Hace unos años el estudioso Luca Mattei, en una conferencia titulada “Los mozárabes del mundo rural y sus asentamientos: el caso de Tózar y los Montes Occidentales de Granada”, trató los diferentes parámetros que ha ido apreciando en la instalación de las comunidades cristianas durante el periodo de ocupación musulmana en la franja que delimita su estudio, analizando la organización de los focos poblaciones sobre el medio, así como las diferentes características que desde la arqueología revelan las pautas que propiciarán la instalación de mozárabes en zonas rurales, alejadas de la urbe, y consecuentemente de los grandes centros de influencia demográfica.
Desde los inicios del siglo VIII, el autor indica que las pautas de asentamiento se caracterizarán por la creación de poblados en altura (tal y como ya había ocurrido en épocas anteriores con otras culturas); además de zonas fértiles, desde donde se potenciará un sistema de producción basado en la agricultura. Se tratará de zonas con unas prestaciones defensivas, que permitirán un alejamiento del control político que siempre resultará favorable para la continuidad en el tiempo de estas comunidades minoritarias.
Estos asentamientos en altura, Lucas considera que estaban asociados a élites locales que controlaban un patrimonio agrícola, el cual a su vez permitía la subsistencia de los habitantes de ese enclave, a la vez que el mantenimiento del estatus social de sus principales representantes, ya que a través del mismo obtenían ganancias que les ayudarán a prevalecer dentro de esos grupos de poder dominante. El segundo tipo de hábitat buscará zonas con amplia fertilidad, compartiendo junto con el anterior, los dos modelos de asentamiento que durante un periodo de dos siglos marcará las características de los enclaves habitados por comunidades mozárabes en este conjunto de focos.
Ahora bien, se desconoce si las gentes que habitaban esos lugares en altura irían integrándose como muladís dentro de la sociedad islamizada del momento. Recordemos que en el último cuarto del siglo IX y primero del X, en esta región andaluza se vivirá un periodo turbulento de revueltas muladís y mozárabes, que no sabemos qué grado de afección pudieron haber trasladado al área valenciana, no obstante, entendemos como mínimo que esta cuestión debería tenerse en cuenta, pues sabida es la influencia que jugarán las políticas del primer califa de Córdoba a lo largo del área de la península que se encontraba bajo sus dominios.
Es a raíz de esta cuestión, por la que consideramos que el periodo representado bajo el poder de Abd al-Rahmán III, tuvo que marcar un punto de inflexión, y que afectó seriamente en la distribución espacial de los núcleos cristianos, tal y como en el caso andaluz propone Mattei, aflorando poblados diseminados, posicionados alrededor de laderas, o puntos poco escabrosos, donde era necesaria la presencia de agua gracias a fuentes, además de caminos bien comunicados, que modificarán ese modelo anterior de puntos de altura. De ahí que con la llegada del siglo X, se abandonarán esos entornos controlados por una élite local cristiana, y que tuvieron su auge entre el intervalo que comprendería las centurias de los siglos VIII-X.
Cabe comentar que las necrópolis de la zona que engloban el estudio de Mattei (tal y como ocurrirá con la de Tózar), demostrarán la existencia de tumbas excavadas en la roca y tapadas por losas, que se caracterizarán por ser pobres en ajuar o materiales de valor que diesen a entender una distinción social entre el conjunto de sus integrantes.
Tengamos en cuenta que una parte importante de este tipo de poblaciones y que también veremos en otros puntos de la zona valenciana, irían islamizándose con el paso del tiempo, aunque matizando que no de manera genérica, pues no hemos de olvidar que muchas veces nos hallaríamos dentro de una delgada línea, en la que por un lado se iría produciendo una integración de los nativos del lugar dentro del colectivo muladí, a la vez que seguiría persistiendo un grueso poblacional que realizará prácticas criptocristianas, como consiguientes comunidades de raíz mozárabe, las cuales con el trascurso de los siglos mantendrán parte de esa toponimia que pervivirá casi intacta hasta los tiempos de la reconquista cristiana.
En el caso de la zona andaluza, Luca Mattei demuestra como la referida área mozárabe que ha estudiado, conserva unas pautas de enterramiento que se prolongarán ni más ni menos que hasta la llegada de mediados del siglo XII. Un hecho que debe tenerse en cuenta, para interpretar correctamente, cómo ha podido ser el verdadero grado de influencia en nuestro territorio por parte de los cristianos en ese periodo, y del cual como sabemos, poco o casi nada se ha escrito al respecto dentro del marco valenciano.
David Gómez de Mora