En el testamento conjunto de Diego de Alcázar e Isabel de Solera y Ayala (ella enferma, pero su marido bien de salud), se estipulan una serie de mandas, como la de la cantidad de misas rezadas tanto para el caso de Isabel y que ya estaba cerca de su muerte, junto con su marido, además de solicitar que la casa de la familia en la que viven se mantenga en buen estado para que sus herederos sigan disfrutándola, sin olvidarse también de una serie de donaciones en forma de limosna, por lo que se citarán algunas de las cofradías del municipio, como ocurrirá con la del Santísimo Sacramento, la Vera Cruz, San Blas, la del nombre de Jesús y la de la Virgen del Rosario.
Como veremos el municipio desde la segunda mitad del siglo XVII contaba con varias fundaciones de esta tipología, las cuales ya venían de años atrás, nada extraño si tenemos en cuenta que por un lado los habitantes de esta localidad siempre se caracterizaron por una intensa devoción católica, además de que en la centuria anterior entre sus habitantes se experimentó un crecimiento demográfico espectacular que desde la primera mitad hasta finales del siglo XVI se tradujo en una duplicación del número de personas.
Ya hemos indicado que la religiosidad de los verdelpineros motivará la aparición de hasta cinco cofradías cuando ni tan siquiera se había llegado a los 400 habitantes en el pueblo. Estas agrupaciones reguladas por una serie de normas, estarán controladas desde el clero y representadas por una serie de cargos, entre los que destacará el del mayordomo por la responsabilidad que conllevaba.
No olvidemos que cada uno de los cofrades contaba con el rezo de misas de su agrupación el día de su fallecimiento, una ayuda adicional en esa preocupación por la limpieza del pecado durante el periodo de tiempo en que el alma del difunto pasaba en el Purgatorio. Por otro lado, los actos penitenciales, como la voluntad de involucrarse en ayudar con limosnas y actos positivos a personas necesitadas, motivarán que muchos feligreses colaboren de forma activa desde dentro de estos colectivos.
Igualmente los administradores tendrán que llevar un control detallado de los bienes como gastos generados, labor que en una sociedad altamente analfabetizada hará que este cargo siempre recaiga en gente que solía proceder de familias con una buena situación económica. A pesar de que en ese momento no se cite una cofradía de ánimas y que tiempo después aflorarán por buena parte de nuestra geografía peninsular, la labor de la salvación de las almas se suplía desde cofradías como la de la Virgen del Rosario.
El respeto y el mantenimiento del orden era obligado entre los integrantes de cada una. De la misma forma, la imposición de penas para quien incumplía los puntos establecidos en los estatutos siempre eran claras, dejándose muy delimitada una jerarquía interna que se ceñía a un protocolo estricto, tal y como sucede en la actualidad en cualquiera de estas agrupaciones.
Las cofradías podían enfocarse hacia diversos roles o fines que estaban relacionados con la figura devocional o nombre que la identifica. De acorde a su actividad, estas podrían englobarse en diferentes tipologías como será el caso de las asistenciales, penitenciales, indulgenciales, sacramentales y pasionales donde veremos las vinculadas con advocaciones marianas o relacionadas con el santoral local.
Entre las citadas anteriormente, no podemos pasar por alto la del nombre de Jesús, la cual veremos extendida por diferentes puntos del país. Al respecto, “la introducción de las nuevas cofradías con advocaciones de Cristo y marianas fue parte de la reforma de las órdenes religiosas, salvo excepciones” (Montojo, 2008, 58). Cabe decir que este mismo autor añade poco después que hay “cofradías de santos, como las de San Roque y de San Sebastián, o de las marianas, como la de la Virgen del Rosario, promovida por los dominicos. En cambio la Cofradía del Nombre de Jesús parece entroncar muy directamente con el Concilio de Trento (1545-1563), pues tuvo también, aparte de lo dicho, una dimensión cultural, que se concretó en diversos actos litúrgicos y el intento de sacar una procesión de la Circuncisión de Jesús en el día primero del año” (Montojo, 60). Este tipo de cofradías solían ejercer funciones especialmente de tipo asistencial, ayudando a pobres, viudas y otro tipo de personas desfavorecidas, que desde la iglesia contarán con un parapeto que socialmente les permitía protegerlas e integrarse en la medida de los posible dentro de aquellas sociedades tan desiguales.
Igualmente, una de las cofradías extendidas de forma muy amplia por nuestro territorio era la de la Virgen del Rosario, la cual enfocará muchas de sus obras desde la importancia del rezo, especialmente de esas ánimas que necesitarán de la oración para poder salir lo antes posible de ese Purgatorio en el que toda ayuda por parte de los fieles en el mundo terrenal será primordial. Sabemos que en Verdelpino todavía se conserva un altar dedicado a esta imagen, gozando de enorme popularidad entre los vecinos por esa finalidad indulgencial desde la que históricamente siempre se ha promovido.
La importancia hacia San Blas en otros municipios de la zona como observamos en el caso de La Peraleja, es un caso más que nos revela un fervor destacado hacia una advocación festejada en invierno cuando a inicios de febrero anualmente se celebra su festividad, y que nos recuerda la figura de este santo médico, al que siempre los fieles se encomendaron no solo para protegerse de enfermedades vinculadas con la garganta, sino también otras derivadas de las complicaciones que aparecen en esta época del año, donde el duro clima de esta tierra daba lugar a muchas situaciones que no pocas veces se saldaban con la muerte. Este conjunto de cofradías devocionales hacia santos con una característica muy definida, nos hablan un poco de problemas o episodios históricos acaecidos en el lugar.
Igualmente la de la Vera Cruz muy difundida por los franciscanos con un fin primordialmente penitencial, tuvieron una enorme proliferación en los diferentes enclaves conquenses que hemos estudiado. También cabe decir que la del Santísimo Sacramento, y que está muy ligada con las cofradías que saldrán a partir del Concilio de Trento, supuso un impulso importante en la parte espiritual de aquellas sociedades católicas, donde el peso de la fe era crucial en la forma de afrontar el día a día de nuestros antepasados.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Verdelpino de Huete
Bibliografía:
*Archivo Municipal de Huete. Protocolos notariales de Verdelpino de Huete, nº8. Agustín García, años 1652-1659
*Montojo y Montojo, Vicente (2008). “Culto y práctica social: la Cofradía del nombre de Jesús de Murcia”, pp. 55-69. Murgetana, nº119