Juan Francés Altamirano de la villa de Cañete la Real y sus
vecinos se vieron enfrentados a un pleito en 1586 contra el Licenciado Juan
Bautista Fermín, con motivo de las más de 2000 fanegas de sembradura que se
realizaron al roturar un terreno que antaño era zona de pastos comunes de la
población.
Un entorno del término municipal, compuesto por montes
bravos, donde no se rentabilizaba el uso ganadero, y al que una de las partes
aludía que únicamente servía como reserva natural para guarida de lobos y
raposas (zorros) que acechaban estas tierras.
La tradición ganadera y la multitud de cortijos con los que
antaño contó Cañete fue notable, no obstante la agricultura siempre fue el
sustento de la mayor parte de sus gentes.
El conflicto sobre el uso del suelo entre ganaderos-pastores
y labradores, respecto si merecía más la pena dejar el monte tranquilo como
zona de pasto o aprovecharse como área agrícola, será como veremos uno de los
variados motivos de disputas que enfrentó a muchos de nuestros
antepasados.
Algunos testigos ya comentan que la gente de la villa sacaba
más beneficio labrando que apostando por un modelo tradicional de pastoreo,
alertando incluso que si no se dejaba a la gente trabajar esas zonas nuevas, no
era descartable que debido a las complicaciones económicas muchos lugareños
marcharan y el lugar corriera el riesgo de acabar despoblándose.
Exagerado o no, quedaba claro que eran muchos los hogares en
los que a duras penas se llegaba a generar una riqueza que permitiera una digna
calidad de vida, ante la ausencia de zonas para la siembra. Todo ello son
argumentos que saldrán de la boca del cañetero don Juan Francés Altamirano,
miembro de un destacado linaje del lugar, interesado especialmente en que la
explotación agrícola se incrementara en el término municipal.
El área implicada comprendía una partida conocida con el
nombre de Las Cruces, y que junto con sus alrededores era el lugar en el que se
había roturado la tierra hacía unas décadas. Una zona en la que según los
testigos el terreno para el pasto de animales era muy malo.
Queda claro que por ese punto de la sierra antaño
transitaba, comía, descansaba y se criaba ganado, no obstante, los vecinos
reconocían que el lugar era de mala calidad, puesto que estaba casi abandonado,
además de distar de la población, aprovechándose solo para dar de comer a
algunas cabras y bueyes.
Se reitera en repetidas ocasiones que el ganado de la Cañada
Real pasaba lejos de allí, lo cual teóricamente tampoco debía suponer ningún
inconveniente. Por ejemplo Juan Lebrón, recordaba que esa zona ya se labraba
desde hacía 40 años como mínimo, y que el resto era un monte bravo que se había
explotado hacía un par de décadas, remarcando su pobreza como dehesa, de la que
poco o casi nada se podía aprovechar.
El lugar era punto de pasto comunal para los vecinos de Cañete, y esto lo corroboran testigos de fuera, como sucederá con algunos vecinos, quienes serán interrogados, aunque defendiendo la línea expuesta por Juan Francés.
Para nosotros el pleito tiene un especial interés por ser
una referencia de tipo geográfico como económico que nos permite comprender las
vicisitudes y problemáticas surgidas en el seno de una sociedad rural como la
cañetera de siglos atrás. También veremos que se citan los puntos de vereda,
como es el caso de la del “río abajo que dicen de Corbones de sesenta varas de
ancho”.
La roturación se argumentaba que era positiva incluso para
los ganaderos, ya que con ello se suprimía la población de lobos y zorros que
tantos daños causaban a los habitantes de la villa y su comarca.
De entre los vecinos citados, veremos que Juan Francés
Altamirano era quien tenía mayor interés en la defensa del aprovechamiento como
punto de siembra, encabezando el colectivo de propietarios que representaba al
concejo de la villa de Cañete. Le seguían Pedro Gallego, Pedro Alonso Guerra,
Alonso Martín-Camacho y el licenciado Gil García, entre otros.
La franja de campo en cuestión abarcaba las tierras de las
Cruces, el río Carbones (Corbones en otras referencias), el arroyo del agua, el
palmar, el mojón blanco, el saucejo y la fuente la higuera. Algunos testigos
dicen que las tierras de las Cruces y la fuente la higuera llevaban
labradas desde hacía más de 60 años, por lo que no se entendía a que se debía
aquella denuncia.
Queda pues en el aire la duda de que uso había concretamente
en esa zona medio siglo atrás, ya que bien pudo ser un entorno salvaje para el
pasto comunal en el que paulatinamente irían efectuándose compras o
usurpaciones que lo acabarían privatizándose a favor de determinados linajes de
labradores locales.
Los testigos que aporta Juan Francés en nombre del Concejo
de Cañete son Cristóbal Martín, vecino de Teba y labrador; Juan Cavero (de la
localidad de Almargen), Alonso Hernández (vecino de Teba), Diego González
Padrón (labrador), así como los trabajadores de doña Juana de la Fuente (vecina
de Baena), es decir, sus pastores Juan Rodríguez de Flores, Lorenzo Martín, Juan
González y Silvestre Hernández (mayoral que cuidaba del rebaño y mandaba a los
pastores).
Todos ellos coinciden en que esa zona era un espacio baldío,
sin riqueza ninguna, aunque cabe decir que atribuyen diferentes épocas al
periodo en el que se fueron roturando cada una de las zonas, lo que evidencia
que esta franja de la geografía cañetera iría roturándose lentamente.
(Continuará…)
David Gómez de Mora
Fuente:
* Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 50, Nº 9