sábado, 8 de noviembre de 2025

El lobo en la zona fronteriza de Cuenca y el área de Requena-Utiel. Apuntes de toponimia

La historia de buena parte de lo que hoy denominados como la comarca de la Plana de Utiel-Requena, es imposible desligarla del territorio conquense. De ahí que si pretendemos estudiar la presencia del lobo en estas tierras siglos atrás, es necesario hacerlo desde un marco territorial que englobe todo en su conjunto, y donde la presencia de este animal fue una realidad incluso hasta entrado el siglo XX.

Para ahondar en la cuestión, es imposible no tener presente el estudio publicado por Ignacio Latorre (2018), donde el autor analiza la historia de la evolución de este animal a lo largo de la Meseta de Requena-Utiel.

El término municipal de Requena abarca un amplio entorno y por ende de diferentes topónimos relacionados con este animal, como ocurre con el caso del Azagador del Lobo, el Barranco de Lobero y la Casa del Lobero. Al respecto, Madoz dice de este lugar que se ven “algunas cabras monteses, corzos, zorras y lobos”. Algo similar sucede con Utiel donde veremos algunos nombres como el de la partida de La Lobera y el Matorral de la Loberuela.

Ignacio Latorre (2018, 420) comenta sobre las medidas llevadas a cabo para reducir la presencia de este animal, que “a partir del primer tercio del siglo XVII, el pago de la captura de lobos se realizaba no con el dinero de propios del Ayuntamiento, sino con el reparto de gastos entre los ganaderos locales y foráneos, que pagaban acorde con la magnitud de su rebaño. Así lo indica la provisión real de Felipe IV de 8 de febrero de 1634, dirigida al corregidor de Requena, a partir de una petición de Diego García de Menaca, en nombre del Concejo de Requena, que había manifestado que en el término de Requena iban muchos ganados a pastar y que debido a las características montuosas y quebradas del territorio habían muchos lobos, zorras y otros animales dañinos”.

La localidad de Camporrobles también posee algunas designaciones alusivas al cánido, como ocurre en el caso de la pedanía de La Loberuela, además de la Hoya de dicho nombre. En Sinarcas conocida es la historia del “lobo de la ras” y que sirve para situar la presencia de esta especie en pleno siglo XX, tal y como relata en su obra Eliseo Palomares (1981), además del antiguo caserío de Lobos-Lobos, debido a que antaño estos cánidos abundaban en la zona. 

Sabemos que al lado de este caserío existirá una fuente, que permitirá un flujo de agua permanente, que obviamente atraerá más si cabe a estos animales hacia la zona. Cabe sumar que además del barranco de mismo nombre, alrededor existía un área boscosa, que ayudaba a que antaño el lobo se mantuviera por estos entornos.

Caserío de Lobos-Lobos (imagen del autor)

Sobre Lobos-Lobos, Eliseo Palomares (1981, 305), comenta que debe su nombre a la abundante presencia de lobos en las inmediaciones del lugar. El autor indica que todavía es frecuente oír hablar a los ancianos de las andanzas del famoso lobo de la Ras, que se presentaba a la hora de comer donde estaban comiendo las gentes campesinas y no se marchaba hasta que le echaban algo de comida”.

Pensamos que tampoco es un hecho casual que en Sinarcas exista una ermita dedicada a San Marcos Evangelista, el cual como recuerda la tradición cristiana, es una advocación a la que se le invocará para la protección del ganado contra los ataques de alimañas. 

Pinar en la entrada al caserío de Lobos-Lobos (imagen del autor)

Madoz dice que en Venta del Moro: “se cría ganado lanar y cabrio, y alguno de cerda, caza de liebres, conejos, perdices, cabras monteses, corzos y lobos”. De la misma forma, nos llama mucho la atención, la trama urbana originaria de la localidad de Fuenterrobles y que Ignacio Latorre (2018 441) recoge en su artículo, la cual estaba diseñada para guarecerse de las inclemencias y especialmente ataques de animales como este, y que nos recuerda a las acciones preventivas que como ya hemos comentado más de una vez, se llevaron a cabo en los municipios castellonenses de Fredes y Bel.

Ignacio Latorre, a través de los datos que recopila del cronista Fernando Moya Muñoz, relata como algunos puntos del urbanismo de Fuenterrobles, obedecen a unas pautas de protección contra este tipo de animales, con residencias que se sitúan alrededor de un corralón con varias entradas, para así tener este bien seguro y aislado de la entrada desde el exterior de alimañas. Indica que: “las ventanas al exterior eran muy pequeñas para que ni siquiera por los ventanucos pudieran entrar los lobos. La memoria oral se retrotrae al siglo XIX y recuerda como en los nevascos, cuando el pueblo estaba aislado, se acercaban los lobos y otros animales al pueblo rascando las puertas y casas buscando comida, por lo que se dejaban los mínimos vanos al exterior” (Latorre, 2018, 441). Este fenómeno también se puede advertir en el barrio de Turquía (San Antonio) y en Venta del Moro (Latorre, 2018, 442), en el caso de este último municipio, “con veinte callejones sin salida y encerrados en sí mismos, se puede explicar en parte como medio de protección contra animales dañinos. De hecho, muchos de ellos se cerraban por las noches y conservan la estructura de las puertas”.


La Loberuela (imagen del autor)

De nuevo Ignacio Latorre, comenta precisamente sobre Venta del Moro, debido a la continua problemática que tenían con los lobos, que incluso una niña llegó a morir a finales del siglo XIX, posiblemente por el ataque de uno de esos animales: “Una de las últimas noticias sobre el lobo en la comarca nos la aportó el diario requenense “El Eco de la Región” en su número del 24 de junio de 1894: “En el término municipal de Venta del Moro un pastor encontró días pasados un hueso y una alpargata, que al parecer pertenecen a la niña Ángela Valiente, de dos y medio años de edad, y natural del mismo pueblo, extraviada hará unos dos meses. Se supone fue devorada por algún lobo u otro animal de esta especie”.

No podemos pasar por alto el nombre de una pequeña aldea denominada como “La Loberuela”, denominación a nuestro juicio, bastante indicativa de la relación de este animal con dicho lugar. La mención de topónimos en algunos municipios del área conquense es bastante alusiva, como veremos en La Pesquera con el Rincón del Lobo, el Vallejo del Lobo en Enguídanos, en Mira el Charco de los Lobos, en Talayuelas la partida de La Lobera o la Hoya del Lobo en La Puebla del Salvador.

Respecto este área conquense, también contamos con los datos que nos aporta Madoz, donde leemos de Enguídanos como este comenta que “hay muchas liebres y conejos, algunos ciervos y corzos y no pocos lobos y zorras”. Sobre Minglanilla indica que “se cría ganado lanar y cabrio; caza de liebres, perdices, conejos, algunas cabras monteses, lobos y zorras”, mientras que de Aliaguilla añade que “abundan los pastos y la caza de perdices y liebres, sin que falten algunos conejos, lobos, corzos y venados”.


Zorro (Vulpes vulpes) visto en las afueras de La Loberuela (imagen del autor)

Estas referencias de mediados del siglo XIX junto con las anteriores, dibujan claramente un escenario que confirma como a mediados de esa centuria, esta área geográfica, junto con lo que hoy viene a ser la zona valenciana de Requena-Utiel, era un espacio en el que este animal no era todavía extraño de ver, a pesar de que su población se habría reducido respecto épocas pasadas.

Sobre la presencia del animal en Mira, Latorre (2018, 416), apoyándose en una referencia del Archivo Municipal de Requena, comenta como ya en el siglo XVI “son varios los lobos cazados en Mira por loberos mireños. Además, existía un acuerdo por el cual los lobos cazados en Mira también los pagaba Requena y viceversa (Pago de 200 maravedíes a Juan de Buega, vecino de Mira”.

Como ya hemos indicado en alguna ocasión, el siglo XVIII marcará un punto de inflexión en la evolución de la población de la especie, y es que además de que las políticas de deforestación y que mermaban el espacio ocupado por el animal, cabe incluir un mayor uso de las armas de fuego, que incrementarán la letalidad en las batidas que se realizaban contra estos animales.


Callejones de Venta del Moro (imagen del autor). Todavía pueden apreciarse los diferentes espacios cerrados que han quedado dentro de la trama urbana del municipio, y que antaño podían sellarse del exterior

Calle Huertas de Fuenterrobles (imagen del autor). Esta manzana de casas es un claro ejemplo de la finalidad protectora que antaño tenían este tipo de espacios urbanos

Añade Latorre que “En Hortunas, Fermín Pardo, cronista oficial de Requena, recuerda como en 1952-1953, los mozos de la aldea exhibieron y pasearon incluso un lince capturado vivo que a su temprana edad le pareció de gran fiereza. Era habitual exhibir y pasear zorros, zorras y tasones (tejones) y que los vecinos le dieran la voluntad en forma de dinero a los alimañeros. Las pieles de los zorros servían para confeccionar prendas de abrigo” (Latorre, 2018, 431).  


Barrio de Turquía, en San Antonio de Requena (imagen del autor). De la misma forma que en los casos anteriores, en esta zona de la población, las viviendas y paredes altas se hallaban agrupadas alrededor de una manzana, pudiendo cobijar así corrales interiores

El punto y final a la presencia del lobo en esta zona, Ignacio Latorre (2018-b) comenta que se produjo alrededor de 1952 entre Henarejos y Garaballa, cuando fue abatido el último ejemplar. Este tenía un gran tamaño, siendo visto por muchos vecinos del momento, ya que fue exhibido. Creemos que sería muy pausible pensar que la treintena de cabras que el autor comenta que murieron atacadas un par de años antes en esta misma zona, se debiesen a esta criatura.

David Gómez de Mora

Referencias:

*Latorre Zacarés, Ignacio (2018). “La Meseta de Requena-Utiel: Tierra histórica de lobos”. Oleana: Cuadernos de Cultura Comarcal, Nº. 33, 2018 (Ejemplar dedicado a: I Congreso de Naturaleza, Meseta de Requena-Utiel), pp. 403-460

*Latorre Zacarés, Ignacio (2018-b). Requena (08/05/18). La historia en Píldoras: https://iv.revistalocal.es/columnas/ultimo-lobo/

*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid

*Palomares Pérez, Eliseo (1981). Sinarcas (Geo-historia, folklore, lenguaje y toponimia). Valencia, 337 pp.