Uno de los edificios más emblemáticos de la localidad de Caracenilla, es sin ninguna duda su ermita dedicada a la Inmaculada Concepción. Esta se encuentra en lo alto de una pequeña elevación, justo a las afueras de esta pedanía optense, y que como otras varias que antaño se fueron alzando en el lugar, son un fiel reflejo del peso que la religión y las tradiciones católicas han ejercido en la vida de nuestros antepasados.
Si analizamos este tipo de construcciones, sabemos que en Caracenilla ya existían otras varias, como la dedicada a San Agustín, o la de San Pedro, y que Madoz 0 indica a mediados del siglo XIX que se halla en estado ruinoso, citando también de paso a la que dedicamos este artículo:
“sobre un cerrito hay una preciosa ermita (Las Ánimas) edificada en el presente siglo a expensas del mismo Sr. Canónigo, otra (San Pedro apóstol) en estado ruinoso, una fuente de buen agua dentro del término...” (Madoz, T.V, 1846, 513).
La ermita de la Inmaculada Concepción de Caracenilla está edificada en el mismo lugar que una ermita anterior. El edificio actual, fundado por el canónigo José Joaquín de León Gascueña, fue inaugurado en 1802. De estilo neoclásico, esta construcción fue obra de Mateo López Martínez.
Si la contemplamos desde el exterior el edificio tiene una forma cuadrangular, de la que solo sale, en la parte superior, el cimborrio. Todo el conjunto, excepto este cimborrio que alberga la cúpula en su interior, está hecho de sillería. Por lo que respecta a la fachada, esta se compone de un pórtico con tres puertas hechas mediante arcos de medio punto, las cuales dan paso a la galería o porche propiamente.
La fachada está flanqueada por dos pilastras que recorren toda la superficie del muro hasta el alero de la cornisa. Una faja horizontal de piedra a modo de imposta divide esta fachada en dos: la parte inferior, donde se sitúan las tres puertas de acceso y, por otro lado, la parte superior, donde se abre una hornacina cegada y una ventana central. Dicha hornacina está flanqueada por pilastras con capiteles lisos y un friso en la parte superior. Pegados a esta hornacina y embebidos en el muro hay dos aletones. Encima de ella se abre una ventana que, al igual que el resto de los vanos laterales (uno en cada exedra del crucero) se construyen en forma de arco escarzano o rebajado. Por último, el tejado está rematado por una espadaña para albergar la campana que responde al mismo planteamiento que la decoración de la hornacina, aunque con mayor decorativismo. Esta está decorada con pilastras dóricas a ambos lados del vano y un friso superior hecho a base de triglifos y metopas. La parte superior de esta estructura la corona un frontón triangular. A ambos lados de la espadaña se disponen dos aletones.
En el interior, la ermita presenta una planta de cruz latina elaborada a base de bóvedas con lunetos, un coro alto en los pies y una cúpula sobre pechinas situada en la cabecera del templo. El recinto está ordenado en base a pilastras jónicas que se alzan en las esquinas de los muros (algunas de ellas embebidas en la pared) y en los arcos torales, en donde descansa la cúpula. A estas se sucede el entablamento con arquitrabe, friso liso y cornisa.
El friso que recorre la circunferencia de la cúpula es de orden dórico: por ello está decorado con triglifos y metopas con una flor. El interior de esta se decora en ocho secciones y un remate vegetal en el centro. Debajo de la cúpula se sitúan las pechinas, que son unos triángulos que permiten pasar de un espacio cuadrado a uno circular. Estas pechinas están decoradas con tondos que contienen relieves pintados, los cuales representan algunos de los símbolos de la Virgen.
Los que vemos aquí son: la fuente de aguas vivas; el pozo; la fortaleza y el ciprés, y evocan las letanías procedentes del texto bíblico “El Cantar de los Cantares”, aludiendo a la virginidad de María. Se cree que estos elementos empezaron a complementar las representaciones iconográficas de la Virgen “Tota Pulchra” desde principios del siglo XVI, aunque dichos símbolos, propiamente, tienen un origen medieval. Según Manuel Trens, la Biblia pauperum del siglo XIV, “constituye el primero de los grandes libros tipológicos.”1 Lo mismo ocurre con el Speculum humanae salvationis (también de mediados del siglo XIV), que remarca alguno de estos símbolos.
Posteriormente se desarrollaron en otros escritos como son, por ejemplo, las “mariologías”, que en principio eran composiciones en forma de textos y luego pasaron al arte plástico, donde María aparecía rodeada de estos elementos.2 Los grabados empezaron a distribuir este tipo iconográfico de la Virgen junto con los símbolos lauretanos, que es así como se denominan, y que luego se traspasarían a la pintura.
Así pues, en el caso de la ermita de Caracenilla, aparte de tener la representación de la Inmaculada Concepción en el retablo principal del altar mayor (que es una evolución tipológica de la Tota Pulchra), los símbolos se han transpuesto a la propia arquitectura. Concretamente en las pechinas de la cúpula. Allí se esculpieron, como hemos apuntado anteriormente: la fuente; el pozo; la fortaleza y el ciprés.
La fuente es la “¡Fuente de los jardines, pozo de aguas vivas, que fluyen del Líbano!” (Cantar de los Cantares: 4,15). Esta fuente nacía al pie del Árbol de la Vida, dividiéndose luego en los cuatro ríos del paraíso terrenal.3 Dicha fuente es una alegoría a la fecundidad femenina, y, relacionado con María, es un elemento vivificador y purificador, pues de su maternidad divina ha brotado la verdadera vida: Jesucristo.4
El pozo es también un símbolo de abundancia y de fuente de la vida. Según el Cantar de los Cantares: “…pozo de aguas vivas” (Cantar de los Cantares: 4,15). Y, relacionado con la anterior, es la misma metáfora que alude al agua vivificadora que concede a la humanidad la salvación.5 Según Chevalier; “El pozo de Jacob, del que Jesús dará de beber al samaritano, tiene el sentido de agua viva y surgente –bebida de vida y de enseñanza– tal y como lo hemos expuesto en la fuente”.6
El tercer símbolo, aunque a veces se puede confundir con otras de las letanías lauretanas que se representan con formas arquitectónicas (como la ciudad o la Puerta del Cielo), creemos que puede ser el de la fortaleza o, lo que es lo mismo, la Turris Davis cum propugnaculis, es decir, la Torre de David con baluartes.7
Por último, también aparece representado el ciprés. Este árbol hace referencia al pasaje que dice: “He crecido como cedro del Líbano, como ciprés en las montañas del Hermón” (Eclesiastés: 24,13) el cual, por sus características recuerda a la inmortalidad y la Resurrección. Gracias a su longevidad y a que es un árbol de hoja perenne se le llama “el árbol de la vida”.8 La verticalidad de este árbol también hace alusión al tránsito hacia el cielo. Aplicado a la Virgen significa que ella se mantuvo firme e incorruptible ante el pecado, según Peinado.9
Por lo que respecta a la decoración mueble del entorno hay que destacar tres retablos. El del altar mayor, que está dedicado a la Inmaculada Concepción (titular de la ermita) y san Antón.
El retablo central está dedicado a una pintura de la Concepción. Este cuadro aparece flanqueado por pilastras de orden corintio a los extremos, y dos columnas exentas del mismo orden, las cuales sustentan un entablamento que, a su vez, da paso al ático. En esta parte se representa una pintura de san Antón, con la iconografía característica, franqueado por pilastras lisas y un entablamento.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Caracenilla
10 Glosario:
Imposta: Faja o moldura horizontal, pasada a la altura de cada piso en la fachada de un edificio.
Aletón: Elemento de la fachada, habitualmente con forma de volutas, que une dos pisos de distinta altura y anchura disimulando el desnivel.
Triglifo: Elemento arquitectónico en forma de rectángulo saliente surcado por dos canales y un medio canal en cada lado, que decora el friso del entablamiento dórico desde el arquitrabe hasta la cornisa.
Metopa: Espacio cuadrado que hay entre dos triglifos en el friso de un entablamiento dórico.
Luneto: pequeña bóveda en forma de medialuna definida por un arco vertical y la intersección con una bóveda de cañón. Normalmente sirve para abrir una ventana en la bóveda de cañón.
Toral: Arco que se dispone de manera transversal a la bóveda para ceñirla como elemento de refuerzo.
Pechina: Cada uno de los cuatro triángulos curvilíneos situados entre los arcos torales, sobre los cuales descansa directamente el anillo de la cúpula.
Entablamento: Elemento arquitectónico horizontal sustentado por columnas, arcos o muros que sirve a su vez como sustento de la cubierta, aunque también puede ser decorativo. Es característico de la arquitectura clásica y consta de cornisa, friso y arquitrabe.
Arquitrabe: Parte inferior del entablamento que actúa como dintel.
Friso: Franja corrida horizontal con decoración, aunque en arquitectura se refiere específicamente a la franja intermedia del entablamento clásico, entre la cornisa y el arquitrabe.
Cornisa: Moldura horizontal que sobresale del muro. Se sitúa en la parte superior del entablamiento.
Tondo: También llamado medallón, es un adorno circular rebajado en un paramento que sirve para albergar pinturas o esculturas en su interior.
Referencias:
0 MADOZ IBÁÑEZ, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. 16 volúmenes
1 TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, Madrid, Plus Ultra, 1947, p. 150.
2 PEINADO GUZMÁN, José A., “Simbología inmaculista, letanías lauretanas e iconografía”, Archivo Teológico Granadino, 75 (2012), pp. 167-190; 170, siguiendo a TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, op. cit., p. 152.
3 CHEVALIER, Jean, y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Herder, 1999, p. 515.
4 PEINADO GUZMÁN, José A., “Simbología inmaculista, letanías lauretanas e iconografía”, Archivo Teológico Granadino, 75 (2012), pp. 167-190; pp. 170-171.
5 Ibidem, p. 174.
6 CHEVALIER, Jean, y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Herder, 1999, pp. 849-850.
7 TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, op. cit., p. 154.
8 CHEVALIER, Jean, y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Herder, 1999, p. 298.
9 PEINADO GUZMÁN, José A., “Simbología inmaculista, letanías lauretanas e iconografía”, Archivo Teológico Granadino, 75 (2012), pp. 167-190; p. 188.
10 Para las definiciones hemos utilizado: https://diccionarioarteconpedro.blogspot.com/; FULLANA, Miquel, Diccionari de l’Art i dels oficis de la Contrucció, Mallorca, Editorial Moll, 1999