Ya hemos comentado en alguna ocasión la importancia que comportaba la creación de una capellanía en el momento de incrementar el realce social de las familias de cada municipio. El hecho de poder pagar unos estudios religiosos al integrante de un linaje a través de la disposición de un patrimonio que reportaba beneficios, era una de las grandes preocupaciones que fomentaba la alianza entre casas con intereses comunes en su lucha diaria por mejorar un nivel de calidad de vida, en una zona del interior de la península, en la que como sabemos muchas veces se pasaba hambre, no siendo nada fácil cumplir de manera regular con los quehaceres diarios que una climatología adversa podía tirar al traste en cuestión de poco tiempo.
En Caracenilla la familia León fue una de esas que supo como entroncar y relacionarse parentalmente con las principales casas de la localidad, y que no por designios del azar ya habían conseguido realizar alguna fundación religiosa de este tipo. Recordemos que durante el siglo XVIII conocidas eran las dos capellanías que tiempo atrás fueron creadas por miembros de diferentes familias acomodadas del lugar (es el caso de los Pérez de Albendea o el linaje de la Fuente).
Sabemos por ejemplo que en el año 1732 se recogen las cláusulas de la capellanía fundada por don Bartolomé de la Fuente tiempo atrás, un presbítero que estableció la obligación de solicitar dos misas anuales, tal y como recoge el escribano de Verdelpino Domingo Collada Pérez, y que nos recuerda que era hermano de don Jacinto de la Fuente, padre de don José de la Fuente (quien se acabaría ordenando como sacerdote), mediante cuya fundación muchos miembros del linaje, en épocas posteriores reclamarán su vinculación parental con el referido don Bartolomé con tal de poder aspirar a este beneficio eclesiástico.
Otra capellanía fue la creada por el licenciado Pedro Pérez de Albendea, presbítero de la villa de Caracenilla, que en 1674 mandó realizar esta fundación religiosa, tal y como recoge el escribano de Villarejo-Sobrehuerta Miguel Francisco de Cañas.
Cierto es que como hemos indicado en alguna ocasión, la familia León rentabilizará de forma satisfactoria la situación pujante que vivirá a partir de esta centuria en el municipio, consiguiendo así insertar a muchos de los suyos dentro del clero caracenillense, y convirtiéndose durante ese siglo en una de las casas más importantes de la historia de la localidad hasta la fecha, en parte gracias al control y peso que ejerció entre los linajes del lugar. Recordemos que el hijo de Andrés de León (progenitor de la familia en Caracenilla), era don Francisco de León, quien murió en 1684, pagando un total de 500 misas, destacando también su esposa Francisca de Alcázar, que al fallecer en 1705 manda enterrarse en la capilla de los Pérez de Albendea, pidiendo por ello un total de 920 misas. Sus hijos también hicieron buenas mandas, como veremos con Julián de León, quien realizó un rico testamento en 1739, además de Pedro de León, marido de María Garrote, que murió en 1684 con el pago de 424 misas.
David Gómez de Mora