Como ya reconocía la prensa
liberal de la época, nuestro antepasado Nicolás Segovia era la "esperanza
de la facción del Picazo". Líder y cabecilla del contingente de su
localidad natal. Un villano para el alcalde corrupto del lugar, y un héroe para
buena parte de la gente de su pueblo.
Tras el ataque gestado en El
Picazo en septiembre de 1834 contra los cuatro caciques que dominaban la
población, Nicolás no tuvo más remedio que huir, despidiéndose de sus hijos, y
dejándolos a cargo de su familia.
Prófugo por los rincones de las
tierras conquenses, y "errante entre los bosques desde su loco
arrojo", tal y como define la prensa del momento, actuó en compañía de su
fiel amigo Cirondo (otro histórico de la causa carlista por estas latitudes).
Varios meses después y tras
haberse entregado los escasos compañeros de andanzas que le seguían, Nicolás se
mantuvo fiel a su ideario de resistencia. Por aquel entonces la partida estaba
formada por Cirondo, su hijo y él. Tres guerrilleros solitarios. Para mí, tres
románticos de los que ya no quedan, y que creían firmemente en el dicho de que
en esta vida nada era imposible.
Finalmente el día 26 de
diciembre nuestro antepasado fue rodeado por varias decenas de milicianos
liberales. Nicolás lo tenía claro, por ello en lugar de abandonar y entregarse,
cargó su escopeta y luchó hasta el final. La superioridad numérica era de 1
contra 15. No había nada que hacer, aun así los tres hombres desde las tres de
la madrugada de aquella fatídica jornada "se defendieron desesperadamente
por espacio de tres horas, haciendo fuego muy vivo", tal y como recogen
los periódicos de la época.
A las seis Cirondo y su hijo
caían heridos, mientras tanto Nicolás seguía cargando su escopeta hasta que
finalmente fue rodeado por una marabunta que lo apuntaba por todas las partes
de su cuerpo.
Cinco días después, el 31 de
diciembre de 1834, atado de manos, el héroe del Picazo fue expuesto en la plaza
de su pueblo. Allí mismo, esa misma tarde, delante de sus vecinos y familia,
Nicolás fue ejecutado por el brigadier del que durante varios meses se había
escabullido.
El acto no fue casual, pues el
objetivo de tan trágico desenlace era amedrantar a todos los presentes, para
que se entendiera que aquellas gestas tenían consecuencias irreparables.
Suponemos que el resultado no
sería el esperado cuando la documentación municipal informa de que “todavía el
8 de enero de 1887, el alcalde del pueblo se ve en la obligación de comunicar
al Gobernador Civil -que algunos vecinos de esta localidad se presentan en
público con boinas rojas, por más que no producen alarma y quizás sin ningún
interés, pero sin dejar de producir sospechas por ser de los que han militado
en las filas carlistas-".
Nicolás fue asesinado en 1834,
la tercera guerra carlista finalizó en 1876, y como sabemos hasta finales del
siglo XIX el carlismo en El Picazo seguía siendo venerado por muchos hijos del
pueblo. Nicolás dejó descendencia a través de su hija, quien casó con un
miembro de una familia que también defendería la causa en Rubielos Altos.
De este matrimonio saldrá
Domingo Ruiz Segovia, quien insertado en el mismo núcleo ideológico, llevaba
los apellidos de una familia que de nuevo encabezó el movimiento rebelde
durante el estallido de la tercera guerra en la localidad.
David Gómez de Mora