lara Aterido). Los abuelos de ambos (Juan de Aterido, por el costado de Pascual; así como María de Aterido, por el de Ana), eran hermanos, y por tanto, los contrayentes guardaban un nexo parental de primos segundos.

Esto evidentemente obligó a la solicitud de una dispensa matrimonial, en la que se justificaba entre otras razones que “sabe por causa de que la dicha Ana Collada, es hija de padres honrados y hijosdalgo, no tiene dote competente para que con ella se pueda casar”  otro mozo del lugar (ADC, 1611, fol.1), razón por la que los testigos justificarán que la boda entre primos, era poco menos que la única alternativa a la que se podía agarrar.

Los argumentos serán claros, cuando poco después se indicará que en Huete, Ana “no tiene dote competente para que con ella pueda hallar varón de su igual estado, calidad y condición con quien pueda contraer matrimonio, si no es casándola con deudo pariente suyo por consanguinidad o afinidad dentro del cuarto grado prohibido” (ADC, 1611, fol. 1-v). Con esto se incidía que ante la falta de un hombre que socialmente se pudiera asemejarse a su posición, la opción de su familiar era el mejor escenario.

Sabemos que Ana Collada era residente en el barrio de Santa María de Atienza, donde su familia tenía casa, lindando esta con la de los optenses Bartolomé de Villanueva, así como del hidalgo Bartolomé de la Calzadilla. No cabe duda que la presencia de estos apellidos, y los vínculos entre linajes como los Aterido y Lara, explicarán ese tipo de políticas cerradas entre miembros de una misma área residencial del municipio.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Verdelpino de Huete


Referencia:

*Archivo Diocesano de Cuenca. Dispensa matrimonial entre Pascual Aterido y Ana de Collada. Año 1611

jueves, 18 de abril de 2024

Apuntes varios sobre linajes de hidalgos en la localidad de Huete

La estratificación social en un enclave histórico como la ciudad de Huete, será algo fácil de percibir, habiendo por ello muchas familias con intereses por acrecentar su poder, tanto dentro del lugar, como en las inmediaciones de su área geográfica. Y es que el insertarse en el selecto grupo de la nobleza, dará pie al surgimiento de diferentes casas, que para demostrar su pertinencia a este sector, habrán de remontar su historia a gestas y relatos, muchas veces carentes de rigor, pero al mismo tiempo necesarios en un escenario que prácticamente demandaba este tipo de prácticas.

Es por ello que pasamos a recoger algunos de esos linajes allí afincados, y que tendrán en común el haber sido integrantes del estado noble o definirse como hidalgos.


Ayllón y Díaz de Montalvo

La presencia de linajes que arrastrarán un pasado converso, como ya se ha comentado en multitud de ocasiones, será algo normal entre los caballeros instalados en esta localidad. 

Un buen ejemplo lo apreciamos con los Ayllón. Una familia insertada entre la élite y la nobleza conversa optense, de la que emergerán nombres como Álvar Rodríguez de Ayllón o Blanca Rodríguez de Ayllón. 

Los Ayllón, arrastraban duras acusaciones del Santo Oficio, que no impedirán que acabasen ocupando la cúspide de la nobleza peralejera, así como a principios del siglo XVI, ser una de las casas bien aposentadas de Huete, estando mencionada en la obra Manuel de Parada (2019, 294) cuando cita como vecino del lugar a Alonso de Ayllón.

Otro linaje con un pasado religioso similar fueron los Díaz de Montalvo. A esta familia pertenecería el famoso jurista don Alonso Díaz de Montalvo, y sobre quien de nuevo Parada (2019, 127) menciona el hallazgo de su lápida, a través de una carta en la que se notifica la adquisición de esta pieza sepulcral en septiembre de 1872.

En los libros sacramentales de la población, apreciaremos que se marcarán algunas de las líneas del apellido Díaz y que podrían guardar relación con este linaje, pues sabida es la descendencia que dejará dentro de la ciudad con el trascurso de los siglos, en algunos casos también incluso bajo el apellido Montalvo.


Chacón

Ni que decir que todos los hidalgos no habían de arrastrar un origen converso, ya que simplemente gracias a un mejoramiento de su posición económica, estos podían alcanzar unas aspiraciones, que los llevarán a codearse con gente poderosa, y por tanto, insertarse entre los integrantes de la nobleza que aquí estamos comentando.

Esto lo apreciaremos con los Chacón y de quien Amor Calzas (facsímil, 1987, 90), indica que la familia “de los Chacones, que tantos hombres célebres ha dado, tuvo la casa solariega intramuros, en el callejón del Lavadero, hoy convertida en una tenería y huerto; y, últimamente, la casa de la calle de la Civera, núm. 13, que continúa en propiedad de su descendiente D. Vicente Cano Manuel. Las armas concedidas a esta familia fueron un escudo partido en cuatro, teniendo en el superior derecho dos lobos negros andantes en campo de plata; otros dos lobos en la misma forma en el opuesto; una flor de lis en campo azul en el superior izquierdo, y otra en el opuesto”.

Armas de los Chacón de Huete recogida por Amor Calzas


El caso de los Redondo

Otro ejemplo que cabe sumar a la lista, es el de un linaje del que pocos datos conocíamos hasta la fecha, y que Amor Calzas (facsímil 1987, 93) asocia como una familia también representante de la nobleza local: los Redondo. De estos, Amor aporta una descripción heráldica, extraída de los tradicionales tratados sobre blasones, a partir de donde describirá un escudo con un castillo, en cuya ventana superior asoma una dama con un par de leones, sobre una bordura con ocho veneras.

Armas de los Redondo (arte23.com)

El historiador optense (facsímil 1987, 93) añadirá que los Redondo de Cuenca, proceden de las sierras de Burgos, precisando más concretamente de un rico linaje de ganaderos, a través de "un descendiente directo de ella, que se estableció con la misma industria en Santillana, el que, a su vez, mandó otro suyo a la Motilla del Palancar, siendo este el origen de los de Huete y el de los de otros puntos de la provincia de Cuenca. Sucesos nacionales, cuyo relato omitimos por la naturaleza de este trabajo, hicieron desaparecer en esta familia el considerable caudal pecuario y efectivo en que consistía toda su fortuna y el porvenir de sus hijos, determinando en estos tal decadencia, que tuvieron necesidad de descender a ganarse el sustento con el trabajo manual, cosa tan amarga como honrosa para los que, descendientes de ricos, aceptan la pobreza y la remedian respondiendo dignamente a sus tradiciones, hasta que la Providencia dispone cambiar y trae al mundo un individuo que eleva su nivel y hace resurgir la desahogada posición de los suyos. Este individuo ha sido Don Vicente Redondo de la Plaza".


De la Peña y del Monte

Otras familias que serán citadas por Parada, y que veremos en algunas referencias del ámbito nobiliario son los Peña y los Monte. De los primeros, en verano de 1506, estos aparecen entre los hidalgos de la ciudad, siendo el caso de Miguel de la Penna (de la Peña) y Gerónimo de la Peña (Parada, 2019, 125).

Sobre los del Monte, sabemos que arrastraban un origen converso. Del mismo modo, sobre su genealogía, Parada (2019, 261) la trata con profundidad en un estudio referente a Fray Ambrosio Montesinos (Parada, 2002), en el que indica que este era “hijo de mosén Pedro del Monte, regidor de la Ciudad por su estado noble, joyero de la reina doña Blanca y escribano de Cámara por renuncia y traspaso de su padre el escribano público de Huete Pedro López del Monte, -del que se conocen escrituras del año 1423- , y merced del príncipe don Alfonso como Rey fechada en Olmedo el año 1467” (Parada, 2019, 261). 

Heráldica de los Monte de la tierra de Huete


Los Garrido

Los Garrido serán también otra de esas familias con una nobleza que afianzará su nombre. Veremos que el tronco originario de la línea ennoblecida procedía de la localidad de Mazarulleque. De estos, Parada (2019, 15) señala que “el apellido Garrido se conoció en la ciudad y comarca desde muy antiguo. Véase entrada a Fray Jacinto Garrido. De ellos fue doña Isabel Garrido, que casó con don Carlos Fernando de Austria, hijo natural de Felipe IV nacido en Granada en 1639 y que se crio en la Corte y en Flandes, sacerdote y canónigo de Guadix después de enviudar de su segunda mujer doña Francisca Díez de Labandero. Carlos Fernando declara en su testamento que contrajo un primer matrimonio en Madrid (que debió producirse entre 1657 y 1661) con doña Isabel, hija de don Alonso Garrido y de doña Isabel Muñoz, vecinos de Huete (Cuenca)”


Los Núñez de Guadalajara

En cuanto a los Núñez, quedan claros desde el primer momento sus orígenes conversos, a pesar de que estos intentarán difundir un discurso genealógico que les asociaba con una casa noble procedente de las montañas de León.

El relato histórico llegaba a vincularlos con caballeros de la espuela dorada que ya durante el siglo XIV acabarían siendo armados, llegando incluso a invocar un trato con el mismísimo Príncipe de Gales. No obstante, sabido era que desde el siglo XV, estos se hallaban perfectamente visibles en la tierra de Huete, sin tener nada que ver con ninguna de esas familias de la aristocracia europea, estando más bien cerca de las comunidades conversas, y que desarrollaron un flujo migratorio constante entre las tierras de Cuenca y Guadalajara.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Amor Calzas, Juan-Julio (1987). Curiosidades históricas de la ciudad de Huete y apéndice. Gaceta Conquense. Edición limitada y numerada, facsímiles de las ediciones de 1904 y 1930

*(de) Parada y Luca de Tena, Manuel (2019). Apuntes para una bibliografía sobre la noble y leal ciudad de Huete. Ayuntamiento de Huete. En: Huete.org, 582 pp.

jueves, 4 de abril de 2024

Estatus y poder. El ejemplo de doña Francisca de Alcázar y Medina

Remarcar la situación económica en la que se encontraba una familia, era importante en esa sociedad jerarquizada y clasista de la época. Es por ello, que los Alcázar de Verdelpino de Huete, no dudarían en dejar constancia de su posición, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XVII, punto de inflexión en el crecimiento social de este linaje, esparcido entre las localidades de Verdelpino de Huete y Caracenilla, y que ya había entroncado con casas de similar situación económica como los Medina.

El fortalecimiento que suponía asociarse con linajes que se insertaban dentro de un mismo núcleo de poder, era vital para mantener esas aspiraciones de medrar. No será por ello casual que los Medina, insertados dentro del Santo Oficio, viesen en los Alcázar (por aquellas fechas también vinculados con el mismo), una posibilidad que permitía retroalimentar un crecimiento recíproco de ambas casas.

Esto sin lugar a duda es lo que pensaría la familia de doña Francisca de Alcázar, cuando decidió dar un paso más, al sellar alianza matrimonial con una casa procedente de fuera de la órbita geográfica en la que se habían movido sus antepasados. Y es que después de Verdelpino y alrededores, la ciudad de Cuenca era sin lugar a duda por aquellos tiempos el enclave donde se hallaban los apellidos más granados de lo que hoy es su provincia.

Doña Francisca de Alcázar y Medina, fue la mujer del vecino conquense don Juan Ramírez de Mesa. Esta mandó redactar su testamento en el año 1688, solicitando que el día que falleciese su cuerpo fuese sepultado en el Convento de San Francisco de la capital conquense, justo donde estaba enterrado su primer marido, don Julián de Burgos.

La petición de misas fue muy grande, demostrando de esta forma la disponibilidad de bienes que poseía. Así pues, doña Francisca solicita “que se diga por mi ánima dos mil misas rezadas, dando limosna a dos reales y medio de vellón por cada uno y que se digan las quinientas misas en mi parroquia, y otras quinientas misas en el dicho Convento de mis santo padre San Francisco, y ciento cincuenta misas en el Convento de San Pablo orden de predicadores, y trescientas misas en el Convento de la Santísima Trinidad, y doscientas en el Convento de Nuestra Señora de la Merced, y ciento cincuenta en el Convento de Nuestro Padre San Agustín, y las doscientas misas restantes se hagan decir por sacerdotes de la dicha ciudad o fuera de ella, a disposición de mis albaceas” (AMH, caja nº14, fols. 77v-78).

Salta a la vista que Francisca quiso que los rezos por su alma se efectuasen en diferentes espacios religiosos, dejando de concentrar todas sus mandas en la parroquia de la localidad, o en alguno de los conventos de Huete, tal y como solían hacer algunos de los representantes de la nobleza local o labradores con recursos. Esto obviamente era una muestra más de esa distinción que la élite quería marcar respecto las familias bien aposentadas de su pueblo.

Por aquel entonces los Alcázar eran en Verdelpino entre los nativos del lugar, una de las familias más ricas, por no decir la que más. Un hermano de doña Francisca era el doctor don Juan de Alcázar, este cura de dicha localidad. Otro primo era Antonio de Sepúlveda, integrante de una casa de hidalgos que también veremos en la tierra de Huete.

Resulta interesante una mención que se recoge en el testamento de doña Francisca, en la que se especifica que “digo y declaro que por fin y muerte de Julián de Burgos, mi primer marido, se me dieron y adjudicaron cuatro manadas de ovejas para en pago y satisfacción de mi dote, las cuales se están hoy en ser con más de tres manadas de vacío que desde aquel tiempo hasta hoy se han aumentado, todo lo cual con los bienes muebles y alhajas que hay en mi casa son bienes propios míos libres” (AMH, caja nº14, fols. 78-78v). 

Tengamos en cuenta que la tenencia de animales, era uno de los recursos que reportaba beneficios cuando el número de cabezas iba más allá del consumo familiar. Entendemos que con el término de “manada”, estaría refiriéndose a un rebaño, no estipulándose la cantidad, aunque suponiendo que por cada uno de estos se incluirían varios centenares de ejemplares.

Entre las prendas que se citan, leemos un vestido de picote de Mallorca, además de otras piezas y que repartirá entre sus familiares. Igualmente no podían faltar los donativos y limosnas para la gente más pobre y necesitada, pues con esto quedaba claro su compromiso, como los actos positivos que iba efectuando de cara a la purgación de su alma, además de demostrar ante el vecindario, la capacidad económica de la familia. Y es que no debemos de olvidar que este tipo de acciones, además de la benevolencia y preocupación espiritual que arrastraba su práctica, también cabría incluirlas junto con la demostración de poder que significaba el poder llevarlas a cabo, puesto que obviamente, había un claro componente desde la perspectiva social.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Verdelpino de Huete


Referencia:

*Archivo Municipal de Huete. Protocolo notarial de Verdelpino de Huete, caja nº14. Años 1686-1692

viernes, 29 de marzo de 2024

Acerca de leyendas y monstruos conquenses

Si indagamos a fondo el folclore y el pasado de las tierras de nuestros ancestros, comprobaremos como todavía pueden rescatarse relatos de tiempos lejanos, que enriquecen ese corpus de leyendas e historias, que llegaron hasta los tiempos de nuestros abuelos, y que por desgracia seguimos desconociendo en buena medida.

Son diversos los sucesos que involucran a lobos, fieras y seres mitológicos, de los cuales hemos podido recopilar algunos casos, y que entroncarían con nuestro característico folclore nacional, por el hecho de que a estos los veremos presentes también en otras zonas del país

Buen ejemplo es el que nos ha llegado de la localidad alcarreña de La Peraleja. En este caso, desde siglos atrás se hablaba del “Bú”: un ser antropomorfo de gran tamaño, con aspecto de búho y unas temibles garras, que solía ir en busca de aquellos niños que no se comportaban de forma debida. Tanto es así, que los padres solían recordar a sus hijos cuando estos se alejaban de las calles del pueblo, del peligro que corrían en el caso de toparse con este.


El Bú (davidtebras.com)

Incluso a día de hoy, sigue habiendo una zona apartada del municipio, donde el relato indica que se encontraba la guarida de dicha criatura. Un fenómeno similar detectamos en Verdelpino de Huete, concretamente en una partida alejada del casco urbano, y que todavía recibe el nombre de Fierabrás.

Fierabrás era un caballero sarraceno, que al igual que el Bú, poseía una altura muy por encima de la media. Como el anterior, se decía que se llevaba a los zagales que no se comportaban de forma debida, o pretendían alejarse del lugar donde sus familiares les habían indicado que no se apartasen.

La historia de Fierabrás nos remonta al periodo bajo medieval, gracias a los cantares franceses, y de donde comenzará a extenderse su nombre. Pensamos como hipótesis, que será posteriormente y a raíz de las gentes venidas de esa zona, cuando su historia se extenderá en estas tierras.

Algo que no debería extrañarnos, teniendo en cuenta que en el medievo, hasta este lugar llegó gente procedente de la región de la Gascuña. Hecho que apreciamos en los nombres de enclaves como Gascueña, o la partida de los gascones, esta precisamente inmediata al término municipal de Verdelpino de Huete.

Fierabrás (Jehan Bagnoyon, BNF, 1497)

Sobre Piqueras del Castillo (en tierras más meridionales), veremos que las criaturas que se recordaban en las casas, se enmarcan en la línea tradicional, y que muchos seguramente habrán escuchado en sus hogares durante su infancia. En este sentido, Evelio Moreno nos habla del famoso “hombre del saco” y la “carajaina”. De esta última, los guachos decían que “solía esconderse tras la puerta de la escalera que subía a la cámara, o en el rincón del cuarto más oscuro”. Nuestro autor (2013, 111) la describe como “una suerte de arpía de diabólica cara, melena de medusa terrorífica e invisible, como las brujas (…) vieja y desdentada”.

El hombre del saco (diariodeavisos.com)

Por desgracia, no hemos podido analizar a fondo otros enclaves de la provincia, donde seguramente aflorarán muchas criaturas fantasiosas como las aquí descritas. Ahora bien, quisiéramos añadir a este conjunto, una que llegará a aparecer documentada hace varios siglos, a pesar de que quede fuera de la zona de estudio con la que habitualmente trabajamos.

Su mención la encontramos en los “Diálogos de la montería” de Luis Barahona, en los que se describe una criatura, que según el testimonio, llegó a cazarse y exhibirse, tras previamente haber sido abatida en la dehesa de la localidad conquense de Alcantud. De ahí que nos hemos permitido la licencia de bautizarla con el nombre de “la Bestia de Alcantud”, adjuntado el texto referente a la misma, donde se cuenta lo siguiente:

Porque a un cazador amigo nuestro y que todos conocemos, que se llama Alarcón, en la dehesa de Alcantud, en tierra de Cuenca, le aconteció un día andando a la chilla de conejos, hallar un animal o monstruo que también andaba cazando, del tamaño y cuerpo de un león y de su mismo color y pelo, y la cara de hombre y las orejas de gato, al cabo de las cuales le salían unos pelos a manera de cuernos muy altos y torcidos, y las manos de perro, y los pies de caballo y crines de buey, y la cola y ancas como de oso, porque las tenía llanas y con poca cola que casi no se parecía; y el modo que traía en cazar no era de menos admiración, porque venía levantado sobre los pies postreros, derecho el cuerpo y enhiesto, y andando con aquellos acercándose al chillido del cazador y abriendo con las manos el monte con tanta sutileza como lo pudiera hacer el montero más amaestrado y diestro del mundo. El cazador cuando lo vio se asombró extrañamente y entendiendo que era algún demonio, porque no pudo sospechar que fuese cosa del siglo; pero cobrando ánimo y encomendándose a Dios, cuando le vio dentro de tiro, le disparó el arcabuz, y dándole por la frente le tendió en tierra y después lo presentó a Don Bernardino de Cárdenas, el cual le hizo desollar y embutir en paja y le mostró a muchos hombres de España y extranjeros, y nadie supo decir qué animal fuese, y así le guardan como cosa de admiración” (Barahona, 356-357).

"Bestia de Alcantud" (autor)

Como bien saben aquellos autores que han estudiado tratados de caza o textos de esa misma época, el componente imaginativo será una constante, que dará pie a descripciones como la que hemos comentado, quedando en el aire muchas preguntas, que van desde ¿Qué hay de cierto en esta historia?, ¿si el tal don Bernardino que se cita en el texto, fue el III Duque de Maqueda?, ¿expuso ante el público aquel ejemplar tan inusual?, o si, ¿es posible que la descripción de la criatura, a pesar de los elementos poco concordantes desde el punto de vista biológico, partía de un relato inicial que paulatinamente se fue deformando?

No podemos negar que esta descripción puede guardar algunos paralelismos con varias de las narraciones de las "Bestias de Gévaudan", y que como sabemos se documentarán durante el siglo XVIII en el departamento francés de Lozère, en la región de Occitania. Las cuales, en realidad, hablaban sobre una serie de lobos, con unas medidas muy superiores a las que por norma general veríamos en un ejemplar corriente.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de La Peraleja, Piqueras del Castillo y Verdelpino de Huete


Referencias:

*Barahona de Soto, Luis. Diálogos de la montería: manuscrito inédito de la Real Academia de la Historia (1890), 486 pp. Biblioteca Virtual de Andalucía

*Moreno Chumillas, Evelio (2013). Crónicas de Piqueras, 531 pp., Bubok Publishing S.L.

miércoles, 27 de marzo de 2024

Los Albendea en la tierra de Huete

El origen del apellido Albendea, muy probablemente deba de relacionarse con la procedencia o vinculación en el pasado de alguna persona asociada a este municipio, y que como sabemos, se emplaza en el norte de la provincia de Cuenca.

A pesar de que a simple vista, el escaso conocimiento de la historia de las familias de esta comarca, nos lleve a pensar que los Albendea carecían de interés, nada más lejos de la realidad, estos en Huete ya estaban reconocidos como hidalgos, razón por la que veremos referencias de un Pedro de Albendea, citado por Manuel de Parada (2019, 295) como un noble más con los que contaba el municipio a principios del siglo XVI.

La importancia de los Albendea va incluso más allá del casco urbano de Huete, pues en una de sus pedanías, más concretamente en Caracenilla, florecerá una línea genealógica bastante bien apostentada, que partirá de Francisca de Albendea, quien al casar con Pedro Pérez, dejará una prolífica descedencia, con fundaciones, además de una buena posición social, cuyo apellido pasará a estar solapado como Pérez de Albendea.

En los tratados heráldicos, veremos como el escudo que se les asignará a los Albendea que decían tener un raigambre hidalgo, se ilustrará en campo azur con una sirena, que sostendrá un espejo de oro en una de sus manos, así como un peine del mismo metal en la otra, finalizándose en su parte inferior con unas ondas en plata y azur.

geneasud.blogspot.com

Si consultamos los libros parroquiales de Huete, a los Albendea los veremos enlazando con casas como los Cabildo a finales del siglo XVI, así como también en la parroquia de San Esteban, donde apreciaremos mayor cantidad de representantes, lo que se deberá muy seguramente a que esta es la parroquia con la que el linaje estaba más vinculado en la ciudad. Los dos representantes más antiguos que veremos en los libros sacramentales, son Pedro de Albendea y Juan de Albendea, quienes probablemente guardarían algún nexo con el Pedro citado unas décadas antes entre los miembros de la nobleza local.

Juan había casado con Catalina López, así como posteriormente con Isabel de Lorca en segundas nupcias. Por otro lado, leeremos el nombre de Pedro de Albendea, y que seguramente guardaría un parentesco muy cercano con Juan (ya que hemos comprobado que este apellido no era tan corriente en el vecindario optense), habiendo casado con Ana de Alcázar, y con quien tendrá varios hijos, que irá bautizando en la iglesia de San Esteban. Este será el caso de Quiteria en 1569 y Martín cinco años antes. Juan, el esposo de Isabel, bautizó en 1558 una niña llamada María, así como Catalina en 1562.

Al fin y al cabo, la familia de los Albendea, será una más que representará ese conglomerado de linajes de la pequeña nobleza, que al igual que los Romo, Arcas o Rincón, sin hacer excesivo ruido, veremos esparcido por diferentes lugares de la Alcarria, y que no siempre acabará revindicando una raíz o vínculo con la familia afincada históricamente en la principal ciudad, a pesar de que en origen estos pudiesen descender de un mismo tronco.

Su presencia en otros lugares de la zona es interesante el poder demostrarla, puesto que esta clase de familias de labradores hidalgos, jugarán un papel indispensable, que apoyado por linajes de la burguesía agrícola del entorno, darán forma a esos núcleos de poder, indispensables en el momento de radiografiar socialmente la gente del pasado, y así comprender el devenir de la economía de estas tierras, tanto a finales del medievo como en siglos posteriores.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Caracenilla


Referencias:

*Archivo Eclesiástico de Huete. Libro primero de bautismos de la parroquia de San Esteban de Huete.

*(de) Parada y Luca de Tena, Manuel (2019). Apuntes para una bibliografía sobre la noble y leal ciudad de Huete. Ayuntamiento de Huete. En: Huete.org, 582 pp.

lunes, 25 de marzo de 2024

Los Díaz de Montalvo y los Díaz de Cuenca de Huete. Hidalgos con raíces conversas

La presencia de judíos y moriscos en la ciudad de Huete, es una realidad que nos conduce hasta los tiempos del medievo, cuando entre sus murallas existían multitud de familias, que no sabemos en muchos casos desde cuando se asientan en el lugar, ya que con el trascurso de los siglos irán mutando sus apellidos.

Esta situación como en el resto de lugares del país, dará pie al surgimiento y afianzamiento de linajes, que de acorde a las exigencias y normas que promoverán la desaparición de las comunidades judías y posteriormente musulmanas, propiciará la inserción de aquellas que gozaban de poder dentro de lo que será la élite del lugar, aunque para ello hubiese de blanquearse o retocarse su origen familiar.

Prueba de este fenómeno serán los procesos de Inquisición, a través de los que el investigador, gracias al cruce de datos, podrá ir esclareciendo una realidad, oculta muchas veces hasta que se da con el documento deseado. 

Esto se puede producir, por mediación de los expedientes de la Inquisición, en los que a raíz de una averiguación y diferentes testimonios de la época, llega a aproximarse que hay de cierto o falso en la historia de una familia o un individuo.

Al respecto, en el presente artículo, nuestro interés radica en esbozar una serie de datos, que paulatinamente iremos profundizando, vinculados con algunas de las casas de esos linajes con presencia en la ciudad de Huete, y que gracias a su poder como disponibilidad de bienes, consiguieron efectuar una conversión religiosa que les resultó beneficiosa. Hecho que sin lugar a duda, les ayudará a insertarse como un nuevo linaje de caballeros, en el que ya no solo era importante el cambio de su nombre o apellido, sino también de una historia que ayudará a enaltecerlos, y de paso, evitar cualquier acusación que pudiese afectar a sus integrantes.

Pasamos, pues a comentar algunas cuestiones sobre dos linajes con presencia y poder en el Huete de los siglos XV y XVI: los Díaz de Montalvo y los Díaz de Cuenca.


Los Díaz de Montalvo

Si seguimos los relatos y tradiciones históricas que se vinculan con la figura del famoso jurista, oidor, corregidor y juez optense, don Alonso Díaz de Montalvo, veremos como las fuentes nos indican que sus orígenes se remontan hasta las tierras avilesas de Arévalo, desde donde se ha mantenido la versión de que una línea procedente de la noble casa de los Montalvo, acabaría trasladándose hasta la localidad optense.

Ejemplo de ello lo apreciamos en el trabajo de Juan José de Montalvo, cuando al tocar la cuestión del jurista, indica lo siguiente: “Línea de Huete - El capitán de la Guardia de don Enrique III, Gonzalo de Montalvo, víctima de las discordias entre la Reina viuda doña Catalina y el Infante don Fernando (el de Antequera), tutores del Rey don Juan II, fue desterrado de Arévalo y trasladó su residencia a la Villa de Huete, acompañado de su mujer doña Isabel Ortiz de Cuenca y de sus hijos don Alonso, Juan, Francisco y Pedro, cabezas de otras ramas, de las que sólo sabemos volviese a establecerse en la tierra de Arévalo la descendencia de don Juan. - El relieve histórico que adquiere el primero, después Doctor don Alonso Díaz de Montalvo, con sus numerosos trabajos y notables obras en favor de la unidad legislativa (de las que hablamos en otro capítulo), hacen resaltar esta importante rama del Viejo Solar Arevalense, enaltecido con la gloria de hijo tan ilustre” (Montalvo, 1928, 319-320).

Juan José de Montalvo (1928, 286) recuerda que Alonso era hijo de un capitán llamado Gonzalo de Montalvo y doña Isabel Díaz Ortiz, precisando que esta era hacendada de Huete, y, por tanto, aquello explicará ese vínculo entre la familia de nuestro personaje y la población conquense. Tengamos en cuenta de acorde a los datos comentado por el autor, que estos fueron víctimas de las desavenencias ocasionadas por don Juan II y los infantes de Aragón.

Si consultamos el legajo 4, y más concretamente el expediente 81 del fondo inquisitorial del Archivo Diocesano de Cuenca, leeremos un informe en el que se nos hablará de Juana González, quien fuera mujer de Juan de Montalvo, y acabaría siendo señalada con su familia por sus prácticas judías. Precisamente, en el mismo documento, aparecen los nombres de Elvira Díaz, y su esposo Alonso Díaz, es decir, los progenitores del doctor Montalvo. No teniendo estos nada que ver, tal y como se aprecia, con los que cita Juan José de Montalvo (1928).

Aunque los datos nos remontan a finales del siglo XV, resulta interesante el cruce de referencias de tipo genealógico, donde comprobamos como si al menos coincide el nombre de la mujer del doctor con la tradición histórica de la familia: Elvira Ortiz. Todo ello, sin olvidarnos del entronque que estos ya habían establecido con la casa de los Cuenca. Recordemos que don Alonso Díaz de Montalvo, celebró que se sepa tres matrimonios.

Si seguimos la obra de Manuel de Parada (2019, 569), el autor ya advierte de las raíces conversas de Alonso Díaz, precisando además los nombres de dos vástagos: Teresa Díaz y Martín de Montalvo. Teresa indica que casará con Álvaro de Alcocer (otro apellido estrechamente vinculado con la conversión religiosa como veremos), y de donde partirá la línea de su hija Elvira Ortiz.

La relación del apellido Montalvo con los Cuenca, la podemos presenciar en otro expediente (legajo 36, nº610), en el que aparece el nombre de Elvira de Montalvo, quien figura como esposa del bachiller Juan de Cuenca. Esta es tratada de hereje apóstata judaizante, indicándose además que sus padres son Juan de Montalvo y Juana González, es decir, la familia que aparece en el anteriormente referido legajo 4 (nº81). Sabemos que esta tenía una hermana llamada María Álvarez.


Armas de los Montalvo

El conocimiento que se tenía por parte del Santo Oficio conquense desde sus inicios sobre los orígenes religiosos de los Díaz de Montalvo, es algo evidente, tal y como por ejemplo veremos en las acusaciones que implican tanto al doctor Díaz de Montalvo como a sus familiares (fols. 44-45), declarando algunos testigos que la mujer de este “es confesa descendiente de judíos”. Hecho que se puede extraer del proceso contra Hernán Gómez (clérigo optense, en el expediente nº3384 del legajo 251 del ADC).

De este modo, tanto Elvira (procedente de la casa conversa de los Ortiz optenses), como el mismo Alonso, serán señalados de haber realizado el ayuno mayor de los judíos, junto otros ritos o ceremonias, que demostraban abiertamente su práctica con una religión que no era la cristiana. El documento invocaba a que la madre del doctor practicaba las leyes de la Torah, así como que se le indicó a una criada, que a este le guisase “adafina”, un cocido de garbanzos con carne de cordero, característico de los judíos sefarditas. Las acusaciones antisemitas también recaerán en familiares y descendientes, siendo el caso de Juan del Alcocer, otro linaje notable de la ciudad, señalado de converso.

Tengamos en cuenta que los Montalvo tendrán una serie de apellidos asociados a su genealogía, que como veremos la descendencia irá intercalando, y es que desde su hija Teresa, se dejará una prole con los apellidos Ortiz y el Díaz. Por otro lado Martín no iba a ser menos y casaría con otra mujer de familia hidalga y conversa, doña Constanza Rodríguez de Santacruz.

Siguiendo nuestras investigaciones a través de los libros parroquiales de la ciudad de Huete, apreciamos como en la iglesia de San Esteban, convergerán y no de modo casual, algunos de los descendientes de las líneas que conectan con el jurista, y por tanto, nos permiten acercarnos a un mejor conocimiento genealógico de estas casas de descendientes conversos, aposentados entre la élite municipal.


Los Díaz de Cuenca

Otra de las familias conversas que tuvieron una importancia destacada en el municipio de Huete, fueron varios de los portadores del apellido Cuenca, el cual como sabemos, estaba extendido desde finales del medievo por el lugar, asociándose con una de las principales líneas de familias conversas a la vez que reconocidas dentro del estado noble, dentro de esta zona de estudio.

Conocemos el expediente de Alonso Díaz de Cuenca, escribano de Huete, del que resultará absuelto, pero en cuyo proceso de investigación (legajo 32, nº549), se mencionan algunos de sus hijos. Es el caso de Pedro de Cuenca y Diego de Cuenca.

Precisamente, si analizamos los testimonios para las pruebas de ingreso en la Orden de caballeros de Santiago de don Juan Antonio de Parada (AHN, nº6223), veremos como se cita al referido Alonso Díaz de Cuenca, de quien al mismo tiempo se invoca otra genealogía, que interpone una generación más entre este y uno de sus hijos, aunque sin afectar al fondo de la cuestión, y es que igualmente, algunas de las familias que entroncan con estos, estaban asociadas con la conversión, tal y como será el caso de un integrante de los Alcocer, y cuyo padre tenemos constancia de que fue quemado por la Inquisición (Fernando de Alcocer), además de que la familia de Alonso Díaz de Cuenca, era gente relacionada como se ha dicho con los grupos conversos de la población,

Aun así, Alonso quedaría absuelto, por lo que se gestará un discurso, que incidirá en que este, a pesar de sus vínculos con un pasado religioso que poco tenía de cristiano, había sido reconocido como hidalgo, tras recibir el privilegio de exenciones propio de la nobleza, debido a la defensa de la ciudad durante los momentos de conflicto que inmiscuyeron a las tierras de Huete. Por ello a este se le distinguirá con las armas de la puerta de dicha localidad, como muestra de su fidelidad y compromiso con la corona. Todo este relato y que se recoge en el referido documento de la probanza de don Juan Antonio de Parada, se comenta que ocurrió durante los años cuarenta del siglo XV.


Armas de los Díaz de Cuenca

De la misma forma, nos parece interesante el testimonio que cita Manuel de Parada (2019, 121-122) cuando referencia un trabajo de Manuela Faccon (2009, 98), a través de un artículo, titulado “Nuevos datos sobre la tradición manuscrita íbérica de la Confessio Amantis Goweriana”, donde se da la siguiente referencia:

Hubo más de un tronco familiar de los Cuenca en la época medieval, en la ciudad homónima y en Huete. A este último tronco pertenecieron varios escribanos, como fue el Pedro de Cuenca ya nombrado, hijo de Alfonso Díaz de Cuenca, al que sustituyó en el oficio en 1489. En las actas y documentos municipales y eclesiásticos de la localidad se nombran al menos cuatro Juan de Cuenca: Juan Sánchez de Cuenca ‘el mozo’, veinte por el estamento de los caballeros, nombrado mayordomo de los adarves hacia 1430, y ya fallecido en 1441; Juan de Cuenca, escribano converso de la época de los Reyes Católicos, hijo de Diego de Cuenca y casado con la también conversa Elvira de Montalbo; el que se menciona en el pleito de 1496, junto con el noble Egas de Sandoval; Juan de Cuenca, casado con Catalina Ortiz, ya difunto en 1508; Juan de Cuenca, veinte por el estamento de los caballeros en 1517”.

De este modo, quedaba clara la presencia de varias líneas, entre las que estaba la del escribano ennoblecido apellidado como Díaz de Cuenca y que luego se transformará en Cuenca, junto otras tantas, y que como podemos comprobar, iban asociadas con la élite y nobleza de la ciudad.


Genealogía de los Díaz de Cuenca (AHN, 1676)

Ahora bien, cabe preguntarse, si no es demasiada casualidad, que durante la misma época, es decir, a mediados del siglo XV, en esta ciudad, por un lado tengamos a la familia del escribano converso, encabezada por Alonso Díaz (padre del famoso jurista), así como otro Alonso Díaz (también converso, y que se apellidará de Cuenca, ennoblecido gracias al papel e influencia desempeñado en este lugar).

Una cuestión que trataremos más adelante, pero que refleja el afloramiento de judíos, estrechamente asociados por vínculos parentales, como veremos con la casa de los Cuenca y los Montalvo, además del ennoblecimiento de diferentes familias en ese periodo, que de la misma forma que ocurrirá con los Santacruz unos años después, de acuerdo a las referencias presentadas por Manuel de Parada (2002, 45), reflejan esa fase de crecimiento e inserción social de representantes descendientes de conversos.

David Gómez de Mora


Bibliografía y fuentes documentales:

*Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición, legajo 4, expediente nº81.

*Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición, legajo 32, expediente nº549

*Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición, legajo 36, expediente nº610.

*Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición, legajo 251, expediente nº3384

*Archivo Histórico Nacional. Pruebas para la concesión del título de caballero de la Orden de Santiago de Juan Antonio de Parada y Graciano. Natural de Huete. Año 1676, expediente nº6223. Órdenes Militares, Caballeros de Santiago

*Faccon, Manuela (2009). “Nuevos datos sobre la tradición manuscrita ibérica de la Confessio Amantis goweriana”. Medievalismo en Extremadura: Estudios sobre literatura y cultura hispánicas de la Edad Media / coord. por Jesús Cañas Murillo, Francisco Javier Grande Quejigo, José Roso Díaz, pp. 95-106

*(de) Montalvo, Juan José (1928). De la historia de Arévalo y sus sexmos. Vol. I, Valladolid: Imprenta Castellana, 365 pp.

*(de) Parada y Luca de Tena, Manuel (2019). Apuntes para una bibliografía sobre la noble y leal ciudad de Huete. Ayuntamiento de Huete. En: Huete.org, 582 pp.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).