Durante el siglo XVI la familia Zamora afincada en Valera de Yuso, pero con raíces en la vecina localidad de Piqueras del Castillo, emprendió las primeras acciones sobre el reconocimiento de su nobleza. Un paso importante en las aspiraciones por intentar acrecentar su relevancia social, a pesar de que como se desprende por los numerosos testimonios de ambos municipios, carecía de credibilidad, al incurrir en determinadas incongruencias que a continuación vamos a comentar.
Que el linaje de los Zamora fue insertado en el corpus de la nobleza conquense, es algo que nadie discute, pues al final, tras un proceso que se prolongaría durante varios años, y en el que uno de sus descendientes se vería con capacidad económica para reforzar aquel planteamiento (tan en boga entre las filas de las familias con recursos), permitiría que este apellido se asociara con la nobleza en nuestras tierras, tal y como indicará en 1613 el alcalde de los hijosdalgos de Villanueva de la Jara, al decir que “todos los Zamora de esta tierra a quienes este testigo conoce, como son los del Cañavate, los de San Clemente, Alcaraz y Cuenca sabe son tales hijodalgos”. Un dato que extraemos del expediente de la orden de Santiago para el ingreso de don Pedro de Cevallos Escovedo de Zamora, y que se recoge en el artículo del blog de parroquiasierranevada de José Antonio Espejo Zamora, investigador que a través de dos entradas en su citada página, nos ofrece un laborioso trabajo genealógico del linaje que abarca varios siglos de su historia, y que se apoya en varios de los datos que nosotros seguimos trabajando sobre las referencias de la Real Chancillería de Granada.
Las pretensiones de Jorge de Zamora durante la segunda mitad de dicha centuria, a pesar de no contar con un respaldo en la documentación de los lugares por donde pasó la familia, consiguen afianzarse, permitiendo que finalmente el linaje tuviera reconocida su nobleza. Un hecho que en parte se apoyará por el papel que desempeñó su abuelo, el piquereño Juan de Zamora, quien décadas atrás ya marchó hasta Valera para casarse con su mujer y asentarse finalmente en el lugar.
Los testigos reconocían que este personaje fue criado del señor de Piqueras del Castillo: don Juan de Valencia, residiendo incluso en su torre, tratándolo este como un caballero. Un acto suficientemente importante, que le valdría después a su nieto como argumento para invocar su distinción como descendiente de hidalgos.
Al respecto, uno de los testigos aseguraba que “en la villa de Piqueras están dos hombres que se dicen el uno Diego García que dicen que se solía llamar Zamora, que es primo segundo del que litiga (es decir, compartían mismo bisabuelo), y dicen que es pechero por línea recta de varón. Y también conoce este dicho testigo en la villa de Albaladejo, a un Juan de Zamora que se tratan de deudos del dicho Jorge de Zamora, y él sabe este dicho que es pechero”, concluyendo por tanto que “tiene al dicho Jorge de Zamora, su padre y su abuelo por pecheros”.
Por desgracia los problemas con los que tuvieron que lidiar los Zamora no quedaban solo recogidos en los testimonios del área en la que residieron. Pues los papeles tampoco hablaban a su favor en Valera de Abajo, donde se realizó un traslado de los censos de los años 40 y 50 del siglo XVI, y en los que veremos cómo en ningún momento se recoge que Jorge o su familia aparezcan como miembros del estado noble, figurando por tanto únicamente en el padrón de pecheros.
Por otra parte, en Piqueras tampoco observaremos ninguna alusión en la documentación más antigua que se conserva en el archivo diocesano de Cuenca, y que antaño integraba los fondos del archivo eclesiástico piquereño. Más concretamente nos estamos refiriendo a los legajos sueltos del siglo XVI que se pudieron conservar, además de los volúmenes iniciales de los libros sacramentales, desvaneciéndose en su contenido cualquier indicio que nos hiciera intuir una distinción como la que pretendía ensalzar Jorge de Zamora.
Es por ello que muy posiblemente, el catalizador que iniciara este procedimiento para ennoblecer el linaje partiera de Jorge, hecho que se deduce de los mismos testimonios que leemos en la documentación que procede de la Real Chancillería de Granda. No obstante, y como solía ocurrir en muchas ocasiones, cuando finalmente esta familia seguirá medrando por algunas de las líneas que mejorarán su posición ya siendo reconocidas como integrantes del estado noble, comenzará una segunda fase de ensalzamiento del apellido, que llevará a mutar los orígenes de su genealogía, hasta el punto de convertirlos en descendientes de algunas de las grandes casas de caballeros que combatieron en durante el medievo en nuestra península la invasión musulmana.
Un fenómeno que apreciaremos tiempo después, cuando podemos leer en la genealogía trufada del linaje sus vínculos con el Conde don Fernando de Aguilar y su esposa doña Urraca de Saavedra.
Creemos como hipótesis de trabajo, que este tipo de reivindicaciones pueden insertarse a lo largo de las diferentes operaciones llevadas a cabo por familias que durante el siglo XVI, aprovechando su cercanía a los señores del lugar, verían factible este tipo de reconocimientos, no siendo por ello casual, que en fechas no muy lejanas, en la vecina localidad de Buenache de Alarcón, los Lizcano hicieran los mismo al invocar su hidalguía, ante una evidente relación de vasallaje con los Ruiz de Alarcón, fenómeno que se desprende desde los registros parroquiales de la primera mitad del siglo XVI, donde los veremos apadrinando como estando presentes en varias de las celebraciones sacramentales del momento. No obstante, en este caso, los Urreta de Lizcano no tuvieron los mismos problemas que sus vecinos los Zamora, por el mero hecho de que la hidalguía universal para la gente procedente de las tierras vascas no era puesta en duda, ya que simplemente con alegar una pertenencia a aquella demarcación geográfica y si no había aparición de apellidos conversos, se reunían credenciales suficientes como para tirar hacia adelante en la obtención de tal distinción.
En el caso de los Zamora, olvidando el relato que los entroncaba con los grandes caballeros peninsulares, y centrándonos en los testimonios de varios piquereños que colaborarán en la ronda de preguntas, apreciamos datos de enorme valor, por ser de entre todos los que se recogen, aquellos que realmente tocan de lleno el tema de raíz, los que nos aproximan lo mayormente posible a la figura del abuelo del litigante, es decir, el criado de Juan de Valencia, y en el que desprendemos que se apoya la base de las exigencias de su nieto Jorge. Así pues, a lo largo de estos interrogatorios desfilarán un conjunto destacado de vecinos, de los cuales cabe decir que la mayoría no aportarán datos de relativo interés, no obstante, los pocos que si lo hicieron, bastan junto con lo anteriormente expuesto, para entender realmente que ocurre en torno a la cuestión del ennoblecimiento de los Zamora.
En el año 1564, varias personas aparecerán como testimonios, siendo el caso de Juan Lucas, quien contaba con 80 años de edad. Este reconoció a Juan de Zamora como criado y residente en la torre de la fortaleza de Piqueras, añadiendo que el bisabuelo del litigante, fue realmente el primero en llegar hasta el lugar.
Otra testigo, todavía un poco más mayor, y llamada Teresa Blasco, de 85 años, y viuda de Martín Gil, no aportaría nada al respecto. No sucederá lo mismo con la vecina María Beteta, mujer de Alonso Gil, y de 65 años, quien recordaba como Juan de Zamora trabajó durante algunos años como carnicero en la villa, además de servir posteriormente en la torre, teniendo además un hermano llamado Hernando de Zamora.
Por otro lado nos aparece un testimonio curioso, concretamente el de Pedro de Zamora, vecino que tenía alrededor de unos 50 años, y que por su edad, hablará claramente de oídas. Este decía que su padre era Diego de Zamora, y que un tío-abuelo suyo, llamado Pedro García de Zamora, comentaba que su padre (es decir, el bisabuelo del testigo), había traído consigo a la casa de Juan de Zamora, añadiendo que el apellido si lo portaban, era por el lugar de origen del que procedía su linaje, pero del que no eran ellos hidalgos, sino que la familia de este testigo. La cosa queda más enrevesada, cuando este afirma que los auténticamente hidalgos eran sus ancestros, y que por lo tanto los descendientes de Juan se habían aprovechado de la etiqueta de su familia.
A raíz de estas acusaciones, es cuando se le formula la pregunta a ese testigo de por qué este no había exigido su reconocimiento como hidalgo, respondiendo que por haberlo dejado pasar su familia, es decir, por falta de interés. Cuestión evidentemente carente de lógica, y donde creemos que estaríamos hablando de dos líneas con un mismo tronco originario. Razón por la que Pedro de Zamora (el testigo) era en realidad primo de Jorge de Zamora (el litigante).
El hecho de que indique que la familia de Jorge viniera con su bisabuelo hasta el lugar, y portaran el mismo apellido, hace pensar en la hipótesis genealógica de que ambos son miembros de una misma familia. Otra cosa muy distinta es que estos fuesen hidalgos, pues como se desprende por la documentación piquereña, como de la actitud vacilante de Pedro de Zamora, la familia no tenía reconocimiento alguno de nobleza en el lugar.
Otra cuestión que debería de abordarse es la de la inventiva genealógica si ascendemos hasta la generación de Fernando de Zamora e Inés de Padilla, momento en el que cabe plantear muchas dudas acerca del verdadero origen de la familia, de ahí que posiblemente en la generación siguiente, y que nos señala los nombres de Diego Sánchez y Leonor Sánchez, es cuando pudiera hallarse la clave sobre los vínculos familiares de los Zamora piquereños.
Precisamente, en la documentación de 1601 se indica que Diego de Zamora y Aguilar, es hijo de Rodrigo y nieto de un Diego de Zamora, quien figura como esposo de una María Martínez, sin añadirse ningún dato más sobre los orígenes del linaje. Planteamos como hipótesis genealógica que es posiblemente en ese periodo posterior a las generaciones de Fernando e Inés, cuando realmente se entremezclan historias y leyendas, con nombres que se repiten y nos confunden, como ocurre con el de Diego Sánchez, Diego de Zamora, o simplemente un Diego Sánchez, originario de Zamora, que dejará una descendencia, entre la que hallaremos al que será el criado del señor de este lugar, y a través de quien comenzará un discurso genealógico, inventado en posteriores generaciones, en el que la familia ya contará con mayores recursos para emprender una hazaña como la de ser reconocidos bajo el nombre de una casa de hidalgos.
Una estrategia social aplicada por otros tantos linajes de estas tierras, en los que se invocará a unas raíces fabulosas, que acabarán siendo las credenciales que garantizaban un reconocimiento y firmeza de su nombre a la hora de seguir medrando en una sociedad jerarquizada, en la que toda acción de esta clase contaba y mucho, despejando así dudas o acusaciones del Santo Oficio, que como bien sabemos estaban a la orden del día, especialmente cuando alguien pretendía ingresar en una corporación nobiliaria o ascender escalafones dentro de un determinado organismo en el que se requerían informaciones históricas de la familia interesada. Precisamente, dentro de esta línea puede enmarcarse el testimonio aportado por el piquereño Gaspar Cano (de 70 años), quien al respecto de la relación entre Juan de Zamora y la famosa torre del municipio, explicaba como el criado se encerraba en su torre una vez que aquel le vendía el pan. Un dato de interés, que además de reforzar el discurso sobre el vasallaje y consiguiente reconocimiento noble de los Zamora por sus nexos con la casa de los Girón, revelaba como en tiempos de Juan de Valencia esta edificación defensiva funcionaba a su vez como una construcción de uso residencial.
Hay que decir que otros vecinos de Piqueras aparecerán citados en el interrogatorio de 1564, aunque a diferencia de la mayor parte de los antes referidos, nada aportarán al respecto, es el caso de Magdalena García (de 75 años), Quiteria Mateo (de 70 años), Alonso Cantero (de 65 años), Juan Herrero (de 50 años), Pedro Cano (también de la misma edad), Martín Gil (de 55 años), Juan Sáez (de 50 años), Álvaro Martínez (de 60 años), Alonso López (de 50 años), Alonso Rodríguez (60 años) y Ana Sánchez (de 65 años). Unas edades que intuimos por las cifras que se nos dan, que serían aproximadas y no exactamente precisas.
Sin lugar a duda uno de los datos más interesantes sobre estos testigos que no se inmiscuyen en el interrogatorio, es el de don García Ruiz Girón de Alarcón, hijo de los señores de Piqueras del Castillo, y nieto materno del famoso Juan de Valencia que tendrá por criado al abuelo del litigante. Por desgracia, no aporta información de interés, indicándose únicamente que este tenía 60 años, lo que como era de prever sitúa su fecha de nacimiento a principios del siglo XVI. En esta reseña de 1564 ya se le menciona como religioso, por lo que evidentemente ya había sido padre, pues no olvidemos que de su figura nacerá una prolífica descendencia que por línea directa continuará todavía hasta el día de hoy, enmascarada bajo el apellido Ruiz.
David Gómez de Mora
Referencias:
*Archivo Histórico Nacional. Orden Militar de Caballeros de Santiago. Expediente 1947, Pedro de Cevallos Escobedo de Zamora, natural de Ocaña
*Archivo de la Real Chancillería de Granada. Jorge y Juan de Zamora. Vecinos de Valera de Yuso (1561). Ref: 303-375-6
*Archivo de la Real Chancillería de Granada. Diego Zamora y Aguilar. El Cañavate y Socuéllamos (1601). Ref: 301-94-35
*Espejo Zamora, José Antonio (2014), “Probanza de hidalguía de Jorge de Zamora”. En: http://parroquiasierranevada.blogspot.com/2014/01/piqueras-del-castillo-valera-de-yuso.html
*Espejo Zamora, José Antonio (2015), “Linaje Zamora”. En: http://parroquiasierranevada.blogspot.com/2015/06/linaje-zamora.html