viernes, 28 de marzo de 2025

El lobo en los alrededores de Villarejo de la Peñuela siglos atrás

La presencia del lobo sobre el entorno en el que se encuentra Villarejo de la Peñuela, es sobradamente conocida, en parte gracias a la toponimia del medio, recordándonos que su área geográfica, además de funcionar como un espacio de transición o confluencia entre la zona de la Serranía y la Alcarria, ha sido históricamente un entorno en el que el lobo estaba presente.

Para nosotros no cabe duda de la riqueza ambiental que albergará la franja de terreno que ocupa el puerto de Cabrejas, como del espacio montañoso en el que se integra. Un que nombre ya nos recuerda la presencia de un animal, que siempre ha sido preciado en la dieta del lobo, sin olvidarnos de esa buena disponibilidad de vegetación natural, formaciones rocosas y fuentes que existen en el lugar, y que siempre atrajeron a la especie a buscar en sus entrañas un punto en el que refugiarse.

La toponimia es uno de los mejores testimonios que todavía rememora las andadas del lobo por estas latitudes, esto lo presenciamos en la zona designada como de “La Lobera” en Villar del Horno, o la partida de Matalobos, en Torrejoncillo del Rey. Igualmente en el diccionario de Madoz, a mediados del siglo XIX, se recuerda que en Barbalimpia (T.III, 1846, 380) se “caza perdices, conejos, liebres, y también lobos, zorros y garduñas”, o en Abia de Obispalía (t.III, 1846, 118) “es abundante la caza de liebres, conejos, perdices y lobos”.

En Cabrejas, sabido era por nuestros ancestros que este cánido se movía con bastante frecuencia, no resultando un hecho extraordinario que en alguna ocasión se viesen por las afueras de Villarejo, buscando agua junto al arroyo que surca el municipio, o incluso llegar a adentrarse en las calles del pueblo.

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En la obra de Madoz (T.V, 1846, 54) llega a precisarse que en Cabrejas “algunos lobos y zorras hacen bastante daño”. En Mota de Altarejos por ejemplo se cita que hay “caza de liebres, conejos y perdices y animales dañinos, como lobos, zorras y gatos monteses” (T.XI, 1848, 624).

Otra de las preocupaciones que tenían en la mente nuestros antepasados, era la de ser mordidos por este cánido, especialmente si padecía la rabia. Es por ello que no serán pocas las historias que relatarán este tipo de sucesos a lo largo del país. Por norma general, la gente era sabedora de que en la mayoría de ocasiones, recibir una mordedura por una criatura que tuviese esa enfermedad, solía acarrear un trágico final.

Esto obviamente ayudará poco a que se modificase esa imagen negativa, que ya de por sí se tenía del lobo, a la que cabía sumarle un amplio conjunto de dichos y supercherías, como la que recordaba la trasmisión del temido mal de ojo, el cual se creía que podía producirse cuando este se encontraba cara a cara con una persona.

Al mismo tiempo, veremos como en el mundo pastoril, habrá preferencia por determinadas razas de perros, entre las que sin lugar a duda el mastín será una de las más queridas. No olvidemos que además del daño a las reses, el lobo era un gran competidor, que se alimentaba de las presas salvajes que muchas veces eran buscadas por los campesinos o cazadores, quienes ansiaban hacerse con una pieza con la que llevar comida a casa, incrementado por ello todavía esa tensión entre la especie humana y el animal.

Tengamos en cuenta que la explotación del medio, en puntos donde la vegetación natural se había ido reduciendo (en aras de una ampliación de los terrenos cultivados), propiciará que el lobo hubiese de acercarse mucho más hasta las inmediaciones de la localidad, así como en corrales, donde sabía con garantías que contaba con una fuente de alimento. Es posible que esto nos ayude a explicar porque algunos lobos llegaron a verse por dentro de las calles en su etapa final, tal y como nos relata la tradición oral en el caso de Verdelpino de Huete.

Sin lugar a duda, las políticas de caza que se establecerán en el país hacia la especie en el siglo XVIII, y especialmente en la centuria siguiente, reducirán drásticamente el número de ejemplares, hasta el punto de llevarlos a su extinción en toda esta región.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela


Referencia:

*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. 16 volúmenes

sábado, 22 de marzo de 2025

La ermita de la Inmaculada Concepción de Caracenilla

Uno de los edificios más emblemáticos de la localidad de Caracenilla, es sin ninguna duda su ermita dedicada a la Inmaculada Concepción. Esta se encuentra en lo alto de una pequeña elevación, justo a las afueras de esta pedanía optense, y que como otras varias que antaño se fueron alzando en el lugar, son un fiel reflejo del peso que la religión y las tradiciones católicas han ejercido en la vida de nuestros antepasados.

Si analizamos este tipo de construcciones, sabemos que en Caracenilla ya existían otras varias, como la dedicada a San Agustín, o la de San Pedro, y que Madoz 0 indica a mediados del siglo XIX que se halla en estado ruinoso, citando también de paso a la que dedicamos este artículo: 

“sobre un cerrito hay una preciosa ermita (Las Ánimas) edificada en el presente siglo a expensas del mismo Sr. Canónigo, otra (San Pedro apóstol) en estado ruinoso, una fuente de buen agua dentro del término...” (Madoz, T.V, 1846, 513).

La ermita de la Inmaculada Concepción de Caracenilla está edificada en el mismo lugar que una ermita anterior. El edificio actual, fundado por el canónigo José Joaquín de León Gascueña, fue inaugurado en 1802. De estilo neoclásico, esta construcción fue obra de Mateo López Martínez.

Ermita de la Inmaculada Concepción de Caracenilla. Imagen de Ana López de Atalaya

Si la contemplamos desde el exterior el edificio tiene una forma cuadrangular, de la que solo sale, en la parte superior, el cimborrio. Todo el conjunto, excepto este cimborrio que alberga la cúpula en su interior, está hecho de sillería. Por lo que respecta a la fachada, esta se compone de un pórtico con tres puertas hechas mediante arcos de medio punto, las cuales dan paso a la galería o porche propiamente. 

La fachada está flanqueada por dos pilastras que recorren toda la superficie del muro hasta el alero de la cornisa. Una faja horizontal de piedra a modo de imposta divide esta fachada en dos: la parte inferior, donde se sitúan las tres puertas de acceso y, por otro lado, la parte superior, donde se abre una hornacina cegada y una ventana central. Dicha hornacina está flanqueada por pilastras con capiteles lisos y un friso en la parte superior. Pegados a esta hornacina y embebidos en el muro hay dos aletones. Encima de ella se abre una ventana que, al igual que el resto de los vanos laterales (uno en cada exedra del crucero) se construyen en forma de arco escarzano o rebajado. Por último, el tejado está rematado por una espadaña para albergar la campana que responde al mismo planteamiento que la decoración de la hornacina, aunque con mayor decorativismo. Esta está decorada con pilastras dóricas a ambos lados del vano y un friso superior hecho a base de triglifos y metopas. La parte superior de esta estructura la corona un frontón triangular. A ambos lados de la espadaña se disponen dos aletones.

En el interior, la ermita presenta una planta de cruz latina elaborada a base de bóvedas con lunetos, un coro alto en los pies y una cúpula sobre pechinas situada en la cabecera del templo. El recinto está ordenado en base a pilastras jónicas que se alzan en las esquinas de los muros (algunas de ellas embebidas en la pared) y en los arcos torales, en donde descansa la cúpula. A estas se sucede el entablamento con arquitrabe, friso liso y cornisa.

Imagen de Ana López de Atalaya

El friso que recorre la circunferencia de la cúpula es de orden dórico: por ello está decorado con triglifos y metopas con una flor. El interior de esta se decora en ocho secciones y un remate vegetal en el centro. Debajo de la cúpula se sitúan las pechinas, que son unos triángulos que permiten pasar de un espacio cuadrado a uno circular. Estas pechinas están decoradas con tondos que contienen relieves pintados, los cuales representan algunos de los símbolos de la Virgen. 

Los que vemos aquí son: la fuente de aguas vivas; el pozo; la fortaleza y el ciprés, y evocan las letanías procedentes del texto bíblico “El Cantar de los Cantares”, aludiendo a la virginidad de María. Se cree que estos elementos empezaron a complementar las representaciones iconográficas de la Virgen “Tota Pulchra” desde principios del siglo XVI, aunque dichos símbolos, propiamente, tienen un origen medieval. Según Manuel Trens, la Biblia pauperum del siglo XIV, “constituye el primero de los grandes libros tipológicos.”1 Lo mismo ocurre con el Speculum humanae salvationis (también de mediados del siglo XIV), que remarca alguno de estos símbolos.

Imagen de Ana López de Atalaya

Posteriormente se desarrollaron en otros escritos como son, por ejemplo, las “mariologías”, que en principio eran composiciones en forma de textos y luego pasaron al arte plástico, donde María aparecía rodeada de estos elementos.2 Los grabados empezaron a distribuir este tipo iconográfico de la Virgen junto con los símbolos lauretanos, que es así como se denominan, y que luego se traspasarían a la pintura. 

Así pues, en el caso de la ermita de Caracenilla, aparte de tener la representación de la Inmaculada Concepción en el retablo principal del altar mayor (que es una evolución tipológica de la Tota Pulchra), los símbolos se han transpuesto a la propia arquitectura. Concretamente en las pechinas de la cúpula. Allí se esculpieron, como hemos apuntado anteriormente: la fuente; el pozo; la fortaleza y el ciprés.

La fuente es la “¡Fuente de los jardines, pozo de aguas vivas, que fluyen del Líbano!” (Cantar de los Cantares: 4,15). Esta fuente nacía al pie del Árbol de la Vida, dividiéndose luego en los cuatro ríos del paraíso terrenal.3 Dicha fuente es una alegoría a la fecundidad femenina, y, relacionado con María, es un elemento vivificador y purificador, pues de su maternidad divina ha brotado la verdadera vida: Jesucristo.4

El pozo es también un símbolo de abundancia y de fuente de la vida. Según el Cantar de los Cantares: “…pozo de aguas vivas” (Cantar de los Cantares: 4,15). Y, relacionado con la anterior, es la misma metáfora que alude al agua vivificadora que concede a la humanidad la salvación.5 Según Chevalier; “El pozo de Jacob, del que Jesús dará de beber al samaritano, tiene el sentido de agua viva y surgente –bebida de vida y de enseñanza– tal y como lo hemos expuesto en la fuente”.6

El tercer símbolo, aunque a veces se puede confundir con otras de las letanías lauretanas que se representan con formas arquitectónicas (como la ciudad o la Puerta del Cielo), creemos que puede ser el de la fortaleza o, lo que es lo mismo, la Turris Davis cum propugnaculis, es decir, la Torre de David con baluartes.7

Por último, también aparece representado el ciprés. Este árbol hace referencia al pasaje que dice: “He crecido como cedro del Líbano, como ciprés en las montañas del Hermón” (Eclesiastés: 24,13) el cual, por sus características recuerda a la inmortalidad y la Resurrección. Gracias a su longevidad y a que es un árbol de hoja perenne se le llama “el árbol de la vida”.8 La verticalidad de este árbol también hace alusión al tránsito hacia el cielo. Aplicado a la Virgen significa que ella se mantuvo firme e incorruptible ante el pecado, según Peinado.9

Por lo que respecta a la decoración mueble del entorno hay que destacar tres retablos. El del altar mayor, que está dedicado a la Inmaculada Concepción (titular de la ermita) y san Antón.

Imagen de Ana López de Atalaya

El retablo central está dedicado a una pintura de la Concepción. Este cuadro aparece flanqueado por pilastras de orden corintio a los extremos, y dos columnas exentas del mismo orden, las cuales sustentan un entablamento que, a su vez, da paso al ático. En esta parte se representa una pintura de san Antón, con la iconografía característica, franqueado por pilastras lisas y un entablamento.

El mismo esquema se repite en los retablos laterales, aunque estos carecen de ático. Únicamente disponen espacio para la imagen del titular. Ambos retablos también se decoran con pilastras y columnas corintias flanqueando la imagen central, como el de la Inmaculada, pero, en cambio, al carecer de ático se rematan con frontones curvos.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Caracenilla



10 Glosario:

Imposta: Faja o moldura horizontal, pasada a la altura de cada piso en la fachada de un edificio.

Aletón: Elemento de la fachada, habitualmente con forma de volutas, que une dos pisos de distinta altura y anchura disimulando el desnivel.

Triglifo: Elemento arquitectónico en forma de rectángulo saliente surcado por dos canales y un medio canal en cada lado, que decora el friso del entablamiento dórico desde el arquitrabe hasta la cornisa.

Metopa: Espacio cuadrado que hay entre dos triglifos en el friso de un entablamiento dórico.

Luneto: pequeña bóveda en forma de medialuna definida por un arco vertical y la intersección con una bóveda de cañón. Normalmente sirve para abrir una ventana en la bóveda de cañón.

Toral: Arco que se dispone de manera transversal a la bóveda para ceñirla como elemento de refuerzo.

Pechina: Cada uno de los cuatro triángulos curvilíneos situados entre los arcos torales, sobre los cuales descansa directamente el anillo de la cúpula.

Entablamento: Elemento arquitectónico horizontal sustentado por columnas, arcos o muros que sirve a su vez como sustento de la cubierta, aunque también puede ser decorativo. Es característico de la arquitectura clásica y consta de cornisa, friso y arquitrabe.

Arquitrabe: Parte inferior del entablamento que actúa como dintel.

Friso: Franja corrida horizontal con decoración, aunque en arquitectura se refiere específicamente a la franja intermedia del entablamento clásico, entre la cornisa y el arquitrabe.

Cornisa: Moldura horizontal que sobresale del muro. Se sitúa en la parte superior del entablamiento.

Tondo: También llamado medallón, es un adorno circular rebajado en un paramento que sirve para albergar pinturas o esculturas en su interior.


Referencias:

MADOZ IBÁÑEZ, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. 16 volúmenes

1 TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, Madrid, Plus Ultra, 1947, p. 150.

2 PEINADO GUZMÁN, José A., “Simbología inmaculista, letanías lauretanas e iconografía”, Archivo Teológico Granadino, 75 (2012), pp. 167-190; 170, siguiendo a TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, op. cit., p. 152.

3 CHEVALIER, Jean, y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Herder, 1999, p. 515.

4 PEINADO GUZMÁN, José A., “Simbología inmaculista, letanías lauretanas e iconografía”, Archivo Teológico Granadino, 75 (2012), pp. 167-190; pp. 170-171.

5 Ibidem, p. 174.

6 CHEVALIER, Jean, y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Herder, 1999, pp. 849-850.

7 TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, op. cit., p. 154.

8 CHEVALIER, Jean, y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Herder, 1999, p. 298.

9 PEINADO GUZMÁN, José A., “Simbología inmaculista, letanías lauretanas e iconografía”, Archivo Teológico Granadino, 75 (2012), pp. 167-190; p. 188.

10 Para las definiciones hemos utilizado: https://diccionarioarteconpedro.blogspot.com/; FULLANA, Miquel, Diccionari de l’Art i dels oficis de la Contrucció, Mallorca, Editorial Moll, 1999

martes, 18 de marzo de 2025

El lobo en los alrededores de Piqueras del Castillo siglos atrás

Como sabemos por algunos testimonios orales que nos remontan a la época de sus abuelos, hasta finales del siglo XIX e inicios del XX, era todavía posible escuchar el aullido del lobo en los alrededores de Piqueras del Castillo, así como verlos acercarse a beber hasta su río.

Es importante tener en cuenta que su presencia estaba extendida por muchos puntos de la Península Ibérica, a pesar de la decaída de su población, tras la intensa caza a la que se someterá a este animal, especialmente desde el siglo XVIII. Un hecho que incluso podemos intuir más adelante, alrededor de 1850 en la obra de Madoz, donde ya veremos la existencia de una toponimia en el área que rememoraba el lobo, pero en la que no se recoge su testimonio directo en la mención de esas especies principales que se cazaban en la zona. Fenómeno que obviamente no era indicativo de que este ya no existiese, pues como se desprenderá, el lobo todavía seguía sobreviviendo en determinados puntos del territorio, señalándose en áreas concretas su abundancia.

No hemos de olvidar como la aplicación de las políticas de regulación contra la especie (y en donde además se premiará con un incentivo económico su caza), dispararían de forma notable la reducción de su población.

En el caso de Piqueras del Castillo, sobradamente conocida eran sus andanzas por algunos de los corrales dispersos que había a lo largo de su término municipal. Estos, junto con las zonas de vereda y pasto por donde trascurrían especialmente las ovejas y cabras de pastores, era donde el lobo solía presentarse. Uno de los puntos en el que se movía con mayor facilidad era a lo largo de la Sierra del Monje, por ser un entorno más aislado de la acción humana, así como disponer de una constante presencia de conejos y liebres. No obstante, este también preferiría puntos un tanto más concurridos, como sucedía con el entorno que conectaba Piqueras hasta la aldea de Alcol.

Conocemos una referencia rescatada del Archivo Histórico Nacional, y que recoge en su libro Ignacio de la Rosa (El año mil quinientos de la Mancha Conquense), cuando al hablar del estado salvaje de los montes de esta área que limita con Barchín, menciona que durante la primera mitad del siglo XVII (más concretamente en el año 1613), se habían matado un total de 40 lobos, especificándose que en el término de esta localidad vecina, al presentar un medio montañoso y espeso de vegetación, de no eliminarse parte de sus matojos, no se podía “tener ganados ni otros haberlos ni salir la gente por los montes que por ser tan grande cría muchos lobos y este año se han cogido más de cuarenta lobos pequeños en una legua” (Archivo Histórico Nacional -AHN-, CONSEJOS. Leg. 28391, Exp. 3; Ignacio de la Rosa, 2020).

Resulta interesante esta cita, que nos recuerda como la presencia de vegetación y zonas frondosas de matorrales, eran elementos favorables para que el lobo se reprodujera. No obstante, como sabemos, muchos estudiosos del animal, inciden en que precisamente la deforestación y ocupación de su hábitat natural, favorece su acercamiento hacia las zonas habitadas, y en las que casi siempre había presencia de ganado, puesto que la escasez de los recursos naturales con los que tradicionalmente se alimentaba, obligarán a esta especie a atacar las explotaciones de animales.

Es por ello que veremos que tanto si el monte se dejaba abandonado o como zona de pasto, o si este se erradicaba para crear tierras de cultivo, el problema del lobo siempre estaba presente para los lugareños.

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En este sentido, no podemos ignorar la figura de los perros, los cuales muchas veces podían anticipar su presencia. Y es que rara era la vivienda en la que no se dispusiera de su inestimable compañía, independientemente de la cantidad de reses que poseyera la familia que los cuidaban.

Cierto es que entre los miembros de la casa siempre existía la preocupación de que su caballería pudiese sufrir algún tipo de percance, ya que la mula y el borrico, eran en muchas ocasiones algunas de las posesiones más preciadas que podía tener la gente. Tengamos en cuenta que estos animales eran con los que nuestros ancestros se desplazaban al monte para acudir hasta las tierras de labranza que les daban de comer.

Tanto el macho y la mula eran muy aptos para labores de campo, tales como la siembra y el arado. Conocemos por las descripciones del diccionario de Madoz, como precisamente el estado de los caminos de Piqueras del Castillo por aquellas fechas, no era precisamente el más adecuado.

Al mismo tiempo, tenemos constancia de que en la localidad, algunos de sus vecinos contaban con armas de fuego, tal y como se desprende por diversos testamentos que hemos podido consultar. Las escopetas eran empleadas especialmente para la práctica cinegética, así como también para disponer de una herramienta que les ayudara a las personas a defenderse en sus travesías por los caminos de herradura, y donde siempre se corría el riesgo de ser asaltados. 

Para las labores de caza, era todavía normal que la gente durante el siglo XIX emplease el arco, además de trampas, como ocurría con los cepos, sobre los cuales la legislación ya advertía en qué zonas no debían estar presentes, puesto que siempre supondrán un peligro para quienes transiten por ese punto, por lo que generalmente estos se disponían en terrenos privados.

El lobo era un animal siempre presente en la mente de la población piquereña, algo que se apreciaba llegada la Navidad, tal y como comentábamos en nuestro estudio sobre el municipio (2024), cuando en los hogares alrededor del fuego de la chimenea, se entonaba un villancico, en el que se relataba la incursión de una manada de lobos dentro de un rebaño, y que como respuesta motivará la acción directa de los ganaderos.

De la misma forma, no faltarán referencias en la toponimia piquereña que nos recuerdan la presencia de este animal, siendo el caso del Vallejo del Lobo, un nombre que como veremos, se repite por otros municipios de la zona, debido a las mismas causas (en Campillo de Altobuey, La Parra de las Vegas...).

En Solera de Gabaldón conocida es la rambla del lobo, así como en la vecina localidad de Chumillas, Madoz (1847, t.VII, 348) indica a mediados del siglo XIX que en este pueblo: “crianse muchos animales dañinos, tales como zorras, lobos, víboras y culebras, y abunda la caza de liebres, conejos, corzos y algún venado”.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Piqueras del Castillo


Referencias:

*Gómez de Mora, David (2024). Apuntes históricos de Piqueras del Castillo (II parte), 145 pp.

*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. 16 volúmenes

*(de la) Rosa Ferrer, Ignacio (2020). El año mil quinientos de la Mancha Conquense, 615 pp.

jueves, 13 de marzo de 2025

El lobo alrededor del territorio optense siglos atrás

La presencia de este cánido en la geografía conquense, la tenemos documentada a través de diferentes referencias, que nos indican su importancia en la zona, tal y como lo refleja la toponimia en muchos de los municipios que la integran.

Sin lugar a duda un factor que explicará su acercamiento hacia los enclaves poblados, puede entenderse en muchos periodos por la importante actividad de extracción de madera que se vivió en nuestro territorio peninsular, especialmente a partir de los siglos XVI y XVII.

Un fenómeno que desencadenará un intenso proceso de deforestación, que obviamente afectará a las especies animales que integraban nuestro hábitat, lo que en el caso del lobo, propiciará que este cada vez vaya acercándose con mayor asiduidad a las poblaciones en busca de comida, ante la falta de un medio que le provea de esos recursos que antaño le suponían un menor esfuerzo para sobrevivir.

Sabemos por ejemplo a través de Madoz, que en Saceda del Río (1849, t.XIII, 608) había “dos montes de los que surten de leña los vecinos”, así como que este era un terreno propicio para la caza de liebres, perdices y conejos.

Tengamos en cuenta que por aquel entonces esta pedanía optense contaba con unos 500 habitantes. Al mismo tiempo, es obvio imaginar la preocupación que este cánido generaba en poblaciones rurales, donde los corrales ubicados en medio del campo, eran siempre puntos propensos para que acabasen siendo instigados.

Aldeas y caseríos eran zonas vulnerables, las cuales estaban presentes en diferentes puntos del área optense. Recordemos siglos atrás el caso de pequeños núcleos poblacionales como La Canaleja (Valdemoro del Rey), Matamala (Bonilla) o Olmeda de la Cebolla (Moncalvillo de Huete).

De la misma forma, ya hemos tratado en alguna ocasión, los riesgos y limitaciones que hubieron de afrontar caseríos como el de Pedro Pascual (Verdelpino de Huete) y las Fuentecillas (Saceda del Rio).

De Verdelpino de Huete, leemos en el trabajo de Madoz (1848, t.XV, 672) como se dice que este pueblo contaba con unas cuatrocientas almas, siendo zona de “caza de liebres, conejos y perdices, y pesca de anguilas y peces”, así como que “se halla un despoblado llamado Pedro Pascual al norte y a 1/2 legua del pueblo”.

Pensemos que posicionarse en zonas residenciales de escaso peso demográfico, apartadas de puntos con cierta actividad humana, siempre atraía a este tipo de animales. Simplemente, hemos de leer algunos de los relatos históricos que se recogerán en zonas del interior catalán, como del norte de Castellón, donde las visitas del lobo en el área de explotación de las masías eran frecuentes.

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Podemos entender que por aquel entonces, su presencia para muchos vecinos suponía una problemática, ya que los labradores y pastores que contaban con reses (bien por disponer de algunas cabezas de ganado para consumo propio, o simplemente porque representaban el sustento del grueso de su economía familiar), eran argumentos suficientes como para que aquellas gentes estuviesen en alerta.

En los años cuarenta del siglo XIX, Caracenilla era un enclave que tenía según Madoz 465 almas (1846, t.V, 513), además de un lugar con presencia de perdiz, liebre y conejo. No olvidemos que no muy lejos de este punto, existe todavía un paraje llamado “La Hoya del lobo”. En La Peraleja, por ejemplo se menciona el mismo tipo de actividad cinegética que en el anterior enclave, aunque con la particularidad de que su población era el doble de grande.

Los rebaños de cabras y ovejas serán sin duda uno de los principales focos de atracción que tenía el lobo, además de esa fauna salvaje que se adecuaba perfectamente a las preferencias de su dieta.

Igualmente, siempre existía el temor a que la gente fuese sorprendida por alguno de estos o una manada, durante las travesías por los caminos de herradura que habrán en la región. Ello, además de esa desconfianza inculcada culturalmente desde tiempos lejanos, en la que el lobo será asociado con la figura del maligno o lo demoniaco.

Otro elemento, es que en una temporada dura desde el punto de vista climático, en la que los agricultores y pastores podían verse limitados de recursos, la pérdida de cabezas de ganado por la frecuencia de ataques continuos, era una realidad que agravaba más si cabe su situación.

Conocida es la fuente del lobo entre Verdelpino de Huete y dicha ciudad, así como alguna historia que nos remonta a finales del siglo XIX, cuando se producía la entrada nocturna de estos cánidos dentro del área urbana de esta actual pedanía optense, y en la que los perros de las casas ladraban de forma desenfrenada, advirtiendo a los vecinos de aquella presencia en el exterior.

Un factor que es importante tener en cuenta, nos conduce al periodo de la Pequeña Edad de Hielo, momento en el que seguramente este temor estaría más latente, ya que por un lado, se vivirá un crecimiento demográfico durante el siglo XVI, con la sucesiva ampliación de terrenos cultivados y deforestados, a la vez que pasaremos por etapas climáticamente duras, caracterizadas por intensos inviernos, en los que esta especie padecerá mucho hambre, y por tanto, se acercará con mayor asiduidad hasta las explotaciones ganaderas. Otra preocupación, era la de toparse con ejemplares que padeciesen la enfermedad de la rabia.

En localidades como Barajas de Melo, Madoz comenta que (1846, t.II, 374) “hay caza de conejos y liebres, zorros y lobos. De Bólliga menciona (1846, t.IV, 392) “hay caza de liebres, conejos, perdices, lobos y zorras”. De la misma forma, en el municipio de Culebras (1847, t.VII, 276) indica que “abundan en caza de liebres, conejos y perdices, así como se albergan en el zorras, lobos y otros animales dañinos”.

La presencia del lobo obviamente se vivía con más notoriedad en zonas próximas a los terrenos montañosos, siendo el caso de Cañamares (este ya en las puertas de la serranía), comentándose que (1846, t.v, 484) en ese lugar hay “caza de liebres, perdices y lobos”.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Caracenilla, La Peraleja, Saceda del Río y Verdelpino de Huete


Referencia:

*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. 16 volúmenes

sábado, 8 de marzo de 2025

El “barranc del llop” de Almenara. Breves apuntes zoogeográficos y toponímicos

El barranc del llop es una modesta escorrentía que se encuentra a un par de kilómetros de Almenara, así como a unos 1500 metros de los lindes del término de Quart de les Valls.

Un hito que sin lugar a duda representa otro claro ejemplo de esa toponimia que nos está recordando a un animal histórico de estas tierras, y que hasta antes de su extinción en la región, no era raro poder encontrarlo (hablamos de hace poco más de un siglo).

Sabemos que el origen de muchas de las designaciones que irá dejando el lobo, responden a diferentes motivos, habiendo en bastantes casos relatos, leyendas, así como otras explicaciones, que en su conjunto son un claro reflejo de como el tiempo avanza, y con ello el aspecto de nuestro medio físico.

Desde el punto de vista geomorfológico, el barranc del llop, es una modesta escorrentía que nace y muere en el término municipal de Almenara, ofreciendo poco más de un kilómetro de área excavada, por donde discurren sus aguas de lluvia en momentos de precipitaciones torrenciales.

Este barranco nace en la zona superior de la montaña de La Salinera (a una altura cercana a los 150 m.s.n.m.), descendiendo desde ahí hasta el área del llano donde se topa con el camí de la Muntanyeta de la Bassa, a unos 38 m.s.n.m.

Barranc del llop de Almenara (google earth)

Por desgracia, el entorno donde se emplaza este lugar se encuentra antropizado, ya que años atrás se efectuaron obras que alteraron esa zona montañosa. No obstante, si comparamos una imagen áerea de los años cincuenta del siglo XX con la actualidad, apreciamos a simple vista como el referido paisaje, mantiene algunas características biogeográficas que siguen vigentes a día de hoy.


Imágenes comparativas de dicho lugar a través del vuelo americano de los años cincuenta del siglo XX y la actualidad

Sabida es la regresión a la que el lobo se vio afectado durante la centuria del XIX, en buena parte por la persecución a la que desde el siglo XVIII se le someterá, haciendo esto que a inicios del siglo XX su presencia fuese ya prácticamente esporádica en esta franja del territorio.

El nombre del referido barranco, veremos que se repite en otros muchos sitios de nuestra geografía. Sin ir más lejos, en la zona del Monstià (sur de la frontera tarraconense con las tierras de Castellón, apreciamos dos barrancs del llop diferentes).

En el caso de Almenara, observamos incluso algún topónimo complementario, como ocurre con un aljibe, que ha heredado la designación de este animal por ubicarse en la misma zona.

Barrancs del lloptenemos en localidades no muy distantes, siendo el caso de Serra y Algímia d'Alfara, además de otros lugares más alejados, pero todavía dentro del territorio valenciano, lo que confirma la presencia de este cánido en muchos puntos de nuestra geografía.

Hemos de pensar que los lobos son animales que siempre buscan refugio en entornos naturales, siendo por ello las zonas salvajes de los barrancos lugares muy frecuentados en aquel entonces.

Tampoco hemos de ignorar que estas áreas son puntos donde habitan otras muchas especies, y que al depredador le servirán para disponer de una dieta más amplia, además de criar con mayores garantías a sus cachorros.

Mapa de la zona de Sagunto. IGN (año 1944)

A pesar de que esta zona montañosa no ofrece un espacio estrictamente escarpado, su morfología natural se presta para su instalación. Al mismo tiempo, hemos de pensar que la presencia de agua en momentos de lluvia era algo natural, y que el lobo valora bastante.

Artículo 69 del reglamento de 3 de julio de 1903 para la aplicación de la Ley de Caza. Fuente:revistajaraysedal.es

Además de Almenara, localidades vecinas como Benavites y Quart de les Valls, eran enclaves hasta donde estos animales se acercaban, por ser la puerta de entrada hacia el área montañosa que se extendía tierra adentro.

Sin ir más lejos, en Quart su fuente tuvo que significar en tiempos pasados (tal y como sigue sucediendo a día de hoy), un punto de atracción para mucha de la fauna salvaje del entorno, ya que su manantial funciona como un reservorio en el que poder acudir en momentos de escasez hídrica.

No es tampoco un hecho casual que el lobo tenga predilección en moverse por zonas donde detecta la presencia de explotaciones ganaderas. Ya que la existencia de corrales, será un factor adicional que le garantizará muchas veces contar con alguna res de la que alimentarse, de ahí que todavía en nuestra cartografía queden testimonios de espacios dedicados a estos fines, algo que apreciamos en el caso de las “corralissas, y que tanto en Almenara, como en Quart de les Valls, dan nombre a parajes por los que antaño el lobo siempre que podía merodeaba.

David Gómez de Mora

miércoles, 5 de marzo de 2025

Breves apuntes sobre los dips

La presencia de cánidos en nuestras tierras siglos atrás, es una cuestión que entronca claramente con la historia de la famosa criatura mitológica del dip, nada extraño si tenemos en cuenta las referencias del entorno con el que estará asociada, donde salen a relucir topónimos vinculados con esta familia de animales, que sabido es como de molestos podían resultar en sociedades agrícolas, especialmente si dependían de la ganadería, tal y como sucederá en el caso que nos ocupa.

Referencias al zorro veremos en la franja de la “solà de la guineu”, además de otros parajes, así como incluso vinculadas con los perros, sin olvidarnos obviamente de los famosos dips.

Es importante remarcar que los motivos y nombres que servirán para bautizar cada espacio geográfico, responden a diferentes cuestiones. Aunque, si hay uno que para nosotros guarda especial interés, y que no dista excesivamente de este lugar, es el que hace alusión al lobo. Cabe recordar como esta especie hasta hace poco más de cien años, todavía era normal verla por esta área montañosa, algo de lo que todavía queda testimonio en el paraje designado como el Portell del Llop (a 690 m.s.n.m.), en plena Serra de Llaberia.

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Por qué surge la leyenda de la famosa criatura mitológica del dip?, ¿Qué papel jugaron los cánidos en la representación del emblema heráldico de Pratdip o las historias locales que pululaban entre las gentes de su entorno?

Dip (Oficina de Turisme de Pratdip)

Ya hemos comentado que la toponimia, como algunos estudios locales (entre el que cabría destacar el efectuado hace 25 años por Jaume Sabater en el caso del Priorat), son pruebas claramente indicativas de como los lobos estaban presentes en esta zona hasta bien entrado el siglo XIX.

Para nosotros no cabe duda de que durante el trascurso de los últimos 125 años, se han perdido en el olvido muchos relatos, similares a los que afortunadamente recogió en su trabajo el citado autor1, y que a duras penas la toponimia todavía ha fosilizado. Igualmente, hemos de recordar que en el famoso Diccionario de Madoz, a mediados del siglo XIX, en la cercana localidad de Tivissa, se dice literalmente sobre la actividad cinegética del lugar que hay caza de conejos, perdices, lobos, ardillas y cabras monteses” (Madoz, Tomo XIV, 766). Una referencia que viene claramente a recordarnos de nuevo, como el lobo estaba presente entre la fauna de la época por este territorio.

También hemos de pensar el grado de influencia que ha ejercido la religión (además del poso que culturas anteriores como la griega han aportado en nuestra mentalidad occidental), para entender de dónde proviene ese temor hacia un animal de carne y hueso, que paulatinamente iría transformándose en una criatura mitológica, claramente asociada con lo demoniaco y negativo. Algo que por ejemplo cualquiera de nosotros apreciará a través del mítico Cerbero, un perro de tres cabezas, que en el Hades ejercerá la función de vigía de las puertas del Infierno.

Cartel de la Oficina de Turisme de Pratdip

Igualmente, en la mentalidad católica, es imposible ignorar la imagen del lobo, como ese animal vinculado con el maligno, en contraposición con el inocente cordero al que siempre que puede intenta hacer daño.

Otra idea, enlazará con aquellos relatos que nos recuerdan la aparición de perros espectrales negros, siempre de aspecto aterrador, que atacaban o servían como mensajeros de la muerte a quienes se topaban en su camino. Un hecho que guarda ciertos paralelismos con los dips (los cuales también se presentaban en la noche, con una mirada penetrante, además de su imponente pelaje negro).

Pratdip visto desde lo alto de su castillo medieval

Repetida es la creencia en muchas localidades de nuestra geografía peninsular, que recordaba antaño como cuando un perro aullaba en horas nocturnas, era por el hecho de que se creía que cerca de ese punto podía fallecer inminentemente una persona.

Tanto en el folclore de otros países, como en el caso del dip, este tipo de criaturas se representan con ojos de color rojo. Todo ello sin olvidarnos de las creencias ancestrales que relacionarán las maldiciones a las que una personas podía verse sometida, en caso de que esta tuviese un encuentro con esa criatura.

En culturas como la nórdica, estos perros endemoniados, también se relata que aparecen en mitad de caminos tras la caída de la noche o en zonas abandonadas. Algo muy similar a lo que ocurre en algunos puntos de las áreas rurales de las islas británicas. Así pues, conocemos el caso del Barguest (un perro fantasmal de gran tamaño) o el temido Black Shuck (otro cánido de dimensiones grandes y color negro, que se identificará como un augurio de muerte). Otros casos son el Cù-Sìth en el folclore irlandés y escocés, así como en Gales la figura del Gwyllgi.

Detalle del retablo de Santa Marina con el emblema del municipio de Pratdip

Por esta razón, debemos reflexionar y ampliar nuestro horizonte, para intentar comprender mucho mejor, esas creencias de otros pueblos, que nos ayuden a interpretar cómo piensa el ser humano, intentando profundizar en el afloramiento de temores e historias, que han acabado superponiéndose, al entremezclar realidad y ficción, hasta dar pie al nacimiento de una criatura mitológica.

El caso del dip, es un ejemplo más, donde se aprecia una intercalación de creencias antiguas, que paulatinamente, han ido deformando la figura de un animal tan frecuente en nuestro medio, como podría ser un perro o un lobo. No obstante, si vamos deshojando esa imagen folclórica, apreciaremos que siglos atrás, era normal que en la oscuridad de la noche, la gente se lo pensara antes de transitar por un camino de herradura en plena montaña, o alejarse del área residencial de su localidad, ya que el miedo a ser atacados por bandoleros o incluso cánidos salvajes, siempre estaba presente.

Por lo tanto, ¿Qué hay de realidad en la leyenda del dip?

A nuestro juicio, tres podrían ser las respuestas, que nos ayuden a comprender, qué base histórica fue el origen de ese animal, que acabó siendo mitificado como una criatura de características sobrenaturales, y que finalmente la literatura de Perucho catapultó.


Perros asilvestrados

Una primera teoría, esboza que la historia del dip, podría tener su origen en la presencia de perros asilvestrados que acabarían insertándose en las montañas de esta región. Tengamos en cuenta que los perros salvajes, son aquellos animales, que estaban domesticados, pero que por cualquier motivo, una vez que se han acabado separando del ser humano, han ido perdiendo los rasgos que tendría cualquier criatura en contacto con las personas.

Sabido es que en estado asilvestrado, estos pueden ser agresivos, atacando a personas, además de crear una jauría. Sin olvidarnos de que también pueden transmitir enfermedades como la rabia, además de parásitos.

Conocidos son los daños que llegan a generar especialmente en ovejas, cabras y animales de corral. Al mismo tiempo, y en esa sociedad de antaño donde la caza era esencial, acababan transformándose en un competidor, que afectaba al mismo tiempo a la fauna del lugar, modificando de este modo el equilibrio ecológico del medio.

El fundamento de esta posibilidad, podría estribar en que siglos atrás, los arrieros en sus travesías por la zona cuando trasportaban sus mercancías, iban además de su caballería para desplazarse, con la compañía de perros auxiliares que efectuaban labores de protección. Es por ello que la pérdida de algunos de estos ejemplares, acabase generando una población de perros asilvestrados en la zona, que si no era controlada a tiempo, podía desencadenar problemas como los que anteriormente hemos relatado.

Sabemos que los mastines acompañaban muchas veces a los arrieros, portando incluso su respectiva carlanca, precisamente por el temor a que los lobos pudiesen atacarles, lo que al mismo tiempo alimenta la hipótesis, de que el dip tuviese su origen en esta última criatura, y que comentamos a continuación.

Ermita de Santa Marina (Pratdip)


Lobos

Ya hemos indicado, que nadie discute como la toponimia es una herramienta de información relevante en el momento de querer conocer una parte del testimonio de ese pasado que muchas veces las fuentes escritas no precisan. Es por ello, que partimos de evidencias, además de incluso relatos hasta bien entrado el siglo XIX, que demuestran como la presencia de lobos en esta zona era una realidad.

La imagen de este animal, con el tiempo fue distorsionándose, probablemente por diferentes situaciones, como podrían ser ataques a personas, algo que nos recuerda a los sucesos acontecidos en la Francia rural del siglo XVIII, con la tan temida Bestia de Gévaudan.

En el caso francés, veremos que se tratará de varios lobos, que durante una serie de años, generaron numerosas bajas en la población rural de la zona por la que se movían. Estos ejemplares tenían la característica biológica de que presentaban un tamaño y peso superior al que podría tener un lobo normal, que para agravar todavía más el problema, se había acabado familiarizando con el consumo de carne humana.

Aleros de algunas viviendas de Pratdip con el conocido detalle de los "dents de llop". Esta forma decorativa se realizaba en la parte inferior de las tejas de las residencias, debido a la creencia de que podía proteger a los inquilinos de la casa de malos augurios u otro tipo de temores


Una hibridación de perros asilvestrados y lobos

Partiendo del supuesto de que en estas montañas hubiesen perros que se perdieran en las travesías de los arrieros, y que muchas veces solían ser ejemplares de mastín, no es descabellado plantear que estos se acabasen cruzando con el lobo, ya que genéticamente esto puede suceder.

Esta hipótesis ha servido al mismo tiempo para intentar explicar que el aspecto del dip no fuese estrictamente el de un lobo, ni tampoco el de un perro. Al respecto, se sabe que aunque los lobos suelen prescindir de los perros en el momento de aparearse, si la cantidad de canes asilvestrados es superior a la de estos en la zona, es plausible que se gestase un cruce entre ambos.

Pensemos que estas asociaciones, pueden generar un animal corpulento y fuerte, relacionado al mismo tiempo con ese comportamiento que describe la tradición local sobre la criatura mitológica de Pratdip. Es por ello que tanto esta posibilidad, como cualquiera de las dos anteriores, o incluso la convergencia de las tres al mismo tiempo, explicasen la repercusión que la presencia de estos animales, acabase influyendo en la creación de un animal mitológico, que tantas historias y leyendas acabaría inspirando hasta el día de hoy.

David Gómez de Mora


1 Bandolers, llops i vents al Priorat. Jaume Sabater i Alentorn. Dalmau, 2000


Bibliografía:

*Madoz, Pascual (1849). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Tomo XIV

El lobo en el sur de Tarragona (El Montsià)

Ya hemos comentado en más de una ocasión, como la presencia del lobo incluso en las zonas litorales del norte de Castellón, fue una realidad hasta hace poco más de un siglo de historia. Un hecho que nos refleja la documentación como la toponimia de la época, a través de algunas designaciones, que demuestran de manera inequívoca la presencia de este animal.

Obviamente el sur de Catalunya no iba a ser un caso diferente cuando tratamos esta cuestión, especialmente si tenemos en cuenta que encontramos en la franja meridional de la provincia tarranconense, un área montañosa con escasa presencia humana, y por lo tanto, un hábitat idóneo en el que la especie se desplazaría con mayor facilidad.

Así pues, en la vecina Serra del Montsià, todavía han llegado a conservarse algunos topónimos alusivos a este cánido, siendo el caso del mas del llop, el racó del llop y el barranc del llop. Los nombres son como vemos variados, hasta el punto de que dentro del mismo entorno, existen dos barrancos del lobo, aunque ninguno nada tenga que ver con el otro.

Por un lado, estaría el que se posiciona más hacia el sur, ya dentro del término municipal de Alcanar, mientras que el otro, se sitúa hacia la parte norte de la sierra, dentro del término de La Ràpita, en la zona alta de la montaña, no muy lejos de la Foradada.

Obviamente, no debe por este motivo sorprendernos que hasta el siglo XIX este animal frecuentase este paraje como sus alrededores, ya que en ese hábitat contaba con una serie de prestaciones que le permitirían sobrevivir sin muchos problemas, al encontrarse en un terreno abrupto, con presencia de mucha vegetación y fauna salvaje, que además de barrancos y puntos de difícil acceso, era poco frecuentado por personas.

Serra del Montsià (google earth)

La presencia del lobo se ampliará históricamente hasta zonas menos accidentadas, aunque cercanas a este punto, tal y veremos reflejado en el famoso diccionario de Madoz, cuando este al hablarnos de la historia de Amposta, describe como a finales del medievo “El príncipe D. Fernando, enviado por el rey D. Juan II de Aragón, en 1465, contra las pretensiones de D. Pedro de Portugal, y luego el mismo D. Juan, pasaron el Ebro con barcas y sentaron sus reales sobre Amposta; este cerco se hizo difícil de continuar, no solo por los combates que tenían que sufrir, sino también por la frialdad del tiempo, tan excesiva que, según se lee en algunos escritores, acudían al campamento lobos y otras fieras, y hasta serpientes andaban mansamente por el real” (Madoz, tomo II, pg. 253).

Barranc del llop de Alcanar (google earth)

Barranc del llop de La Ràpita (google earth)

Este tipo de reseñas, sirven para comprender como la presencia del lobo, era más normal de lo que nos podríamos imaginar, a pesar de que durante los últimos cien años, este acabase desapareciendo de su entorno natural.

David Gómez de Mora