domingo, 26 de marzo de 2023

Apuntes sobre la caza de antaño en el territorio cañetero

Siglos atrás, en una sociedad donde la limitación económica era una cuestión que estaba muy presente en muchos de los hogares del país, la búsqueda de alimentos gracias a la práctica de la caza (bien a través del uso de la escopeta, pero también con el empleo de trampas o incluso una ballesta), fue una actividad más normal de lo que muchos se podrían llegar a imaginar, especialmente en áreas de tipo rural.

Hay que decir, que incluso llegado el siglo XIX no todo el mundo podía disponer de un arma, siendo normal que si algún miembro de la familia poseía una, que esta se prestara o con el paso de las generaciones se fuera trasmitiendo entre los integrantes de la casa. Es por ello que las trampas y diferentes técnicas, mediante señuelos con redes, cepos u otro tipo de métodos, estuvieron profundamente extendidos entre muchos de nuestros antepasados, para así poder cazar mientras se dedicaban a las obligaciones que les imponían sus quehaceres diarios en el campo, bien trabajando la tierra o cuidando de sus animales.

Igualmente, y como siempre ha sucedido, el furtivismo era practicado por muchas personas, especialmente por las más necesitadas, que al no contar con un terruño propio en el que poder desempeñar esta actividad, se verán muchas veces en la casi necesidad de buscar animales en una propiedad que les era ajena, con tal de suplir una falta de alimentos, que como decíamos y en regiones como la que nos ocupa, fue por desgracia algo muy normal.

Igualmente, en aquellos tiempos donde era habitual que una persona pasara hambre, las piezas que uno podía cazar, eran siempre un recurso que podía emplearse no solo como fuente de alimento, sino también para conseguir otros productos, pues no hace falta recordar la importancia que el trueque adquirió en aquellas gentes donde el intercambio era una forma más de obtener lo que uno necesitara.

Quienes contaban con la suerte de poder llevar un arma, recordemos que casi siempre habían de portar una serie de utensilios que les servirán para ir pertrechados con lo necesario para así poner esta en marcha, siendo el caso de la munición, baqueta, tacos, perdigonera y un recipiente para almacenar la pólvora, y que muchas veces será el asta de un animal, la cual contaba con una boquilla o tapón, además de un cordón para colgarse. Todo ello sin olvidar un cuchillo de monte o machete, indispensable tanto para rematar las piezas, desollarlas o defenderse.

La munición era bastante amplia, habiendo balines, balas y perdigones que se dividían en categorías. Los perdigones se emplearán especialmente para aves y caza menor, mientras que los balines ya se usarán para la captura de raposas y lobos, reservándose las balas para las presas de caza mayor.

Entre las especies que se cazaban veremos cómo algunas únicamente se perseguían para controlar la explotación del campo o del ganado, por otro lado, animales como las perdices, codornices, conejos, liebres o jabalís, desde tiempos ancestrales han sido integrados en nuestra alimentación por el sabor de su carne, no obstante, cabe matizar que algunos de estos, al ser también dañinos para los cultivos, especialmente los tres últimos, su caza se efectuará también por motivos de regulación, pues no son escasos los daños que como sabemos pueden ocasionar en zonas donde hay presencia de alimentos que formen parte de su dieta.

Pasamos a continuación a comentar algunas de esas especies que antaño tanto en el territorio de Cañete la Real, como en otras muchas partes de nuestra geografía peninsular, se enmarcan entre los animales que han comprendido una parte considerable de las piezas buscadas dentro de la práctica cinegética.

Bodegón de caza muerta o Bodegón de liebres muertas. Autor José López Enguídanos (1807). Imagen: www.academiacolecciones.com


Perdices

Para la caza de la perdiz, además del empleo de una jaula en la que se colocaba un ejemplar de reclamo que servirá como señuelo para que vengan hasta el lugar otras aves, veremos que existían otras formas alternativas, como la que consistía en lanzar granos de trigo cerca de un espacio acondicionado, desde el que se podía visualizar y capturar el animal. Las jaulas en las que se guardaba la perdiz, podían tener diferentes formas, algunas eran más amplias o estrechas, dependiendo de las opiniones que cada cazador tenía sobre cómo estas repercutían en la movilidad o forma de cantar del ave que se encontraba en su interior.

Estos animales debían estar bien cuidados, pues parte del éxito del cazador como es sabido, radicará en el estado en el que el ave se encontraba. Al igual que sucederá con las esperas que se realizarán con otro tipo de presas, el silencio y la serenidad serán primordiales desde el cazadero en donde se esperará con cautela y paciencia la llegada de las perdices que serán atraídas por el señuelo enjaulado. 

Desde siglos atrás, sabido es que estos lugares siempre deberán de disimularse con suma atención, intentando permitir además que las personas que se hallen en su interior a la espera, puedan estar salvaguardadas de una exposición directa del sol, o una zona donde sople fuertemente el viento.

 

Codornices

Además de la perdiz roja (Alectoris rufa), es usual en el ámbito de la caza la presencia de otro tipo de galliformes, como ocurre con el caso de la codorniz común (Coturnix coturnix), la cual se distingue de la primera por ser la codorniz más pequeña y rechoncha. Para la caza de esta especie es importante el papel empleado por los perros. Tampoco podemos olvidar que la codorniz es un ave migratoria que pasa el invierno en África, para luego venir hasta la península cuando ya han subido las temperaturas de manera considerable. Nada que ver con la perdiz, puesto que esta ya pasa todo el año dentro de nuestro territorio.

Tenemos constancia de que antaño este animal también era cazado por reclamo con dos hembras dispuestas en jaulas superpuestas (una encima de la otra), de forma que las dos aves no se veían, y por tanto ambas acabarán llamando al macho, dejándose alrededor del lugar una red o maya con la que se capturaba a la presa.

 

Conejos

Los conejos son sin duda una de las especies que han permitido de manera abundante la disponibilidad de carne de caza menor en nuestro territorio a lo largo de la historia. Como bien sabemos, en la época en la que las temperaturas son bajas y el tiempo se presenta seco, el conejo es una especie que no se puede perder de vista dentro de la actividad cinegética.

Su elevada capacidad reproductora, junto con el daño que siempre ha infligido en determinados tipos de campos de cultivo, lo han convertido en una especie muy deseada por cazadores, labradores y pastores.

Este animal es muy rápido, llegando a superar a la liebre. En las tierras andaluzas, el podenco será sin lugar a duda todo un emblema en el empleo de su caza desde siglos atrás.

Como decíamos, el podenco andaluz es un perro que por su genética dispone de las mejores características para desempeñar esta actividad. Su resistencia y agilidad lo convierten en un animal muy versátil, donde la heterogeneidad del terreno no es casi nunca un problema para que este potencia sus habilidades. Siendo además un animal cariñoso, obediente y de enorme rapidez.

Otra de las formas con las que antaño era frecuente cazar el conejo, y especialmente en temporadas de reproducción, era a través del “chillo”. Para ello se empleaba un instrumento designado con este mismo nombre que funcionaba como un silbato, aunque también había formas más rudimentarias, como sucedía con una hoja de encina, la cual metida en la boca y soplando con fuerza, emitirá un sonido que atraerá el conejo hacia ese lugar. Cabe decir que con esta técnica muchas veces también se atraían zorros y gatos monteses, a los cuales de la misma forma se les daba caza para regular su población. Y es que ambas especies, son sin duda dos de los grandes perseguidores de las crías de conejo.

Algunas de las modalidades tradicionales para capturar conejos han sido la caza en mano o la caza al salto (para la cual en el caso de la última no es necesario disponer de perros). Tampoco podemos olvidar la realizada con hurón, en la que este animal será el encargado de entrar en la madriguera y provocar la salida de los conejos, de modo que fuera se encontrará con el cazador que intentará finalizar la operación. No olvidemos que el hurón puede ejercer otras labores, como será la desratización de corrales o zonas en las que hay presencia de roedores.

 

Liebres

Desde hace mucho tiempo, los cazadores de estas tierras eran sabedores de la importancia que jugaban determinadas razas de perro en la caza de la liebre, siendo por ello el perdiguero uno de los más requeridos para este tipo de presas, con especial uso en las tierras de Castilla la Vieja. A pesar de que muchas veces hablemos más del conejo que de la liebre, este animal también siempre fue buscado por los cazadores.

 

Zorros

Desde tiempos ancestrales, las raposas han sido un animal que nuestra cultura ha vinculado con el ingenio y la sagacidad, por ser esta una especie que además de sobrevivir a la continua persecución a la que se ha visto sometida, se caracteriza también por su habilidad para adaptarse al terreno, al moverse de forma inteligente, generando a la vez importantes daños dentro de los corrales, además de resultar un competidor natural de los cazadores, ya que no perdona las crías de conejos, liebres y aves.

La técnica con la que históricamente ha sido regulada esta especie es variada, yendo desde cepos, trampas, señuelos envenenados, silbatos de reclamo, perros o incluso humeando las cavidades en las que esta se esconde.

 

Lobos

Para gestionar la población de lobos siglos atrás se hacía uso de trampas, entre las que además de los cepos, podían encontrarse espacios excavados con profundos agujeros, cercanos a zonas donde había reses guardadas, o incluso donde se solía dejar alguna especie de señuelo, inmediatamente próximo a ese lugar, que una vez tapado por encima con ramas y matorral, quedaba perfectamente adecuado para que el animal llegara hasta allí para caer en su interior.

La lucha entre el hombre y el lobo se remonta a tiempos ancestrales, en los que este cánido ha sido un gran competidor en la búsqueda de carne. Esto sumado al daño que puede infligir en zonas de explotación ganadera, explicarán muchas de las técnicas que nuestros antepasados emplearon para regular su población. Precisamente, una de esas trampas consistía en la realización de espacios cercados con muros altos, elaborados con piedras del terreno que se iban colocando una encima de la otra, para crear así un recinto sellado, que aprovechando el desnivel del terreno por estar la zona interior rebajada, pudiese permitir que cuando el lobo anduviera por el lugar, este cayese o saltara dentro de esa superficie, quedando atrapado allí una vez que se había introducido.

Una técnica también empleada era la de atar un cabritillo cerca de un árbol, junto al que se encontraba un cazador cercano y que se colaba en la parte superior de otro anexo, de manera que cuando el lobo se acercase hasta el señuelo, este lo tuviese a tiro. Otra trampa consistía en imitar sus aullidos (cosa que no podía hacer cualquiera), para que así el animal se acercara hasta el lugar donde el cazador estaba esperándolo.

Sin lugar a duda los mastines de cazadores y pastores fueron muy usados para la defensa del ganado, así como para emplearlos en batidas. Para ello se solía proteger al perro con una carlanca o carranca, y que es una especie de collar de pinchos que salvaguardaba esa zona del cuerpo de los mordiscos del lobo, puesto que como sabemos este perro cuando ve las reses en peligro, se dispone a protegerlas, entrando en contacto directo con el lobo si resulta necesario.

 

Jabalís

Este mamífero, de la misma forma que sigue sucediendo a día de hoy, era cazado de diferentes formas. Una de las más empleadas, era la de permanecer en espera en zonas con presencia de agua, donde puede acudir para bañarse o a beber. En Cañete la Real, existen diferentes partes del término municipal que se han designado en alusión a esta especie.

El jabalí es un animal inteligente, prudente, con un gran oído y olfato. Es precisamente este último sentido, el que le permite detectar el olor de las personas a centenares de metros siempre que el viento sople en la misma dirección en la que se encuentra.

Existen diversos tipos de razas de perros que históricamente se han usado para la caza del jabalí. El jabalí es un animal del que no son pocas las noticias que nos han llegado sobre su fuerza cuando embiste (especialmente cuando está herido), pudiendo causar bajas entre los perros que intentan acecharlo. La dentición del jabalí se compone de 44 piezas, de entre las cuales algunas no solo las emplea para comer, sino también para excavar o atacar. Tampoco hay que olvidar que sus colmillos con el paso del tiempo van creciendo, aprovechando este cualquier momento para afilarlos, de modo que corten mejor, y convirtiéndolos así en una poderosa navaja, preparada para desgarrar a quienes considera como un peligro.

La presencia de tierra removida, así como el rastro que dejan sus huellas, especialmente en charcas o zonas con presencia de agua, es un indicativo que servirá  para orientar a los cazadores de las zonas que este suele frecuentar.

Para la caza de este animal siempre ha sido importante portar un machete o cuchillo de monte que permita rematar a la pieza, ya que su piel espesa le hace disponer de un blindaje, que muchas veces y dependiendo de la parte del cuerpo en el que sea alcanzado, la munición únicamente solo llega a herirle.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).