La presencia del lobo sobre el entorno en el que se encuentra Villarejo de la Peñuela, es sobradamente conocida, en parte gracias a la toponimia del medio, recordándonos que su área geográfica, además de funcionar como un espacio de transición o confluencia entre la zona de la Serranía y la Alcarria, ha sido históricamente un entorno en el que el lobo estaba presente.
Para nosotros no cabe duda de la riqueza ambiental que albergará la franja de terreno que ocupa el puerto de Cabrejas, como del espacio montañoso en el que se integra. Un que nombre ya nos recuerda la presencia de un animal, que siempre ha sido preciado en la dieta del lobo, sin olvidarnos de esa buena disponibilidad de vegetación natural, formaciones rocosas y fuentes que existen en el lugar, y que siempre atrajeron a la especie a buscar en sus entrañas un punto en el que refugiarse.
La toponimia es uno de los mejores testimonios que todavía rememora las andadas del lobo por estas latitudes, esto lo presenciamos en la zona designada como de “La Lobera” en Villar del Horno, o la partida de Matalobos, en Torrejoncillo del Rey. Igualmente en el diccionario de Madoz, a mediados del siglo XIX, se recuerda que en Barbalimpia (T.III, 1846, 380) se “caza perdices, conejos, liebres, y también lobos, zorros y garduñas”, o en Abia de Obispalía (t.III, 1846, 118) “es abundante la caza de liebres, conejos, perdices y lobos”.
En Cabrejas, sabido era por nuestros ancestros que este cánido se movía con bastante frecuencia, no resultando un hecho extraordinario que en alguna ocasión se viesen por las afueras de Villarejo, buscando agua junto al arroyo que surca el municipio, o incluso llegar a adentrarse en las calles del pueblo.
En la obra de Madoz (T.V, 1846, 54) llega a precisarse que en Cabrejas “algunos lobos y zorras hacen bastante daño”. En Mota de Altarejos por ejemplo se cita que hay “caza de liebres, conejos y perdices y animales dañinos, como lobos, zorras y gatos monteses” (T.XI, 1848, 624).
Otra de las preocupaciones que tenían en la mente nuestros antepasados, era la de ser mordidos por este cánido, especialmente si padecía la rabia. Es por ello que no serán pocas las historias que relatarán este tipo de sucesos a lo largo del país. Por norma general, la gente era sabedora de que en la mayoría de ocasiones, recibir una mordedura por una criatura que tuviese esa enfermedad, solía acarrear un trágico final.
Esto obviamente ayudará poco a que se modificase esa imagen negativa, que ya de por sí se tenía del lobo, a la que cabía sumarle un amplio conjunto de dichos y supercherías, como la que recordaba la trasmisión del temido mal de ojo, el cual se creía que podía producirse cuando este se encontraba cara a cara con una persona.
Al mismo tiempo, veremos como en el mundo pastoril, habrá preferencia por determinadas razas de perros, entre las que sin lugar a duda el mastín será una de las más queridas. No olvidemos que además del daño a las reses, el lobo era un gran competidor, que se alimentaba de las presas salvajes que muchas veces eran buscadas por los campesinos o cazadores, quienes ansiaban hacerse con una pieza con la que llevar comida a casa, incrementado por ello todavía esa tensión entre la especie humana y el animal.
Tengamos en cuenta que la explotación del medio, en puntos donde la vegetación natural se había ido reduciendo (en aras de una ampliación de los terrenos cultivados), propiciará que el lobo hubiese de acercarse mucho más hasta las inmediaciones de la localidad, así como en corrales, donde sabía con garantías que contaba con una fuente de alimento. Es posible que esto nos ayude a explicar porque algunos lobos llegaron a verse por dentro de las calles en su etapa final, tal y como nos relata la tradición oral en el caso de Verdelpino de Huete.
Sin lugar a duda, las políticas de caza que se establecerán en el país hacia la especie en el siglo XVIII, y especialmente en la centuria siguiente, reducirán drásticamente el número de ejemplares, hasta el punto de llevarlos a su extinción en toda esta región.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela
Referencia:
*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. 16 volúmenes