miércoles, 29 de octubre de 2025

El lobo siglos atrás en la zona de La Serranía de Valencia

La presencia del lobo en muchos puntos del interior de las tierras de la provincia de Valencia fue una realidad hasta principios del siglo XX, y que todavía se aprecia en la toponimia de bastantes localidades.

A falta de un mayor conocimiento de la toponimia local que nos permita aportar más nombres relacionados con este cánido, la lista que poseemos hasta el momento no es escasa. Cabe recordar que esta se puede consultar en la obra del Corpus Toponímic Valencià, donde se recoge de forma detallada los diferentes topónimos que se han conservado hasta la fecha en cada uno de los enclaves del territorio valenciano.

La elevada cifra de nombres relacionados con el lobo se debe a la abundancia de la especie en una de las comarcas interiores de la provincia, que por sus características geomorfológicas, fomentaría más si cabe su resistencia, a pesar de la persecución a la que fue expuesto.

Las zonas montañosas con terrenos de difícil acceso, la presencia de abundantes barrancos cercanos a puntos de agua, y el mantenimiento de zonas boscosas que este aprovechaba como refugio, le permitieron alargar su existencia, a diferencia de otros lugares donde antes ya acabó desapareciendo.

Hoy hablar del lobo en estos lugares, es hacerlo de una criatura que nadie ha llegado a conocer, a diferencia de cuatro o más generaciones atrás, donde la gente que vivía en el campo, entendía a la perfección la importancia de la agricultura y especialmente la ganadería, por ser estas las principales fuentes de alimento que sustentaban a la población, siendo por ello este animal una amenaza de cara a los intereses de esos habitantes que dependían de aquel sustento.

Las políticas de caza, con batidas que paulatinamente fueron reduciendo la cifra de lobos, incluirían también otras especies que fueron consideradas como nocivas para el mantenimiento de explotaciones animales, siendo este el caso del zorro o el gato montés.

Esa visión negativa, que afectará especialmente a la supervivencia del lobo, se deberá a los daños que ocasionaba en corrales, caseríos o pequeños núcleos poblacionales en medio del campo, donde las incursiones hasta esos puntos o zonas de pasto, solían ser frecuentes.

Vistas desde Alpuente (un enclave montañoso donde los lobos fueron vistos hasta las primeras décadas del siglo XX). Imagen del autor

Como era costumbre en las localidades de antaño, los lobos cazados eran muchas veces expuestos de pueblo en pueblo, especialmente cuando se trataba de piezas de gran tamaño, así como también si previamente se sabía de la existencia de daños ocasionados por estos en esos lugares.

Si nos ceñimos a la toponimia de la zona, veremos la variedad de parajes que nos recuerdan tantos puntos en los que estos aparecían, así como lugares donde se colocaban trampas para dar con ellos.

Los aullidos nocturnos, su presencia recurrente en un espacio concreto, o simplemente una aparición fortuita, acompañada de un relato o una leyenda, eran muchas veces motivos suficientes para designar un enclave con el nombre de ese animal.

En Gestalgar es conocido el Alto de la Lobera, además de la Ceja de la Lobera o la partida de La Lobera. Igualmente en Chulilla, veremos otro punto designado como el Alto de la Lobera y la partida de Cantalobos. En Andilla también existe un paraje denominado como La Lobera, así como en Domeño el Barranco del Lobo y el área de Cantalobos.

Evidentemente, las localidades de Chelva y Tuéjar tampoco se quedaban cortas en cuanto a la presencia de este tipo de designaciones, siendo en el caso de la primera la zona del Barranco del Lobo y La Lobera, mientras que en Tuéjar tendremos de nuevo la zona de Cantalobos, el Barranco del Cavo de los Lobos y el Corral de Lobera.

Si nos adentramos tierras adentro, veremos que incluso el propio Madoz en su diccionario geográfico de mediados del siglo XIX, de Alpuente llega a indicar que “también abunda en los montes la caza de liebres, conejos y perdices, y algunos lobos y zorras con otros animales dañinos”.

El poblamiento diseminado en aldeas y caseríos era un elemento a favor para aquellos lobos que merodeaban la zona, especialmente en épocas de nevadas o escasez de comida, puesto que aquellos animales se acercaban hasta estos puntos. Un ejemplo será la hoy despoblada aldea de Cañada Seca (en la zona de Alpuente). Esta zona era un lugar habitado por pastores, donde mayoritariamente se guardaba en sus corrales cabras y ovejas.

Cañada Seca (imagen del autor)

Este tipo de corrales eran zonas que los cuidadores de los animales vigilaban con mucho recelo, pues eran habituales las incursiones de lobos hasta ese lugar. Por esta razón veremos corrales bien sellados, además de sistemas seguros que garantizaran el cierre de las casas, con paredes prácticamente sin orificios, para que así ninguna alimaña pudiese penetrar en su interior.

Respecto a la actividad cinegética de La Yesa, Madoz indica que hay: “caza de perdices, conejos, liebres, lobos y zorros”. Obviamente, la toponimia dará fe de estos datos, como se presencia en el Collado de La Lobera de Alpuente, así como en el Collado de los Lobos de La Yesa.

Cañada Seca (imagen del autor)

Además de los lobos, en esta zona existían otras muchas criaturas que ocasionaban problemas para la población, motivo por el que eran consideradas como alimañas. Así pues, el zorro por ejemplo era un animal que solía entrar en los corrales, provocando daños en las aves e incluso crías de los animales más grandes que allí se guarecían. Al mismo tiempo, este afectaba a los cazadores, por ser una especie que resultaba un claro competidor para sus intereses. Un fenómeno que también ocurría con el gato montés, un animal que buscaba especialmente conejos y aves.

Tampoco podemos pasar por alto a las ginetas, las cuales cazan aves y pequeños mamíferos, así como la comadreja, y que además de gallinas, también cazará conejos. Respecto a los daños que se podían generar en los campos de cultivo, el jabalí, así como el ratón de campo, eran algunas de las criaturas que llevarán a que muchos agricultores colocasen trampas en sus explotaciones agrícolas.

Aleros con decoración de dientes de lobo en la localidad de La Yesa. Durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, muchas casas todavía seguirán pintando sus aleros con este motivo, y al cual atribuían una funcionalidad protectora, entre las que estará la creencia que indica que con esto se evitaba la llegada de los lobos hasta ese punto (imagen del autor)

En el caso de La Yesa, un testigo nos comentó que incluso durante la primera mitad del siglo XX, algún lobo llegó a entrar dentro de la población, existiendo por ello el temor entre las gentes de antaño, que pudiesen acceder al interior de las casas. De ahí la creencia que indicaba que era importante que las ventanas fuesen de reducido tamaño y a una altura razonable. Algo que nos recuerda en cierto modo al dato que nos aporta Latorre (2018, 441) al tratar el caso de las viviendas de Fuenterrobles.

Foto de una vivienda de antaño en La Yesa (imagen del autor)

Igualmente, en la cercana localidad de Aras de los Olmos, no podían faltar nombres alusivos a esta especie, siendo el caso del Barranco de la Lobera, la partida de La Lobera, además del Puntal de Valdelobos, un nombre bastante sintomático, por referirse a un accidente geográfico, en el que la tradición local, advertía de la abundante presencia de este animal.

Recordemos que en esta localidad en enero del año 2024 se encendieron las alarmas, cuando se produjo un ataque que causó la muerte de diez ovejas, sobre las que en un primer momento se pensó como causante al lobo, aunque posteriormente se concluiría que estas podrían haber sido atacadas por perros asilvestrados.

Imagen que identificamos como de San Judas Tadeo en la Iglesia Parroquial de Aras de los Olmos (foto del autor)

En el interior de la Iglesia Parroquial de Aras de los Olmos todavía se pueden ver las tallas de San Judas Tadeo (abogado de las causas difíciles y desesperadas), así como también de San Benito de Nursia (advocación que en las zonas rurales era muchas veces considerado como un protector contra los lobos).

Se nos comentó que los lobos en esta franja todavía fueron vistos durante la primera mitad del siglo XX, lo cual encaja con las noticias que se han comentado de La Yesa, y que señalan como el avistamiento, aunque fuese de forma esporádica de algunos ejemplares durante las primeras décadas de aquella centuria, obviamente no era algo inusual.

Recordemos que San Benito de Nursia fue conocido como un santo capaz de amansar a las criaturas salvajes (como se recuerda con algunos animales en los relatos de su vida), sin olvidarnos de las medallas del santo, que se empleaban como un elemento protector hacia alimañas o criaturas como los lobos.

Imagen que identificamos como de San Benito de Nursia en la Iglesia Parroquial de Aras de los Olmos (foto del autor)

Conocemos incluso el nombre de algunos loberos procedentes de ese entorno geográfico (y que eran las personas encargadas de cazar estos animales). Esta gente era remunerada de acorde a las piezas que abatían, mencionando por ejemplo en un artículo Ignacio Latorre (2018, 428), el nombre de un morisco de Gestalgar llamado Juan de Ubeit.

David Gómez de Mora


Referencias:

*Corpus Toponímic Valencià (2009). Vol. I, Academia Valenciana de la Llengua.

*Latorre Zacarés, Ignacio (2018). “La Meseta de Requena-Utiel tierra histórica de lobos”. Oleana: Cuadernos de Cultura Comarcal, N.º 33, 2018 (Ejemplar dedicado a: I Congreso de Naturaleza, Meseta de Requena-Utiel), pp. 403-460