Los últimos trabajos de excavación
han sacado a la luz los restos de un nuevo lugar de enterramiento dentro del
convento de franciscanos de nuestra localidad. Hasta la fecha teníamos constancia
de una cripta, que sobre una losa lleva inscrita el año de su creación (1662). Recordemos la importancia que representaba
estar enterrado en una iglesia, o como en este caso, dentro de un convento, pues era fundamental para los miembros de las familias más destacadas de cada lugar, ya que además de estar dentro de un templo -tal y como hacían los reyes-, ello
les permitía saber a sus descendientes el lugar exacto en el que se encontraban
sus antepasados, ya que en el antiguo cementerio, los cuerpos no eran
enterrados dentro de nichos como hoy estamos acostumbrados a ver, sino que en fosas
o zanjas, en las que se llegaban a amontonar cuerpos con el transcurso de las
diferentes épocas. Simplemente hemos de ver como en el modesto cuadrilátero de
unos 900 metros cuadrados que tenía el fossar de la hoy calle de San Ramón, se
enterraron durante varios siglos muchos de los difuntos de nuestra localidad.
Esto motivo que la gente con un
mayor poder económico, y que representaban los niveles más altos de la pirámide
social (nobleza, burguesía y clero), optaran por elegir lugares menos
congestionados, y en los que a diferencia de los cementerios del pueblo, podían
erigir una lápida en la que quedara constancia de su nombre y apellidos, año e
incluso profesión, de manera que hubiera muestras de la importancia que aguardó
aquel linaje, y así identificar el espacio concreto en el caso de que algún
miembro de esa estirpe quisiera saberlo.
En muchos municipios de nuestro país
las iglesias comenzarán a quedarse pequeñas. Conocemos casos, como sucede en
Buenache de Alarcón, donde parece ser que todo el suelo del templo estaría
destinado a guardar el cuerpo de los difuntos, a través de espacios
rectangulares, en los que cada familia compraba una parcela.
Igualmente sucederá en nuestra
localidad, donde familias de la pequeña nobleza dejarán constancia de su
presencia, es el caso de los Gavaldà, Miralles (probablemente la rama de los
Miralles d’en Jaume) o los destacados Febrer de la Torre.
Por otro lado esto representará una
muestra de la riqueza que atesoran estos linajes, y en los que había una clara seña
de exaltación o propaganda social, que todavía tiene sus reminiscencias en el
período medieval.
David Gómez de Mora