No sabemos desde que momento del medievo la población cristiana
comenzará a habitar el lugar de La Peraleja, no obstante, desde fases
posteriores a ese periodo, y ya trascurrida la baja edad media, apreciaremos a
través del Censo de Pecheros de 1528, una referencia de interés que nos dará
una pista bastante aproximada sobre la cantidad de habitantes que había en la
localidad.
Cabe matizar que cuando hablamos de censos, estos emplean el
concepto de vecino como fuente informativa para referirse al número de personas
que viven en ese lugar. Por ello es necesario indicar que este dato no se
refiere estrictamente a una persona, sino que engloba al conjunto de la familia
o casa en la que estas residían, de ahí que podemos aplicar un cociente de
entre 3’5 o 5, y que en nuestro caso hemos ajustado a cuatro.
Partiendo de esta advertencia, se puede entender que los 90
vecinos pecheros que recoge el censo de 1528 deben estar refiriéndose a una
población de unas 360 personas, lo cual ya nos habla de un lugar con una presencia
nada despreciable de habitantes, que como veremos se incrementará con creces en
las próximas décadas, ya que en el censo del año 1591, se especifica que La
Peraleja cuenta con un total de 282 vecinos, es decir, unos 1130 habitantes
aproximadamente. Una cifra que triplica el número de almas de hacía poco más de
medio siglo. Este tipo de proporciones ascendentes las hemos detectado en otros
municipios de la zona, como resultaría en el caso de Verdelpino de Huete (donde
en el mismo intervalo se pasa de unos 176 a 624 habitantes, o incluso en la
vecina Saceda del Río (con cantidades que se cuadriplican).
Evidentemente este ascenso explicará la necesidad de reformas en
la Iglesia parroquial, como en una expansión de la trama urbana que necesitará
ampliar el área urbanizada, para que así puedan establecerse esas nuevas
generaciones de habitantes. Este boom
demográfico entendemos que tuvo que fomentar el nacimiento de algunas de las
barriadas que la documentación recogerá tiempo después, y que obligarán a que
las calles del pueblo vayan descendiendo hacia la zona baja.
Cabe indicar que el censo de 1591 especifica que en el pueblo hay
cinco familias pertenecientes a la nobleza, así como tres clérigos. Podemos
intuir que algunas de estas podrían haber sido casas como la de los Suárez de
Salinas, González-Breto, Patiño y Daza, y que por aquel entonces ya tenían
reconocida su hidalguía entre el vecindario.
Si damos un salto y marchamos al siglo XVIII, apreciamos que en
relación a finales del siglo XVI, el número de habitantes ha decaído, así pues
el Catastro de Ensenada nos muestra una población con 225 vecinos (unos 900
habitantes aproximadamente), y que no mejorará su situación durante las
próximas tres décadas, cuando en el Censo de Floridablanca de 1787 La Peraleja
registra un total de 794 almas. Es obvio pensar que las epidemias y problemas
relacionados con sequías o enfermedades en muchos intervalos de tiempo harían
caer la población.
Tenemos registradas diferentes situaciones de esta índole, como la
que comprobamos en uno de los sillares de la Iglesia parroquial de
San Miguel Arcángel de La Peraleja, donde apreciamos una inscripción que se
gravó en la piedra de la esquina del templo, en la que reza la leyenda de que
el 17 de mayo de 1658 se bajó la imagen de la Virgen hasta la localidad. No
sabemos el motivo por el que un hecho como aquel pasaría a ser recogido de esta
forma, aunque teniendo en cuenta lo inusual de lo ocurrido, podemos presuponer
que sería con motivo de alguna situación extraordinaria en la que los vecinos
se vieron en la necesidad de suplicar una ayuda divina.
Recordemos
como en el texto del dominico peralejero Juan González-Breto, se indica que la
imagen de la Virgen del Monte se sacaba en procesión para que intercediera
cuando las sequías se prolongaban, y por tanto hacía falta agua en los campos.
Partiendo de ese hecho, podemos entender que el haberse esculpido en la piedra
de un edificio religioso un episodio como este, tuvo que deberse a una
situación que probablemente ya vendría agravada desde tiempo atrás, y que por
esas fechas comenzaba a causar estragos entre la población.
En
un intento de localizar algún atisbo o consecuencia de ese episodio en el
número del registros de defunciones que se anotaban en el libro de la
parroquia, hemos de decir que no hemos detectado ninguna variable que hiciese
presagiar una afección en el incremento de las muertes, tal y como podía
ocurrir en periodos en los que las malas cosechas iban de la mano con momentos
de hambruna y consiguientes enfermedades que disparaban el número de
fallecidos.
Para
realizar este ejercicio comparativo, hemos recurrido al libro segundo de
defunciones de La Peraleja, y que abarca un periodo desde el año 1614 hasta
1693. A primera vista, analizando las series de años de los volúmenes en
que el párroco anotaba los diferentes sacramentos que se celebraban en la
iglesia parroquial, podemos plantear la hipótesis sin miedo a equivocarnos de
que se desprende cierto desentendimiento en la obligación de registrar
correctamente cada una de las entradas que este inscribía (el licenciado Miguel
Chamorro), pues era el encargado en esos momentos de llevar a cabo esta tarea,
puesto que veremos cómo los nombres de todos aquellos vecinos que se han casado
o fallecido en la localidad, suelen estar desprovistos de referencias que por
norma general el párroco había de anotar.
Analizando
los registros que efectuó durante un periodo de años considerable el licenciado
Miguel Chamorro, apreciamos una clara escasez informativa, que a los
investigadores nos conduce a una falta sustancial de información para entender
un poco mejor la historia del municipio, tanto por lo que respecta a los
matrimonios (ya que omite muchísimas veces el nombre de los padres de los
contrayentes), así como en las partidas de defunción, en las que a modo de
hipótesis, presuponemos que puede existir un vacío en el número de muertes de
vecinos, al no haber registrado todas. Lo único que podemos afirmar con
seguridad, es que este muchas veces no especifica la época del año en la que los
feligreses van falleciendo, no obstante este problema por desgracia será más
habitual de lo que nos podemos imaginar en otras parroquias.
Precisamente,
es a colación de este tipo de situaciones, donde radican muchos de los
quebraderos de cabeza por los que hubieron de pasar párrocos posteriores en el
momento de intentar averiguar los grados de parentesco entre vecinos, al
resultar la partida matrimonial la fuente más recomendable para solucionar este
tipo de cuestiones.
Cierto
es que los libros de protocolos notariales, gracias a las referencias
testamentarias, pueden subsanar la omisión de la paternidad en esas partidas de
los peralejeros. No obstante, la falta de una señalización del mes en la que se
produce el fallecimiento, nos impide precisar un estudio de la estacionalidad
de las defunciones, pues escogiendo los testamentos de los protocolos
notariales, veremos que no siempre todos los vecinos podían redactarlo si
carecían de bienes, así como que el hecho de que estos mandasen escribir sus
últimas voluntades ante una inminente muerte, aquello no significaba que el
enfermo falleciese inmediatamente a la redacción del documento, pues veremos
como en ocasiones se realizan codicilos y arreglos con diferencias de
años, y que muchos elaboraban de forma preventiva, independientemente de su
estado de salud.
A
continuación hemos realizado un recuento de los fallecidos en el libro segundo
de defunciones de la parroquia entre los años 1653-1662, una franja que
consideramos más que apta para ver si la sequía se tradujo en un incremento de
las defunciones medias que se producían en el municipio. Hemos de decir que
cuando indicamos el fallecimiento de niños, estamos englobando lo que hoy
designaríamos como el grupo de menores, es decir, desde recién nacidos
hasta los 18 años aproximadamente, pues como sabemos muchas veces en este tipo
de registros no se especifica si era un mozo o un niño con varios días el que
moría, sino que simplemente que era hijo o un joven que dependía de sus
progenitores.
AÑO
1653
1
niño en marzo
1
niño en mayo
1
niño en agosto
1
adulto en septiembre
2
adultos y un 1 niño en octubre
1
niño en noviembre
1
adulto en diciembre
TOTAL: 5 niños
y 4 adultos (9 muertes)
AÑO
1654
1
adulto en ¿?
3
adultos en marzo
1
adulto en abril
2
adultos en ¿?
1
adulto en junio
2
adultos en ¿?
1
adulto en agosto
5
adultos y 2 niños en ¿?
1
adulto en septiembre
6
niños en ¿?
1
adulto en noviembre
TOTAL: 8
niños y 18 adultos (26 muertes)
¿AÑOS
1655-1656?
15
adultos en ¿?
9
niños en ¿?
1
adulto en noviembre de 1656
5
adultos ¿?
3
niño en ¿?
TOTAL: 12
niños y 21 adultos (33 muertes, media de 16 por año)
AÑO
1657
1
adulto en enero
3
niños en ¿?
3
adultos en junio
4
niños en junio
2
niños en ¿?
TOTAL: 9
niños y 4 adultos (13 muertes)
AÑO
1658
1
adulto en marzo
1
niño en ¿?
1
adulto en abril
1
adulto en mayo
3
niños en ¿?
1
adulto en junio
2
adultos en agosto
1
adulto en diciembre
TOTAL: 4
niños y 7 adultos (11 muertes)
AÑO
1659
2
adultos en enero
1
adulto en febrero
1
adulto en marzo
1
adulto en agosto
1
adulto en octubre
1
niño en ¿?
TOTAL: 1
niño y 6 adultos (7 muertes)
AÑO
1660
1
adulto en enero
1
niño en ¿?
1
adulto en marzo
1
adulto en ¿?
1
niño en ¿?
1
adulto en abril
1
niño en ¿?
2
adultos en mayo
1
adulto en agosto
1
niño en ¿?
1
adulto en diciembre
TOTAL: 4
niños y 8 adultos (12 muertes)
AÑO
1661
2
adultos en mayo
1
adulto en ¿?
4
adultos en ¿?
3
niños en ¿?
1
adulto en septiembre
1
adulto en ¿?
2
niños en ¿?
TOTAL: 5
niños y 9 adultos (14 muertes)
AÑO
1662
1
adulto en enero
1
niño en ¿?
1
adulto en febrero
1
niño en marzo
1
niño en abril
1
adulto en mayo
1
adulto en ¿?
4
niños en septiembre
1
niño en octubre
1
adulto en diciembre
1
niño en diciembre
TOTAL: 9
niños y 5 adultos (14 muertes)
Partiendo
en el supuesto caso de que el licenciado más o menos pudo anotar todas las
defunciones que se irían produciendo en la localidad, vemos como durante el año
de la rogativa y anteriores, no hay un incremento sustancial en las cifras de
muertos que haga presagiar un empeoramiento o aumento de la mortandad media de
los peralejeros. Si bien es cierto, durante el año 1654 se disparan tanto en
niños y adultos estos números, aunque ello en principio no tendría nada que ver
con la rogativa que se efectuaría tres años y pico después.
Es
más, cabría decir que a raíz de ese momento, llegamos incluso a percibir un
descenso en el número de niños fallecidos desde la época de la rogativa hasta
la llegada del invierno de 1660, durante el que solo en un intervalo de 20
meses, únicamente ha fallecido un menor, un registro que solo se ve esa vez en
toda la serie que irá desde el año 1653 hasta 1662. Podemos pensar que si
Miguel Chamorro anotó las defunciones que se produjeron de forma precisa, a
pesar de no dar detalles sobre el día y mes en el que acontecen, que esta
reducción de la mortandad infantil en el pueblo tuvo que vincularse con una
intervención de la Virgen, ya que precisamente su llegada al pueblo, coincide
con el momento durante el que la población joven dejará de fallecer, cosa que
alimentaría y explicaría más si cabe el incremento de la devoción hacia su
imagen.
Además
de este dato, no apreciamos hechos significativos entre la
comparación sobre la proporción de niños y adultos fallecidos a lo largo
de los años, pues veremos cómo esta va variando, sin establecerse un patrón o
dinámica fija. Ello unido a la dificultad de poder interpolar datos con esa
situación que no sabemos hasta qué punto pudo haber estado vinculada con la
necesidad de plasmar en la pared del templo un episodio como aquel, nos lleva a
la conclusión de que resulta muy difícil atisbar un nexo entre la evolución de
la cifra de fallecidos con la necesidad de traer la Virgen a la localidad. Todo
ello teniendo en cuenta como se ha indicado al principio, que partimos de la
hipótesis de que los datos aportados por el párroco a pesar de poder ofrecer
lagunas que afectarían a una interpretación genérica de la evolución
demográfica del vecindario peralejero de esos tiempos, a grandes rasgos no
distarían mucho de lo que acaecería en la localidad.
Evolución demográfica de La Peraleja. Datos (1528: 90 vecinos pecheros; 1591: 282 vecinos; 1753: 225 vecinos; 1787: 794 habitantes. Cabe recordar que la cifra de promedio que se suele emplear para referirnos a la cantidad de vecinos puede variar dependiendo de la fecha o autor que la realice. Nosotros en este caso hemos aplicado un promedio de 4 personas por cada vecino recogido en los respectivos censos y Catastro de Ensenada).
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de La Peraleja
Referencias:
*Archivo
Diocesano de Cuenca. Libro II de defunciones de La Peraleja (1614-1693), Sig.
30/15, P. 816
*Censo
de Pecheros de Carlos I. Tomo I. Año 1528. Instituto Nacional de Estadística: tomo1.pdf (ine.es)
*Censo
de la Corona de Castilla. Año 1591. Instituto Nacional de Estadística: Censo_Corona_T2.pdf (ine.es)
*Catastro
de Ensenada. Archivo Histórico Nacional: MINISTERIO DE CULTURA Y DEPORTE - Portal de Archivos Españoles
(mcu.es)
*Censo
de Floridablanca. Tomo II. Año 1787. Instituto Nacional de Estadística: ine.es/HYPERLINK
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