Los dominios de los Pacheco durante el siglo XV se extendieron desde la franja conquense de Belmonte hasta las tierras de lo que hoy es el área interior alicantina, teniendo para ello una compleja red de torres y castillos que abarcaba una marca geográfica, que en su parte oriental tendría por avanzadilla los enclaves de Sax y Villena. Este espacio comprenderá una mancha que desde sus extremos cubría una distancia aproximada de ni más ni menos que unos 200 kilómetros.
Por si las muestras de poder del
linaje no eran suficientes, apreciaremos que los Pacheco no escatimaron en
recursos a la hora de hacer prevalecer su valía como auténticos reyezuelos de
aquella inmensa superficie de control. Y es que cualquiera que haya visitado alguna
de las fortalezas que estuvieron bajo su poder, será consciente de lo que
estamos comentando.
En el caso de las dos que nos
atañen en este artículo, se puede apreciar como en la que viene a ser la más
oriental: el castillo roquero de Sax, salta a la vista que estamos ante una obra
defensiva de enorme calidad, donde se advierte a los enemigos que les depara
una toma costosa y sangrienta si desean acercarse hasta sus muros, ya que sus
paredes se encaraman hacia lo alto de una loma, con potentes paredes
acantiladas, que presagian una pesadilla insalvable para cualquier tipo de soldados
que partiendo de los medios de la época pretendieran asediar un lugar de aquel
potencial geoestratégico.
Evidentemente el castillo de
Villena no podía ser menos, y eso a pesar de que su terreno no gozaba de las
mismas prestaciones geomorfológicas que en el caso anterior. Poco queda por
añadir sobre una obra que ya ha sido estudiada por multitud de investigadores e
historiadores. Un tesoro arquitectónico de carácter militar, conformado por un
doble sistema amurallado, dentro del cual se encuentra su torre del homenaje, y
que consta de cuatro plantas y una terraza.
A pesar de que esta iría
readaptándose y creciendo a lo largo de diferentes épocas, en su interior
todavía se conservan vestigios de diferentes grabados, algunos de los cuales y que
como sucede con los más significativos se han atribuido a las manos de presos,
y que según se cuenta los trazaron durante las largas estancias en que
estuvieron encerrados entre sus paredes. Cabe decir al respecto que nos resulta
como poco curiosa la explicación empleada para entender la aparición de este conjunto
de representaciones, especialmente por guardar similares características con
otras donde también se presume de la firma de prisioneros con dotes artísticas.
No obstante, tampoco vamos a detenernos
en dicha cuestión, pues esto poco tiene que ver con el tema que estamos tratando.
Como decíamos al inicio, la
familia Pacheco quería dejar constancia de su estatus como brazo derecho del
monarca, por ello sus integrantes no se conformaron solo con mejorar las
prestaciones de sus dominios castrenses, sino que también de exhibir su fuerza,
tal y como da todavía testimonio una de las torres interiores del castillo de
Villena, donde a partir de la visual externa se comprueba la existencia de unas
incrustaciones circulares de hierro adjuntas al mortero de cal que cubre la sillería,
y que tenían como propósito irradiar un fuerte brillo durante los días soleados,
impresionando de esta forma más si cabe a quienes ponían sus ojos sobre este
gigante de piedra.
El castillo de Villena tendría su
base primigenia en una fortaleza alzada durante la época de dominación
islámica, aunque esta poco se parecerá a la planta que los Manuel y luego
los Pacheco alzaron, siendo por ello durante los últimos siglos de la Baja Edad
Media cuando esta última familia transformará drásticamente todo el entramado.
Posteriormente, tras la pérdida y caída del linaje, el enclave seguirá
readaptándose a las necesidades de su momento, aunque ya bajo dominio real, sin
volver a salir de sus posesiones.
Decir que esta escenografía del
poder también se aprecia en las incrustaciones férricas que existen en el
citado castillo de Sax, más concretamente en su parte superior, donde se alza
la majestuosa Torre Maestra, una edificación de planta rectangular, y en la que
se perseguiría la misma finalidad que en la vecina plaza de Villena.
David Gómez de Mora