domingo, 11 de diciembre de 2022

Tejados y aleros en las tierras del norte de Castellón

Los tejados son una parte fundamental en la arquitectura de cualquier vivienda, por ello en las tierras del norte de Castellón, estos presentarán una serie de peculiaridades, que aunque las apreciemos en otras zonas del territorio, merece la pena que les dediquemos una breve descripción. Si paseamos por muchos de los municipios de las comarcas septentrionales de nuestra geografía castellonense, es habitual ver encima de los tejados grandes piedras dispuestas de forma alineada y guardando una distancia similar. Esto se debe a la fuerza con la que sopla en esta zona el viento seco del noroeste, aquí conocido con el nombre de “mestral”, siendo famoso por las fuertes rachas que llegan incluso a sobrepasar velocidades de hasta 150 km/h.

Al igual que sucede en otras zonas del territorio peninsular, el área norte de esta provincia, al ser un entorno montañoso con una orografía abrupta, e históricamente caracterizada por una mala red de comunicaciones, así como con localidades apartadas y de una baja densidad demográfica, será normal que entre sus gentes abundaran los temores y supercherías ancestrales que generacionalmente perfilarán una mentalidad con sus respectivos comportamientos e ideas, estando por ello siempre presente la preocupación de que espíritus o seres malignos, pudiesen introducirse dentro de la vivienda, aprovechando espacios de obertura, como ocurría con la boca de la chimenea o alguna de las ventanas que daba acceso a la cámara o angorfa. Es por ello que se creía que estas piedras antes referidas, además de la función que daban en la zona alta para mantener la estructura superior de la vivienda ante fuertes vendavales, se decía que también eran aptas para impedir la entrada en el interior de la residencia de cualquier elemento maligno asociado con el mundo espiritual. En este sentido, desde el punto de vista artístico, no podemos ignorar aquellas representaciones que aparecerán en la parte alta exterior de la vivienda, y que veremos en las caras inferiores de las tejas de la primera fila que sobresaldrán del tejado, es decir, en el alero o “ràfec” como aquí le denominamos.


La funcionalidad de estos diseños como protectores contra espíritus, brujas y variedad de seres malignos, motivaron que antaño se extendieran entre la decoración de los aleros que habrán en buena parte de las viviendas. Sus formas y dibujos se caracterizarán por ser variopintos. Apareciendo cruces, gallos, dragones, soles, palmas, figuras puntiagudas, y otras muchas formas geométricas y abstractas, cargadas de un enorme simbolismo. 

Apreciamos como muchas veces estas representaciones no obedecían a diseños homogéneos, sino que mayoritariamente combinaban diferentes formas, pues que se creía que ello extendía la capacidad protectora o ahuyentadora de los mismos. Así pues, para evitar la presencia de brujas cerca de la casa, se realizaban representaciones que ilustraban cruces, flechas, bocas de lobos o dragones. Esto ocurría como sabemos porque las cruces son un elemento asociado directamente con Dios, de modo que se consideraba que no había nada más poderoso que algún elemento asociado al Creador para combatir el mal. Igualmente, las flechas, escenificando puntas de lanzas, como las bocas de animales o seres violentos, serán otro elemento iconográfico recurrente, pues recordará la capacidad de defensa contra aquellas cosas o entes que intenten atacarnos.


Las escenificaciones de figuras aleatorias con formas curvas se creía que además de ahuyentar a brujas y malos espíritus, eran también un protector adecuado para evitar la entrada de rayos en las viviendas. Los soles o cardos, eran otro icono muy usado por asociarse la forma de la flor de esta planta con el diseño que representaremos de la estrella del sistema solar, y que con su luz nos recuerda la cara opuesta de la oscuridad, y por tanto de protección ante seres que únicamente desean hacer el mal. 

Los dragones como se ha indicado son otro de los elementos que se empleaban para imponer temor, siendo desde el medievo escenificados como guardianes o protectores de un lugar. Estos no deberemos de confundirlos con los gallos, los cuales también se emplearán en este tipo de obras, al estar muy asociado con la religión cristiana. Simplemente hemos de ver la significación que históricamente ha tenido este animal con el nacimiento del hijo de Dios a través de la popular misa del gallo. 


El gallo es el animal anunciador de la luz, antítesis de la oscuridad y las tinieblas. Precisamente, otra variedad que partirá de la creencia protectora vinculada con este animal, son los diseños curvos que representarán las “cues de galls” (colas de gallo), y que la tradición popular decía que eran muy efectivas para las ánimas durante los dos primeros días de noviembre, ante la posibilidad de que en las viviendas se introdujesen espíritus malignos en aquellas procesiones de almas que invadían durante esas jornadas las poblaciones. 

Obviamente este tipo de creencias eran motivo de polémica dentro de la Iglesia, pues su representación chocaba de pleno con los preceptos que el cristiano debía practicar en su vida diaria, ya que el empleo de amuletos o protectores, era una expresión de desconfianza hacia el poder de Dios. De ahí que veremos algunos diseños de elementos esquemáticos, en donde se entremezclaba un supuesto componente decorativo o artístico, pero cuya finalidad siempre albergaba una finalidad profiláctica. Al respecto podemos leer en las sagradas escrituras las críticas que se vierten en algunos pasajes del libro de Isaías en el Antiguo Testamento ante el uso de amuletos protectores, indicándose en el Nuevo Testamento con la carta de Pablo Tarso a los Efesios 6:11 cual era la actitud que el cristiano debía tomar ante este tipo de cuestiones.


Creemos que esa superchería y conjunto creencias de tipo fantasmagórico que se extenderán por nuestra zona, seguramente beberán de un poso pagano o ancestral, explicado en parte por el aislamiento y ruralización al que históricamente se ha visto sometido nuestro medio, de ahí que estas costumbres y creencias se pudieron haber mantenido sin ningún problema entre nuestras gentes, estando por ello tan aceptadas, por lo que poco se podía hacer para evitar que siguiesen promoviéndose entre las gentes del lugar. 

Las tejas con decoración triangular en forma de dientes de sierra, serán popularmente conocidas como “dents de llop” (dientes de lobo), extendiéndose como uno de los protectores más efectivos ante cualquier tipo de peligro o espíritu maligno. Su función exorcizante estaba tan asimilada que muchas casas únicamente pintaban todas las tejas que sobresalían con esta representación, acompañándose a veces con puntos en sus alrededores, los cuales se decía que reforzaban más si cabe su capacidad repelente. Igualmente apreciaremos figuras geométricas, como ocurrirá con los rombos, y que al igual que los anteriores, al sobresalir sus lados en ángulos puntiagudos, se decía que ejercían una efectiva labor ahuyentadora o protectora contra el mal.


Las palmas como muchos ya saben, son otro de los símbolos que además de asociarse con la victoria y la paz, representan la vida eterna y el cielo, estando estrechamente vinculadas con el cristianismo, particularmente con la jornada del Domingo de Ramos, cuando los evangelios canónicos recuerdan que se agitaron las ramas de palma tras la entrada triunfal del hijo de Dios en Jerusalén, siendo por ello un elemento asociado con el Creador, y por tanto, ampliamente difundido en muchas de las representaciones que veremos en los aleros de las antiguas viviendas de nuestro territorio, a través de líneas que parten de un eje central o diseños esquemáticos de ramas. 

 David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).