Uno de los oficios tradicionales que por norma general había en la mayoría de municipios, y que aparecerán desde el origen de los mismos, es el del herrador. Laborioso y sacrificado, como gran parte de los trabajos tradicionales de antaño, éste era el encargado de herrar los animales que se empleaban para faenar, tales como caballos, mulas o burros. Su papel desde el medievo hasta el siglo XIX fue crucial, pues en los enclaves rurales la ganadería y la agricultura no podían desarrollarse sin la ayuda de animales que facilitaran el duro día a día.
En algunas localidades el herrero trabajaba de manera itinerante, por lo que se desplazaba hacia zonas colindantes, como sucedía siglos atrás en Piqueras del Castillo, cuando éste prestaba sus servicios desde Valera de Abajo. Por otra parte veremos como en algunas localidades el herrero también podía desempeñar la labor de veterinario, no obstante, ese no era el caso del municipio que nos ocupa, pues además del herrador profesionalizado, estaba el albéitar, encargado en el momento de tratar enfermedades y curas que implicaban una actuación médica sobre el animal.
Durante el Catastro de Ensenada veremos como en Buenache el herrador y el albéitar recaen en una misma persona, por lo que técnicamente habríamos de clasificarlo como maestro herrador, ya que mientras por una lado fabricaba y adosaba herraduras, éste intervenía en la sanación y cura de animales. Ciertamente la ausencia de veterinarios con título en la corte, hacía que los herradores en muchos pueblos ejercieran esa doble función, estando por norma general mucho más especializados, al haber adquirido el oficio por transmisión generacional, tal y como solía suceder, pues previamente ya habían trabajado con sus padres o familiares, además de conocer mejor los animales con los que habitualmente lidiaban por se propiedad de los vecinos del lugar.
La herradura era la pieza que el herrador debía encajar en el casco del animal, básicamente por una doble función. Por una parte proteger su extremidad (huesos, ligamentos, articulaciones, etc...), así como también para corregir posibles desequilibrios que pudiesen afectar a su movilidad.
Esta pieza consta de varias partes, en su zona central superior está lo que se conocen como las lumbres, es decir, la franja que forma la media luna de la herradura. Desde la misma descienden lo que denominamos como hombros, hasta que llegamos a la “cuarta parte” (detrás de los hombros), a continuación, descendiendo hallamos los callos o talones, y que vienen a ser las extremidades de la herradura. Entre la cuarta parte y los callos están las ramas, y que distinguimos entre externa e interna. Por último, el borde externo es el que presenta una forma convexa, mientras que el interno queda en la parte cóncava. La forma que describe la sección interior curvada de la herradura recibe el nombre de bóveda.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Catastro de Ensenada. Buenache de Alarcón. http://pares.mcu.es/Catastro