La etimología del referido municipio es una cuestión que hasta la fecha no habíamos tratado, pero que salta a la vista partiendo de un simple análisis de la forma escrita que presenta, y en la que apreciaremos diversos elementos que quisiéramos señalar.
Primeramente decir que el lugar que ocupa el núcleo urbano de Villarejo de la Peñuela es un territorio bajo dominio señorial desde la primera mitad del siglo XIV, lo que nos hace suponer que con anterioridad este enclave ya debería existir. Entendemos que como toda población, intentaría aprovechar al máximo una serie de recursos o prestaciones, siendo este el caso del agua del arroyo de Cabrejas, y que circula junto a las inmediaciones del casco urbano, así como al cercano río de Valdecolmenas de Arriba, que del mismo modo sería explotado en esa zona de ribera fluvial por sus buenas prestaciones como tierra para uso hortícola.
La presencia de puntos con agua permanente y la disposición de un terreno fértil atraerían a sus labradores hasta la zona de la vega, a falta de una accidentalidad exagerada del relieve, en donde podemos hacernos la idea de que se alzaría un espacio muy delimitado, y que como era costumbre, buscaba posicionarse en un punto resguardado, a pesar de la falta de accidentes naturales importantes.
El propio nombre de Villarejo nos señala que en origen este lugar sería un pequeño villar (conjunto de casas agrupadas), de no excesivas dimensiones, tal y como nos reflejaría el sufijo diminutivo “-ejo”, en el que se afincarían una serie de familias que finalmente compondrían esa pequeña comunidad de labradores.
Como indicábamos, el relieve del casco urbano para nada es abrupto, no obstante, si nos fijamos en la parte meridional, observaremos como en la zona donde los señores decidieron emplazar su palacio, ya se percibe una inclinación del relieve, que por un lado nos estaría indicando los vestigios paleogeográficos que se han conservado del punto más elevado de esa vieja población, además de un topónimo de índole geomorfológico que estaría aludiendo a esa peñuela o loma, sobre la que se alzaría la construcción más importante desde el punto de vista social como estratégico del pueblo, y donde cabría preguntarse si tiempo antes pudo haber una fortificación medieval de carácter defensivo.
No descartamos esta hipótesis urbanística, por el hecho de que la referida casona señorial, y que sufrirá una enorme remodelación durante el siglo XVI, a diferencia de otros muchos enclaves, no se halla en una plaza céntrica, ni sobre una disposición más homogénea de las que veremos en la parte baja de la localidad, y es que no debemos de olvidar que ese punto, junto con la iglesia y las vías que circundan esa edificación religiosa, creemos sin lugar a dudas que estarían haciendo alusión a la zona más antigua del lugar, es decir, al origen del nacimiento de esas pequeñas agrupaciones de casas con las que comenzábamos este escrito.
Como bien indica el nombre Peñuela, el sufijo “-ela”, vuelve de nuevo a recordarnos otro diminutivo, en el que estaríamos refiriéndonos a esa peña, que geoestratégicamente otorgaría una mejor posición al enclave del lugar.
No olvidemos que justo más hacia el sur, en las afueras del municipio, existen unas tumbas antropomorfas, que de acuerdo a los paralelismos que ofrecen muchas de las que encontramos en diferentes zonas de la Alcarria, podrían catalogarse durante la época altomedieval, usándose durante el periodo visigodo o incluso por parte de la cultura mozárabe en el momento de dominio musulmán. La escasa distancia que existe entre este punto y la franja del palacio junto la Iglesia de San Bartolomé (200 metros aproximadamente en línea recta), nos hace suponer que el área de poblamiento altomedieval, poco se habría desplazado respecto al núcleo posicionado en época bajomedieval.
David Gómez de Mora