martes, 15 de abril de 2025

Apuntes genealógicos sobre algunos Sevilla de Huete y sus raíces con Saceda del Río

La historia del apellido Sevilla en la tierra de Huete, es tan larga como su distribución a día de hoy por los diferentes puntos de esta zona de la geografía conquense, en la que con el trascurso del tiempo se fue expandiendo de forma prolífica.

En el caso que nos ocupa, como señala nuestro título, en el enclave de Huete, carecemos en estos momentos de datos que nos sirvan para precisar una unificación de todas las ramas que veremos del apellido, a diferencia de lo que algunos curiosos en el mundo de la genealogía podrían pensar. No obstante, el propósito de este artículo, es esclarecer algunas cuestiones, que nos permitan aproximar (aunque sea de una forma bastante limitada o modesta), el origen de varias de esas ramas que veremos desde siglos atrás en este lugar.

Si analizamos la documentación del archivo parroquial de Huete, apreciamos como en el siglo XVI ya existen vecinos portadores de este apellido, valiendo como ejemplo el caso de Alonso de Sevilla, este marido de Catalina de Matute (e hijo de Julián de Sevilla e Inés de Zorita).

Sobre los portadores del apellido Sevilla, hemos apreciado por lo que atañe a una línea afincada durante el siglo XVII en Huete, y que se proyectará socialmente de forma efectiva, una conexión en sus orígenes con la cercana pedanía de Saceda del Río, enclave donde el apellido durante más de cinco siglos ha estado presente.

Yendo por partes, y comenzando por lo tocante a sus raíces, si consultamos el libro I de bautismos de Saceda del Río, y que nos sitúa con el nombre de diversos recién nacidos y sus padres en las partidas del sacramento iniciático a mediados del siglo XVI, veremos que existe una línea con una nutrida descendencia entre las personas de Miguel de Sevilla y María de Gascueña, quienes tendrán varios hijos durante al menos unas dos décadas: María (1550), Miguel (1554), Pedro (1556), Alonso (1558), Catalina (1561), Julián (1563), Asensio (1566) y Andrés (1569). Por otro lado, apreciamos por las mismas fechas, los nombres de un Pedro de Sevilla y su esposa Juana Rufiana con conexión en La Peraleja, cuya descendencia también tenemos documentada a través de nuestros apuntes genealógicos.

Para nuestro interés, la línea que surge desde Saceda, y de la que partirán varias ramas con el paso de los años en poblaciones vecinas, llama nuestra atención la afincada en la ciudad de Huete, la cual con el trascurso del tiempo ira expandiendo el apellido, al mismo tiempo que lo harán otros Sevilla, pero con los que a priori no parece existir un origen común.

Así pues, durante la primera mitad del siglo XVII, en el barrio juanista de Santa María de Atienza, tendremos constancia de una serie de personas portadoras del apellido Sevilla, como sucederá con la familia de Melchor de Sevilla y Sabina Bermejo, quienes casaron en el año 1628. Por aquel entonces la casa de los Sevilla llevaba escaso tiempo en la ciudad, no obstante, estos no habían perdido el tiempo, pues algunos de sus hijos, tenían clara la idea de asociarse con gente destacada del lugar. Se trataba de personas con patrimonio propio, con miembros dentro del clero, así como representantes entre las autoridades que encabezaban el estado llano de la ciudad.

Un hijo de Melchor y Sabina, llamado Pedro de Sevilla, casó con Ana Hernández o Fernández de Molina. La familia de su esposa, era gente con tierras y casa, que al mismo tiempo estaba asociada con linajes de aquel barrio. A partir de ahí, apreciamos como los hijos de Pedro y Ana van enlazando con familias que poseen cierto nivel social.

Saceda del Río (febrero de 2025)

Conocemos el contrato matrimonial de Pedro de Sevilla y su esposa Ana Fernández de Molina. Por un lado, sabemos por nuestros apuntes de la genealogía familiar, que ella era hija de Pedro Fernández de la Ceza y Ana de Molina Pastora. Pedro, el padre de Ana, aporta para su hija 200 ducados en bienes raíces muebles, mientras que Melchor, el padre de Pedro, le da a su hijo 1700 reales en bienes raíces muebles (AMH, año 1662).

Si seguimos el testamento de Pedro de Sevilla, y que es recogido como prueba de la genealogía que presentará el noble optense Pedro-Cristóbal de Cuenca y Roldán González y García para ingresar en la Orden de Carlos III, apreciaremos que sus bisabuelos paterno-paternos eran Pedro de Cuenca (hidalgo), quien en 1697 había casado con Isabel de Sevilla, esta hija del citado Pedro de Sevilla. Llama nuestra atención que esta mujer años antes había enlazado con un miembro de la familia Cézar o Ceza, es decir, otra casa de la nobleza local, y que por aquel entonces (segunda mitad del siglo XVII), ya había alcanzado un estatus muy bien considerado en el municipio, tal y como se desprende por el estudio que realizamos sobre el linaje conjuntamente con Guillermo Fernández (2021). Otro de los apellidos relacionado con una hermana de Isabel será el de los Cantero, una familia importante y con reconocimiento nobiliario en la localidad de La Ventosa.

En el caso que nos ocupa, Francisca Sevilla, casó con Felipe Cantero, quien ya estaba afincado en Carrascosilla, y sobre cuyo linaje hemos dedicado algunas líneas en artículos anteriores. Sobre los puestos de vasallaje que algunos de los Sevilla estaban efectuando con la élite optense, leemos un ejemplo en la obra de Manuel de Parada (2019, 10), quien comenta como el 10 de septiembre de 1703, Pedro de Sevilla -el menor-, ejercía como criado del caballero don José de Toledo.

Mientras tanto, los primos de esta familia y afincados en su natal Saceda del Río, habían comenzado a adquirir cierta relevancia, tal y como veremos en 1729, cuando uno de los alcaldes que figurará en la documentación es Pedro de Sevilla Castilblanque. Al mismo tiempo, otros integrantes habían ido insertándose dentro del brazo eclesiástico, prueba del progreso social, y que remarcaba de esta forma un poder a escala local, independientemente de sus orígenes labriegos.

Precisamente, en el vecino enclave de Carrascosilla, uno de los hijos de Pedro de Sevilla y Magdalena Rodríguez, había enlazado con doña Isabel de Mochales, una familia considerada como hidalga, con raíces en Moncalvillo de Huete, y con su respectiva representación dentro del clero más allá del ámbito municipal.

Sobre los Mochales ya hemos comentado en alguna ocasión su vinculación genealógica con los Sevilla, así como el poder que alcanzaron algunos de sus representantes en la pequeña aldea optense de Carrascosilla, como ocurrirá en el caso de una de las hijas de Tomás de Sevilla e Isabel de Mochales: María, quien casó con Sebastián Cantero. Tomás e Isabel pagaron más de trescientas misas el día de sus respectivos fallecimientos, mandando enterrarse en la capilla mayor de Saceda del Río, lo que confirmaría la ascendencia de estos Sevilla con dicha población, y por tanto, parentesco con los que estamos estudiando en el presente artículo. 

Tampoco hemos de olvidar que el cuñado de Tomás de Sevilla, era el presbítero y beneficiado de la parroquia de el Salvador de Cuenca, don Juan Manuel de Mochales, o que el religioso de Saceda en los años treinta del siglo XVII es el licenciado don Tomás de Sevilla y Mochales, sin ignorar tampoco otra figura del clero local: don Isidoro de Sevilla.

Con estas evidencias, quedaba claro que los Sevilla de Saceda del Río en el siglo XVIII, habían comenzado a adquirir un estatus, que en localidades como Carrascosilla, Guillermo Fernández ya nos informa que va incrementando incluso en el siglo XIX, momento en el que en este lugar ya había consolidado un pequeño vecindario, y que hasta entrado el siglo XX, fue reconocido como el de la aldea millonaria, debido a la buena situación económica en la que se hallaban sus gentes.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Saceda del Río


Referencias:

*Archivo Histórico Nacional. Expediente 662, Orden de Carlos III: Pedro-Cristóbal de Cuenca

*Archivo Municipal de Huete. Protocolos notariales de Huete, caja nº153. Año 1662

*Archivo Parroquial de Huete. Libro I de bautismos de Saceda del Río

*Archivo Parroquial de Huete. Libro I de matrimonios de la parroquia de Santa María de Atienza

*Fernández Rabadán, Guillermo y Gómez de Mora, David (2021). “Los Ceza de Huete (Cuenca). Un linaje de la nobleza local con raíces conversas”. Nº10 de Historia y Genealogía

*Parada (de) y Lucas de Tena, Manuel (2019). Bibliografía sobre la Noble y Leal Ciudad de Huete. Ayuntamiento de Huete, 582 pp.

jueves, 10 de abril de 2025

Los lobos en Bel siglos atrás

La presencia del lobo en la actual pedanía de Bel, veremos que todavía se documenta en las fuentes del siglo XIX. No obstante, como es de suponer, la población de este cánido se hallaría en una situación claramente regresiva desde centurias atrás. Pensemos, por ejemplo, tal y como menciona Rosas-Artola (2009, 3) que se produce un declive de la especie “en los municipios centrales de la costa mediterránea de la provincia de Castelló de la Plana, entre la segunda mitad del siglo XVI y el primer cuarto del siglo XVII”. Obviamente esto no significará la extinción del animal en nuestro territorio, especialmente en la franja norte castellonense, ya que todavía seguiría habitando la zona, viéndose en momentos muy concretos, hasta que a principios del siglo XX acabará desapareciendo.

Recordemos que Madoz en los años cuarenta del siglo XIX comenta que en Bel hay caza de perdices, conejos y muchos lobos”, así como Mundina unos años más tarde (1873, 106), indica que en esta localidad existen “barrancos y despeñadores, en los cuales se crían lobos y zorras”

Bel (actual pedanía de Rossell)

Si ponemos la vista en las viviendas que antaño existían en esta localidad (y que en el espacio habitado, se reducen únicamente a las que se distribuirían en lo que se denomina como la calle mayor), llaman nuestra atención las vigas inferiores que tienen algunos de los balcones, y que realizadas en madera muy bien trabajada, simulan la pata de un león, con sus garras en el extremo, sobresaliendo hacia la calle.

Entorno natural de Bel

Más allá de un mero diseño decorativo, sabemos que este tipo de elementos guardan un trasfondo con las creencias sobre la protección del hogar, que buscaban ahuyentar desde el exterior aquellos males que antaño la gente creía que podían introducirse en la vivienda, como sucedía por ejemplo con las ánimas de los difuntos, que especialmente durante el Día de Todos los Santos, se decía que llegaban hasta las casas. Al respecto, la locución latina “Ex ungue leonem”, se traduce como ‘por la garra (se conoce) al león’, indicando de esta forma que con sólo ver una parte de algo, ya podemos hacernos una idea de como es eso al completo.

Garras de león en los balcones de Bel

El simbolismo del león en el cristianismo desde el medievo, es más importante de lo que nos podemos imaginar. Esta criatura será asociada con la justicia, el valor y especialmente la fuerza, esa misma que permite que la casa esté a salvo de cualquier peligro. Esto entronca directamente con otro motivo decorativo: el diente de lobo o “dent de llop”, el cual también poseerá esa finalidad para salvaguardar la vivienda. Por desgracia las obras realizadas en muchas casas de esta localidad, han ido acabando con este tipo de elementos decorativos que se remontan a tiempos lejanos, y que nos recuerdan en parte como era percibido el lobo en esas sociedades rurales, donde su simbolismo como significación fue más profundo de lo que nos podemos imaginar.

"Dents de llop" en una vivienda de Bel

Otra creencia de tiempos pasados, y que se asociaba como una herramienta protectora difundida entre las gentes de la época, eran las estelas discoidales de los antiguos cementerios, y que con el paso de los siglos, en lugar de desecharse, se aprovechaban, como ocurría en los muros superiores de los camposantos, ya que se creía que protegían el recinto de la llegada de lobos, al llevar una cruz esculpida en su zona central. Así pues, la creencia popular indicaba que esta impedía que aquellos animales osaran acceder hasta el interior, además de repelerlos, para que así no se acercasen hasta la entrada del pueblo.

Estelas funerarias del antiguo cementerio de Bel

Como ya se ha comentado, durante el siglo XIX, era normal ver al lobo por las tierras del término municipal de Bel, tanto cerca de los masos, como con mayor frecuencia en áreas de barrancos, donde el cánido disponía de fauna y cobijo. El medio físico obviamente se prestaba para que la especie se mantuviera más en el tiempo, además de que la presión demográfica en la zona era muy baja.

Calle mayor de Bel

La trama urbana de Bel se reduce a dos calles (la designada como mayor y Sol). La primera es realmente la que en términos históricos podemos definir como antigua. Esto permitirá que el pueblo antaño pudiese cerrar su único acceso a través de listones de madera, como ocurrirá en Fredes, donde para salvaguardarse de los lobos, sus calles se protegían de esta forma con la caída de la noche, para que así el cánido no se introdujese en los corrales o zonas bajas de la vivienda, donde casi siempre podía haber animales de la casa.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid

*Mundina Milallave, Bernardo (1988). Historia. Obra de historia, estadística y geografía de la provincia de Castellón, facsímil de Imprenta y librería Rovira hermanos, 1873. Castellón, por Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Castellón, 693 pp.

*Rosas-Artola, Manuel (2009). “Dinámica poblacional del lobo (Canis lupus Linnaeus, 1758) en la zona este de la provincia de Castelló de la Plana durante los siglos XVI-XVII (1566-1624)”. Galemys Spanish Journal of Mammalogy 21(1), pp. 3-15