Esta disciplina se encarga del
estudio del ser humano desde una perspectiva filosófica, teniendo sus raíces en
la escuela alemana de los años veinte del siglo pasado.
El teocentrismo medieval es
indispensable tenerlo en cuenta pues gracia al mismo apreciamos la relación del
hombre con Dios. Ya en los tiempos de la Grecia clásica comienzan a realizarse
diversas preguntas muchos filósofos, acerca de las notas que definen en sí a
una persona. ¿Aunque cambie por fuera el ser humano, deja de ser la misma
persona?, ¿cómo de necesaria es la espiritualidad que le acompaña?, ¿qué rasgos
nos hacen ser diferentes de cualquier otro ser vivo?
La dignidad humana es una de las
cuestiones que han de entenderse como esenciales a la hora de tratar a
cualquier persona, y que de la misma forma la teología se encarga de enfatizar.
El valor de la persona es algo de lo que no podemos desprendernos, por lo que
la dignidad ha de entenderse como un pilar fundamental de los derechos humanos,
ya que éstos son insustituibles.
El hombre por naturaleza se
socializa con su familia, en el lugar de trabajo o con su grupo de amigos. Los
mecanismos empleados pueden ser varios, bien por imitación como hacen los
niños, o a través de un aprendizaje en el que se motiva a la persona. Las
formas de relación pueden englobarse dentro de tres modelos:
-Colectivista (en el que la
persona está al servicio de la sociedad, bien por unas ideas, decisión propia o
por elección).
-Individualista (caracterizado
por la autonomía del sujeto).
-Personalista (alternativa al
colectivismo y el individualismo, en donde la solidaridad es muy importante).
Precisamente, una acción
indispensable en los principios cristianos, es la del amor al prójimo, un acto
en el que se demuestra cuando uno desea el bien a otra persona, y donde el
sacrificio no es algo ajeno. Y es que no hemos de olvidar que esta actitud se
nos recuerda que va intrínsecamente o de serie ya en la esencia del propio ser humano.
Otra acción que nosotros
desarrollamos para la toma de decisiones es la de pensar, en la que la
reflexión y la inteligencia nos ayudan a comprender cuál es el verdadero
conocimiento que tenemos de la cosas. Aristóteles ya nos recordaba tres
procesos cognoscitivos:
La abstracción, como mecanismo en
el que desechamos o eliminamos aspectos sensibles, a los que le siguen un
juicio, en el que hemos relacionado conceptos, hasta que finalmente nos
encontramos con un racionamiento, en el que para llegar hasta el hemos
desarrollado una serie de conocimientos, que nos llevan a tomar decisiones, una
vez que hemos deducido lo que ha de hacerse.
Igualmente, es importante saber
que es el sentimiento, y que implica el término sentir. La imaginación es igual
de importante, pues nos ayuda a dar una prolongación a esa sensibilidad.
Autores como Aristóteles ya nos hablan de su necesidad a la hora de la creación
de cualquier concepto.
El tema del alma
La cuestión de la unidad y
dualidad del cuerpo/alma ya es tratada a fondo en los preceptos de la filosofía
platónica. Recordemos que el monismo (alma y cuerpo es una sustancia o cosa),
se presenta de diversas formas:
Por un lado están quienes creen
que el hombre es puro espíritu (monismo espiritual), así como luego veremos las
posturas de quienes reducen el espíritu a algo meramente conceptual sin ningún
tipo de relevancia (monismo materialista).
Otro concepto que cabe añadir en
esta cuestión, es el divulgado por los escépticos respecto a la existencia de
alma, aludiendo a que el alma puede ser que exista, a pesar de que dicha
cuestión nunca llegan a afirmarla con seguridad.
Tampoco podemos olvidar la mentalidad
dualista, y que nos recuerda como alma y cuerpo son dos cosas diferentes,
siendo su referente el filósofo Platón.
Autores clásicos sobre el tema
del alma
Platón es quien dividirá en tres
partes el alma, sobre la que dará una jerarquía vertical, destacando una parte
superior (y que vinculara con la razón). Por su lado, Aristóteles hablará de
unidad hilemórfica, en la que sentencia su existencia en el momento en el que
fallece el ser humano.
Con San Agustín y su visión
neoplatónica el hombre está compuesto por un alma y un cuerpo, en el que la
primera goza de una primacía respecto a la segunda. Asociando una tendencia
negativa a la parte corporal, que se contrapone con la asociación benévola del
alma, no obstante, rechazará el dualismo estrictamente platónico, al afirmar
que el cuerpo era también creación de Dios. Y es que para Platón éste quedaba
reducido a una simple jaula que encerraba el alma.
Santo Tomás beberá de la
influencia aristotélica, no obstante, ello no será problema para que se distinga
de ciertas cuestiones respecto del autor griego, al hablar de incorruptibilidad
del alma, o que ésta desempeña una funcionalidad indispensable en el descenso
de Dios al hombre en el momento de la Encarnación.
Finalmente, la Iglesia se
pronunció al respecto en el Concilio Vaticano II, concretando que no es lícito
despreciar el cuerpo, porque como ya decía San Agustín, éste ha sido creado por
Dios, de ahí que “el hombre es uno en cuerpo y alma” (GS 14).
David Gómez de Mora