En el año 1625 el peralejero Gabriel Vicente protegía los bienes de su familia bajo una cláusula habitual en el momento de redactar las últimas voluntades de su testamento, recordando que "mando a la dicha María Saiz, mi mujer, por el buen amor y compañía que durante nuestro matrimonio hemos tenido, toda la parte que a mí me pertenece en todos los bienes raíces y muebles que durante el dicho nuestro matrimonio hemos mejorado y comprado por los días que viviere, y después de los días de su vida los tuviera María Vicente, nuestra hija".
Gabriel era un labrador con recursos, por ello se pudo permitir un pago superior para la salvación de su alma, familiares y ánimas del purgatorio de 250 misas, además de recordar que alguno de sus vecinos le debía algo de dinero.
Su mujer era María Saiz Jarabo, hermana del labrador Pedro Saiz Jarabo. Otra casa con solera en el pueblo.
Este menciona como hija única y heredera a la referida María Vicente, quien ya veremos que estaba casada con su marido Miguel Vicente.
El poder garantizar de forma segura la transmisión de sus bienes tanto a su esposa (inminentemente viuda), así como a su hija, era una cuestión de obligado cumplimiento, pues con ello se solventarían muchos problemas, en una sociedad donde los pobres de solemnidad y la gente con escasez de recursos estaba a la orden del día. Afortunadamente los Vicente dispusieron en muchas de sus líneas de un nutrido patrimonio que les hizo prevalecer como gente bien posicionada, motivo por el que los veremos en tantísimas ocasiones asociados a los grupos de poder local.
El documento se halla en la caja nº7 de los protocolos notariales de La Peraleja, perteneciente al Archivo Municipal de Huete. Este fue redactado por el escribano Alonso Muñoz.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de La Peraleja