Entre los bienes patrimoniales y artísticos que formaban parte de los tesoros parroquiales que había en las diferentes iglesias que hemos ido analizando, las casullas eran sin lugar a duda una de las piezas más importantes. Por norma general suele ser más habitual estudiar imágenes, altares o piezas de orfebrería en lugar del armario litúrgico, error en el que caemos muchas veces, pues la elaboración de determinadas prendas como resulta el caso de la que nos ocupa, es tan o más laborioso que el albergado por otros elementos que forman parte de las colecciones sacras.
Apreciamos que en ocasiones el origen de estos textiles, muchas veces procede de las últimas voluntades de curas o fieles con recursos, que como muestra de su compromiso y mecenazgo con la Iglesia, además de servirles como un acto positivo para acelerar su salvación, les valdrá también para recordar a los vecinos del lugar, la importancia de su linaje, como forma de patrocinio entre las élites locales.
Como sabemos, las casullas forman parte de la vestimenta empleada por el sacerdote en el momento de la celebración de la misa. Su diseño con el tiempo fue variando, pues los curas intentarán tener una mayor movilidad, de ahí que se adapten sus partes laterales. Además, la ornamentación tan profusa que tendrán muchas de estas, añadirán un peso considerable, que deberá tenerse en cuenta para cuando el cura celebre la liturgia.
Sus colores obviamente no son una cuestión baladí, de ahí que los ornamentos del altar, el cura y los ministros que oficien la misa, siempre deberán de ir acorde con el color litúrgico que la normativa establece, por ello mayoritariamente siempre acabaremos viendo casullas de tonalidad blanca, roja, verde, morada y negra. Cada una representando unos valores y significación particular.
En el caso que nos ocupa, vemos como todavía se conserva una de las usadas antaño en La Peraleja. Se trata de una “casulla de terciopelo rojo, con el centro bordado en oro al realce de unos medallones de imaginería bordados sobre seda” (1). El color rojo simboliza la sangre y la fuerza del Espíritu Santo, por lo que estas se suelen emplear en la celebración de la Confirmación, las fiestas de la Pasión del Señor (Domingo de Ramos y Viernes Santo), así como el domingo de Pentecostés o en las fiestas de mártires (por la significación del rojo con el color de la sangre), así como con las celebraciones vinculadas con los Apóstoles y Evangelistas, entre otras.
Colores como el blanco hacen alusión a la representación de Dios (alegría, pureza y paz), portándose durante el tiempo de Pascua o en Navidad, además de fiestas del Señor que no tengan nada que ver con la Pasión. Todo ello sin olvidar las festividades relacionadas con la Virgen María, el Corpus Christi o determinados Santos, entre las que incluimos también la festividad de Todos los Santos.
Por otra parte, el color negro, como sabemos simboliza el luto y respeto por los difuntos, de ahí que aunque no sean tan habituales como siglos atrás, todavía pueden verse emplear en misas de requiem o de difuntos, incluyéndose el día dos de noviembre. También tenemos el morado, y que representa la preparación espiritual como penitencia del cristiano, por lo que veremos su uso durante el adviento y en cuaresma. El color verde simboliza la esperanza, empleándose en tiempo ordinario, es decir, después de Navidad y hasta Cuaresma, además de aquellos domingos en los que no se exige por las circunstancias otro color. Incluso también pueden verse casullas de color azul, y que únicamente se emplean para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, junto con sus celebraciones votivas. Un privilegio que sólo está asignado a determinados lugares, entre los que se encuentra nuestro país, simbolizando con ello la pureza y virginidad de la Virgen.
David Gómez de Mora
Referencia:
(1) Catálogo Monumental de la Diócesis de Cuenca, año 1987, 2 Volúmenes