Alguno
de los estudios en el ámbito de la nobleza española publicados por
el profesor Enrique Soria (2009), han puesto de manifiesto que la
idea que hemos concebido hasta la fecha sobre la información
genealógica e histórica de muchos linajes que representaron parte
de las élites de este país, ha sido en realidad un producto de las
circunstancias del momento, en las que se entremezclan una compleja
maraña de intereses donde irían convergiendo el miedo a la
persecución por un pasado religioso ajeno al cristianismo, las ganas
de mejorar una posición social y los consiguientes intereses
en fortalecer un nombre, que sólo podía
proyectarse adaptándose a unas respectivas normas, estrictas y
contradictorias.
Entre
las muchas estrategias que servían para evadir aquel tipo de
persecuciones, existía la posibilidad de adquirir un apellido
vinculado con alguna de las grandes casas de la nobleza peninsular.
Por norma general, aprovechando que en su mayoría estos eran
compuestos, se adjuntaba una parte complementaria, que en el caso
de Buenache y
sus alrededores, al no haber establecida una tradición que obligara
a portar el apellido paterno, fomentaba la proliferación de curiosas
intercalaciones, que potenciaban este tipo de operaciones
disuasorias.
Resulta
interesante al respecto una cita que aparece en el interrogatorio
sobre las informaciones genealógicas de Pedro del Castillo Reyllo y
su esposa María Saiz Chicano,
cuando entre los testimonios podemos leer que María Guzmán, viuda
de Julián Martínez Abad, hablando con Miguel López Cisneros, este
le comentaba que el pretendiente Pedro del Castillo era judío,
añadiendo que
“en la huerta le dijo a esta el dicho Miguel López que hay Jimena,
o, Guzmana, que no sé cuál apellido
de los dos, solo que ambos son buenos, y estos hinchados de Pedro del
Castillo se firman Ximénez y
aunque son buenos por este apellido no son de los nuestros, y esta
testigo le dijo al dicho Miguel López que callase y no se metiese en
estas cosas” (fol.
153).
Como
podemos comprobar, en este relato cabe reseñar la definición de
apellido “hinchado”, un concepto que evidencia una realidad, y
que era la de engrandecer el nombre de un linaje, aprovechando la
buena situación de otro parecido con el que se pudiera confundir.
Precisamente, este tipo de cuestiones se nos plantea con varios
apellidos de la localidad, siendo alguno de ellos, dos de los
anteriormente citados. Comenzaremos comentando la situación en la
que nos encontramos con respecto a los Ximénez de Cisneros de
Buenache, sobre quienes hasta la fecha no queda para nada claro si en
realidad llegaron a guardar en algún momento de su historia una
probable vinculación con la histórica familia de Torrelaguna,
o todo ello obedece a una estrategia de enaltecimiento del linaje
local.
Ya
en un pequeño artículo del año 2018, comentábamos sobre estos que
“ignoramos
si existe o guardan algún nexo con la línea principal de donde
procedía el famoso Cardenal, aunque no es precisamente casualidad
que en Motilla del Palancar y
alrededores hubiese otras tantas casas que conectan con el tronco
fundacional. En este sentido es sabido que durante el siglo XV,
estuvieron residiendo alguno de sus integrantes en Buenache, por
el parentesco que les recaía con los Muñoz”.
Cabe por ello ser críticos y preguntarnos seriamente si
los Ximénez de
Cisneros de Buenache estuvieron
en origen vinculados con la línea fuerte de este mismo apellido.
¿Se
trataba de linajes del municipio que para engrandecer su nombre
construían un relato ficticio basado en una genealogía que
realmente les era ajena?, ¿o simplemente estamos ante
líneas segundonas que
difícilmente se pueden rastrear por la ausencia de una envergadura
social, que las recluyó a un olvido del que es complicado llegar a
esclarecer alguna conclusión final?
Al
respecto, sabemos por ejemplo que en el caso de la
cercana Motilla del Palancar,
existe una limpieza de sangre con la referencia del legajo
205, nº2332 en el Archivo Diocesano de Cuenca,
vinculada a Juan Saiz Moreno,
quien en 1556 se dice que además de labrador, era hijo de Antón
López-Moreno y Leonor de Villaescusa, así como nieto de Juan
Saiz Moreno y Olaya López (por el costado paterno), y de Juan
de Villaescusa y
Catalina García por la línea materna. A partir de esta información
comienzan a surgir muchas dudas que reflejan la aparición de dos
discursos completamente diferentes. Si es cierto que en el referido
legajo se refleja que la familia de Juan porta sangre de cristianos
viejos, no obstante, existen una serie de incongruencias que al
menos, hacen pensar en una manipulación de la historia familiar a
posteriori. Así, primeramente veremos como de la abuela paterna
(Olaya), y que de ser descendiente de la ilustre familia que se le
asigna en un tratado del siglo XVIII (como mínimo se tendría que
haber efectuado alguna mención, o al menos, invocarse aunque fuera
de modo residual el apellido Ximénez), hecho que no ocurre,
pues no se dice nada al respecto. En cambio, si seguimos su
genealogía a través del trabajo de Alfonso Guerra leeremos como en
el capítulo séptimo a esta se la presenta como “Doña
Olaya López de
Cisneros, hija que fue de los dichos D. Antonio López y
Doña Catalina Ximénez de
Cisneros, la buena, fue décima primera
nieta del Rey
Don Alonso el Sexto, y como caso en la Villa
de la Motilla del Palancar con
Don Juan Saiz Moreno
de la Plaza, Caballero notorio
de Sangre, de cuyo matrimonio fueron sus hijas Doña
Juana Saiz Moreno
de Cisneros, de quien es el capítulo siguiente
y Doña Catalina Moreno de Cisneros”.

Referencia
al caballero don Juan Saiz Moreno
de la Plaza, y que en la limpieza de sangre de 1556 se reduce al
nombre del labrador Juan Saiz Moreno
(Alfonso Guerra, 1716).
Resulta
como poco sorprendente que el marido de Olaya fuese caballero, y en
el documento de la limpieza de sangre de la Inquisición únicamente
este quede reducido a un simple labrador cristiano viejo, del que por
cierto nuevamente se acorta el apellido, pues tampoco aparece el “de
la Plaza” que Guerra invoca en su tratado. Obviamente, esta serie
de cuestiones difícilmente pueden
explicarse por un cúmulo de casualidades.
No
obstante, la cosa empeora en dicha certificación, cuando apreciamos
como son citadas dos hermanas de Antón López-Moreno. Ambas aparecen
tratadas como descendientes directas del rey Alfonso VI, siendo
llamativo que sobre su hermano, y como descendiente por línea recta
del esposo de Olaya, se omita cualquier alusión que corroborara su
existencia. Para engrandecer el relato se citarán otros ilustres
antepasados entre los que está el famoso don Fernando Ruiz Ceballos
de Alarcón, quien según la tradición se decía que tomó la
fortaleza de Alarcón durante la conquista de las tierras conquenses
en el siglo XII.
Genealogía
de Olaya López, esposa de Juan Saiz Moreno,
según la ascendencia que describe Alfonso Guerra en 1716
(elaboración propia). La línea que se invoca en Buenache procede
del matrimonio entre don García Ximénez de
Cisneros, de quien se relata que en segundas nupcias casó con
la bonachera doña
Elvira Muñoz.
Como
hemos apreciado en la conversación mantenida entre Miguel López de
Cisneros, su compañera María Guzmán pertenecía a un linaje sobre
el que también existen múltiples dudas sobre su vinculación con la
línea fuerte que estaba asentada en la capital conquense.
La
primera reseña en la que hemos visto una pretendida vinculación de
los Guzmán bonacheros con
el ámbito nobiliario es únicamente por un documento inquisitorial
de la limpieza de sangre de Pedro Reyllo y
su esposa, una fuente obviamente de dudosa fiabilidad viendo la
cantidad de incongruencias como argumentos que parten de la inventiva
a la hora de defender el discurso genealógico del interesado.
Tampoco
podemos olvidar que en 1616, los Guzmán se ven envueltos en un
turbio asunto, y que se describe en el proceso emprendido contra
Alonso Saez de
Guzmán, vecino de Buenache de
Alarcón e integrante de la familia de la referida María, quien
renegó de Dios, de los ángeles y del bautizo, deseando que “los
diablos se llevaran su alma, las de sus padres y todo su linaje”.
Aquel tipo de acusaciones, especialmente sobre una línea de la
familia que ya estaba en el punto de mira por sus posibles nexos con
la conversión cristiana, poco o ningún favor hacían al nombre del
clan, por mucho que a posteriori se pretendiera enaltecer la marca
del apellido.
Idéntico
fenómeno les sucedía a los Silva bonacheros, aquellos que para
magnificar todavía más si cabe su solera bautizarían a varios de
sus hijos con el nombre de Rodrigo. La jugada no era casual, pues
conocida era la figura de don Rodrigo de Silva y Mendoza, miembro de
una de las familias más importantes de la nobleza española (los
Duques de Pastrana). Ahora bien, parece ser que nuestros Silvas sólo tenían
en común la coincidencia de un apellido que todo apunta a que
adquirirían tras un claro proceso de conversión, y que el mismo
silencio de los Reyllo estaría
evidenciando, pues casualmente Pedro de Reyllo era
descendiente de esta familia, y de la cual intentará esquivar
cualquier tipo de referencia, tal y como se aprecia por las pesquisas
de los interrogatorios que se le efectúan. Desde luego esta actitud
era lógica y comprensible, cuando leemos que en el proceso del
presbítero bonachero Rodrigo
de Silva del año 1602, veremos como este será acusado de
amancebarse con una prima hermana del Licenciado Parra, además de
las insinuaciones infligidas contra
diferentes mujeres de la localidad, es el caso de Ana Romero (la
esposa de Juan de Toro), “de
quien pidió su cuerpo”,
o sus difamaciones contra la propia Iglesia. La gravedad del asunto
alcanzaba su punto álgido cuando los testimonios del proceso
afirmaban que este era en realidad descendientes de turcos, argumento
que tiraba por tierra cualquier discurso que prentendiera vacilar
sobre una solera nobiliaria.
Para
finalizar, otra de las familias de esta localidad que intentará
apoyarse en el nombre de otra casa con la que parece no tener nexos,
es la de los López de Molina, y que en algún momento se hicieron
llamar López Malo de Molina, en alusión a la noble estirpe
castellana de los Malo de
Molina. Por nuestra parte hemos investigado la genealogía desde el
momento en que aparece la reseña en uno de sus miembros a través de
una partida sacramental del siglo XVII, y llegados hasta mediados del
siglo XVI una vez consultadas todas las líneas de antepasados
(cuatro atrás), tanto en Buenache como
en Valera de Abajo, y que es de donde procedía la familia,
únicamente hemos apreciado que el vecino Andrés López de Molina,
casado en 1592 con Juliana García Pérez, era hijo de Andrés López
y María Saiz, ambos vecinos de la referida Valera de Abajo,
pero de donde no sabemos a través de que ancestro invoca el Molina,
aunque mucho menos el Malo. De ahí que surgen numerosas dudas como
la de si fue cierto que en algún momento de su historia este linaje
llegó a portar el apellido Malo intercalado entre las formas López
y Molina. ¿Se trataba de una invocación legítimamente remota
que pretendía rememorar
el honor de la familia?, ¿o estamos ante un ejercicio más de
enaltecimiento sobre un vínculo histórico que jamás existió?
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
*
Archivo
Diocesano de Cuenca. Legajo 205, nº2332
*
Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo 355, nº5045
*
Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo 390, nº5552
*
Archivo Histórico Nacional. Informaciones genealógicas de Pedro del
Castillo Reyllo y
de María Saiz Chicano.
Inquisición, 1551, expediente 6, año 1661.
*
Gómez de Mora, David (2018). Los Ximénez de
Cisneros de Buenache de
Alarcón. Breves notas
*
Guerra Villegas, Alfonso (1716). Certificación (…)
del árbol jurídico del eminentísimo Cardenal
(...) Francisco Ximénez de
Cisneros. Biblioteca complutense.
*
Soria Mesa, Enrique (2009). Tomando nombres ajenos. La usurpación de
apellidos como estrategia de ascenso social en el seno de la élite
granadina durante la época moderna. Las élites en la época
moderna: la monarquía española, tomo I (2009), pp. 9-27