Durante las últimas décadas del siglo XVI, Villarejo seguía siendo ese apacible enclave aislado de los grandes centros de presión demográfica, donde la agricultura fomentaba el crecimiento de una serie de familias, que en el caso de las más favorecidas dará pie a la consolidación de una docena de casas de labradores, algunas de las cuales seguirán prosperando dentro de aquel marco local con el trascurso del tiempo.
Se trataba de un conjunto de familias con políticas matrimoniales variadas y aleatorias, donde la presencia y control de los Ribera como señores de todo su perímetro, no impedirá la consecución de una sociedad agrícola con cierta autonomía, capaz de concentrar bienes sobre los que de un modo mucho más modesto, intentará imitar un estilo de vida que otorgaba autonomía y poder al agricultor que trabaja su propia tierra.
Así lo plasmarán gente como los García o Martínez de Villarejo, a quienes el control de una serie de propiedades ya por aquellas fechas les parecía poco, pues no se conformaban con pagar elevadas cifras de misas cuando fallecía un familiar, de ahí que llegarán a plantearse la construcción de una ermita, intentando demostrar obviamente delante de todo el vecindario una solvencia económica que marcaba la senda una serie de nuevos cambios, y que comenzaban a percibirse claramente dentro de aquella sociedad rural.
Otras casas venidas de fuera como los Grueso consolidaron nexos conyugales con los Redondo o los Torrijos (éstos naturales de Cabrejas). Tampoco podían faltar los Moreno oriundos de Valmelero, o sus parientes los González, sin olvidar a los Castros, casa nobiliaria por excelencia del municipio, y que hasta el siglo XVIII dejará testimonio de su apellido entre los nativos.
De forma breve, vamos a intentar comentar algunos aspectos vinculados con estas familias y sus genealogías, que podemos consultar a través de los dos libros de defunciones, y que abarcan un periodo cronológico que va entre 1557-1595. Un intervalo de casi cuarenta años, en los que Villarejo experimentará una serie de cambios, fruto del enriquecimiento de algunas casas allí afincadas, y que como veremos, con más o menos suerte, intentarán expandir su influencia con el trascurso de varias centurias.
Cañas
El origen del apellido nos conduce hasta Aparicio de Valdecañas, quien casaría con Catalina Sainz, ésta fallecida en 1584, y fundadora de una fiesta de aniversario, cuyas tierras recaerán en uno de sus hijos. Entre los varones que representan la descendencia estaría Juan de Cañas, así como Francisco de Cañas, quien casó al menos en dos ocasiones; la primera con Ana Martínez Pérez (muerta en 1573), así como después con Francisca de Albalate.
Castro
Como ya se ha señalado anteriormente, este linaje acabaría obteniendo un reconocimiento de su nobleza a través de diferentes ejecutorias de hidalguía y reales provisiones de la Chancillería de Granada. El origen de su línea principal nos conduce hasta Buendía, donde la familia ya empezó a proyectarse. No olvidemos que llegaron incluso a tener capilla de enterramiento en la iglesia de San Pedro de Huete, de ahí que no sorprenda que tiempo después alzasen su casa solariega en Villarejo de la Peñuela. Julián Fernández de Castro había casado con Catalina García, familia notable de la localidad, y que estaba vinculada con la casa de los Alcázar. Su cuñada Cecilia García era mujer de Francisco Ximénez.
Entre los hijos de Julián veremos al reverendo don Juan Fernández de Castro, así como a su hermano Pedro Fernández de Castro, quien casaría con Cornelia de Ojeda. Precisamente el hijo de ambos, don Fernando Fernández de Castro, en 1620 obtendría el reconocimiento de hidalgo en la localidad de Palomares del Campo.
García-Martínez
En enlace entre las familias de labradores de los García y Martínez supuso la unión más importante desde el ámbito patrimonial en la localidad de Villarejo durante la segunda mitad del siglo XVI. Por un lado estaba Juan García, quien fallecerá con un testamento en el año 1575, donde además de demostrar su capacidad económica, percibimos el peso de sus creencias y devoción cristiana, al invertir cantidades de dinero importantes por salvar su alma como la de sus seres queridos del purgatorio. Su esposa, Catalina Martínez, morirá cinco años más tardes. Ella era hija de Gonzalo Martínez, y por el costado de su madre heredará una viña que había cerca del molino, y que llegaba hasta la zona del río. Entre sus mandas destacan las casi 600 misas, junto con el patrimonio que dejará a sus descendientes.
Hemos podido averiguar que sus hijos y nietos enlazarán con las familias más notables de la zona, es el caso de María García y Juana García, quienes lo harán con dos Alcázar de Caracenilla. Por otro lado, su hermano Juan García, casará con Ana González, otra familia de ricos labradores, con la que se consolidará el nombre del linaje.
Fuente de Villarejo de la Peñuela
González
A mediados del siglo XVI casaron Martín González y María de Alhambra, ésta creadora de un vínculo con raíces en el municipio de Villar del Maestre. Esta familia intentó unir a sus hijos con linajes locales como los Moreno o los García. El patrimonio recaerá en Alonso, vástago de los anteriores, quien tendrá por hijo a Francisco González, y que recibirá el vínculo que procedía de su abuela María, donde como sabemos había diversas casas, tierras y viñas.
Moreno
Un matrimonio del que afloraron algunos labradores de este linaje es el de Juan Francisco Moreno y su esposa Pascuala Martínez, ésta fallecida en 1576 con manda de 100 misas, y creadora de una memoria que heredará su hijo Francisco Moreno, éste casado con María Sánchez, quien también pertenecía a otro linaje arraigado desde tiempo atrás en Villarejo.
Parece ser que los Moreno podrían haber venido desde Valmelero. La llegada de nuevas familias por aquellas fechas no será un un hecho aislado, así pues, a éstos cabría sumar los Redondo (procedentes de Torrejoncillo) o los Torrijos (oriundos de Cabrejas).
Pérez
Esta familia enlazó con otras casas como es el caso de los Martínez o los Cañas. El progenitor del linaje fue Alonso Martínez, marido de María Pérez, de quien conocemos tres hijos y donde veremos una inversión de los apellidos, puesto que si Elvira y Ana adoptarían el Martínez, Alonso seguramente por motivos de herencias acabó portando el Pérez de su madre. Éste casó con María de Fitos, de cuyo enlace nacerá Domingo Pérez de Fitos.
Sainz
Ya hemos comentado en alguna ocasión que si en Villarejo hubo una familia que destacó por su patrimonio agrícola fue la casa de los Sainz, quienes junto con los García y los Martínez controlaban una producción importante de la localidad, con el permiso de sus señores, los Ribera, y que desde el medievo tenían una cantidad considerable de tierras que aglutinaban el mayorazgo de su familia.
Alonso Sainz era esposo de Pascuala Martínez. De este matrimonio nacerán varios hijos, es el caso de Alonso Sánchez (quien realizó varias donaciones a la iglesia), Lázaro Sainz (poseedor de un vínculo familiar, y marido de Isabel Sainz de la Peña), así como Miguel Sánchez, junto con María Sánchez. Miguel era propietario de diferentes tierras que dividirá en tres fundaciones para dos hijos. María casó con Pedro Grueso, personaje que dará pie a la creación de un apellido que también integrarán aquel conjunto de casas de labradores bien aposentadas.
Sainz-Grueso
Remitiéndonos al linaje anterior, María Sainz falleció en 1582 con un testamento bastante rico, tras haber casado con Pedro Grueso. De este matrimonio conocemos al menos cuatro hijos, por un lado Alonso Grueso, casado con María Pérez en 1569; Juan Grueso, marido de María Sainz; Pedro Grueso, quien casó en dos ocasiones, siendo la segunda vez con Ana de Torrijos en 1577, así como Julián Sainz-Grueso, marido de Isabel de Torrijos.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1557-1578), Sig. 113/13, P. 2124
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1578-1595), Sig. 113/14, P. 2125
* Archivo de la Real Chancillería de Granada. Ejecutoria de hidalguía de Fernando Fernández de Castro. Palomares del Campo (Cuenca). Año 1620, Ref. 301-106-3