domingo, 7 de noviembre de 2021

El fondo documental de Verdelpino de Huete

Como ya sabemos, durante el estallido de la guerra incivil española, se quemaron y diezmaron multitud de archivos locales. Estos trágicos sucesos se extendieron por doquier en todos esos lugares en los que existía cualquier papel escrito. Fundamentalmente, estos podían hallarse en el interior de las parroquias o en las dependencias municipales y provinciales de la administración, en las que como casi siempre, la magnitud del daño irreparable, no comenzaría a calibrarse hasta que comenzarían los investigadores a reconstruir los retazos del pasado de esos entornos afectados, en los que la ausencia de fuentes escritas y conclusiones extraídas, comparadas con las que ofrecían otros puntos que no se vieron envueltos por esa espiral de la degradación cultural del ser humano, eran claramente muy distantes.

El problema por desgracia no acabaría aquí, ya que junto a esa riqueza documental y que es el testimonio de la vida de nuestros antepasados, veríamos como correrían el mismo destino múltiples de las tallas y obras que se protegían en muchísimos de los edificios religiosos del país.

Si bien, aunque durante la guerra contra los franceses, la desamortización y las contiendas carlistas, determinados lugares podrían haber visto afectada una porción de ese patrimonio escrito, no será hasta el año 1936 cuando ayuntamientos, y especialmente iglesias, desvanecerán súbitamente un legado centenario, almacenado en los volúmenes de unas inocentes estanterías sin desempolvar. Del mismo modo, en las dependencias de las casas de las villas, desaparecerán protocolos notariales, partidas de registro civil y otra serie de documentos, que en su conjunto consolidaban ese corpus patrimonial al que nos estamos refiriendo.

Sin ánimo de jerarquizar una escala de daños, resultaría absurdo negar que de entre todos estos espacios, si existe una tipología de documentación tremendamente vulnerable, esa fue la de ámbito parroquial, es decir, la vinculada con los registros sacramentales, capellanías y los libros de fábrica de las iglesias, ya que por norma general, solía custodiarse en la casa del párroco o en las dependencias del propio templo.

Consideramos que a estas alturas (independientemente de la falta de objetividad que puede causar el fanatismo político), nadie discute que estos edificios fueron unos de los focos más señalados y perseguidos durante el periodo en el que se prolongó una barbarie, entre la que afortunadamente, siempre hubo gente con dos dedos de frente, y que no dudó en poner su vida en peligro, con tal de salvaguardar un patrimonio artístico, como especialmente escrito, incluso a pesar de que muchos ni tan si quiera sabían leer o escribir.

Sentido común, sí, eso mismo, aunque como ya decía Voltaire, por desgracia en ocasiones este será el menos común de todos los sentidos.

Numerosos héroes y heroínas anónimos, repartidos a lo largo y ancho del país, gracias a los que hoy podemos viajar al pasado sin necesidad de salir de nuestro hogar. Mi agradecimiento hacia esas personas es imposible de cuantificar.

 

Cubierta de uno de los protocolos notariales de Verdelpino de Huete, caja nº IX, años 1661-1665. Archivo Municipal de Huete

Afortunadamente, este tipo de acciones que nos recuerda la naturaleza animal del ser humano, no siempre fueron un comportamiento generalizado, pues muchos lugares a pesar de todos los avatares que jugaron en contra, consiguieron rescatar algo o una parte importante de ese fondo documental, tal y como sucederá con el caso que nos ocupa este escrito.

Verdelpino de Huete pudo salvaguardar una sección destacada de su fondo parroquial, como especialmente del que nosotros designamos de tipo notarial. Todo eso a pesar de que su patrimonio artístico y religioso acabaría siendo mayoritariamente pasto de la vulgaridad humana.

De entre la documentación conservada, cabe destacar las referencias existentes en el Archivo Municipal de Huete, donde se custodia una parte primordial de ese legado ancestral, a través de una serie casi ininterrumpida de protocolos notariales que arrancan desde finales del siglo XVI, más concretamente del año 1590, a través del puño del escribano Alonso Muñoz, miembro perteneciente a una familia de la burguesía labriega del lugar.

Lo mismo apreciaremos con el fondo del Archivo Provincial de Cuenca, donde censos y documentos muy precisos nos hablan de los quehaceres y acontecimientos ocurridos en las casas y entornos familiares de muchos de nuestros antepasados. Tampoco quisiera olvidarme del Archivo Histórico Nacional, en el que pleitos, expedientes y otro tipo de informes, de modo directo o indirecto, nos recuerdan la vida durante el pasado en este municipio.

Es nuestro deber valorar la importancia que adquieren este conjunto de bienes, especialmente cuando remarcamos la necesidad de preservar la identidad y las raíces que nos singularizan como sociedad o pueblo.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).