Entre los barrancos dels mongells y de moles se hallan las ruinas de un antiguo corral, cuya superficie en su día ocupaba una extensión total de unos 440 metros cuadrados. Su planta rectangular, y las diferentes zonas que todavía dejan entrever sus muros en los que se podía separar al ganado, son de lo poco de aquellos vestigios que se han conservado de una construcción cuya entrada estaba abierta en la franja suroeste.
Los restos de argamasa de las paredes y la zona que estaba cubierta con sus tejas y que como suele ocurrir se posiciona en la parte más elevada, son el testimonio de lo que hoy queda de una obra ganadera con capacidad para una cierta cantidad de reses.
Además de la clásica caseta o habitáculo destinado para guarecerse el pastor, la disposición interior del corral obedece a tres áreas comunicadas a través de una zona de paso u obertura entre los muros, junto con las respectivas zonas cubiertas que apreciamos en la parte alta de cada uno, de forma que el pastor podía disponer de diferentes clases de ganado, pues tal y como sabemos era habitual combinar especies de tipo ovino y caprino.
El enclave en el que se posiciona el corral tiene cierto peso estratégico, ya que además de ser fácil de acceder hasta el lugar, sobre ese área convergen dos caminos rurales que antaño eran transitados por ganaderos y labradores que acudían hasta las entrañas de los mongells para pastar con sus animales, además de trabajar una tierra muy ruda donde la falta de sustrato edáfico complicaban la proliferación de zonas aptas para este tipo de actividad económica.
David Gómez de Mora