viernes, 10 de diciembre de 2021

Historia, tradiciones y creencias en Saceda del Río

Con el trascurso de los años muchas de las localidades del territorio conquense van despoblándose, y con ello se produce la desaparición de todo un amplio sustrato cultural fundado en las tradiciones. Esas mismas que durante tantos siglos fueron perviviendo en unos modestos enclaves, que a pesar de estar a día de hoy apartados de los grandes focos de influencia demográfica, antaño atesoraban un radio de acción que se escapa de las reducidas miras con las que muchos analizan el territorio en el que ahora se encuentran. El catolicismo y la vida rural, eran factores que esencialmente moldearon una mentalidad conservadora y amante de lo suyo, en la que todo aquello que se transmitía de generación en generación pasaba automáticamente a casi sacralizarse, como un legado ancestral, y que por encima de todo había de prevalecer y mantenerse.


El santoral sacedero

Una de las fechas más significativas por el calado religioso que conllevaba, era el día de San Sebastián (20 de enero), así como al día siguiente (21), San Sebastianillo. Unos días después (el 24), se festejaba la Virgen de la Paz, y al siguiente, la Virgencilla. Durante las últimas décadas, tras descender el número de habitantes, se optó por celebrar estas festividades conjuntamente. A lo largo de esta jornada se consumía el que era conocido como “rollo de San Sebastián”, un dulce que se rifaba entre los vecinos, recaudando así dinero para las arcas de la Iglesia del pueblo.

San Sebastián, desde la Edad Media, fue el santo al que se encomendaron multitudes de poblaciones para protegerse de las epidemias de peste que asolaban nuestro marco geográfico, siendo frecuentes e intensas especialmente entre los siglos XIV-XVII, fecha en la que tenemos constancia de diferentes episodios en los que Saceda también se vería afectada.

Igualmente, al comenzar febrero, se conmemoraba la Candelaria, momento en el que se ofrecía a la imagen una torta de mazapán y se soltaban dos pichones o crías de paloma. Semanas más tarde, con la llegada de la Semana Santa, se efectuaba otra subasta con alimentos y diferentes productos para el mismo fin. Conocido era el jamón en rodajas y el cántaro de vino que una de sus vecinas traía cada año.


Todos los Santos

Entre las diversas costumbres que había en esta jornada, estaba la de poner “puche” en la cerradura de aquellas casas donde vivían mozas solteras. También se elaboraba turrón, mientras que la tarde del 1 de noviembre, alrededor de las 19:30, doblaban las campanas, a pesar de que ya desde la madrugada de la misma jornada empezaban a sonar, al estar extendida la creencia de que mediante estas maniobras se conseguía impedir la entrada de los malos espíritus en el interior de las viviendas.

Otra costumbre muy extendida esos días, consistía en el vaciado de calabazas, las cuales, una vez que quedaban huecas, se les colocaba una vela para luego ser depositadas en determinadas partes del pueblo. El propósito era que estas fuesen vistas para que de este modo las almas que iban varando por el lugar no llegaran a introducirse en el interior de los hogares. Del mismo modo, y como en otras muchas localidades, estaba extendida la idea de que desde la madrugada del uno de noviembre y hasta entrado el día siguiente, había procesiones de almas en pena que buscaban morar en las casas del pueblo.


Iglesia de Saceda del Río (Catálogo Monumental de la Diócesis de Cuenca)


El funeral en Saceda del Río

Cada vez que fallecía un vecino, se seguía todo un protocolo que comenzaba con el amortajamiento y velado del cadáver. Por norma general, si la persona se encontraba en grave estado de salud, y a la vista de una llegada inminente de su muerte, el sacerdote daba la Extremaunción, sacando el viático y siendo acompañado por los vecinos, para acudir hasta la casa del moribundo, ofreciéndole el sacramento, a la vez que los vecinos arrodillados junto a la cama rezaban por él.

Sus familiares y personas de mayor confianza una vez fallecido, se encargaban de amortajarlo, vistiéndolo con ropa negra, y que por norma general solía ser la mejor que tenía (todo dependiendo de sus posibilidades). Algunas personas solicitaban tapar su rostro con una mantilla. Durante la noche el cuerpo era velado, rezándose el rosario y las preces (versículos extraídos de las Sagradas Escrituras y oraciones en las que se encomienda a Dios para que socorra al difunto).

Durante el mediodía se celebraba el entierro, por lo que varios hombres del pueblo se encargaban de cavar el hoyo en el que descansaría el cuerpo del fallecido. Para ello después de esta tarea, se les preparaba una comida con tal de que repusieran fuerzas.


Creencias populares sobre la meteorología

Como en todos los municipios de tradición católica, la Pascua era uno de los momentos más importantes del calendario litúrgico, por ello durante el Domingo de Ramos, los vecinos cogían ramilletes de olivo que eran bendecidos por el párroco con su hisopo, siendo luego depositados en las verjas de ventanas y balcones de los hogares. Estaba extendida la creencia que cuando se avecinaban fuertes tormentas o nubarrones sospechosos de traer una descarga violenta, los habitantes recogían un trozo del ramo para ser depositado en la chimenea, pues con ello se decía que se prevenía de la caída de rayos o granizo en los campos.

Algunas de las verjas de la vivienda se solían acompañar con cruces, de modo que el efecto protector se agudizara. Por un lado aparte de su funcionalidad salvaguardadora para rayos y tormentas, estaba también extendida la creencia de que estas ramas protegían de aquellos malos espíritus que se pudieran introducir en la casa, además de portar prosperidad a la familia que habitaba en su interior.

En este sentido, otra de las operaciones que realizaban los vecinos ante la caída de granizo, era la de colocar de forma invertida los trébedes (del latín tripĕdis, “trípode”), de modo que las patas se disponían mirando hacia al cielo. Se solían poner en la calle, alrededor de la vivienda o en el patio de la misma, pues se decía que de esta forma se evitaba la caída del tan temido pedrisco y que podía echar al traste toda la cosecha de la temporada. Esta costumbre la veremos extendida por diferentes lugares de la Península, creyéndose que tiene sus reminiscencias como mínimo en tiempos del medievo, cuando ya hay constancia de su empleo en lugares variopintos. Igualmente veremos al párroco bendecir el término en determinadas romerías, para que de este modo el suelo que trabajaban los agricultores quedara protegido por la mano de Dios.


El rezo por las almas

Antiguamente, como en muchas localidades que hemos observado en la franja de la Alcarria y demás zonas del país, existían las cofradías de las almas o de las ánimas, las cuales todavía existen incluso en algún municipio, como es el caso de Gascueña. Eran hermandades cuyo principal objetivo consistía en sufragar dinero para la salvación de las almas, ante la temida estancia en el Purgatorio, para la que la gran mayoría de mortales habían de entregarse en la fase previa de la salvación de su alma.

En estas cofradías se redactaban una serie de puntos, en los que se estipulaban un conjunto de normas, y en las que sus mayordomos se debían encargar de cumplir con una serie de obligaciones, tales como un control de las cuentas y la compra de determinados elementos, entre los que el fundamental era la cera para las velas. La cofradía había de organizar determinadas festividades señaladas en el calendario cristiano, con especial atención en la fecha del Corpus Christi, las jornadas de la Pasión o la tan esperada jornada de Todos los Santos.

La pertenencia a la cofradía era una garantía para el rezo de las almas, no obstante se requería un pago en determinados periodos. Recordemos que con el dinero colectado se ofrecían misas y se encendían velas en determinados altares del templo. Estas cofradías tendrán otra serie de cargos que fortalecerán el organismo, como sucedía con el capitán, y otros oficiales que se encargarán de llevar a cabo su dirección, no obstante hay que recordar que el párroco era a veces el único que tenía potestad para determinar algunas funciones.

En determinadas festividades del santoral local o en los días de Carnaval, era obligado depositar una serie de cantidades, cuyo beneficio iba también recogido para el sufragio de las misas para las almas de los difuntos. El precio por cada una de estas estaba estipulado, dependiendo de lo acordado por la corporación. La asistencia era tan importante que si no se podía acudir, había de justificarse debidamente la no presencia del cofrade, ya que de lo contrario había de enfrentarse al pago de multas estipuladas.


La Semana Santa en Saceda del Río

Son múltiples las tradiciones sacederas que desde antaño se siguen en esta población para celebrar la semana Santa. Así pues, la elaboración de rosquillas, torrijas o la fiesta del Judas son algunas de las que vamos a reseñar:

El domingo de resurrección, a la salida de misa y en recuerdo de la traición de Judas a Jesucristo, se confecciona un muñeco (generalmente de paja) que se cuelga, siendo apedreado y quemado hasta que este cae al suelo. De esta fiesta existen diferentes variantes dependiendo del lugar, personalizando a veces el “Judas” en alguien que haya perpetrado algún hecho reprobable. En Saceda concretamente, se ataba a un burro y se arrastraba por el pueblo para posteriormente ser quemado. El Domingo de Resurrección, además, era costumbre que los mozos entregasen a las novias ramos de naranjas.

Por otro lado, la presencia de un fraile predicador marcaba un hito en la Semana Santa de Saceda. Antiguamente, dadas las tensiones políticas existentes, que además repercutían en las tradiciones y la vida religiosa de los pueblos, en esta población, durante la Semana Santa, los vecinos hacían guardia toda la noche para proteger el templo de posibles ataques. Además, hombres armados rondaban por las afueras con el fin añadido de evitar que la sagrada forma fuese rodaba.


Gastronomía en Semana Santa

La elaboración de torrijas, también ha estado muy presente siempre en la Semana Santa de Saceda. Antepasados de este dulce ya son recogidos en el “De re coquinaria” (recetario en latín del siglo IV-V), siendo un postre que tradicionalmente se le ha dado a las parturientas por ser la leche, el pan, los huevos y el dulce (azúcar o miel), alimentos energéticos de fácil ingesta. Además, se pensaba que estimulaba la producción de leche en la recién parida por esa creencia que dice que “de lo que se come se cría”.

Múltiples son las teorías de la vinculación de las torrijas con la Semana Santa, siendo una de ellas la que defiende que su aporte calórico y saciante, era idóneo para consumir en unas fechas en las que la ingesta de carne estaba restringida. Por otro lado, la torrija siempre ha sido un producto vinculado a épocas de escasez económica , siendo algo tan humilde como el pan duro (la base de su elaboración).

Las rosquillas, otro dulce típico de la Semana Santa de Saceda, remonta su receta a los tiempos del Imperio Romano. Es un producto hecho a base de huevos, harina , aceite, zumo de naranja y ralladura de limón entre otros, y aunque puede haber tantas variantes como casas en las que se prepara, poco se han alterado sus ingredientes base desde sus orígenes.


Los mozos en Saceda del Río: cortejo y noviazgo (pago de la patente y cantos de los mayos)

Como tantos otros aspectos sociales, las relaciones entre los mozos y mozas de Saceda del Río han estado sujetas a costumbres y tradiciones que poco a poco se han perdido. El pago de la patente estaba extendido en diferentes pueblos de Castilla la Mancha. Se llevaba a cabo cuando una joven del pueblo se hacía novia de algún forastero. Así, el novio en cuestión, había de invitar a los mozos del pueblo de la novia a una comida donde, presumiblemente, el vino sería de obligada presencia. La cantidad de comida variaría en función del poder adquisitivo del novio y de los exigido por los mozos del pueblo como “impuesto” por llevarse a una de las mozas del pueblo. De no querer pagar la patente corría el riesgo (asegurado) de ser tirado al pilón hubiese agua o no, hecho que, según la época del año y teniendo en cuenta el clima de Saceda, no sería nada agradable.

Hoy en día esta tradición se sigue conservando en cierto modo, ya que todavía el forastero sigue pagando una ronda a la familia o allegados de la novia, pero es algo que queda en un círculo cercano sin constituir un acontecimiento en el pueblo.

En el caso de los cantos de los mayos, cortejo y devoción se cogen de la mano. Esta costumbre antiquísima, tiene raíces paganas reflejadas en múltiples culturas que ya relacionaban la llegada de mayo con una época de fertilidad, tanto de la tierra como de las mujeres. Por ejemplo, la fiesta Mayumea fenicia ya exaltaba la llegada de la primavera. Del mismo modo, el 30 de abril, la celebración del Beltane celta era símbolo de la llegada del crecimiento de hierba asegurando el alimento del ganado, es decir, una pastoril por excelencia.

Con el tiempo, la iglesia católica ha asimilado estas fiestas acercándolas a las creencias del cristianismo y convirtiendo el mes de mayo en el mes de la Virgen, existiendo ya una referencia documental sobre la celebración de los cantos de los mayos en la provincia de Cuenca en 1507.

En Saceda del Río, el 30 de abril se cantaba el mayo a la Virgen del Rosario, del mismo modo que los mayos también se convertían en canciones de ronda que los mozos cantaban a las mozas en el portal a modo de cortejo.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).