Corría el siglo XVII, cuando un joven procedente de una familia con recursos y lazos sanguíneos en La Peraleja, opositaba para la consecución de una fundación creada por el licenciado Pascual Saiz.
Pascual era un personaje de notable interés. Por un lado su linaje había emparentado con la estirpe de los Martínez de Villanueva, una histórica del lugar y que aportó diferentes curas en el municipio, medrando satisfactoriamente a través de varios enlaces con los Oliva (reconocida en algunos enclaves como hidalga), o los Vicente (hacendados bien posicionados desde tiempos inmemoriales en estas tierras).
Por otra parte, Pascual llegó a ser cura en la localidad sevillana de Albaida de Aljarafe, municipio que dista a escasos tres kilómetros de Olivares, una parroquia particular, ya que allí se encontraba la Colegiata de Santa María de las Nieves.
En este imponente templo ejerció como chantre, una dignidad eclesiástica que lo convertía en maestro del coro. Sabemos que este edificio y del cual el papa Gregorio XIII autorizó su construcción, fue mandado alzar por don Enrique de Guzmán, II Conde de Olivares, indicando en su testamento la cantidad de fondos destinados para su ejecución. La colegiata de Olivares tendría una dotación de doce capellanes y un capellán mayor.
Ahora bien, Pascual antes de partir hacia el sur, tenía familia y raíces en La Peraleja, por ello tras haber dejado varios bienes, veremos cómo algunos integrantes de la casa de los Martínez (una vez muerto el licenciado), presentó solicitud para hacerse con el cargo de las fundaciones que este había dejado.
Sabemos que en el año 1665, el Licenciado Francisco Martínez-Catalán y cura de La Peraleja ya había fallecido, teniendo este con anterioridad la fundación para casar huérfanas que Pascual creó en La Peraleja. El predecesor sería el licenciado Asensio Martínez, miembro de su familia, y por tanto componente de la casa de los Martínez de Villanueva.
Más tarde (en 1697), sabemos que el opositor que sustituiría a Asensio era su sobrino carnal: Juan Martínez Crespo. Un dato gracias al que podemos reconstruir la ascendencia del linaje, pues entendemos que Juan era hermano de Pedro Martínez (de Villanueva) Crespo, marido de María Parrilla, y por tanto, ambos hijos de Miguel Martínez de Villanueva, quien en 1633 casó con Isabel de Crespo Jarabo. Si no estamos equivocados, Isabel pudo ser la hermana del Licenciado Asensio Martínez de Villanueva, hijos a su vez de Asensio Martínez Saiz y María Vicente de la Oliva.
Estos datos que los extraemos partiendo de los apuntes de nuestra genealogía familiar, nos remontan unas generaciones más arriba, dando pie a que lleguemos hasta un enlace en el que se menciona durante la primera mitad del siglo XVI a un tal Juan Saiz, marido de Teresa Grande, quedando en el aire si existió alguna filiación entre este miembro de mismo apellido respecto al que portaba el licenciado Pascual Saiz. Una cuestión que seguiremos investigando en el futuro, en busca de nuevas informaciones que nos permitan trazar los vínculos parentales entre estas familias de labradores con gente en el brazo eclesiástico.
Así pues, los lazos de sangre entre ellas eran más estrechos de lo que en ocasiones nos revelan las repeticiones de sus apellidos. Eso lo decimos porque nuevamente consultando los referidos datos genealógicos, apreciamos que Isabel de Crespo, era nieta materna de Juan Jarabo Catalán, hijo este del terrateniente don Bonifacio Jarabo y su esposa Juana Martínez-Catalán. Juana era hermana de otro cura que vivió y murió en la villa de Madrid.
Como dato curioso, añadir que en 1697 cuando se indica el traslado de la fundación a favor de Juan Martínez, aparece como alcalde peralejero Gabriel Palenciano, quien era marido de Ana Vicente, y que tras fallecer diez años después pagará un total de 100 misas por la salvación de su alma y allegados.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de La Peraleja
