domingo, 2 de abril de 2017

Los Salonarde. Un linaje de la nobleza rural conquense vinculado con la trashumancia

En muchos casos, cuando se estudia el origen y evolución de una familia procedente del ámbito rural, veremos que su camino no siempre dibuja una trayectoria de decaída o estancamiento, sino que el de una proyección continua que acaba al final posicionándola en un lugar privilegiado. Esta es sin lugar a duda la historia de la familia Salonarde. Una estirpe, que de acuerdo a la documentación que hemos podido seguir hasta el siglo XVI, se ubicó entre los pueblos vecinos de Barchín del Hoyo y Buenache de Alarcón, núcleo y origen de su asentamiento y crecimiento una vez que se superó el período de la Edad Media. 

Desde ahí, esta ya destaca por el papel que juega en la administración local, así como por un considerable patrimonio aglutinado, que poco a poco le servirá para dejarse ver entre las élites del lugar, un fenómeno que finalmente le permitirá conseguir ocupar un lugar privilegiado entre las altas esferas de la sociedad conquense, tal y como será el caso de la ciudad de Cuenca. 

Nuestra historia comienza de abajo hacia arriba, con don Fernando Clemente de Arostegui y Herrera de Salonarde, nacido en Cuenca allá por el año 1756. Este era un personaje que llegó a desempeñar el oficio de teniente de navío de la Real Armada, además de luego ser nombrado caballero de la Orden de Calatrava. Como muchos nobles de la época, don Fernando empleó su tercer apellido, al margen de los dos primeros que le venían por el costado masculino, siendo éste el de Salonarde, el cual ya heredaba por repetición, puesto que tanto su padre como su madre lo portaban en segundo lugar, ya que eran primos hermanos. Una estrategia muy empleada entre la nobleza para conservar la pureza sanguínea, además del patrimonio que poseían. Así pues, su padre, don Antonio Clemente de Arostegui y Salonarde, fue caballero de la Orden de Carlos III, además de regidor perpetuo de Cuenca por el estado noble, y administrador general de las rentas provinciales, siendo hijo de dos padres de la Manchuela, don José Clemente de Arostegui Cañavate y doña Quiteria Salonarde Salonarde (ella oriunda de Buenache de Alarcón). 

Por el costado materno, la esposa de don Antonio era doña Josefa Juliana de Herrera Salonarde, hija del hidalgo don Fernando Herrera de Cenizales y doña Ana Josefa Salonarde Salonarde. Ambas abuelas, Quiteria Antonia y Ana Josefa, eran hijas del hidalgo de Buenache de Alarcón, don Benito Salonarde de Torres, quien había casado a su vez con otra miembro de su mismo linaje, doña Catalina Salonarde Cerrillo. Gracias a esta serie de enlaces endogámicos, los Salonarde supieron fortalecer y acumular una notable cantidad de riquezas, que se basaban especialmente en la posesión de tierras y cabezas de ganado, de las que luego sacaban rédito comercializando su producción lanar. 

Al respecto existen dos estudios de notable interés que tratan este tema, por un lado tenemos el de María Luz N. Vicente Legazpi, “La ganadería en la provincia de Cuenca en el siglo XVIII” (2000), así como el de Mariano López Marín, “Tiempo de transhumancia” (2012). De ambos extraemos una conclusión muy interesante, y es que el poder que acumuló y gestionó la familia Salonarde, fue regulado por mujeres. Algo que aunque hoy parezca una mera curiosidad, no la tenía desde luego en aquella España rural del siglo XVIII, en donde el papel de la mujer era prácticamente nulo. Dichas damas acabaron siendo hábiles y avanzadas empresarias de la época, no obstante, creemos que su labor no ha sido lo suficientemente reconocida hasta el presente, puesto que hemos de tener en cuenta que pasaron a ser de las mayores controladoras de reses que hubo en todo el territorio conquense, sin que hasta la fecha esto haya tenido el suficiente interés entre investigadores.


Ascendencia de don Fernando Clemente de Arostegui por el costado de los Salonarde.

La abuela paterna de don Fernando, doña Quiteria Salonarde, fue una de las grandes gestoras de la trashumancia conquense, ya que no sólo se limitó a comprar ganado, sino que realizó enormes inversiones que mejoraron su explotación y consiguiente producción. Sabemos que don José Clemente de Arostegui, capellán mayor y canónigo de la catedral de Cuenca, fue su apoderado. Doña Quiteria consiguió hacerse con la cabaña del emblemático municipio de Molinos de Papel, tras el fallecimiento de su segundo esposo don José de Sancha Ayala. La abuela de don Fernando acabó dejando su patrimonio a la que sería su sobrina, y madre a la vez de don Fernando.

María Luz Vicente (2000, 1113), nos indica que doña Ana Josefa Salonarde se encargó de efectuar sola toda la dirección de la explotación. Igualmente, dicha autora nos confirma que la relación que albergaban los Salonarde con la explotación animal era una forma más de acumular ganancias, puesto que doña Quiteria prestó dinero, compró tierras e invirtió en diferentes propiedades, además de la ya famosa gestión ganadera que desempeñaba. Tanto es así que ya vio en la propiedad de Molinos de Papel (en las afueras de Cuenca) una salida a su negocio, puesto que dicha instalación estaba adyacente a la casa esquiladero-lavadero que tenía para su ganado.

Los Salonarde, como muchos miembros de la élites, se agarraron a la figura del mayorazgo para no dispersar su patrimonio, de modo que éste siempre consiguiera concentrarse en un único individuo. Sabemos que la casa principal de doña Quiteria, y que fue con anterioridad del señor Marqués de Palacios, pasó por herencia a los miembros de la familia Clemente de Arostegui, siendo al final el nombre con el que todavía hoy se conoce, a pesar de haberla recibido gracias a la compra de los Salonarde (Vicente, 2000, 846).



Casa de los Clemente de Arostegui (Cuenca). Fuente: http://www.minube.com/fotos/rincon/5186/30150

Otra persona igual de importante es la mencionada doña Ana Josefa Salonarde, hija de los abuelos maternos del capitán don Fernando, y que se acabará convirtiendo en la única heredera del patrimonio de su tía doña Quiteria. La referida doña Ana Josefa siguió con el mismo espíritu emprendedor de su familia, y consiguió hacerse con muchas propiedades, así como terrenos destacados, además de una mayor cantidad de cabezas de ganado que ya le venían por su madre, llamada igual, y que como doña Quiteria, eran hijas de don Benito Salonarde y doña Catalina Salonarde, ambos vecinos de Buenache de Alarcón, y quienes se encontraban bien posicionados económicamente.

Tras la herencia de su tía Quiteria, más lo que ya poseía Ana Josefa, ésta pasó a convertirse en una de la mayores controladoras de ganado merino de la ciudad de Cuenca. En esta línea María Luz Vicente, refleja con cifras ese poder, cuando nos comenta que el grado de acumulación de riquezas fue tan grande, que la producción se repartía entre pocos ganaderos, puesto “que el 66’49% de todo el lanar, incluido el churro, pertenecía sólo a tres ganaderos de cabañas merinas. El de Francisco de Borja, el de Quiteria Salonarde y el de Julián Cerdán” (2000, 823). Parece ser que la lana de los Salonarde se llevaba en los años ochenta del siglo XVIII hasta València, así como presumiblemente a Italia (Vicente, 2000, 1358).

El referido bisabuelo de don Fernando, fue un reputado hidalgo de la villa de Buenache, que descendía por línea recta de una de las familias más destacadas del lugar, tal y como podemos comprobar a través de las anotaciones que poseemos de los Salonarde, en donde consultando los libros parroquiales, destacan curiosidades como el pago de misas que estos realizaban, la fundación de memorias perpetuas, así como los matrimonios que afianzan con otras familias de la burguesía y nobleza local. El bisabuelo de don Benito Salonarde de Torres, también antepasado nuestro, casó con Catalina Isabel de Xábaga (esta vecina de Barchín del Hoyo). De este matrimonio saldrán diferentes ramas que se expandirán por estas tierras, no obstante, hemos de añadir que existía otra línea, perteneciente en origen a la misma familia, y que esperamos poder investigar con mayor calma en un futuro.

Valgan pues estas meras notas, como un primer paso para conocer a fondo, una familia sobre la que muy poco o prácticamente nada se ha escrito, pero sobre la que hay una nutrida cantidad de información por analizar.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).