Siguiendo con la descripción y catalogación de las antiguas construcciones para almacenamiento y cría de ganado que veremos extendidas a lo largo de la Serra d'Irta peñiscolana, no podemos pasar por alto el caso del corral de Mossèn Andreu, el cual podemos definir como otro de los históricos y que por su aspecto y mal estado de conservación nos está reflejando parte de la historia que arrastran este tipo de instalaciones.
Posicionado en la zona alta de la montaña, en una cota cercana a los 200 m.s.n.m., su superficie ocupa un espacio superior a los 500 metros cuadrados, disponiendo de la clásica caseta para el pastor, pero que debido al abandono e invasión de la vegetación que ha ido ocupando su interior resulta imposible poder acceder hasta ella. El corral presenta una planta semicuadrada, junto la construcción anexa del pastor, y cuya entrada se halla en la cara sur. En su interior la distribución sigue el clásico modelo de emplazamiento de las zonas cubiertas en la parte más alta, discurriendo ladera abajo la edificación, y estando conectadas estas a través de los clásicos arcos reforzados con argamasa, dejando tres secciones en las que se podía separar al ganado.
Cabe destacar la obra de argamasa con la que se realzó la obra, tal y como se aprecia en la chimenea y muro de poniente, así como la piedra caliza del dintel que da acceso al antiguo hábitat del pastor. El estado de abandono del corral es tal que resulta difícil poder transitar por su interior ya que la cantidad de maleza que invade la superficie es remarcable, ofreciendo unas paredes altas su parte baja, tal y como apreciamos en el flanco este, y cuya calidad de construcción es remarcable.
Al estar en una zona montañosa, entendemos la necesidad del alzamiento de estos muros que aseguraban una protección del ganado, puesto que hasta hace menos de 150 atrás era normal que los lobos todavía se dejarán ver por esta franja en la que campaban con cierta comodidad.
Como ocurre con la mayoría de corrales, a su alrededor se dispone una amplia zona de cultivo, que aprovechando el abancalamiento de la montaña, permite que en la zona de la obra hubiese varias hectáreas de terreno dedicadas a la agricultura de secano, y que como ya nos indica el topónimo de la construcción bien pudieron integrarse bajo la propiedad de un religioso de la localidad al que en su día pertenecían, y que con toda seguridad algún pariente o vecinos se encargarían de mantenerle, pues tanto por la extensión de sus campos, como por la dimensión del corral, podemos intuir que no sería poca la faena que daría en su conjunto el mantenimiento de este espacio insertado dentro del tradicional sector primario de la economía peñiscolana.
A diferencia de otras obras de la misma tipología, esta se posiciona en la parte alta de la estribación montañosa de la franja septentrional de Irta, pudiendo accederse a través de un caminillo empinado que conduce hasta el lugar.
David Gómez de Mora