Dentro del término municipal de Cañete la Real encontramos un enclave de elevada singularidad histórica como arquitectónica, se trata del cortijo de Ortegícar, una construcción que salta rápidamente a la vista por su emblemática torre de casi 19 metros de altura, cuya base es prácticamente cuadrangular, apoyándose en una muralla que le da una estructura defensiva a todo el conjunto, y que nos muestra como antaño ejercía un elevado peso estratégico por situarse como zona de paso junto al río Guadalteba.
No sabemos con exactitud el momento de su construcción, aunque todo hace pensar que debería remontarse a la época de dominio musulmán. Una alquería fortificada donde todavía pueden apreciarse diferentes elementos que nos hablan de sus particularidades urbanísticas.
En origen el emplazamiento pudo haberse aprovechado por culturas anteriores como la romana, nada de extrañar teniendo en cuenta el lugar en el que se acabó posicionando. Se sabe que durante determinados momentos de finales del medievo, antes de consolidarse la conquista de las tierras malagueñas, el emplazamiento iría alternándose bajo el control de musulmanes y cristianos.
Decir que no todo su encanto se reduce a la trama señorial de lo que hoy es el cortijo, pues para acceder hasta allí existe un puente nazarí (en forma de lomo de asno), consolidado por un pavimento de cantos rodados.
Una de las grandes familias nobiliarias de aquellos tiempos eran los Girón, quienes obtuvieron su control durante la segunda mitad del siglo XV. Una Real Provisión recuerda como Pedro de Cárdenas traspasó Ortegícar a Pedro Girón, por lo que una vez integrado dentro del Condado de Ureña, acabaría engrosando los bienes del Ducado de Osuna.
Este emplazamiento no lo veremos nunca deshabitado, pues en su interior había un alcaide junto varias decenas de familias que residían y trabajan sus tierras, sin olvidar algunos funcionarios que le daban al lugar la autoridad y servicios suficientes como con los que habría de contar cualquier localidad por muy pequeña que fuese.
Los Cárdenas eran una familia que durante ese periodo estaba proyectándose socialmente con mucha fuerza. Además, éstos ya contaban con una nutrida expansión de sus líneas genealógicas, lo que irá moviéndoles por diferentes puntos de la geografía peninsular. Creemos sin miedo a equivocarnos, y a falta de una asignación más concreta, que don Pedro de Cárdenas, y que traspasa Ortegícar a la familia Girón, tuvo que pertenecer a una de esas líneas del linaje.
La casa de los Cárdenas estaba emparentada con la del Marqués de Villena, de cuya línea descenderá la de los Marqueses de Elche y propietarios de diversos bienes en tierras alicantinas, entre los que se encontraba la Isla de Tabarca. Igualmente, además del parentesco probado entre los Girón y los Pacheco conquenses, veremos como la nuera del señor de Piqueras y por tanto segunda representante del clan (doña Beatriz de Villegas y Osorio), los anales genealógicos la hacen descendiente de los Osorio-Cárdenas. Todo ello dentro de un marco cronológico muy estrecho, nos aventura a plantear la hipótesis de que la donación de don Pedro de Cárdenas a don Pedro Girón de la alquería de Ortegícar se debía en parte a esa serie de nexos genealógicos entre familias de una mismas características sociales. Sobre los Girón hay poco que ya no se haya escrito acerca de su estatus e influencias. Como ya hemos comentado en alguna ocasión, este don Pedro era hijo de don Alfonso Téllez-Girón y doña María Pacheco, él Señor de Frechoso y ella de Belmonte.
Su nombre completo era el de don Pedro Girón de Acuña y Pacheco en honor a los apellidos de sus abuelos. Entre sus bienes estaban el señorío de Briones junto con el de Ureña. Recordemos que Ureña la recibe tras su participación en la histórica batalla de Olmedo, siendo también nombrado Maestre de la Orden de Calatrava.
Sus abuelos paternos eran Martín Vázquez de Acuña (I Conde de Valencia de don Juan) y Teresa Téllez-Girón (por donde le vendrá su primer apellido). Los padres de su madre serán Juan Fernández Pacheco e Inés Téllez de Meneses. Como veremos cuatro grandes casas que en su conjunto ya presagiaban la posición destacada que la familia alcanzará en generaciones posteriores.
Pocos años después, en 1454 Enrique IV es proclamado rey, y sin olvidarse de su amigo don Pedro, éste le dona una serie de señoríos entre los que se hallaba el de Osuna, muy vinculado con la localidad de Cañete la Real, pues el arraigo de sus duques con este pueblo ha sido histórico, pues siempre figurarán como grandes terratenientes de patrimonio en las diferentes referencias que nos hemos ido topando al analizar algunos documentos del archivo municipal cañetero.
Don Pedro falleció en 1466, traspasándole la alquería a su hijo Alonso Téllez-Girón, quien por desgracia fallece sólo tres años después, de ahí que ésta acabara recayendo en su hermano Juan Téllez-Girón, tronco del que descienden los Condes de Ureña, y título nobiliario instituido por el mismo Enrique IV a favor de su hermano Alfonso.
Recordemos que los Girón, además de su parentesco con el Marqués de Villena (pues Juan Pacheco era tío de Juan Téllez-Girón), también guardaba una estrecha consanguinidad con otras líneas de la familia que se habían proyectado en diferentes puntos del país, es el caso del primer señor de Piqueras, Alfonso Téllez-Girón (esposo de Blanca Pacheco y sobre la que desconocemos el vinculo familiar con el Marqués de Villena, pues sabemos que empleaba sus mismas armas heráldicas). Alfonso era hijo de don Juan de Valencia y doña Beatriz de Acuña Girón, es decir, hija de los anteriormente referidos don Martín Vázquez de Acuña y doña Teresa Téllez-Girón, lo que convertía a la madre del señor de Piqueras en la tía del propietario de Ortegícar allá por los años sesenta del siglo XV.
David Gómez de Mora