Sí
por algo se ha caracterizado uno de los gremios de la pequeña burguesía optense,
ha sido por la producción de yeso desde los tiempos de la antigua Segóbriga.
En
esta línea, Plinio el viejo ya nos informa de que las minas de lapis specularis
se extendían en torno a los 100.000 pies alrededor de la mencionada ciudad
romana. Este yeso se cortaba de manera muy sencilla, lo que permitía su fácil
manipulación, y que además sabemos abundaba en grandes proporciones en las viviendas
desaparecidas de los poblados romanos de la Alcarria.
Huete
y su área geográfica, fue un gran abastecedor. Las minas de Saceda del Río,
Carrascosilla, Moncalvillo y otra media decena de municipios,
representaron casi con total seguridad el entramado minero más importante del
mundo sobre este material.
El lapis specularis es un mineral blando, ligero y transparente, cualidades que lo hacían
idóneo para las vidrieras. Su tipología sedimentaria de origen químico,
permitía que en la zona geográfica de la Alcarria esté en cantidades
excepcionales.
Leía
no hace mucho tiempo en un artículo de octubre de 2015 de Manuel Pérez en la
tribuna de Cuenca, que las minas de la provincia abastecieron ni más ni menos
que a la ciudad romana de Pompeya, tal y como lo han demostrado los análisis isotópicos
realizados por la Universidad de Módena y Reggia Emilia, en los que se afirmaba
esta procedencia, para usos como el de cubrir huecos y ventanas.
Igualmente
se han encontrado restos en construcciones del entorno del Vesubio como
Herculano. Siglos después y tras la reconquista cristiana, su producción siguió
vigente, aunque decayendo a medida que transcurría el tiempo.
El relieve de Huete y sus
alrededores fueron sin lugar a duda el paraje perfecto para la explotación de este mineral.
Sabemos
a través de dos fuentes, que durante el siglo XVIII en Huete su explotación
tenía una modesta importancia, una tradición oral que se fue transmitiendo en
nuestra familia, que afirmaba como nuestros antiguos parientes se encargaron de
explotar su producción hace más de dos centurias, y que del mismo modo
conocemos a través de otra vía paralela, ya con un rigor indiscutible, que es
la mención efectuada por el catastro de Ensenada, y de la que se puede leer como
una serie de personajes serán los encargados de explotar este producto, y que a pesar de no contar con el esplendor de los tiempos del
Imperio, todavía seguía generando una modesta producción, y que era conocida localmente
como la de la fábrica de yeso.
Los
integrantes que desarrollaban esta producción eran los optenses Juan García de Alcázar, Francisco Corralero,
Miguel López Mayoral, Francisco Chacón, Fernando de Valdolivas y Juan Serrano
de Alcázar.
David
Gómez de Mora