Los incrementos de temperatura trascurridos durante la estación otoñal siempre han sido bienvenidos, especialmente antaño en la ya olvidada sociedad agropecuaria y que movía las riendas del país, época en la que los ojos de nuestros abuelos estaban constantemente dirigidos hacia el cielo o aquellos animales que a través del estudio y conocimiento de su comportamiento, siempre podían arrojar algo de luz sobre que tipo de escenario meteorológico nos podíamos encontrar.
En este sentido, los veranillos son uno de esos episodios que la tradición como el refranero todavía nos recuerdan, especialmente llegados los meses de octubre y noviembre, puesto que siguiendo nuestras costumbres y dichos, es cuando mayor cantidad se perciben, tal y como la sabiduría popular nos recuerda. Al respecto, durante algunos años, pasadas las precipitaciones que dan entrada al otoño y que en nuestro territorio asignamos con el nombre del cordonazo de San Francisco, el tiempo de nuevo vuelve a entregarnos un respiro, recordando que todavía falta un poco para la llegada del invierno
Un fenómeno que se percibe es un ascenso de las máximas, mediante lo que conocemos como estiuet de Santa Teresa. Este veranillo y que suele presenciarse a mediados de mes, se caracteriza por manifestarse con una estabilidad que permite el florecimiento por segunda vez de algunas plantas, tal y como ocurre con las rosas, de ahí que otro de los nombres con el que se le asigna es el del “veranillo de las rosas otoñales”.
Igualmente, antes de finalizar octubre, la tradición siempre recuerda que para la fecha cercana a Todos los Santos, muchas veces se deja sentir un incremento de las temperaturas, donde a pesar del acortamiento de las horas de Sol por la tarde, los termómetros pueden traer registros más altos de lo normal para la época en la que nos encontramos, siendo por ello este intervalo de varios días conocido con el nombre de veranillo de Todos los Santos o de las almas.
Una quincena o diez días más tarde, muchos años puede presenciarse un incremento de las temperaturas y que según los mayores es el último respiro que se nos da antes de la llegada del frío, siendo este momento denominado como veranillo de San Martín, del cual el refranero nos recuerda que “de l'hivernet de Sant Mamet a l'estiuet de Sant Martí, mig any curt hi comptí”.
Todavía hay incluso quienes comentan que antes del invierno pueden presenciarse ascensos térmicos que nos vuelven a llevar a otro veranillo, de ahí que el de San Andrés (cuya onomástica se celebra el día del 30 de noviembre), es uno de los que durante 2 o 3 días, los cambios de temperatura pueden permitir un incremento térmico. Y es que aunque “Per sant Andreu, pluja o neu o fred molt greu", en nuestra región no es extraño presenciar el desarrollo de jornadas caracterizadas por una estabilidad atmosférica durante los primeros días de diciembre.
David Gómez de Mora