Si por algo se ha caracterizado históricamente la cerámica valenciana, ha sido precisamente por su excelente calidad. Nombres de localidades como los de Manises y Alcora resuenan por cualquier parte del mundo, y ello desde luego no es para menos, especialmente si tenemos en cuenta la variedad de diseños que desde el medievo hasta el presente han ido surgiendo de las manos de los talleres de alfareros de nuestra tierra.
Tradición, personalidad y belleza impregnada en las diferentes piezas que las familias con ciertos recursos deseaban adquirir para consolidar antiguas vajillas de calidad o simplemente la posesión de un objeto que por su rareza pasaba a emplearse en situaciones muy especiales, o como mero objeto decorativo que a modo de trofeo custodiaba la parte más representativa de aquellas cocinas rurales.
Analizando los inventarios de los protocolos notariales de Verdelpino de Huete, podemos apreciar como algunos vecinos poseían diversos ejemplares. Este es el caso de la señora Francisca Pintado, mujer de Matías Caro, y que en el traslado de su testamento de 1576, podemos leer que entre sus bienes poseía “unos platos de València”, valorados en 34 maravedís, además de una albernía de idéntica procedencia, tasada en 17 maravedís. La albernía era una vasija grande de barro vidriado. Por otro lado, en el inventario de Juan de Solera fechado en el año 1591, se nos detalla que éste tenía doce platos y albornías del Reino de València, además de una colección de varios jarrones (dos de Cuenca, uno de Talavera, junto con una jarrica, y un jarro de pico de València).
No debemos de confundir los jarros de pico, y que como su nombre indica, se destacan por su boca y que solía estar adornada, respecto a las jarras, y que en su caso tienen dos asas.
David Gómez de Mora
Imágenes:
Reseñas de la documentación extraída del Archivo Municipal de Huete. Libros I y II de protocolos notariales de Verdelpinto de Huete.