El concepto aristocracia puede entenderse de diversas maneras. Por un lado
tendríamos su significado dentro del campo de la política, así como otro en lo
que concibe al ámbito de la nobleza. De todos modos, tampoco supondría un error
plantear que ambas definiciones llegan a converger, hasta el grado de afirmar
que hablamos de una misma cosa, especialmente si nos estamos moviendo en un
marco cronológico con varios siglos de antigüedad.
En el campo de las ciencias políticas la antigua
aristocracia (básicamente la definida por Platón), es aquella en la que los
hombres más destacados de una sociedad pueden dirigir las riendas del
territorio que representan. La propia palabra ya nos lo indica, pues ésta deriva
del griego “aristos” (el mejor) y “kratos” (gobierno).
Henri
de Brouckère. Noble dedicado a la política y a la enseñanza universitaria.
También veremos como la definición va adoptando
diferentes cambios, pues hoy, además de lo anteriormente dicho, dentro de lo
que sería el concepto aristocracia habría que incluir a gentes de clases sociales altas
(independientemente de su historial genealógico o la vinculación que ellos o
sus antepasados han guardado con el mundo de la política). En este grupo habría
que sumar individuos pertenecientes a una familia que durante varias
generaciones han destacado en determinados aspectos, y que nos han llevado a
hablar de un linaje, consolidado por el transcurso de varias generaciones.
Durante
la época greco-romana los banquetes serán uno de los eventos más importantes
que acentuarán el elitismo aristocrático de las clases poderosas. En la
izquierda, imagen de un fresco en el que se ilustra un banquete, aparecido en
la casa Amante de las ruinas de Pompeya. En la derecha, imagen de un banquete
medieval.
Para
Platón la aristocracia era un gobierno de escasos miembros, formado por representantes
de la nobleza, que en el momento en que pasaban a corromperse podían denominarse
como integrantes de la oligarquía.
Obviamente cuando hablamos de ambos colectivos, nos
encontramos ante sectores muy diferentes, pero que ciertamente no vamos a negar
que guardan muchos puntos en común, pues siempre existió esa relación entre
poder económico – dominio político, de ahí que de la aristocracia a la
oligarquía hubiera un pequeño paso. En este sentido, desde la aristocracia
platónica o también llamada “arethe” / “arete”; - palabra ambigua en su uso y que
significa “excelencia” en alusión al gobierno de los mejores-, usualmente estaba
formada por los varones miembros de familias nobles.
La cualidad que representa el arete se entiende como una
virtud que se hereda. Esta visión sobre la capacidad de conseguir un
reconocimiento que pasa a distinguir o etiquetar a las personas en un colectivo u otro, es la misma que veremos en centurias posteriores tras el período
de la reconquista y sus siglos venideros, en los que la pertenencia a un linaje
y el hecho de portar un apellido, favorecerá una serie de privilegios que no
todo el mundo obtendrá.
Todavía observaremos múltiples paralelismos entre la
manera de entender la nobleza de la época de los griegos, respecto a la que
nuestros antepasados poseían en el Medievo. Una de esas maneras sería la
calidad de sus vestimentas, puesto que representaban una herramienta para
distinguirse del resto de los ciudadanos a simple vista. Otro rasgo será cierto
desapego hacia las nuevas clases altas emergentes, que sin entrar en contacto
con el mundo de la guerra, habían acaudalado muchas riquezas gracias
fundamentalmente a sus éxitos comerciales. Esos nuevos ricos serán tan mal
vistos en algunos casos, que desde el punto de vista social prevalecerá siempre
por encima el noble que a pesar de haber perdido su poder adquisitivo, puede
confirmar que porta sangre de un antepasado perteneciente a la aristocracia, en
detrimento de un acaudalado negociante, que en cuestión de una o dos generaciones
ha pasado de tener poco o nada, a un nivel de vida muy superior al de un rico hacendado.
Y es que el hecho de ser noble, ya no sólo era visto como
un mero calificativo que evitaba librarse de pagar determinados impuestos, sino
que un reconocimiento permanente que de modo constante le indicaba a la gente
la posición o rango social en la que se encontraba cada uno.
En el sentido militar, es posiblemente donde encontramos una
relación más estrecha entre la designación de ambas épocas, pues eran los
guerreros quienes por sus hazañas, podían conseguir aquel privilegio. Los
primeros porque ya entendían que el hecho de ser descendientes de sus Dioses,
les otorgaba ciertas cualidades para la guerra, y que los miembros del pueblo
llano jamás podrían poseer. Del mismo modo, durante la reconquista, las
familias de caballeros que participan con éxito en las batallas, serán
obsequiadas con la distinción de noble, así como en algunos casos con tierras y
títulos.
David
Gómez de Mora