sábado, 9 de mayo de 2015

La aristocracia

El concepto aristocracia puede entenderse de diversas maneras. Por un lado tendríamos su significado dentro del campo de la política, así como otro en lo que concibe al ámbito de la nobleza. De todos modos, tampoco supondría un error plantear que ambas definiciones llegan a converger, hasta el grado de afirmar que hablamos de una misma cosa, especialmente si nos estamos moviendo en un marco cronológico con varios siglos de antigüedad.

En el campo de las ciencias políticas la antigua aristocracia (básicamente la definida por Platón), es aquella en la que los hombres más destacados de una sociedad pueden dirigir las riendas del territorio que representan. La propia palabra ya nos lo indica, pues ésta deriva del griego “aristos” (el mejor) y “kratos” (gobierno).

Henri de Brouckère. Noble dedicado a la política y a la enseñanza universitaria.

También veremos como la definición va adoptando diferentes cambios, pues hoy, además de lo anteriormente dicho, dentro de lo que sería el concepto aristocracia habría que incluir a gentes de clases sociales altas (independientemente de su historial genealógico o la vinculación que ellos o sus antepasados han guardado con el mundo de la política). En este grupo habría que sumar individuos pertenecientes a una familia que durante varias generaciones han destacado en determinados aspectos, y que nos han llevado a hablar de un linaje, consolidado por el transcurso de varias generaciones.

Durante la época greco-romana los banquetes serán uno de los eventos más importantes que acentuarán el elitismo aristocrático de las clases poderosas. En la izquierda, imagen de un fresco en el que se ilustra un banquete, aparecido en la casa Amante de las ruinas de Pompeya. En la derecha, imagen de un banquete medieval.

Para Platón la aristocracia era un gobierno de escasos miembros, formado por representantes de la nobleza, que en el momento en que pasaban a corromperse podían denominarse como integrantes de la oligarquía.

Obviamente cuando hablamos de ambos colectivos, nos encontramos ante sectores muy diferentes, pero que ciertamente no vamos a negar que guardan muchos puntos en común, pues siempre existió esa relación entre poder económico – dominio político, de ahí que de la aristocracia a la oligarquía hubiera un pequeño paso. En este sentido, desde la aristocracia platónica o también llamada “arethe” / “arete”; - palabra ambigua en su uso y que significa “excelencia” en alusión al gobierno de los mejores-, usualmente estaba formada por los varones miembros de familias nobles.

La cualidad que representa el arete se entiende como una virtud que se hereda. Esta visión sobre la capacidad de conseguir un reconocimiento que pasa a distinguir o etiquetar a las personas en un colectivo u otro, es la misma que veremos en centurias posteriores tras el período de la reconquista y sus siglos venideros, en los que la pertenencia a un linaje y el hecho de portar un apellido, favorecerá una serie de privilegios que no todo el mundo obtendrá.

Todavía observaremos múltiples paralelismos entre la manera de entender la nobleza de la época de los griegos, respecto a la que nuestros antepasados poseían en el Medievo. Una de esas maneras sería la calidad de sus vestimentas, puesto que representaban una herramienta para distinguirse del resto de los ciudadanos a simple vista. Otro rasgo será cierto desapego hacia las nuevas clases altas emergentes, que sin entrar en contacto con el mundo de la guerra, habían acaudalado muchas riquezas gracias fundamentalmente a sus éxitos comerciales. Esos nuevos ricos serán tan mal vistos en algunos casos, que desde el punto de vista social prevalecerá siempre por encima el noble que a pesar de haber perdido su poder adquisitivo, puede confirmar que porta sangre de un antepasado perteneciente a la aristocracia, en detrimento de un acaudalado negociante, que en cuestión de una o dos generaciones ha pasado de tener poco o nada, a un nivel de vida muy superior al de un rico hacendado.

Y es que el hecho de ser noble, ya no sólo era visto como un mero calificativo que evitaba librarse de pagar determinados impuestos, sino que un reconocimiento permanente que de modo constante le indicaba a la gente la posición o rango social en la que se encontraba cada uno.

En el sentido militar, es posiblemente donde encontramos una relación más estrecha entre la designación de ambas épocas, pues eran los guerreros quienes por sus hazañas, podían conseguir aquel privilegio. Los primeros porque ya entendían que el hecho de ser descendientes de sus Dioses, les otorgaba ciertas cualidades para la guerra, y que los miembros del pueblo llano jamás podrían poseer. Del mismo modo, durante la reconquista, las familias de caballeros que participan con éxito en las batallas, serán obsequiadas con la distinción de noble, así como en algunos casos con tierras y títulos.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).