A una distancia de un centenar de metros del área urbana de Saceda del Río, apreciamos un conjunto de viviendas, que conforman un pequeño barrio denominado como La Solana. Esta agrupación de casas, se dispone sobre la falda sureste de una pequeña loma, que en su parte más elevada, alcanza los 967 metros de altura sobre el nivel del mar.
La construcción de caseríos aislados o haciendas como en el caso de las Fuentecillas, es un ejemplo que guarda ciertos paralelismos con lo que sería el origen de un “villarejo” (cuya palabra proviene del término villar <<un pequeño núcleo habitado>>). Una terminología que podemos asociar con espacios residenciales en origen formados por un conjunto de varias casas, que son al fin y al cabo, un testimonio de una forma de poblamiento, que con el trascurso del tiempo ha ido evolucionando.
Algunos de estos barrios se acabarían integrando con la trama urbana del núcleo poblacional, otros irían desapareciendo, o como sucede en el caso de Saceda, se mantendrán apartados del lugar al que pertenecen.
Cabe decir que en el pasado Saceda del Río incluso llegó a tener algún poblado adscrito a su término, tal y como nos informa el geógrafo Tomás López en el siglo XVIII, cuando comenta en su obra que por aquel entonces todavía eran conocidos los restos de un despoblado denominado “Palomarejas”, el cual se ubicaba en una zona cercana a la vega del río Peñahora.
Respecto al barrio La Solana, este antaño disponía de un pequeño manantial, cerca del cual se produjo la aparición de la imagen de Nuestra Señora de la Paz, y de la que las fuentes escritas ya nos recuerdan que contaba con su propia ermita.
Tengamos en cuenta que en el libro de defunciones de la localidad, se informa en 1682 tras el fallecimiento del Licenciado Francisco Vicente, que este entrega a su sobrino Diego Martínez 80 ducados, para que con la mitad de ese dinero “haga una capilla junto a la ermita de Nuestra Señora de la Paz, y en ella coloque la imagen de San Guillermo”, añadiendo que con la parte restante de ese dinero, este espacio se pueda reparar (AEH, fol. 72 v.).
Con este dato podemos saber que ya existía un lugar de culto a dicha Virgen, al menos en la década de los años ochenta del siglo XVII, indicándose al mismo tiempo que este debía repararse por el estado en el que se encontraba.
El nombre de La Solana también aparece en la documentación de tiempos pasados, así pues, si leemos las propiedades que se recogen en la capellanía que estaba fundada en el siglo XVII por el licenciado Juan López-Lobo, entre las diferentes zonas del término municipal, se mencionan “el camino de La Solana” así como el “Cerro de La Solana”.
Cabe decir que en el mismo documento se recoge otro topónimo alusivo a este tipo de espacios urbanos: “el barrio de la fuente”. El cual pensamos que pudo ser la zona que hoy comprende la calle de la Fuente, y que como sabemos se sitúa en la parte este de Saceda del Río.
Lo que si podemos detallar con mayor precisión, es el número de casas de cada uno de los habitantes que residían en este barrio de la localidad, gracias a un censo de población, elaborado entre los años 1857-1858, y que se halla presente en el Archivo Municipal de Huete.
En este documento se nos informa de que por aquellos tiempos, en la localidad había un total de 503 habitantes (265 hombres y 238 mujeres), precisándose que de los 265 varones, 129 estaban solteros, 119 casados y 17 viudos; mientras que en el caso de las mujeres, 101 eran solteras, 122 casadas y 15 viudas. La población por debajo de los 20 años, sumaba un total de 202 personas, es decir, un 40% del total de sus habitantes.
En ese momento, en la localidad solo se registra un religioso (nada que ver con las cifras de un siglo antes), además de la existencia de dos pobres de solemnidad. Y es que dentro de las limitaciones que existían en este enclave, veremos que el campo o la tenencia de un patrimonio agrícola, daba de comer a la gran mayoría de las personas.
De las 147 viviendas registradas en el municipio, 140 estaban habitadas, no habiendo ninguna de un piso, mientras que 42 poseían dos, y las restantes 105 una altura de tres plantas.
Otro dato que complementa este artículo, y que tampoco podemos pasar por alto, es un padrón de principios de los años treinta del siglo XIX, donde se especifica el lugar de residencia de cada uno de los vecinos, efectuándose una distinción por calles, que suman una cifra total de 468 habitantes (varias decenas menos como veremos respecto los datos de 1858).
En esos momentos, en la localidad había tres clérigos, por lo que detectamos esa trayectoria descendente de miembros del brazo eclesiástico en comparación con el siglo XVIII, y que irá decayendo a medida que avanza la centuria del XIX.
Respecto a la distribución del vecindario sacedero, veremos que este se divide en poco más de una media docena de áreas residenciales, siendo estas una calle denominada como del Palomar, la de las Torquillas, junto varias que existen todavía, manteniendo incluso sus nombres tradicionales (calle de abajo, de enmedio, de arriba, olmos y el barrio La Solana).
Si analizamos el repartimiento de los habitantes de acorde a estos viarios, veremos que el del Palomar y el de las Torquillas, albergan a un 6% y 9% respectivamente de los habitantes que vivían en la localidad durante los primeros años de la década de 1830. El sumatorio se completa con un 16% en la calle de arriba, un 6% en la calle de enmedio, un 7% en la calle olmos, y un 40% en la calle de abajo (que era donde se concentraba la mayor cantidad de vecinos). El porcentaje restante lo comprendería el barrio La Solana, que con sus 70 habitantes censados, representaba un 15% del total de la población, sin olvidarnos de un 1% residual procedente de la familia que vivía en el molino.
Para conocer un poco mejor que personas residían en las casas de La Solana, hemos trasladado los nombres de cada una de las familias que se citan en el referido documento, durante lo que serán los primeros años de la década de 1830. Estas en total suman 19.
Analizando por encima algunas de estas, apreciamos diferentes apellidos que al mismo tiempo irán apareciendo en el resto de habitantes que estaban afincados en la zona del casco urbano. No obstante, llama nuestra atención que además del cirujano (y que residía en este lugar), veremos también algunos representantes de la familia Rodríguez procedentes de Carrascosilla, sobre quienes sabemos que varios de sus componentes se dedicaron a la explotación ganadera, tal y como venían haciendo en su población de origen, puesto que ya ejercían de pastores. También apreciamos que estaban afincados en el barrio los integrantes del linaje Nieto.
El interés de algunos pastores por residir en esa parte de la población, estribaba en que en este barrio disponían de un mayor espacio para guardar el ganado, por no estar la residencia dentro de la zona urbana (donde este era más limitado), pudiendo así contar con corrales más espaciosos justo al lado de la casa en la que habitaban.
No olvidemos que antaño el lobo era una amenaza constante para el mantenimiento de las reses, de ahí que los corrales, y especialmente los apartados del área urbana, requerían de paredes altas que ayudaban a tener el rebaño más seguro, puesto que tanto estas criaturas como otras especies animales podían generar daños en este tipo de recintos.
Vecindario que residía en el barrio La Solana a principios de los años treinta del siglo XIX:
*Manzana nº12, nº1: Lázaro López (de oficio labrador), su esposa Bonifacia Gómez y dos hijos
*Manzana nº12, nº2: un matrimonio de jornaleros, donde aparece María Romero
*Manzana nº12, nº3: el tejedor Manuel González Alique, su esposa Luisa Nieto, así como su hijo
*Manzana nº13, nº1 y 2: el labrador viudo Gabriel Alique
*Manzana nº13, nº3: el matrimonio de jornaleros de la familia Vellisca-López
*Manzana nº13, nº4: el matrimonio de jornaleros integrado por Antonio Cantero y María García
*Manzana nº13, nº5: los tejedores Tiburcio González, su esposa Alejandra García (ella natural de Carrascosilla) y sus dos hijos
*Manzana nº13, nº6: el pastor Anselmo Rodríguez, natural de Carrascosilla, su esposa María Nieto (natural del barrio), y sus seis hijos
*Manzana nº14, nº1: el labrador Bernardo Nieto, casado con Manuela Muñoz
*Manzana nº15, nº1: el labrador Tadeo de la Fuente (viudo) y sus cuatro hijos
*Manzana nº15, nº2: el pastor de Valdecolmenas Braulio Ibáñez y su esposa Catalina Cantero de La Peraleja, junto sus dos hijos
*Manzana nº15, nº3: el jornalero Antonio Ballestero, su esposa Narcisa Arana y sus dos hijos
*Manzana nº16, nº1: el labrador Isidro Cantero y su mujer Josefa Jarabo de La Peraleja
*Manzana nº17, nº1: el labrador Agustín González, su mujer Jacoba de la Fuente, junto sus tres hijos
*Manzana nº17, nº2: la labradora viuda Leonor Rodríguez y sus cuatro hijos, entre los que estaba el estudiante Mateo Cantero Rodríguez
*Manzana nº18, nº1: el labrador Pedro García y su mujer Gregoria González, junto sus cuatro hijos
*Manzana nº19, nº1: el cirujano don Joaquín y su esposa Josefa Moraleja, ambos foráneos de la localidad (ella procedente de Villalba)
*Manzana nº19, nº2: el labrador Francisco González y su esposa María López
*Manzana nº19, nº3: siete miembros de la familia Rodríguez, dedicados al pastoreo y al campo
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Saceda del Río
Referencias:
-Archivo Eclesiástico de Huete. Libro de difuntos de Saceda del Río (1670-1738)
-Archivo Municipal de Huete. Saceda del Río, Ref. 74/6. Padrón de habitantes de 1832
-Archivo Municipal de Huete. Saceda del Río, Ref. 74/6. Censo de población de Saceda del Río. Años 1857-1858
-Biblioteca Nacional de España. López de Vargas-Machuca, Tomás (siglo XVIII). Diccionario geográfico de España, 870 hojas