La pasión que despertó el catolicismo entre nuestros antepasados peñiscolanos fue una
realidad que todavía queda plasmada en la tradición y devoción que
arrastran las festividades de su localidad, y que a través de
diferentes advocaciones o jornadas marcadas dentro del calendario
municipal, movilizan a un grueso considerable de sus
habitantes.
Resultaría imposible obviar el día de San
Antonio, una efemérides que en una sociedad que a pesar de ser
marinera, estaba estrechamente arraigada con el sector agrícola y
ganadero, y cuya mejor manifestación son los extensos espacios de su
término municipal dedicados a las tierras de cultivo de secano, como
de corrales que nos hablan de un uso hoy casi extinto. San Antonio
contará con su propia ermita, ubicándose a varios kilómetros de la
población, en una loma empinada, donde las vistas son envidiables.
La edificación tiene su origen en el siglo XVII. Como sabemos, San
Antonio era una figura del cristianismo muy venerada, por ser el
patrón de los animales, esos mismos que servían como medio de
transporte y trabajo para aquellas personas que vivían en zonas
rurales como la que en este caso nos ocupa.
Igualmente no
podemos pasar por alto la devoción a la Mare de Déu d'Ermitana, la
cual se venera desde tiempos ancestrales. Aunque la tradición
popular remonta su veneración hasta el periodo del Apóstol Santiago
(indicando que tras la invasión musulmana su antigua imagen fue
oculta en una cueva, para luego ser expuesta de forma permanente tras
la toma de la población en 1233), lo que si podemos aportar desde
una perspectiva historiográfica, es que ya en la Baja Edad Media
esta imagen aparece documentada, por lo que entendemos que será
durante ese periodo cuando esta comenzó a estar presente entre sus
vecinos.
Uno de los relatos que
estipula la documentación del Archivo de la Catedral de Tortosa, es
que tras el primer intento fallido de toma de la localidad en el año
1225 por el rey Jaume I, se dice que este posteriormente, al celebrar
la festividad de la Natividad de la Virgen, dio al clero local una
imagen de la Mare de Déu. El cronista de la localidad, Juan Bautista
Simó, ya nos informa en un artículo redactado en la revista
Peñíscola, y que lleva por título “Apostillas en torno a la
primitiva imagen de la Mare de Déu d'Ermitana”, que en el año
1395, esta aparece referenciada en un legado testamentario que se
encuentra en el Archivo Eclesiástico de Morella. Su festividad se
celebra cada 8 de septiembre, con un conjunto de danzas enfrente de
la ermita a la que está dedicada su advocación, y que se emplaza en
la zona alta de la roca, estando adosada al mismo castillo. Esta
construcción religiosa se llevó a cabo gracias al gobernador
militar de Peñíscola, don Sancho de Echevarria, quien la mandó
edificar como agradecimiento al pueblo de Peñíscola por su
fidelidad y resistencia titánica a favor de la causa borbónica
durante el desarrollo de la Guerra de Sucesión.
Tampoco puede
pasarse por alto la devoción que antaño existía hacia la Mare de
Déu de Gràcia, y cuya imagen desapareció en la guerra incivil de
1936, al ser pasto de las llamas que arrasaron no solo el archivo
parroquial de la localidad, sino que otros muchos elementos de
interés artístico que componían el tesoro eclesiástico del
municipio. Se trataba de una escultura gótica-renacentista, que a
tenor del análisis de las imágenes que se han conservado de la
misma, se cree que podría pertenecer al siglo XV. Cabe recordar que
en muchos lugares donde se sigue celebrando su festividad como Maó,
Vila-real o Barcelona, esta jornada se enmarca durante el mismo
periodo que en Peñíscola se celebran sus fiestas patronales a la
Virgen de la Ermitana.
David Gómez de Mora