Para conocer a fondo el pasado de municipios como Piqueras del Castillo, es muy importante partir del contexto histórico de aquellas localidades que lindan con su término, así como de esas familias que interactuaron con las nativas de esta población, definiendo con un mayor grado de claridad, parte de esa mentalidad e idiosincrasia que marcaba las pautas o hábitos de su gente.
Piqueras es un municipio que limita con varias localidades, es el caso de Chumillas, Valera de Abajo, Barchín del Hoyo y Buenache de Alarcón. No cabe duda que todas ellas han jugado un papel importante en las relaciones personales como del ámbito sociopolítico del lugar, siendo por su proximidad o líneas de comunicación las tres primeras muy importantes, así como tampoco sin olvidar el caso de Buenache, y que a pesar de hallarse separada por un mayor recorrido, ha contado con numerosos linajes en el ámbito municipal, y que han tenido una repercusión considerable en las riendas de la historia de esta zona, por lo que consideramos su análisis desde el punto de vista histórico como social una cuestión primordial, que nos ayudará a acercarnos mucho mejor a la reconstrucción de una realidad social que se extrapola por todo este territorio.
Así pues, Buenache refleja por si solo el ejemplo de una sociedad labriega en la que su gente sacará a la palestra muchos de los mecanismos de mejora social que les permitirán el intentar destacar su apellido, bien sea a través de un personaje con méritos que sirviese como una especie de credencial para futuras generaciones, o también a través de la inserción de integrantes dentro del brazo eclesiástico o directamente (siempre y cuando se dispusiera de recursos o contactos) dentro del privilegiado eslabón de la nobleza.
Como se ha indicado, eran diversas las formas de conseguir ese ansiado reconocimiento social, por lo que los métodos para alcanzarlo eran diferentes (dependiendo en buena medida de la disponibilidad de recursos con los que cada uno podía maniobrar). Y es que la historiografía actual ha demostrado por activa y por pasiva, que detrás de esas gestas épicas de la reconquista y logros caballerescos en el campo de batalla a la que invocan muchos linajes de la nobleza, son pocas las familias que llegarán a demostrar de forma fehaciente una implicación y consiguiente justificación con pruebas y hechos sobre su intervención en actos del tal calibre.
La entrada por la puerta grande o de manera oficial se llevaba a cabo a través de las Chancillerías, donde la persona encargada de demostrar su hidalguía pasaba por un interrogatorio, que consistía en un proceso costoso en términos económicos, que si podía salir bien, llegaba a asentar delante del vecindario su condición de miembro de la nobleza, al margen del argumento contrario que como veremos muchas veces salía a relucir, pues como se ha indicado, aquí la inversión económica era una cuestión fundamental.
Conocemos casos como el de los Castillo-Reyllo, Buedo, Lizcano y Zamora. Estos últimos presentes en Piqueras, y que con ejecutoria en la localidad en el caso de los Zamora, demostraba como de importante era el contar con gente de peso que respaldara o defendiera tu argumentario en el momento de sacar adelante este tipo de pretensiones.
No obstante, como decíamos, este mecanismo no estaba al alcance de todos, por lo que muchas veces eran una minoría quienes lo materializaban, pues había otros variados engranajes, que de modo alternativo, y en los que de nuevo con la ayuda inestimable de escribanos que manipulaban la documentación, se trasladaban referencias escritas que tenían como propósito el alcanzar un objetivo similar, como podía suceder cuando un vecino deseaba ingresar dentro de una corporación, tal y como veremos en Buenache con los Saniz de Zafra en la Orden de Carlos III.
En este caso en concreto, para que un Zafra alcanzara la nobleza (con apellido invertido por línea recta de varón tal y como sucedía de forma cotidiana en estas tierras), se alegó sangre hidalga conjunta de todos aquellos apellidos de abuelos y bisabuelos que acompañaban al litigante, por lo que se justificará a través de traslados que no hemos podido comprobar de ninguna forma, una serie de cargos y puestos de honor en los variados apellidos que iban asociados a esa persona. Un argumento que valdrá para engrosar dentro de ese grupo privilegiado a familias de casas como los Sainz, Montero, Martínez-Herráiz, Olivares o Nieves, que hasta la fecha no parecían por la documentación parroquial insertarse dentro del brazo nobiliario, pero que gracias a esta reseña, reunían técnicamente las mismas cualidades que el resto de familias que eran nobles. Y es que si entre la documentación de una corporación como la de Carlos III, se llegaba a afirmar por escrito que esas personas eran poseedores de una nobleza inmemorial, no habríamos pues de marcar líneas que diferencien una forma diferente en el reconocimiento social de otra, pues al fin y al cabo, ese apellido ya quedaba recogido como integrante del estado noble.
Igualmente, veremos como había quienes sin aportar excesivas pruebas, se les citará de pasada dentro del documento de otro linaje, la supuesta nobleza de su apellido, invocando a que por diferentes motivos este no había llegado a ser reconocido en la localidad, cuando supuestamente debería haberlo sido, un argumento que veremos por ejemplo que se invocará en el caso de los Hortelano en la ejecutoria que presentarán los Castillo-Reyllo de Buenache de Alarcón.
Otros directamente dentro de una misma acusación ante el Santo Oficio por un pasado converso, optarán como defensa por un ataque directo, en el que para disfrazar sus raíces judías o moriscas, alegarán que eran tan nobles, que incluso su apellido aparecerá asociado en censos de hidalgos de la época. Hecho que hemos comprobado en el caso de los Flores, a través del traslado de una documentación que acredita el escribano, pero que todo apunta a que jamás existió, pues tal y como hemos comentado, estos profesionales eran grandes manipuladores que acababan dando por buenos muchos datos que a lo mejor nunca habían existido, siempre y cuando se les pagasen unos honorarios.
En un grupo a parte tendríamos a los Ramírez (de Arellano), y que en el caso que nos ocupa entroncan con los Toro y los Haro. Estos eran reconocidos por su solera en otros municipios de la comarca, aunque en el caso de la localidad que hemos estudiado, pasarán prácticamente de puntillas, bien por falta de recursos o innecesariedad de invocar a las raíces hidalgas que otras líneas del linaje habían asentado en otros pueblos de esa demarcación geográfica. Un hecho similar al de los Ruipérez u otras casas que dependiendo del municipio al que nos dirijamos serán tratadas como hidalgos o pecheros.
Luego veremos linajes como el de los Salonarde, en origen labradores y ganaderos de esa burguesía rural, que al contar con un amplio patrimonio y haber entroncado con casas de la nobleza local, aprovecharán en algún documento en el que ingresará uno de sus descendientes, el invocar a la nobleza de un antepasado, que si bien nunca se le había tenido como tal en su localidad de origen, aquello ya servía por la ley de transmisión de la línea recta de varón para marcar un precedente, que del mismo modo valdrá como una prueba para justificar esa nobleza entre los miembros del linaje incluso muchísimas generaciones a posteriori.
También había familias como los Coronado, que sin nunca haber estado asociados a ese conglomerado de hidalgos históricos, tras crecer algunos de sus representantes en el ámbito social entre los siglos XVIII y XIX, estos se atreverán a catalogarse como miembros de la nobleza, consiguiendo a partir del reconocimiento de ese primer individuo, una prueba que si se sabía aprovechar hábilmente, era una credencial adicional que se insertaba dentro de un discurso trufado, y por tanto, en una forma de entrar aunque fuese por la puerta de detrás.
El rédito que se podía extraer de un censo falsificado por otra familia, como ocurriría en la defensa del pasado converso de los Flores, llevará a la elaboración de un censo de hidalgos, en el que estos se incluirán, y de paso, al realizar, habrán de engrosar con otros nombres, sobre los cuales, sin haber indicios en la documentación municipal de la mayoría, estos pasarán por tanto a asociarse como nobles. Una forma que servirá de rebote para que se inserten conjuntamente en ese grupo otras tantos casas. Así lo veremos con apellidos bonacheros como los de Guzmán (que nada tenían que ver con la línea noble enterrada en la Catedral de Cuenca), Carrasco y Aceta (por citar varios ejemplos).
Tampoco podemos olvidarnos de esas familias procedentes de las tierras vascas, que al gozar del privilegio de la hidalguía universal, invocando los orígenes de su sangre y remarcando la pertenencia de sus antepasados a esa demarcación geográfica, gracias al traslado de sus partidas parroquiales, y resaltando la casa solariega o baserri del que procedían sus ancestros, estos podían demostrar con garantías su pertenencia al estado noble. En este sentido resultará curioso el caso de los Lizcano o Lezcano bonacheros, que aprovechando su relación estrecha con el señor del lugar, sacarán ejecutoria de hidalguía, aunque en cambio no lo llegarán a hacer en el caso de Piqueras.
Conocemos otro caso peculiar en esta localidad, donde una línea bastarda de los señores del lugar (los Ruiz de Alarcón), omitirán cualquier relación a través de documentos que en este caso comprometían a la rama principal, pero donde a cambio estos dispondrán de una serie de prestaciones que los convertirán en la familia mejor aposentada de la localidad. Así pues, la descendencia del clérigo e hijo de los señores, don García Ruiz de Alarcón, contó tanto en Barchín como Piqueras con miembros que disfrutarán de los beneficios de las capellanías que fundó, lotes de tierras e incluso escribanía, lo que lds hará destacar con creces sobre el resto del vecindario a lo largo de varios siglos en algunas de sus líneas, por lo que eso de demostrar nobleza les debería parecer innecesario, cuando estos realmente vivían mejor que muchos hidalgos de su zona.
También los habrá que sin tener ningún respaldo documental, gracias a la posibilidad que podía suponer el disponer de una capilla o lugar privilegiado de enterramiento dentro de la iglesia, se aprovechará la disposición de ese espacio para remarcar su estatus adjuntando un escudo de armas en el sepulcro familiar o la rejería de la capilla, que de esta forma les asimilará un poco más a esas familias de la nobleza local, hecho que nosotros entendemos que pudo haber efectuado la casa bonachera de los Ximénez-Moreno.
Dicho todo esto, todavía resulta sorprendente ver como algunos investigadores intentan justificar un modo de inserción formal en el ámbito nobiliario, como si a través de unas pautas rígidas se hubiese establecido, cuando por mediación de todos los mecanismos que hemos expuesto, únicamente con los datos extraídos a través de una indagación a nivel municipal de un par de localidades, salta a la vista que la cantidad de formas por acumular pruebas o directamente insertarse dentro de este estamento, eran tan variadas como la capacidad o interés de esas personas por querer medrar en el lugar donde se encontraban.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Piqueras del Castillo