La explotación de las colmenas era una de las actividades que dentro de la antigua economía primaria de las zonas rurales, ciertamente no movía gran cantidad de dinero, pero si al menos el suficiente como para generar unas ganancias adicionales a quienes que se encargaban de desarrollarla, puesto que de ellos, además de la elaboración de miel, dependía la materia para la creación de cirios y velas. Un producto muy preciado antaño, especialmente en las celebraciones cristianas que se realizaban de manera cotidiana en muchas de las iglesias de nuestra geografía peninsular.
Si
analizamos los datos de algunos municipios que comprenden nuestra
área de estudio, veremos por localidades como a mediados del siglo
XVIII, y siempre a través de la información que nos proporciona el
Catastro de Ensenada en su pregunta número diecinueve, localidades como Saceda
del Río contaba con 140 colmenas, estando estas repartidas entre don
Juan de la Fuente (presbítero), don Juan Martínez (hidalgo), Matías
González, Pablo Martínez y María de la Fuente.
En la modesta Carrascosilla, había únicamente un total de 22 colmenas, distribuyéndose veinte para un vecino de Caracenilla y las dos restantes para José Cantero. Por lo que respecta a La Peraleja, veremos 200 colmenas, repartidas entre Miguel de Molina (4), Miguel Parrilla (12), Miguel González (7), Ignacio de Molina (4), Pedro Muñoz (12), José de Molina (4), doña Isabel Martínez (4), Manuel Jarabo (5), Bernardo Benito (15), Juan de Huerta (35), Julián de Villalba (4), presbítero don José de Molina (37) y Francisco de Molina (57). En Verdelpino de Huete se concentraban una buena cantidad (en total 1137 colmenas), estando distribuidas entre el párroco don Francisco de Alcázar, don Juan de Molina (presbítero), Diego de Alcázar, Juan de la Fuente y otros cuatro vecinos.
Mientras tanto, en Villarejo de la Peñuela se concentraban 90 colmenas, repartidas entre don Pedro López (presbítero), María Cañas, Ginés Torrijos, Josefa Cañas, Juan del Rincón, Antonio Ocaña, Manuel de Soria, Francisco de Cañas, Francisco López, el presbítero de Cuenca Miguel Briz y otros cuatro vecinos.
Por último en Caracenilla el catastro indica un total de 193 colmenas, distribuidas entre Diego de Alcázar de la Fuente Francisco de Alhambra Pérez, Manuel Pérez de Alcázar, Juan Garrote Saiz, Pedro Benito Pérez, Pedro de la Fuente Recuero, Felipe de Alcázar, Alonso Pérez de Alcázar y algún vecino más.
Sabemos que más o menos el precio de la miel rondaba alrededor de los 20 reales la arroba y 7 reales la libra de cera. Es decir, en un municipio como Verdelpino, y que destaca por la enorme cantidad de colmenas que tenía, la miel podía generar un sumatorio total de ganancia de 2000 reales. No obstante, como veremos aquellas personas que solían tener cerca de tres o poco más, las ganancias no iban más allá de unos 10 ó 12 reales, por lo que intuimos que muchas veces estas se explotarían como un producto de consumo propio en lugar de un recurso con el que comercializar. Suponemos que evidentemente ello dependería de la cantidad de miel o cera que esa persona podía producir.
Una conclusión a la que llegamos al ver los nombres de determinadas familias, y entre las que muchas veces hay una estrecha relación parental que nos hace pensar en un control de la producción, es que aparecen en cada localidad párrocos con cantidades importantes de colmenas, ello seguramente pueda deberse al uso que desde la iglesia se le daba al aprovechamiento de la cera, de ahí creemos que podría explicarse la relación entre los religiosos de cada lugar y las elevadas cantidades de colmenas que había a su nombre.
David Gómez de Mora
Referencias:
*Catastro de Ensenada de los municipios conquenses de Saceda del Río, Carrascosilla, La Peraleja, Verdelpino de Huete, Villarejo de la Peñuela y Caracenilla.