jueves, 16 de septiembre de 2021

La Iglesia de La Peraleja. Breves pinceladas históricas

Sin lugar a duda, una de las grandes construcciones que forman parte del patrimonio histórico peralejero es su templo cristiano, una portada de arco de medio punto sin frontón, en su interior consolidada por tres naves, separadas a través de columnas cilíndricas de escasa altura, con tambor de anillos y sin basas visibles, además de arcos rebajados en la nave central y cubre bóveda de cañón (1); una serie de elementos arquitectónicos que en su conjunto otorgan cierta singularidad a un edificio por el que han pasado nuestros antepasados durante algunos de los días más importantes de sus vidas.

Una construcción dedicada a la advocación de San Miguel Arcángel, y de la cual tenemos referencias históricas descriptivas que nos remontan a la segunda mitad del siglo XVI, cuando desde la misma se irían ejecutando diferentes reformas, cuyo testimonio queda recogido en los libros de fábrica de su antiguo fondo parroquial, hoy custodiados en los depósitos del Archivo Diocesano de Cuenca.

Interior de la Iglesia de La Peraleja

Como suele suceder con este tipo de espacios de enorme riqueza histórica, su fisionomía interior ha ido variando a lo largo del paso del tiempo, tal y como sucedería con su antiguo techo de madera.

Un bonito enclave donde se consolidaron los intereses de diferentes familias de labradores (católicas y tradicionalistas), quienes no dudaron en invertir ingentes cantidades de dinero en la formación de sus hijos dentro de las filas del clero, todo con tal de alzar el nombre de su casa, asegurando un futuro más cómodo y relajado para sus descendientes.

Planta de la Iglesia de La Peraleja (CMDC, 1987, 229)

Crucifijos, textiles, cálices y varias custodias, son solo un ejemplo del lote de bienes que se salvaguardaban en sus entrañas. Esto complementado con diferentes altares e imágenes que decoraban ricamente las paredes interiores, la gran mayoría de los cuales por desgracia acabarían corriendo una trágica suerte, pues una parte considerable fue pasto de las llamas, o bien se perdieron tras los dramáticos acontecimientos de finales de julio de 1936.

Mientras tanto, todavía algunos resquicios de ese antiguo tesoro se han conservado entre los fondos del lugar, es el caso de su pila bautismal, esta en forma de trébol de tres hojas, y cuyo soporte queda representado por una figura antropomorfa. Un objeto de elevada carga simbólica, ya que por su cuba han ido desfilando casi todos los habitantes del pueblo. Igualmente había algunas pilillas de agua bendita, como sucede con las de jaspe rojizo y que todavía se conservan, distribuidas en diferentes puntos de la nave y empleadas para purificarse.

Como veremos La Peraleja no contaba con espléndidas capillas privadas como sucederá en el caso de otras localidades conquenses que hemos investigado, no obstante, si tendrá puntos privilegiados, que daban cierta notoriedad y distinción a sus poseedores, siendo este el caso de la sepultura de los Parrilla, de donde emergerá una línea de ricos escribanos que tras aburguesarse y comenzar a medrar socialmente, emplearán de forma privada como punto de enterramiento familiar, situándose junto a un altar que tenía como advocación a Nuestra Señora del Rosario, de la que como bien sabemos ya había con anterioridad una cofradía.

Por desgracia no disponemos de datos precisos sobre como era la distribución de los enterramientos en el interior, no obstante esto solo puede ser cuestión de tiempo, ya que existen notables referencias de los siglos XVII y XVIII, todavía por analizar, pues hay indicios que llevan a pensar en que algunas familias harán uso de espacios concretos del edificio, en los que se intentará reflejar el poder alcanzado por su linaje.

Tampoco podemos ignorar la presencia de un conglomerado nobiliario en la segunda mitad del siglo XVI, consolidado por estirpes de la nobleza optense, como sucederá con los Daza, Patiño o Suárez de Salinas, quienes tras la pérdida de su renombre en relación al grado de proyección que tenían una centuria antes en la ciudad de Huete, verán obviamente en La Peraleja un lugar factible en el que poder mantener cierto estatus.

En este sentido, los templos religiosos se convertían en escaparates donde se intentaba catapultar a sus integrantes. La preocupación por aparentar una buena calidad de vida, en la fase post mortem era tan o incluso más importante que la llevada en vida, pues aquella sociedad rural vivía constantemente en una especie de carrera de relevos, en donde preocupaba mucho lo que se podía hacer, pero también lo que en el pasado hubiese sucedido. Distinguirse por ocupar un lugar privado en ese foco de poder, además de asegurarse una salvación (y consiguiente promoción) del miembro de una familia, como era el caso a través de ingentes cantidades de dinero invertidas en misas, recordaba cada domingo a los habitantes agolpados en sus banquetas, quienes eran las personas que gozaban de mayor reputación.

David Gómez de Mora

Referencia:

(1) Catálogo Monumental de la Diócesis de Cuenca, año 1987, 2 Volúmenes

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).