En muchos casos, cuando se estudia el origen y
evolución de una familia procedente del ámbito rural, veremos que su camino no
siempre dibuja una trayectoria de decaída o estancamiento, sino que el de una
proyección continua que acaba al final posicionándola en un lugar
privilegiado. Esta es sin lugar a duda la historia de la familia Salonarde. Una
estirpe, que de acuerdo a la documentación que hemos podido seguir hasta el
siglo XVI, se ubicó entre los pueblos vecinos de Barchín del Hoyo y Buenache de
Alarcón, núcleo y origen de su asentamiento y crecimiento una vez que se superó
el período de la Edad Media.
Desde ahí, esta ya destaca por el papel
que juega en la administración local, así como por un considerable patrimonio
aglutinado, que poco a poco le servirá para dejarse ver entre las élites del
lugar, un fenómeno que finalmente le permitirá conseguir ocupar un lugar
privilegiado entre las altas esferas de la sociedad conquense, tal y como será el caso de la ciudad de Cuenca.
Nuestra historia comienza de abajo hacia arriba,
con don Fernando Clemente de Arostegui y Herrera de Salonarde, nacido en Cuenca
allá por el año 1756. Este era un personaje que llegó a desempeñar el oficio de teniente de navío
de la Real Armada, además de luego ser nombrado caballero de la Orden de
Calatrava. Como muchos nobles de la época, don Fernando empleó su tercer
apellido, al margen de los dos primeros que le venían por el costado masculino,
siendo éste el de Salonarde, el cual ya heredaba por repetición, puesto que
tanto su padre como su madre lo portaban en segundo lugar, ya que eran primos
hermanos. Una estrategia muy empleada entre la nobleza para conservar la pureza
sanguínea, además del patrimonio que poseían. Así pues, su padre, don Antonio
Clemente de Arostegui y Salonarde, fue caballero de la Orden de Carlos III,
además de regidor perpetuo de Cuenca por el estado noble, y administrador
general de las rentas provinciales, siendo hijo de dos padres de la Manchuela, don
José Clemente de Arostegui Cañavate y doña Quiteria Salonarde Salonarde (ella oriunda
de Buenache de Alarcón).
Por el costado materno, la esposa de don Antonio era doña
Josefa Juliana de Herrera Salonarde, hija del hidalgo don Fernando Herrera de
Cenizales y doña Ana Josefa Salonarde Salonarde. Ambas abuelas, Quiteria
Antonia y Ana Josefa, eran hijas del hidalgo de Buenache de Alarcón, don Benito
Salonarde de Torres, quien había casado a su vez con otra miembro de su mismo
linaje, doña Catalina Salonarde Cerrillo. Gracias a esta serie de enlaces
endogámicos, los Salonarde supieron fortalecer y acumular una notable cantidad
de riquezas, que se basaban especialmente en la posesión de tierras y cabezas de ganado, de las que luego sacaban rédito comercializando su
producción lanar.
Al respecto existen dos estudios de notable
interés que tratan este tema, por un lado tenemos el de María Luz N. Vicente
Legazpi, “La ganadería en la provincia de Cuenca en el siglo XVIII” (2000), así
como el de Mariano López Marín, “Tiempo de transhumancia” (2012). De ambos
extraemos una conclusión muy interesante, y es que el poder que acumuló y
gestionó la familia Salonarde, fue regulado por mujeres. Algo que aunque hoy
parezca una mera curiosidad, no la tenía desde luego en aquella España rural
del siglo XVIII, en donde el papel de la mujer era prácticamente nulo. Dichas damas
acabaron siendo hábiles y avanzadas empresarias de la época, no obstante,
creemos que su labor no ha sido lo suficientemente reconocida hasta el
presente, puesto que hemos de tener en cuenta que pasaron a ser de las mayores
controladoras de reses que hubo en todo el territorio conquense, sin que hasta la fecha esto haya tenido el suficiente interés entre investigadores.
Ascendencia
de don Fernando Clemente de Arostegui por el costado de los Salonarde.
La abuela paterna de
don Fernando, doña Quiteria Salonarde, fue una de las grandes gestoras de la
trashumancia conquense, ya que no sólo se limitó a comprar ganado, sino que
realizó enormes inversiones que mejoraron su explotación y consiguiente
producción. Sabemos que don José Clemente de Arostegui, capellán mayor y
canónigo de la catedral de Cuenca, fue su apoderado. Doña Quiteria consiguió
hacerse con la cabaña del emblemático municipio de Molinos de Papel, tras el
fallecimiento de su segundo esposo don José de Sancha Ayala. La abuela de don
Fernando acabó dejando su patrimonio a la que sería su sobrina, y madre a la
vez de don Fernando.
María Luz Vicente
(2000, 1113), nos indica que doña Ana Josefa Salonarde se encargó de efectuar
sola toda la dirección de la explotación. Igualmente, dicha autora nos confirma
que la relación que albergaban los Salonarde con la explotación animal era una
forma más de acumular ganancias, puesto que doña Quiteria prestó dinero, compró
tierras e invirtió en diferentes propiedades, además de la ya famosa gestión
ganadera que desempeñaba. Tanto es así que ya vio en la propiedad de Molinos de
Papel (en las afueras de Cuenca) una salida a su negocio, puesto que dicha
instalación estaba adyacente a la casa esquiladero-lavadero que tenía para su
ganado.
Los Salonarde, como
muchos miembros de la élites, se agarraron a la figura del mayorazgo para
no dispersar su patrimonio, de modo que éste siempre consiguiera concentrarse
en un único individuo. Sabemos que la casa principal de doña Quiteria, y que
fue con anterioridad del señor Marqués de Palacios, pasó por herencia a los
miembros de la familia Clemente de Arostegui, siendo al final el nombre con el
que todavía hoy se conoce, a pesar de haberla recibido gracias a la compra de
los Salonarde (Vicente, 2000, 846).
Casa de los Clemente de Arostegui (Cuenca). Fuente:
http://www.minube.com/fotos/rincon/5186/30150
Otra persona igual de
importante es la mencionada doña Ana Josefa Salonarde, hija de los abuelos
maternos del capitán don Fernando, y que se acabará convirtiendo en la única
heredera del patrimonio de su tía doña Quiteria. La referida doña Ana Josefa
siguió con el mismo espíritu emprendedor de su familia, y consiguió hacerse con
muchas propiedades, así como terrenos destacados, además de una mayor cantidad
de cabezas de ganado que ya le venían por su madre, llamada igual, y que como
doña Quiteria, eran hijas de don Benito Salonarde y doña Catalina Salonarde,
ambos vecinos de Buenache de Alarcón, y quienes se encontraban bien
posicionados económicamente.
Tras la herencia de su
tía Quiteria, más lo que ya poseía Ana Josefa, ésta pasó a convertirse en una
de la mayores controladoras de ganado merino de la ciudad de Cuenca. En esta
línea María Luz Vicente, refleja con cifras ese poder, cuando nos comenta que
el grado de acumulación de riquezas fue tan grande, que la producción se
repartía entre pocos ganaderos, puesto “que el 66’49% de todo el lanar,
incluido el churro, pertenecía sólo a tres ganaderos de cabañas merinas. El de
Francisco de Borja, el de Quiteria Salonarde y el de Julián Cerdán” (2000,
823). Parece ser que la lana de los Salonarde se llevaba en los años ochenta
del siglo XVIII hasta València, así como presumiblemente a Italia (Vicente, 2000, 1358).
El referido bisabuelo
de don Fernando, fue un reputado hidalgo de la villa de Buenache, que descendía
por línea recta de una de las familias más destacadas del lugar, tal y como
podemos comprobar a través de las anotaciones que poseemos de los Salonarde, en
donde consultando los libros parroquiales, destacan curiosidades como el pago
de misas que estos realizaban, la fundación de memorias perpetuas, así como los
matrimonios que afianzan con otras familias de la burguesía y nobleza local. El
bisabuelo de don Benito Salonarde de Torres, también antepasado nuestro, casó
con Catalina Isabel de Xábaga (esta vecina de Barchín del Hoyo). De este matrimonio
saldrán diferentes ramas que se expandirán por estas tierras, no obstante,
hemos de añadir que existía otra línea, perteneciente en origen a la misma
familia, y que esperamos poder investigar con mayor calma en un futuro.
Valgan pues estas
meras notas, como un primer paso para conocer a fondo, una familia sobre la que
muy poco o prácticamente nada se ha escrito, pero sobre la que hay una nutrida
cantidad de información por analizar.
David Gómez de Mora