En la actualidad, el
paralelismo que guardan los registros de los escasos números de
manchas solares contabilizados en épocas de un mínimo solar,
respecto a fases climáticas caracterizadas por la bajada de las
temperaturas, está siendo un tema de estudio, que abre la puerta a
multitud de teorías e hipótesis, que en realidad nos vienen a
demostrar, la complejidad de los factores que interactúan en el
comportamiento del clima. Una cuestión que ya podría
haber ocurrido entre el Mínimo de Maunder y la Pequeña Edad de
Hielo. No obstante, un elemento que va más allá, y que aquí nos gustaría plantear, es el de si en una fase de la caída de
las temperaturas, puede dispararse el riesgo de sequías
extremas.
Concentración de las sequías extremas en fases de mínimo solar para el municipio de Vinaròs.
Por ahora, comenzamos a
tener indicios que podrían orientarse en esa dirección. Un
argumento de interés, que no sabemos si se cumple por razones
casuales o lógicas, pero que evidencia cierta relación con los
datos que poseemos de la climatología antigua de Vinaròs. Pues, gracias a la
recolección cronológica que nos ofreció en su obra Historia de
Vinaròs, J. M. Borràs Jarque (durante el año 1929), tenemos
constancia de las sequías extremas vividas en este municipio, desde
finales del siglo XVII hasta principios del XX.
La fuente directa que
nos permite averiguar la fecha de la ocurrencia de cada uno de estos
episodios, se encuentran en las rogativas de agua que se celebraban
en nuestra población. Así, en esta localidad (como en otras muchas)
cuando un periodo de escasez de lluvias se prolongaba de una forma
poco habitual, inmediatamente el pueblo se dirigía hacia algún
santo o patrón local, para que éste convirtiese en agua sus
plegarias.
En este sentido,
analizando los datos que poseemos, tal y como hemos dicho
anteriormente (fuese o no por razones casuales), se comprueba como
durante la fase final de la Pequeña Edad de Hielo (y que se enmarca
dentro del mínimo solar de Maunder), se dispara la aparición de
sequías extremas, que se convertirán durante las dos últimas décadas del siglo
XVII y principios del XVIII, en un quebradero de cabeza para el campo
vinarocense, es el caso de algunas de las acontecidas, como en 1682,
1687, 1690, 1696, 1698, 1700 o 1702. Un fenómeno que aparentemente
no vuelve a repetirse con la misma intensidad hasta la llegada de los
últimos años del siglo XVIII y primeras dos décadas del XIX, justo
cuando de nuevo los habitantes de Vinaròs viven uno de los periodos
de sequías más intensos de su historia (y que precisamente hay que
enmarcar dentro del desarrollo del mínimo solar de Dalton), en esta
ocasión con algunas muy críticas, como las de 1791, 1803, 1809 o
1816 (entre otras).
Dicho esto, cabe
realizarnos la pregunta, de si en realidad estos fenómenos guardan
una relación directa entre ellos, y por lo tanto, del mismo modo que
una bajada del número de las manchas solares puede vincularse con un
periodo de la caída de las temperaturas, éste último pueda hacerlo
con la aparición de largos intervalos de sequías. Para esclarecer o
desechar esta hipótesis, sería necesario investigar más a fondo
registros históricos de diferentes zonas geográficas, y de esta
forma, ver si podría consolidarse un patrón más generalizado, que
a priori siguiera la pauta del caso planteado para Vinaròs.
David Gómez de Mora