Leyendo el primer libro de fábricas de esta localidad, y que arranca del año 1598, se registra por escrito la visita que realizó al municipio el Vicario General del Obispado de Cuenca, don Alonso Ezquerra, quien accedió al interior del edificio, consultando los libros que existían en el pequeño archivo parroquial, así como comprobando que entre sus estanterías ya había varios volúmenes donde se registraban los bautismos, matrimonios y testamentos generados en el pueblo, así como la existencia de dos beneficios curados, de los cuales uno en ese momento estaba en manos del Bachiller Juan Muñoz, presbítero del lugar, y valorado en 300 ducados.
Recordemos como desde el Concilio de Trento se estipula que cada parroquia debía de llevar un control del sacramento bautismal y matrimonial, además de las defunciones que se iban produciendo entre sus gentes.
Destaca de esta visita, la descripción que realiza de la parte principal del edificio, indicando que el Santísimo Sacramento de la Eucaristía estaba colocado en medio del altar mayor, en un tabernáculo de madera dorado, dentro del que había un relicario de plata, junto con trozos pequeños y grandes de hostia consagrada, preparados para la siguiente celebración.
Por desgracia no se dan excesivos detalles sobre las piezas o decoración que componía el edificio, de ahí que únicamente sepamos que en ese momento en la parroquia ya existían libros parroquiales, tal y como lo confirman algunas de las partidas más antiguas de matrimonios que hemos podido consultar, así como un volumen de bautismos, y que nos permite conocer los nombres de muchas caracenillenses que ya estaban viviendo en la localidad desde la primera mitad del siglo XVI.
David Gómez de Mora