Entre las construcciones que en ocasiones podremos ver en las entradas de algunas de las localidades de nuestro territorio, están las que popularmente se han denominado con el nombre de humilladero.
Algunas todavía pueden apreciarse en determinados lugares de la geografía conquense, ya que por norma general, se posicionaban en las afueras de los municipios, para que de este modo, si un viajero o vecino pasara por su lado, se “humillara” en ese punto.
Con la acción de “humillar” se hacía alusión a la actitud mediante la cual la persona que pasaba junto a ese espacio, agachaba su cabeza o se postraba, parándose a rezar, o simplemente persignarse, agradeciendo de este modo la llegada hasta la población en el caso de que viniese de fuera, o también, solicitando que el trayecto que debía de cubrir al salir del municipio, se desarrollara sin incidencias.
Por desgracia durante la Guerra Incivil de 1936-1939, muchas de estas obras se vieron afectadas, destruyéndose las cruces de piedra o quemándose en el caso de que fuesen de madera, quedando en el olvido bastantes ejemplares, aunque otros volverían a rehacerse.
La forma de los humilladeros no respondía a un diseño específico, ya que podían alzarse sobre una obra de base cuadrada o rectangular, con gradas, verjas, o emplazando en altura la cruz o imagen que se veneraba.
Como decimos, su aspecto será variado, pues hasta se podían cubrir con un tejado, dando lugar en algunos casos, a la formación de una ermita con el trascurso del tiempo. Ya hemos comentado en más de una ocasión, como la preocupación que acechaba a la gente en épocas determinadas (especialmente durante la festividad de Todos los Santos y Fieles Difuntos), indicaba según las creencias, que las procesiones de almas podían invadir las calles de los pueblos, motivando que muchas personas, encendiesen velas, para que aquellas almas encontraran su camino a través de la luz, y así no varar en casas ajenas. Es por ello, que los humilladeros, al posicionarse en las zonas de entrada y salida de los municipios, se creía también que podían ejercer esa labor de protección, extendiéndose incluso en el momento de solicitar ahuyentar otro tipo de peligros, tal y como sucedía hasta hace poco más de 100 años con el lobo.
Tengamos en cuenta que el daño que este cánido podía ocasionar en las zonas donde había animales, siempre fue una preocupación que mantuvo en vilo a muchos de nuestros antepasados. Así pues, todavía nos han trasmitido historias que se remontan oralmente a finales del siglo XIX, donde se hablaba de como por ejemplo en la localidad de Verdelpino de Huete, los mayores advertían de las entradas nocturnas de lobos en la población a través del camino de acceso por su flanco meridional.
Algo similar ocurría en Saceda del Río, donde sus habitantes en las afueras de su iglesia, justo en el inicio del camino que lleva hacia las Fuentecillas, consideraron que era necesario mantenerlo protegido, para que quienes entrasen o saliesen del lugar, pudieran solicitar o agradecer estar salvaguardados.
Cabe decir que este tipo de creencias, nos recuerdan bastante a las extendidas en zonas como las tierras del norte de Castellón, donde en la parte superior de sus cementerios, se remataban los muros con antiguas estelas discoidales del camposanto medieval, ya que se decía que si estas se topaban en el camino por donde circulaba el animal, impedía que estos entrasen hasta el interior del cementerio en busca de carroña.
Al final comprobamos, como estos humilladeros y que muchas veces la gente confunde con otro tipo de construcciones que darían para un artículo más amplio, era la de proteger a sus vecinos, demostrando aquellos al mismo tiempo, su agradecimiento con el Creador, a través de ese gesto de humildad, tal y como en estas fechas representamos con la figura de los magos de Oriente, al postrarse ante el Hijo de Dios con una actitud de respeto y reverencia, a pesar del rango que socialmente se les atribuirá.
De la misma forma, los puntos donde se alzarán los humilladeros, marcarán muchas veces los límites hasta los que se realizaban algunas de las bendiciones del término, para así proteger los campos de malas cosechas o la salud de sus vecinos.
En el caso de los municipios que hemos investigado, apreciamos como esta obra podía correr a cuenta de un particular. De esta forma, el creyente, en el momento de redactar su testamento, dejaba clara su voluntad de materializar esa construcción
Además de las cruces, en ocasiones en el humilladero podía colocarse una imagen, y que solía ser con la que guardaba especial cariño el encargado de subvencionar la obra. Igualmente, en estos lugares podían dejarse ofrendas, entre las que estaba la costumbre de depositar una piedra, con la que el caminante estaba solicitando su protección en el momento de partir de ese sitio, así como también en forma de agradecimiento tras finalizar su trayecto al haber llegado hasta el lugar de forma segura.
Sabemos por la documentación del archivo parroquial de Verdelpino de Huete, que en el año 1588, Ana Martínez1 (esposa de Miguel Pérez), al realizar su testamento, entre las cláusulas que solicitará, figurará la del pago de casi 400 misas para la salvación de su alma y familiares, además de donar doce reales para que se realice una bolsa de damasco blanco para los corporales de la iglesia del municipio, así como otro par de reales para ayudar en la construcción del humilladero que mandó levantar su suegro Pedro Pérez.
No olvidemos que este señor fue marido de María Escudero, quien también solicitará reparar el humilladero de Santa Ana años más tarde, lo que nos lleva a pensar que sería el mismo que mandaría alzar y mejorar la familia, contribuyendo su nuera con esa donación.
También leemos en la partida de defunción de doña Ana de Sandoval2 de 1625, como esta mandaba redactar su testamento enferma y ante la inminente llegada de su muerte, solicitando ser enterrada en la Iglesia Parroquial de San Bartolomé Apóstol de Villarejo de la Peñuela, indicando que se efectuara la construcción de un humilladero en la villa de Valparaíso de Abajo, además de que este había de poseer unas dimensiones de diez pies cuadrados, e ir acompañado por la Imagen de Nuestra Señora de la Misericordia.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo,
Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela
1 Archivo Parroquial de Verdelpino de Huete. Libro I de matrimonios y defunciones, sig. 4-1
2 Archivo Diocesano de Cuenca, Libro III de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1623-1764), Sig. 113/15, P. 212