domingo, 18 de septiembre de 2022

Juana Vicente, una peralejera más

En 1629 mandaba redactar su testamento Juana Vicente, mujer de Juan Jarabo, e hija de Juan Vicente, un labrador peralejero que estaba enterrado en una sepultura de las que se denominaban como "privilegiadas", puesto que se hallaba en el coro mayor de la iglesia de San Miguel Arcángel, punto que según la creencia de los nativos, aceleraba la limpieza de los pecados del difunto, y consiguiente reducción del periodo de estancia en el Purgatorio. Es por este motivo que Juana pedirá que su cuerpo descanse en la tumba donde se hallaba su progenitor.

Juana también solicitó poco más de un centenar de misas por la salvación de su alma y allegados, dejando claro que fuese una de sus hijas la encargada de llevar anualmente una ofrenda encima de su sepultura, por ello, a cambio, y como solía rezar la costumbre, esa persona recibía algún tipo de recompensa por esta labor. En este caso se trataba de un pedazo de tierra que tenía la familia en un cañamar, dentro de la partida de la Fuente la Peña.

Los bienes se repartieron por igual entre los siete hijos que tenía (Pedro, Juan, Juana, Miguel, Ana, Domingo y Francisco) con su esposo Juan Jarabo.

Ahora bien, Juana Vicente hizo una serie de distinciones, en las que premió a unos hijos por encima de los otros. Así pues, a Juana y Ana Jarabo, les da toda la sarta de plata que tenía en su casa, para que estas se la repartiesen de manera equitativa, así como a su hijo, Francisco Jarabo, le entrega 800 reales en metálico, para que este disponga de una ayuda durante la realización de sus estudios.

Estamos ante un momento en el que estas familias de campesinos, entienden la importancia que supone el tener a gente del hogar formada, pues además de nombre a la casa, en el caso de insertarse dentro del clero, esto les reportaba beneficios espirituales, pues había alguien rezando constantemente por la salvación de sus almas. De ahí que más allá de la tenencia de un patrimonio agrícola que les podía dar una cierta comodidad económica, contar con gente que tenía una formación que fuese más allá del trabajo en el campo, eran credenciales que reforzaban el estatus de todo el hogar.

Igualmente, Juana añade que su nieta Isabel de Crespo (hija de la referida Juana), reciba una frazada y tres mantas para abrigar la casa. Puede parecer algo insignificante a los ojos de hoy, pero la tenencia de este tipo de piezas textiles artesanales, era algo muy deseado en una sociedad donde la calefacción eléctrica no existía, especialmente cuando las estaciones de otoño e invierno se afrontaban con mucha dificultad en tierras como la Alcarria Conquense.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de La Peraleja

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).