domingo, 23 de octubre de 2016

¿Qué es la geografía?

Durante estas últimas décadas, la geografía se ha sumergido en un espacio continuamente cambiante, que no sabemos hasta que punto, puede afectarle a medio o largo plazo.

Para muchos ser geógrafo se reduce a la mera función de planificar y ordenar el territorio, para otros, prevenir o diseñar modelos de actuación que influyan de modo directo en el espacio…, y así podríamos describir tantas aplicaciones, como geógrafos existen en la faz de la Tierra.

Resulta por ello necesario, plantearse la duda de si es posible crear de la geografía una ciencia pura, que sirva única y exclusivamente para un mismo ámbito de estudio.

Los miles de años que nos separan desde los griegos, han servido para mostrarnos que el mundo de la geografía es más complejo de lo que puede parecer.

Tanto tiempo, ha dado para complementarse y buscar multitudes de nexos con materias similares, e incluso para subdividir desde las mismas entrañas, campos de estudio, que al fin y al cabo retroalimentan el extenso contenido que abarca el espacio de las ciencias humanas, y por índole, el de la geografía.

El conflicto cualitativista-cuantitativista, parecía que había quedado atrás durante los años ochenta del siglo pasado, no obstante, cada día me pregunto si tal vez no está más vivo que nunca, puesto que sigue siendo una constante presente a la hora de tratar los medios de análisis que se aplican en esta ciencia.

Desde luego, no seré el único que pensará que creer fervorosamente en uno u otro modelo, acaba siendo un grave error, ya que ambos pueden complementarse, e incluso dependiendo de lo que se desee realizar, aplicarse conjuntamente.

Si hay algo que diferencia la investigación cuantitativista de la cualitativista, es que la primera viene automáticamente dirigida, mientras que la segunda, va generándose a medida que el geógrafo va trabajando aquello que le interesa. Se enfrentan pues dos posiciones completamente opuestas, en donde la inflexibilidad y el cambio, el objetivismo y el subjetivismo o el empirismo y la especulación, colisionan de pleno.

La irrupción del cualitativismo se debe en buena medida a la convergencia de diferentes prismas, entre los que tendríamos la participación de las personas, la pluralidad cultural y la crisis del modelo anterior existente en la investigación geográfica.

Del primero poco queda por decir, ya que se trata de un aspecto que cada día va creciendo, pues cualquier persona que posea una mínima sensibilidad y conocimiento del lugar que habita o estudia, comenzará a adquirir una serie de valores y conocimientos, que le servirán para pensar y juzgar, si una determinada actuación, afectará de una u otra manera sobre ese entorno que conoce en primera persona. Dicho de alguna forma, con el cualitativismo, el geógrafo ya no tiene por qué ser un miembro de esta disciplina.

Las aportaciones efectuadas desde la participación ciudadana, serán sin lugar a duda cruciales para esclarecer muchas líneas, que en diferentes ocasiones desde dentro de la geografía se nos pueden escapar, debido a la globalidad y complejidad de variables que interactúan dentro de esta ciencia.

En cuanto al segundo aspecto, la creciente multiculturalidad, ha afectado de lleno al cuantitativismo hermético que imperaba décadas atrás. Las diferentes aportaciones que un observador puede ofrecer, son sumamente importantes, siempre y cuando estemos dispuestos a compararlas y añadirlas a otras tantas efectuadas por personas igual de dispares o diferentes. Y es que la heterogeneidad de visiones, así como su continua creación, acaban convirtiéndose en una herramienta de gran ayuda, para describir con mayor nitidez, los problemas o elementos que componen el espacio donde nos encontramos.

No quisiera olvidar la tercera variable, que, aunque pueda parecer hoy la más insignificante, fue hace cuarenta años atrás el germen que impulsó el nacimiento del cualitativismo. La crisis cuantitativista, derivada de un modelo encorsetado a la hora de ir más allá de recopilar o presentar estudios que solían regirse dentro de una misma línea. La introducción de diferentes formas de percibir, analizar y ver el territorio, serán un detonante, que abrirá esos dos frentes, y que durante tanto tiempo ha mantenido separados los dos grandes bloques de la investigación geográfica, pero no por ello los únicos imperantes, puesto que entremedio nos encontramos con otras técnicas y aplicaciones, que acaban entremezclándose con todo lo que existe, de ahí la ambigüedad y abstracción existente de la geografía, en detrimento de las tesis simplistas o endogámicas con las que en más de una ocasión nos han hecho verla.

Al respecto, existen muchas herramientas, que ayudan a trabajar dentro de esta línea, y que vienen a ser en realidad los engranajes que ponen en marcha los motores de esa ingeniería geográfica, capaz de sintetizar un vasto contenido de materias, que interactúan de manera completamente ordenada y eficaz, independientemente del albedrio o nutrido número de diferencias que puedan ofrecernos sus detalles desde el exterior.

Como decimos, hay una inmensa variedad de modos y técnicas de trabajo. Cada uno puede escoger la que considere más viable, o con el que se sienta más a gusto.

Y es que, en este sentido, la interpretación es la esencia de esa geografía a la que me refiero. Está muy bien que se transcriban y copien documentos para poder trabajar luego sobre ellos, del mismo modo resulta importantísimo describir los elementos destacados de un lugar o un objeto, pero la verdadera investigación no sólo se reduce a esto. Ciertamente son actos indispensables, pero no la solución para conseguir llegar al fondo de una cuestión. De ellos debe surgir una materia, que será a la postre, la aportación que realizaremos, y que se basará en nuestra percepción o interpretación personal. La misma de la que seguramente en un futuro se efectuarán múltiples matices, correcciones y críticas por otros investigadores, e incluso por el mismo que en su día la realizo. Y es que tal y como está comprobado, las grandes aportaciones suelen venir de modelos previos, que modificándose o extendiéndose desde su base, ayudan a consolidar una nueva teoría, de la misma forma que sucede con los brotes que florecen de un árbol muerto.

Labores como la recolección de datos, desarrollo constante de anotaciones personales, y la consecuente programación de estas hacia diferentes hipótesis, son algunas de las formas con las que trabaja el geógrafo cualitativista.

Uno de los objetivos es que esa investigación alcance un significado para nosotros, donde se partirá de una exploración previa, sea de datos o de un terreno, que posteriormente iremos reduciendo y estructurando, para a posteriori lanzar las primeras impresiones respaldadas por afirmaciones, que darán lugar a unos resultados, y desde los que formularemos nuestra impresión personal, intentando llegar más allá de la presentación de una fórmula, y por lo tanto sin quedarnos estancados, y proponer un eslabón más, que siempre a través de la hipótesis sea posible.

Y es que la hipótesis, es en parte esa esencia final que caracteriza muchas de las investigaciones cualitativistas en el ámbito geográfico. Partimos de que no sabemos con exactitud si esta puede ser o no verdadera, a pesar de las razones que nos hacen pensar y creer firmemente en que esa idea es cierta y perfecta.

Sabemos que la hipótesis puede mostrarse de diferentes formas, de ahí que en más de una ocasión la empleamos para proponer de modo provisional algo que no podemos manifestar con mayor rotundidad, o incluso como una idea que florece de una propuesta menos rígida, pero que necesita pulirse, debido a los frentes que deja abiertos, pero que no por ello, la invalidan como tal.

El origen desde el que nace una investigación, y los consiguientes caminos que va tomando hasta llegar a su punto final, se ven obviamente influenciados por la o las hipótesis que van formulándose con el transcurso de ese estudio. Ya que la hipótesis es la que acaba condicionando todo el proceso.

Ser o intentar parecer un geógrafo, no sólo se reduce a disponer de una formación académica que puede derivar de la propia universidad o desde el interés autodidacta, sino que entra en juego algo más profundo, que, aunque parezca absurdo, es lo que por esencia natural conecta el ser humano con el espacio geográfico. Una relación simbiótica que hemos perdido con el transcurso de los siglos, y que no sólo se sostiene por el respeto hacia un hábitat. 

Algo muy personal, y para muchos discutible, es la división de materias en las que cada uno fragmenta la geografía. Lo más práctico sería partir desde la visión clásica y simple, que a grandes rasgos diferencia la geografía humana y geografía física, y de las que posteriormente parten las sub-ramas que especializan sus contenidos: geomorfología, climatología, paleogeografía, biogeografía…, y donde si queremos rizar el rizo, podemos hallar otras consiguientes especializaciones. Muchos geógrafos parten de un modelo en el que convergen cinco ramas que acapararían la geografía completa (humana o antropogeografía, animal o biológica, matemática, astronómica y física), otros hablan de más de diez. Yo en mi caso parto de un total de siete. De ahí, que como comentaba con anterioridad, esto sea una cuestión más personal que otra cosa.

Este entramado de disciplinas, que parece no tener un límite, debe de verse más como una virtud de nuestra ciencia, en lugar de un defecto. Cosa que no siempre sucede, y por la que en más de una ocasión nos hemos preguntado si ello no le resta cierta “personalidad”.

Algunos autores incluso van más lejos, y llegan a afirmar que ya hemos llegado a una fase de degradación inevitable, que inmediatamente irá precedida por el final de esta disciplina, debido a muchas razones, entre las que destaca su aislamiento del campo humanista, junto la mayor sofisticación tecnológica con la que los geógrafos del siglo XXI ven su territorio.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).