miércoles, 16 de noviembre de 2022

Apuntes sobre la torre-fuerte de Piqueras de Castillo

La torre-fuerte de Piqueras es una construcción de planta rectangular, con una altura de 17 metros, y que se ubica en la franja suroeste de esta población conquense, aprovechando así la posición que le otorga la loma rocosa en la que se alza, y desde la que controla con su visual un perímetro extenso, donde intencionadamente presenta una puerta colgada en altura (a una distancia del suelo de cinco metros), a la que se accedía desde una escalera de madera, que después se retiraría para impedir que otras personas pudiesen entrar en su interior.

Hasta la fecha, el mayor experto y estudioso de esta fortificación, es sin ninguna duda el piquereño Juan Ramón Ruiz-Checa, doctor y arquitecto, quien en su estudio y proyecto de puesta en valor sobre las torres refugio en el entorno del Júcar Medio (Cuenca), analiza con detalle cada una de las partes de esta obra.

De su trabajo se desprenden notables aportaciones, como la de que los merlones y almenas de la torre piquereña, responden a una superposición de diferentes fases constructivas (hasta cuatro en esta sección), muestra de que el edificio fue evolucionando con el trascurso del tiempo.

Torre-fuerte de Piqueras del Castillo

Apreciamos como en su interior existen tres zonas, una que quedaría a nivel del suelo, así como otra que estaría en la misma planta donde se halla la entrada, junto con otra superior, donde existe un ventanal abierto, hasta que finalmente accedemos a una terraza almenada que comunica con el exterior.

Ruiz-Checa ya advierte que ese ventanal que divisa el casco urbano, procede de una de las obras que posteriormente se efectuarían en el edificio, quedando como una especie de cortejero bastante rústico, donde hay dos bancos a cada uno de los lados internos de la ventana, y cuya difusión en el medievo llegó a ser notable, extendiéndose su obra en épocas posteriores. Estos bancos, servían al mismo tiempo como puntos de control o vigilancia, que adicionalmente aprovechaban la luz natural del exterior, y que en el caso de este edificio, pensamos que resultaría primordial, pues a tenor de las paredes de la fortificación, y que alcanzan un espesor cercano a los 1'90 metros, junto con la falta de oberturas, permitiría la entrada de un punto de luz externa, que de manera natural iluminaba la edificación.

Otra parte fundamental de esta construcción, es la zona superior y que hoy queda como una terraza descubierta, pero que a tenor de los espacios dejados por los mechinales, pensamos que estaría protegida por sus cuatro caras, habiendo vigas incrustadas, así como un tejado inclinado, que sellaría el edificio del exterior. Con ello se conseguiría que esta zona estuviese guarnecida, creando así una línea de cadahalsos, que complementarían las funciones defensiva del lugar, tal y como en su tesis refleja Ruiz-Checa.

Ladera de la loma donde se alza la torre-fuerte de Piqueras del Castillo

Recordemos que la estructura de madera en suspensión que permitía el cadahalso, a través de vigas o travesaños, contaba con aspilleras y oberturas, tanto en los frentes como en el suelo, consiguiendo disponer de un espacio libre desde el que se podía lanzar objetos y disparar flechas.

Tampoco hay que olvidar la labor de vigilancia que desde su origen desempeñaba la construcción, hecho que obligaba a una presencia en su interior de manera constante. Tengamos en cuenta que la funcionalidad y uso de este espacio iría adaptándose con el tiempo, ya que si durante las últimas décadas del siglo XII cayó en manos del monje Pedro López, otro escenario es el que tendremos a finales del siglo XV, cuando Juan de Valencia y segundo señor de Piqueras, es citado en la documentación de la Chancillería de Granada, al referirse a su criado Juan de Zamora (miembro de la pequeña nobleza local), quien según las declaraciones de algunos vecinos, además de haber sido alcaide del municipio, era quien le suministraba el pan, puesto que iba a comprárselo, para luego encerrarse con él, ya que parece ser, este le servía como criado.

No debe de extrañarnos que para mantenerse los servicios mínimos de una edificación como tal, se disponga de un escaso número de personas, pues simplemente con el apoyo del referido alcaide y su familia, la torre-fuerte podía estar perfectamente asistida. Así pues, no fueron pocos los castillos, en los que su propietario se valía a lo más de algún guarda, una criada y un campesino con los que tener un mantenimiento y vigilancia del lugar más que considerable.

Las prestaciones desde luego no eran malas. Además, recordemos que personajes como Juan de Valencia, precisamente si por algo se caracterizaron, fue por vivir una parte de su vida en solitario, habiendo tenido de manera legítima a su hija Guiomar Girón de Valencia, y por tanto, única heredera que permitirá que el señorío del lugar recayese sobre los Ruiz de Alarcón, al casar esta con don García Ruiz de Alarcón.

Tengamos en cuenta que la ubicación de esta torre sobre la pequeña loma en la que se encuentra, le otorga una posición realzada, que además estaba acompañada por una buena disposición de recursos naturales, pues el agua del río Piqueras se halla a escasa distancia, por no decir que la abundancia de piedra caliza, y consiguientemente de cal, así como de madera de los antiguos bosques de sus alrededores, harán de este espacio un lugar idóneo.

Las edificaciones de esta tipología, eran un elemento que demostraba el poder de su señor y propietario, por lo que resultaba indispensable el no dejar ningún cabo suelto, en aquel ejercicio de mantener las apariencias y no aflojar delante de los enemigos, pues como sabemos los conflictos acaecidos a principios del siglo XVI entre el tercer señor de Piqueras con Francisco de Bazán (este señor de Valera de Abajo), fueron una constante.

Intuimos que Juan de Valencia como alguno de los familiares que escogió este lugar como punto de residencia, no dispondría de excesivos elementos lujosos en su interior. Y es que durante aquel periodo de finales del medievo, veremos como estas construcciones eran lugares prácticos, con un escaso mobiliario, donde la cama de dosel, alguna silla, el tablón con un soporte a modo de mesa y los baúles que servían para almacenar la ropa y otros objetos, serán seguramente lo máximo que se podía ver entre sus paredes.

El haber de permanecer dentro de este lugar, obligaba a que como mínimo se dispusiera de modestos medios para su calefacción, pues tal y como veremos, tanto el otoño, como especialmente el invierno en Piqueras, es duro, y ello todavía se sentiría de forma aguda en construcciones de este tamaño. Es por esta razón que muchas veces en las crónicas leeremos como el uso de un barreño con agua hirviendo alrededor de la zona donde se hallaban las personas, así como el cubrimiento de las paredes con paños (tan frecuentemente citados en testamentos), así como de pieles de animales cazados en el caso del jabalí, y que en estas tierras siempre han abundado con creces, permitirían que el lugar quedase mínimamente termorregulado.

Torre-fuerte de Piqueras del Castillo

Tampoco podemos olvidar que los señores recibían una serie de tributos anuales de sus habitantes, llevando un estilo de vida, que aunque no se asemejase al de las grandes familias de la aristocracia peninsular, les valdrá al menos para gozar de unos mínimos lujos, como el de consumir carne de manera frecuente, pues desde luego por falta de animales no fue, ya que la riqueza cinegética de este área aun será citada por Madoz en el siglo XIX.

Precisamente, dentro de estos espacios, se disponía de determinados puntos que permitían que la carne pudiese colgarse del techo, para que así las ratas, y que tan frecuente era el tenerlas alrededor, no pudieran así alcanzarla. Igualmente, el pan y el vino, eran productos que no escaseaban en aquellas dietas, pues además de llenar el cuerpo, permitían que el frío se combatiera mucho mejor.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Piqueras del Castillo


Referencias de interés:

* Archivo de la Real Chancillería de Granada. Pleito de hidalguía de Jorge de Zamora, sig. 4882-06

* Ruiz-Checa, José Ramón (2015). “Torres exentas en el ámbito del Júcar medio (Cuenca). Implantación territorial y caracterización constructiva”. Tesis doctoral. Univesitat Politècnica de València. 640 pp.

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).